RUTA POR TIERRAS DE ARENILLAS
En esta ocasión toca recorrer un rincón del sur-oeste de la provincia, hasta ahora inédito en las escapadas sabáticas del grupo. Fue este cronista quien propuso a nuestro siempre solícito guía patear estas tierras de la geografía soriana, llevado por un motivo sentimental, por cuanto Arenillas es el pueblo de mi padre y allí he pasado algún verano en mi más tierna infancia, tan tierna que no se me alcanzan los recuerdos de mis andanzas por tan entrañable localidad y solo me queda el relato que mi madre me ha hecho de las mismas. Pero siempre he mantenido con el pueblo unos lazos de afecto y cooperación, que se mantienen con el paso de los años.
A la hora convenida nos dimos cita en el lugar de costumbre cinco entusiastas colegas del grupo, Emi, Alicia, Ángel, Julián y el que suscribe, para enfilar hacia tierras de Berlanga. Un solo vehículo para el desplazamiento y ponemos rumbo a Arenillas. Por el camino comentamos anécdotas y curiosidades sobre los pueblos que vamos atravesando (Quintana, Fuentepinilla, Berlanga, etc.) y, en especial, sugiero a mis animados acompañantes presten especial atención a la reproducción de pinturas de Picasso que se pueden admirar a la entrada de Caltojar, sobre murales a ambos lados de la carretera, obra de un entusiasta y creativo maestro de escuela que, a finales de los 80 y principios de los 90 dejó su huella y, a la vez, puso en el mapa a este pueblo por su originalidad y belleza pictórica que muestra al visitante sin necesidad de bajarse del coche. Las pinturas se conservan en perfecto estado y evocan la natural admiración por su fidelidad al modelo picassiano y la no menos original iniciativa que distingue un lugar, un pueblo, una obra cultural.
Y si Caltojar pone el toque de modernidad, no es menos cierto que estos parajes rezuman arte, historia y cultura en los entornos próximos que constituyen la comarca de Berlanga. Y, en concreto, no podemos olvidar que el románico está muy presente por estos pagos, como lo acreditan la propia iglesia de Caltojar, el no menos bello pórtico de la iglesia de Andaluz, y, sobre todo, la joya del pre-románico soriano en Casillas de Berlanga, que dejamos a 1 Km. escaso de nuestro trayecto: la ermita de San Baudelio. Curioso cenobio en mitad de los campos de labor de arquitectura mozárabe, con su columna central en forma de palmera y sus paredes consideradas como la capilla Sixtina del arte mozárabe castellano, donde todavía pueden verse los restos de pinturas murales de carácter pagano y cuyos originales están en el Museo del Prado y en el Metropolitan de Nueva York. Y en la travesía por Berlanga, declarada conjunto Histórico Monumental, contemplamos su castillo del siglo XV, construido sobre una fortaleza musulmana y una de las puertas de entrada de arco ojival hacia el núcleo urbano, que desemboca en lo que fueron los barrios de la Yubería alta y baja, (de ahí, tal vez, el origen del gentilicio Yubero, apellido muy corriente por estas tierras). Al pie de la carretera podemos también admirar un florido rollo gótico, y a escasos metros la ermita de Ntra. Sra. de la Soledad.
Dejamos atrás Caltojar y enfilamos la carretera en dirección a la Riba de Escalote, donde tomamos el desvío que conduce hasta Arenillas. Justo al lado de la plaza, donde se ubica la Iglesia parroquial, aparcamos el coche y nos dirigimos hacia el sur por una amplia pista agropecuaria para iniciar nuestra ruta.
Apenas llevamos unos centenares de metros andados nos topamos con un curioso e improvisado rincón de descanso al pie de la pista, formado por una silla metálica, sólidamente anclado al suelo y un rústico banco armado con un par de tablas que se asientan sobre dos troncos. Imposible sustraerse a la tentación de dejar testimonio de semejante descubrimiento en nuestras cámaras fotográficas.
Continuamos nuestra senda entre amplias parcelas de secano, que han permanecido en barbecho a juzgar por la escasa actividad que se observa en su superficie, cuando no están sembradas de piedras, como si hubieran sido destinadas a ser depósito de lo que el agricultor no desea encontrarse en sus fincas de trabajo. Por estos páramos se deja sentir un suave, pero insistente, viento frío, que obliga a usar nuestros pertrechos de abrigo para hacer más cómoda la ruta. No hay amenaza de lluvia y la mañana gris nos augura que podremos completar el itinerario previsto sin necesidad de usar prendas de agua.
Llevamos recorridos cuatro o cinco Km. y ahora transitamos por la provincia de Guadalajara. Así nos lo confirma un agricultor de origen rumano que, al frente de su tractor, encontramos por el camino. Nos hallamos en el término municipal de Romanillos de Atienza. Hemos dejado el árido páramo que rodea estas tierras y ahora el paisaje es de monte bajo, donde abunda la encina y el roble. Tierra de caza a juzgar por las marcas de puestos de cacería que pudimos observar en nuestro trayecto y, además, por la presencia de corzos que avistamos a escasos cien metros de nosotros.
Un par de Km. más adelante encontramos el lugar idóneo para reponer fuerzas: una abandonada y desvencijada majada que sirvió para recoger el ganado lanar, nos sirve de parapeto para dar cuenta de nuestro merecido tenteenpie. No faltan la tortilla y la bota y, en este caso, disfrutamos de unos deliciosos frutos de arándano, recubiertos de chocolate, que Alicia reparte generosamente para, dice, terminar solidariamente con la bolsa de los tentadores “conguitos”, que, de otra forma sería para su exclusivo y no saludable consumo por excesivo. Tampoco pudimos acabar con la tortilla y eso que, en esta ocasión, dado el escaso número de participantes, la ración se multiplicó proporcionalmente entre nuestros agradecidos estómagos.
