DE PEÑA NEGRA A PICO BUEY Soria, 3 de Mayo 2025
No podía faltar una ruta (más) de altura. La federación autonómica que da cobertura aseguradora a nuestra práctica sabática, nos ha clasificado, por el tipo de licencia elegida, como montañeros. Hemos superado el grado de senderistas y ahora nos consideramos caminantes de montañas y alturas que nos llena de pasión y satisfacción. Y haciendo honor a esta consideración, la ruta de hoy, 3 de Mayo, entra de lleno en el terreno del montañismo clásico, sin artificios ni pretensiones competitivas: subimos a dos picos de algo más de 2000 metros de altura que enunciamos en el título de esta crónica, enclavados en nuestra provincia y limítrofes con la comunidad riojana, en territorio del aislado municipio soriano de Montenegro de Cameros.
A las 8,00 h., nuestra hora habitual de salida cuando hacemos recorridos provinciales, enfilamos los algo menos de 20 participantes por la N-234, dirección Cidones, para tomar después la CL-101, que nos aproxima hasta las cercanías de Vinuesa, y desde aquí la carretera forestal hasta el punto de Nieve de Santa Inés.
Algo menos de una hora nos ha llevado el viaje, cuando ya aparcamos los coches en el hoy solitario punto de nieve más concurrido de nuestra patria chica.
Hemos salido de Soria con un incipiente y esperanzador sol limpio y azul claro del cielo. Pero al llegar a destino, unas nubes negras amenazan nuestra esperada jornada tranquila y confortable.
Además, la espesa niebla, que se desplaza hacia latitudes inferiores, trae un suave ambiente húmedo y frío, aunque los pronósticos nos auguraban una jornada marcada por el sol y la temperatura confortable
Y el pronóstico ha sido más real que nuestros infundados presagios: a poco de comenzar la ruta, vemos cómo un rayo de sol, que se ha colado entre la niebla, ilumina las vaguadas inferiores que se divisan a nuestra vista desde la cota de altura que hemos alcanzado. El día empieza a clarear y el sol a dominar el ambiente pinariego.
Comenzamos la ruta por una cómoda pista forestal que pronto abandonamos, para internarnos por el siempre cautivador bosque soriano, en sentido ascendente, que no dejaremos hasta superar el desnivel que nos aproximará al primer punto montañoso de nuestro marcado itinerario.
Por el camino, el ambiente limpio y natural del bosque, con el musgo cubriendo las piedras y sus pinos mostrando los líquenes que cuelgan de sus ramas, sinónimo de una naturaleza exenta de cualquier elemento perturbador de la pureza que exhala la especie más representativa nuestro monte.
Vamos ganando altura, mientras sorteamos pequeños escollos del, a veces, camino empedrado, o teñido de humedales, en otras ocasiones, pero siempre desprendiendo ese aroma a pino que hace las delicias del caminante.
No es un ascenso difícil, pero sí un tanto exigente: debemos superar un desnivel de algo más de 500 metros, en un tramo de poco menos de 3 Kilómetros.
El recorrido se va haciendo cada vez más confortable, a medida que vamos alcanzando cotas más altas y, sobre todo, la conversación del grupo es un estímulo añadido a nuestra práctica montañera, mientras compartimos los mismos objetivos que cada uno guarda en su interior.
La temperatura ha mejorado considerablemente y, a lo lejos, vemos la claridad del sol, inequívoca señal de que nos aproximamos hacia un llano en la altura como punto álgido de nuestro trayecto.
No nos equivocamos y pronto estamos ante la imponente imagen de Peña Negra: una pared rocosa que se alinea horizontalmente sobre la cara norte de la Sierra Cebollera y desde la cual tenemos espectaculares vistas que nos muestran la orografía del terreno, con sus contrastes de colinas onduladas y serpenteantes, matizadas del color que albergan sus entrañas: unas, de color pardo y carentes de vegetación, mientras otras muestran el verde intenso que le proporcionan las especies arbóreas diseminadas por todo el territorio. Y al fondo, casi escondido a las miradas curiosas, el singular pueblo de Montenegro de Cameros, un trozo de la provincia de Soria, enclavado en plena serranía riojana.
Las vistas son magníficas y el perfil rocoso del pico le proporciona un aspecto mágico para convertirse en un singular punto de observación del extenso paisaje que se ofrece a la mirada del espectador. La pétrea distribución de sus verticales macizos, auténticos protagonistas del entorno, parecen cincelados para albergar una fortaleza desde la que dominar una amplia extensión del territorio divisado.
No podía faltar en este privilegiado espacio las sesiones fotográficas de rigor. Y siempre buscando el punto que más pasión despierta a los amantes de estampar los lugares visitados. Eso sí: evitando aproximarse en exceso a las rocas más salientes. Corre un viento poco tranquilizador y nuestros sherpas no se casan de advertir el riesgo de aproximarse demasiado a los puntos más elevados y erizados de las rocas.
Ha transcurrido el tiempo para tomar fotografías desde este singular pico montañoso, verdadero observatorio natural con que nos obsequia nuestra provincia. Ahora vamos a descender.
