Paseando por los pueblos negros. 28 de mayo de 2022.

 

Soria, Almazán, desde el autobús vemos a lo lejos la ya conocida silueta del castillo de Atienza gracias a un día de excursión pasopasera como el que hoy vamos a disfrutar.

Carretera recta y despejada que discurre entre campos de cultivo inmensos en una cálida mañana con atmósfera veraniega; atravesamos el Pantano del Vado ya en la provincia de Guadalajara y una vez en la GU 211, la carretera se convierte en una calzada estrecha y retorcida por donde el conductor del autobús se tiene que enfrentar a unos cuantos “contratiempos”. El primero y el más apurado de ellos obliga a parar al autobús junto a un estrecho puente al que no puede entrar, tras varios intentos, se toma una drástica pero necesaria decisión para poder solventar el problema que consiste en echar abajo una señal de tráfico para que el autobús tenga la amplitud necesaria para maniobrar y enfilar el puentecillo.

Todo es estrecho y angosto en este territorio arriacense ya que al llegar a Valverde de los Arroyos donde los vehículos tienen prohibida la entrada, nuestro autobús tampoco puede virar y se tiene que abrir el acceso al pueblo para que pueda hacerlo y bajar hasta el aparcamiento.

Por fin el conductor se puede relajar y descansar mientras los senderistas comenzamos a callejear por Valverde de los Arroyos cuyo nombre ya predispone a un sentir positivo. Un cartel nos anuncia que tiene el título de ser uno de los pueblos más bonitos de España y enseguida lo vamos a comprobar según exploramos sus calles recreándonos en la famosa arquitectura negra de pizarra. Este es el más turístico del conjunto de los llamados pueblos negros con sus casas reconstruidas siguiendo los cánones tradicionales, aunque otras tienen aspecto más moderno. Algunas de ellas son auténticos caserones de dos pisos, destacando en ellos balconadas y solanas

de madera. Como antítesis a la negrura de la pizarra, los Valverdeños engalanan las fachadas, ventanas y balcones con flores multicolores, como petunias y rosas y con acebos, parras y yedras trepadoras que resaltan sobre las negras construcciones dando color y alegría a todo el conjunto; opinamos que estas fachadas combinan especialmente bien con los rosales rojos.

Abandonamos el pueblo entre parques, campos y prados verdes y frondosos y bajo la custodia del pico Ocejón, que es la cumbre que cobija el lugar, vamos recorriendo una senda estrecha que afortunadamente de vez en cuando queda resguardada bajo vegetación y grandes castaños y nogales porque la mañana se va presentando bastante calurosa. Junto al camino discurre una canalización del agua usada para regadío de la zona y la tenemos que ir siguiendo porque queremos llegar al origen de este agua tan clara que es un par  cascadas llamadas” las Chorreras de Despeñalagua”.Muy pronto, a lo lejos las distinguimos precipitándose entre dos laderas rocosas y al llegar y verlas de cerca disfrutamos de dos grandes saltos de agua  que discurren escalonadas durante unos 70 m. de altura y que forman el arroyo de las Chorreras que va a parar al río Sorbe.

La vereda de este pequeño río, al pie de la cascada se nos antoja el lugar ideal para cobijarnos del calor, refrescarnos y tomar la media mañana. Mientras descansamos y almorzamos, saludamos a bastante gente que está realizando nuestro mismo camino ya que es una ruta muy sencilla y asequible para todo el mundo.

De vuelta por el mismo sendero dirigido por el agua, gozamos así doblemente de la campiña porque está pletórica de flores, predomina el morado del cantueso, pero brezos y tomillos también están en flor y las abejas afanosas entre tanta abundancia producirán una rica miel que es uno de los productos típicos de esa zona.

De vuelta a Valverde de los Arroyos, nos refrescamos en la fuente de la plaza donde se encuentra la iglesia de S. Ildefonso y nos damos otro paseo por sus oscuras calles donde ya han llegado muchos visitantes también.

La segunda parada de la ruta es en la pequeña ciudad encantada de Tamajón y para llegar a ella hacemos unos km más por estas carreteras estrechas de la sierra norte de Guadalajara.