Repuestas las calorías gastadas y recuperada la energía necesaria que exige la actividad andarina, continuamos el camino bordeando las provincias de Soria y Guadalajara, hasta llegar a una curiosa construcción de un pozo de agua, dotado de una placa solar ( desconocemos la función de la misma) y equipado con un sistema de extracción de bombeo manual, fuera de funcionamiento, para sacar el agua hasta un pequeño embalse al pie del mismo pozo, que aparece cubierto de una gruesa capa de hielo por las lluvias caídas los días anteriores. Este lugar se conoce como el “Covachón”, según nos confirmaron después los nativos del pueblo. Recibe este nombre por la presencia en las inmediaciones del lugar de una cueva natural abierta sobre dos gruesas láminas de piedra, conformando una oquedad vertical que perfila el contorno de dicha cueva.
Vamos dejando atrás el monte bajo y de nuevo pateamos las llanuras del páramo que nos acerca a nuestro punto de partida. Por el camino podemos observar la formación de un grupo de encinas que componen una bella estampa, dando origen a una simétrica figura semiesférica, simulando una intencionada recreación paisajística sobre una única silueta arbórea. Frente a esta animada imagen, otra menos estimulante: observamos un pinar joven de reciente reforestación (no tienen más de dos metros sus ejemplares) afectado de procesionaria, algunos de ellos ya secos por efecto de esta indeseada plaga.
De nuevo tierras baldías y extensas llanuras de páramos que, en algunos puntos del recorrido, se convierten en parcelas acotadas para la siembra y producción de otros cultivos o especies arbóreas.
Hay que señalar que estos pueblos y, en concreto el que hoy visitamos, tienen en los cultivos cerealistas, principalmente, y en la crianza del ganado ovino sus principales fuentes de desarrollo económico, si bien Arenillas presenta también otra actividad que, aunque residual, no deja de ser otro factor dinamizador de la vida rural: se trata de la destilación de esencias a partir de las plantas lavanda y lavandín, que luego comercializan a través de ferias de carácter agrícola, como la de Almazán o similares. Hace años tuve ocasión de visitar el emplazamiento donde se ubica la caldera a través de la cual destilan este tipo de plantas para obtener los productos de perfumería indicados. Un procedimiento sencillo, nada sofisticado, pero imaginativo y eficiente para sacar provecho y beneficio de otro recurso que ofrece esta tierra.
Nos acercamos ya a Arenillas, después de haber completado un recorrido de 16 Km. aproximadamente, y hacemos la entrada por el mismo punto de partida. Un comentario unánime en nuestras impresiones sobre esta localidad: apenas se ven casas derruidas o abandonadas y sí una esmerada restauración y renovación de viviendas, que ofrecen una cuidada y coqueta imagen de un pueblo que ha sobrevivido a la despoblación y el abandono de sus habitantes, tan corriente en otras latitudes de nuestra querida tierra soriana. Y no solamente el cuidado de sus gentes por asegurarse una vivienda digna en la tierra de sus antepasados es destacable en este rincón soriano. En su haber cabe destacar también un albergue rural, destinado a fines turísticos y didácticos, incluido en la web de reservas turísticas Booking, destinado a niños y jóvenes que elijan pasar unos días en contacto con la naturaleza, para su observación y conocimiento del lugar, atendido por gentes sencillas, a la vez que cercanas y hospitalarias.
Hemos finalizado la ruta y no me resisto a visitar a algunos de mis parientes y amigos que aquí residen. Siempre es reconfortante departir con gentes que tienen en alta estima ofrecer lo mejor a esos familiares que hace tiempo no ven, pero que siguen presentes en su recuerdo y afecto. Perpetua, la viuda de José, y su hija me reciben en su casa con la hospitalidad y cariño con que siempre han acogido al pariente que va a visitarles y me ponen al corriente de las novedades de otros miembros familiares. No está José María, hijo y hermano de las citadas y alcalde del pueblo, para haber comentado los aspectos y proyectos más destacables que tiene en marcha el municipio. Frente a ellas vive Luis, alma mater de lo que en tiempos pasados ha sido el desarrollo social y cultural del pueblo (llegaron a disponer de una emisora local, desde la que transmitían noticias de toda la comarca), y aún hoy, ya jubilado, no ceja en su empeño por mejorar las condiciones ambientales y rurales de su pueblo. Y nos muestra la reconstrucción de una antigua casona, que constituye su residencia habitual (atrás quedan los años de obligada residencia en Madrid por razones laborales) y el gusto con que ha transformado un viejo inmueble en una auténtico museo de arte rural, con múltiples objetos rescatados de la otrora usanza rústica para convertirlos en piezas de exposición que dan valor a un ambiente doméstico, lo que en otros ámbitos podían considerarse como antiguallas devaluadas por el paso de los tiempos.
Con este regusto nos quedamos y con la certeza de conocer gentes que han hecho una clara apuesta por mantener el medio rural y preservar nuestros pueblos, nuestro paisaje, nuestro entorno del abandono o la indiferencia.
Soria, 9 de diciembre de 2017
Agnelo Yubero
Un fantástico rincón Soriano. Y qué olor mas agradable había en el pueblo y sus alrededores.
Genial el relato. Gracias Sr. Yubero,
como siempre disfrutamos con tus relatos.