Por el camino, no son infrecuentes los canchales o “ensacás”, como se conocen popularmente en algunas zonas estos fenómenos geológicos, que asoman por las laderas de nuestra geografía soriana. En los llanos, empezamos a ver sobre el manto verde del suelo esas primaverales flores amarillas, familia de los narcisos, que conocemos coloquialmente como campanillas.
Y la fuerza de la naturaleza se hace presente en los muchos pinos que vemos arrancados o tronchados desde la parte baja del tronco, por efecto del agua, el peso de la nieve y la violencia de los vientos.
Nos encaminamos hacia un lugar poco visitado y menos transitado. No hay un camino trazado o señalado sobre el terreno. Aquí opera el sentido técnico que nuestros sherpas saben reproducir en sus sistemas telemétricos de búsquedas de entornos, para hacer más originales las rutas.
Y pronto la bajada se recrea con el tono cadencioso que produce el flujo del pequeño, al principio, arroyo, que corre raudo, formando diminutas cascadas, poniendo esa nota musical que da el agua en el silencio de un bosque encantado, como el que visitamos.
Es el arroyo-riachuelo conocido como Relascorto, que nos va a acompañar hasta nuestro lugar de descanso y ocasional comedor a cielo abierto, cuando llega la hora de reponer fuerzas.
Hemos llegado a un circo glaciar, de una extraña belleza por las paredes rocosas que, formando casi un semicírculo, parecen proteger este enclave, a la vez que vigilan la pureza de las aguas del río que corre y salta en su estrecho cauce. Nos hallamos ante un paisaje que parece esculpido por una mente prodigiosa, utilizando elementos tan naturales como la piedra y el agua.
Y en este escondido rincón, amurallado y, a la vez, abierto y acogedor, desenfundamos las mochilas para el consiguiente descanso revitalizador de las energías consumidas entre el ascenso y descenso recorridos. Sobre las salientes piedras emergentes y desperdigadas por el suelo, buscamos acomodo para dar cuenta de las viandas que guardan nuestras mochilas. Un sol radiante, pero no molesto, se hace cómplice de nuestro disfrute gastronómico, mientras lo vamos acompañando de la siempre deseada bota de vino, que ayuda al mejor tránsito de los bocatas consumidos con indisimulables ganas. No faltan otros componentes energéticos que cada compañero ofrece para completar el “menú” del senderista-montañero.
No nos cansamos de admirar la belleza de este recóndito lugar en la serranía de Santa Inés, pero ahora toca subir hacia nuevas latitudes y prepararse para afrontar la segunda etapa de nuestra ruta sabática hoy diseñada.
Y el ascenso es la parte complementaria para conseguir la unión de los dos picos que hoy visitamos.
Nos encaminamos hacia Pico Buey y lo hacemos por un camino moderadamente pendiente, que vamos transitando en paralelo a un coto de aprovechamiento micológico que, según vemos en los letreros indicadores, gestiona el municipio de Montenegro de Cameros. Alguna mancha de nieve todavía permanece por estos altozanos, aunque solo sea un minúsculo residuo de los rigores invernales.

Y mientras ascendemos, otro pequeño ejemplo de belleza natural, en forma de improvisada laguna de reducidas dimensiones, se ofrece a nuestra vista en las inmediaciones del mirador conocido como Venta de Rufino.
Espectaculares vistas desde las proximidades de esta laguna, que no resisten una imagen fotográfica del paisaje que se contempla en el horizonte occidental, y que no es otro que la serranía del Urbión.
Continuamos. Y no muy lejos de nuestro lugar de tránsito, observamos la silueta de una figura cilíndrica que nos indica el emplazamiento de un punto geodésico, máxima altura que alcanzamos en esta latitud. Se trata de Pico buey, que con sus 2.029 metros de altitud, constituye una de las cimas de la sierra Cebollera.
Hemos llegado al segundo de nuestros picos montañosos, mientras a lo largo del trayecto hoy recorrido hemos podido admirar el imponente cordal de pinos silvestres y algunos ejemplares de pino negro que ofrece la singular belleza de esta cara de la Cebollera. Nuevas fotos de rigor y desde aquí enseguida tomamos la senda del descenso, siguiendo unas marcadas roderas que dejan los vehículos usados por los cazadores para acercarse a los puntos de interés cinegético.
El descenso se hace ameno, mientras conversamos, cambiamos opiniones y comentamos la singularidad de la ruta que hemos vivido.
Nos acercamos al punto de nieve donde hemos aparcado y pronto divisamos la plataforma de la telesilla que da servicio a los amantes de la nieve que por aquí se acercan en la época invernal. La pista, como corresponde a la climatología que hemos tenido, está limpia de cualquier asomo de nieve, el servicio de restauración cerrado y los pocos vehículos que hemos tenido ocasión de ver por aquí, apenas permanecen en el lugar.
Hemos disfrutado una jornada más de nuestra afición. Así que, una vez acomodados en los vehículos, enfilamos camino Soria, para tomar el último refrigerio en nuestro lugar de costumbre, a la vez que desgranamos los últimos comentarios de nuestro paseo, mientras apuramos una refrescante cerveza o el estimulante vino que alegra nuestro fin de ruta.
Agnelo Yubero