Este lugar tiene la peculiaridad de contar con un entorno natural de formaciones rocosas kársticas de calcáreas y calizas modeladas en formas caprichosas a lo largo de los años por lo que al caminar encontramos a los peñones guardianes, cuevas, ventanas y ventanón y en muchas de ellas los desgastes manchados de talco donde se aferran los escaladores principiantes a los que vemos entrenar. Todo este roquedo está resguardado por un magnífico sabinar

Otro lugar especial y particular en este entorno es la Ermita de la Virgen de los Enebrales que hoy está de fiesta con gaiteros tocando y gente en procesión en sus alrededores. Este templo tiene origen románico y fue reconstruido en el S. XVI en estilo renacentista. Un pórtico con arcos de medio punto da acceso al templo que es cerrado con una verja a través de la cual se puede ver la imagen de la Virgen y echar donativos o encender una vela. Este lugar sagrado tiene su leyenda en la que un cura fue salvado de una serpiente por la virgen que se apareció en un enebro. La ermita, los enebros y sabinas son nuestros quitasoles para comer un segundo bocata porque rápidamente nos echamos de nuevo a la carretera para seguir conociendo pueblos negros. El bus, sube, baja, para y mete primera para dar curvas cerradas por una  carretera de montaña que continúa siendo muy estrecha y desde nuestras ventanillas vamos disfrutando de la gran cantidad de  jaras en flor que cubren gran parte de campos y laderas .

Llegamos a un amplio y majestuoso valle en la vertiente poniente del Pico Ocejón y delimitado al Norte por el gran macizo de Ayllón en donde se cobija un pueblo llamado Campillo de Ranas al que también pillamos en plena fiesta con banda de jazz y reparto de paella, además de mercadillo artesano. A pesar del calor que sentimos en estos momentos y de la imposibilidad para tomar un refresco, paseamos en busca de secretos y rincones peculiares del pueblo como por ejemplo la torre del reloj solar que marca sobre las 13h y la Iglesia de Ntra. Sra. de la Magdalena que, aunque construida de la forma negra tradicional, está ribeteada de piedra caliza blanca.

Este tipo de construcción” negra “es un diseño endémico debido al extremo aislamiento impuesto a este territorio por la geografía agreste e indómita. Utilizaron como material de obra la pizarra abundante en la zona y una argamasa de barro, arcilla y paja. Otra característica de estos pueblos es que no tienen planificación urbanística alguna.

El último pueblo negro que visitamos tiene otro elocuente nombre “Majaelrayo” que evoca a la tradición ganadera como el principal medio de vida en estos lugres. Sus casas, edificios, tejados, calles y cerramientos forman un conjunto que se mimetiza en el entorno, aunque las construcciones parecen de mayor dimensión con estancias ganaderas. Las calles entre ellas son también más anchas y las manzanas más amplias.

Lo paseamos tranquilamente, vemos su espaciosa plaza y la Iglesia parroquial de S.  Juan Bautista llama un rato nuestra atención porque tiene dos porches de madera en su lado sur y una torre con espadaña algo peculiar con dos cuerpos.

Aun queda tarde para parar y conocer Cogolludo que se encuentra en la falda del cerro Lomón, en cuya cima están los restos de un castillo que fue el origen de la población. Pasamos de la arquitectura sencilla popular a la renacentista porque en la porticada plaza Mayor de Cogolludo encontramos el palacio de los duques de Medinaceli que aunque es considerado como el primer edificio renacentista de la península no existen datos documentales sobre su fecha de construcción. El palacio está dividido en dos cuerpos. El muro de la fachada es de almohadillado florentino en ambos pisos. La portada está adintelada y rematada por un frontón de vuelta redonda, destacan también sus ventanas geminadas y la labrada crestería que corona el edificio. La plaza se completa con el ayuntamiento con la torre del reloj y una fuente barroca con 4 caños. Nos perdemos por sus calles llenas de historia y tras pasar por la iglesia de S. Pedro llegamos a la iglesia de Sta. María en cuya fachada meridional, entre dos esbeltos contrafuertes, destaca la arquitectura renacentista de la portada principal del templo; su acceso precedido del atrio, con escalinata y verja anterior sostenida por ocho pilastras de piedra rematadas por las típicas bolas renacentistas. Adosada a un lateral de la cabecera se alza la torre que está dividida en cuatro cuerpos por molduras y van en disminución ascendente. Pasamos un buen rato en el mirador que rodea al templo, unos perdiendo la mirada en el paisaje y otros conversando y tras hacer el último descanso en el bar de la plaza, emprendemos el camino de vuelta a Soria.

En el cielo se distinguen tormentas lejanas, ya está llegando el verano y el final de la temporada de senderismo porque el calor no es buen compañero para recorrer los caminos, pero aún nos quedan tres estupendos sábados más para caminar juntos por montañas y valles, calles y veredas, caminos y carreteras, siempre paso a paso.

Emi

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Posted by: soriapasoapaso on