SAN MARCOS: UN MIRADOR DE SORIA Soria, 8 Febrero 2025

No era la ruta programada para hoy. Teníamos previsto subir a disfrutar de las cascadas de Covaleda, en sus variadas versiones y bellezas paisajísticas sobre los ríos y arroyos que conforman  este admirado entorno pinariego, generoso en ofrecer un espectáculo de agua, sonido y color que rezuma encanto en sus múltiples vertientes fluviales.  Pero la nevada de la noche anterior nos hizo cambiar de opinión. Mejor dicho, nuestra junta directiva, en reunión de urgencia, decidió modificar la ruta, en evitación de problemas fácilmente solucionables. Y afortunadamente fue una buena solución: cambiamos las cascadas de Covaleda por los caminos que conducen a uno de los miradores de Soria, de amplias perspectivas que nos orientan hacia la parte suroeste de Soria, el centro, o, incluso, la parte sureste de nuestra admirable y  diversa geografía soriana.

Antes de las 8,00 h., en el lugar de costumbre, nos hemos dado cita los compañeros que haremos la  ruta. Somos 28 entusiastas de las botas y el bastón acomodados a las exigencias del tiempo, la distancia y la orografía del terreno que podamos encontrar.

Enfilamos  los coches  por la C/ Eduardo Saavedra, para dirigirnos al punto de salida. Aparcamos en las inmediaciones de la Fuente la Teja.

La mañana es fría. Pero vamos bien pertrechados para hacer frente a un clima moderadamente invernal, como es costumbre en nuestras salidas en esta época del año.

Son apenas las 8,15 minutos. Ajustamos el correaje del equipamiento personal, comprobamos la correcta  vestimenta adecuada y nos ponemos en camino. Al principio, fácil: es una pista de tierra que no ofrece dificultades, una llanura todavía asequible  para encaramar, más tarde,  las laderas que nos conducirán hasta el punto geodésico del conocido como “cerro de San Marcos”.

 

 

 

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Pero antes,  el paisaje nos brinda  otras novedades: el campo nevado sobre superficies cerealistas o cultivos de encinares, caminos  pedregosos, donde la nieve encuentra refugio entre los oquedades que deja el terreno, pequeñas hendiduras sobre el suelo  que recogen el agua congelada y nos obligan a zigzaguear en  nuestro  avance hacia el punto de destino, pinos resineros y caminos que, por momentos, son pistas blancas de circulación, y se alternan entre la masa pinariega  por  veredas  que nuestros guías improvisan para hacer más fascinante la ruta.

Caminamos. Y en nuestro caminar encontramos novedades sobre el terreno que nos resultan de difícil interpretación, si no fuera por la sabia experiencia de algún compañero, como es el caso de Félix Romera. Me refiero al descubrimiento, (mejor sería decir observación) de unas máquinas retroexcavadoras, así como unos voluminosos contenedores  que observamos desde una distancia prudencial de nuestra ruta senderista. Le pregunto a Félix: “¿qué sentido tienen esas máquinas en este terreno?” La respuesta es segura y contundente: “Se trata de la creación de una nueva escombrera de residuos sólidos, o sea, un vertedero de basuras,

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convenientemente adaptado a las exigencias administrativas y medioambientales para su funcionamiento, y resistente con el tiempo, por el tipo de protecciones que se utilizan”. Y a partir de ahí  me informa de una serie de elementos visibles que tienen una función y cumplen la misión de ser elementos sostenibles que dan consistencia al objetivo propuesto. Y me pone como ejemplo comparativo el ya conocido y sellado vertido de Vellosillo, entre Soria y Garray, donde nada parece lo que es por su apariencia exterior y, sin embargo, bajo su suelo es, en términos sencillos, una montaña de basura.

 

Es la ventaja de este grupo heterogéneo, senderista y, ahora montañero (en palabras de nuestro presidente) por tener compañeros, gente experta y de fácil  explicación sobre asuntos medioambientales que a los profanos  se nos escapan. No solamente aprendemos de las variedades vegetales que vamos conociendo en nuestros caminos, y de las cuales se encarga Alberto de ilustrarnos, sino de otros aspectos, como  el tema de la acumulación de basuras que luego se recogen  en un ambiente seguro, y que forman el contenido de lo que ahora se conoce como  sostenibilidad del medio ambiente. Pues, por nuestra parte, bien sostenido queda. Hacer montañismo (no solamente senderismo) tiene estas ventajas: ganamos cultura y conocimiento de nuestro medio, hasta en aquello que no es frecuente en un paseo ordinario dominguero.

Pero la cultura y el conocimiento del medio no están reñidos con la pisada de la bota sobre la nieve o el barro. Y es que hay tramos donde la capa nívea, a modo de inmaculada alfombra, nos hace sentir la ilusión por ser los primeros en “profanar” el suelo blanco que la noche anterior ha extendido sobre nuestro paseo sabatino. Pero luego alternamos con tramos donde el barro de la tierra arcillosa, se alterna de forma más prosaica y menos romántica con la adorable placidez de la inofensiva nieve .

Y mientras vamos alternando  nieve y  barro, nos vamos aproximando  a las estribaciones del conocido y familiar cerro de San Marcos. Por el camino, hemos tenido ocasión de conocer  una perrera (desconozco si privada o municipal), donde no es fácil pasar inadvertido para sus “inquilinos”: la colonia de canes que allí se refugian, sienten nuestra proximidad con desaforados ladridos, que  indican la existencia  de  una especie de “cautiverio” canino, y  se muestran activos para que conozcamos su presencia y ¿tal vez? sus necesidades. No lo sé. No he cuidado perros.

Avanzamos. El viento frío de la mañana azota con rigor nuestros rostros, que procuramos proteger con los pertrechos  dispuestos para la ocasión. Ahora toca la parte más exigente del recorrido: el ascenso hacia el punto geodésico que marca la máxima altitud del terreno hasta ahora transitado.

Y con ritmo pausado, vamos consumiendo “escalones” de la pronunciada cuesta que se abre a nuestra mirada.  Es un ascenso exigente, aunque no  excesivamente largo. El camino pedregoso y la nieve acumulada entre las oquedades roqueñas, nos permiten recordar ese viejo proverbio chino, que, en situaciones  similares, hemos dado por acertado:” si quieres llegar a la montaña como un joven, camina como un viejo”. A los más preparados físicamente, parece que los consejos chinos les traen al pairo, porque suben con la celeridad de un mecanismo que funciona a pilas. En cambio, a otros nos parece muy apropiado asumir los consejos chinos para  coronar con éxito lo que constituye un objetivo, no competitivo, y sí lúdico y recreativo,  que es llegar al mirador de San Marcos.

Y allí que nos hemos plantado, los  primeros y los de más atrás. Y desde aquí, desde este punto geodésico,

una vez nos hemos hecho la consabida foto del grupo, disfrutamos de  una espectacular, maravillosa y amplia perspectiva de una parte de nuestra geografía soriana: hacia el oeste,  la carretera  de Madrid, con una vista, a vuelo de pájaro, del municipio de  Carbonera y su pequeño polígono industrial; hacia el Centro la inequívoca silueta del Pico Frentes y, en profundidad, la sierra de Cabrejas, y, más hacia el este, el paisaje frondoso de las tierras de Golmayo y Villaciervos.

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Pero además, en este altivo rincón de la montaña cercana a Soria, encontramos restos de lo que fue un Belén que, apenas un mes y medio antes, subieron a colocar, no sé muy bien si los vecinos de Carbonera o Golmayo. Años atrás subí con ellos y con nuestro recordado amigo Julián, a colocar el emotivo Belén, que nosotros celebramos cada año en el Pico Frentes.

¿Y qué faltaba para completar la ruta? Por supuesto, el bocadillo y la bota. Imposible hacerlo en las alturas: el viento frío y desapacible nos obligaba a buscar refugio en un entorno más propicio a nuestras necesidades.  Y lo encontramos, ya de bajada, junto a una taina que parecía abandonada, pero conservaba todavía, en buen estado, unos bancos adosados a la pared de la misma, que nos sirvió de excelente  acomodo para satisfacer las imperantes necesidades gastronómicas de todo buen montañero.

Se abrieron las mochilas y salió a relucir lo mejor de los manjares preparados al efecto. Corre la bota, no faltan los delicatesen que cada uno ofrece generosamente, en forma de suculentos bocaditos de chocolate o variedades de frutos secos. Y, por si fuera poco,  José Antonio nos muestra otro artilugio apto para senderistas, ( o montañeros) llamados cadenas  (no crampones), consistente en una especie de puntas de acero simétricamente  colocadas  por debajo de la botas, para dar más seguridad al caminante por terrenos menos consistentes que generan la orografía del terreno u otros elementos  menos habituales habituales. Tomamos nota y ya vemos que se recomiendan para la próxima ruta por terrenos de Covaleda y sus cascadas.

 

 

Y si el ascenso no estaba exento de esfuerzo, el descenso no quedaba al margen de un plus de precaución a la hora de poner el pie sobre el terreno, entre piedras y nieve en estado más resbaladizo. Afortunadamente, no se registra ninguna incidencia de los “montañeros” que hicimos el sube-baja hasta/desde el cerro San Marcos. Y es que la experiencia es un grado para los habituales del bastón y la mochila!!

Tengo ocasión de charlar con varios compañeros/as, mientras caminamos animada y relajadamente en nuestro retorno. Entre ellas, compartí conversación con Sagrario,   de la que algo sabía de su actividad profesional, pero nada de su hobby: la horticultura.  Y de ella aprendo algunos trucos en la preparación de hortalizas, verduras o legumbres.

Entramos en una cómoda carretera asfaltada, que pasa frente al aislado, pero no menos coqueto (por su apariencia externa), Hotel San Marcos.

Pasamos frente al CEE ”Santa Isabel”, envuelto en el silencio del fin de semana, mientras sus residentes disfrutan este tiempo en sus domicilios familiares. Este Centro es bien conocido por nuestras compañeras Almudena y Mª Jesús Romero.

Y enseguida la emblemática Fuente La Teja y el no menos concurrido, en época estival,  camping del mismo nombre.

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Tomamos los coches y hacemos el epílogo de la ruta en nuestro lugar de culto habitual: la cafetería del Gaya Nuño. Ha quedado una mañana soleada, de temperatura agradable, lo que nos permite apurar la cerveza o el vino en la terraza del establecimiento, mientras hacemos repaso de lo que ha sido la jornada o comentamos otras anécdotas que nos hacen  disfrutar de momentos vividos en nuestro unánime aventura de andar por llanos, subir montañas, sortear charcos….Y a esperar nuevas rutas , paisajes o lugares que mantienen la ilusión del caminante.

 

Agnelo Yubero

 

One Comment so far:

  1. Estupendo como siempre Agnelo. Fresquita mañana senderista para los entusiastas de las botas y el bastón, pero vaya vistas. Gracias por tu crónica

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