Paseo por el Acebal de Garagüeta. (1 de febrero de 2025)
Arévalo de la Sierra es el lugar escogido para comenzar a caminar en esta mañana invernal de principios de febrero. Cuando ponemos pie en las calles de Arévalo nos resbalamos porque una capa de hielo cubre su pavimento lo que nos obliga a caminar con cautela al comienzo de la marcha a la que hoy nos acompaña Adolfo, amigo de Agnelo y conocedor del lugar.
Atravesamos la carretera del pueblo dirigiéndonos hacia la iglesia de la Virgen de la Asunción cuya espadaña alberga el hogar de una cigüeña que echa a volar ante nuestra llegada, pertenece a finales del siglo XVIII.
Seguimos por el Cerrado de Cristo, que parte de la trasera del templo, aguantando una ligera llovizna porque las nubes y nieblas van y vienen revelando ocasionalmente el cielo azul; a lo lejos vemos las serranías ligeramente nevadas y aunque es invierno, el ganado tiene pastos verdes y montones de heno que su dueño les proporciona al salir de los establos, cuando atravesamos el paraje de” Los Cañuelos”
Aunque no lo intuíamos desde lo lejos, empezamos a sentir en nuestras piernas y pulmones que este camino que nos parecía recto se empina bastante llegando el momento del esfuerzo hasta coger un desvío hacia la izquierda cuya señal nos dice que nos quedan 0,7 m para llegar al Acebal de Garagüeta que es el objetivo que perseguimos esta mañana, porque, aunque ya lo conocemos y lo hemos recorrido en varias ocasiones es un lugar único y especial en nuestra provincia por el que siempre merece la pena pasear.
A la entrada de la Reserva Natural del Acebal de Garagüeta, dirigimos nuestra atención y nuestros pies hacia el Alto de la Cruz, donde entre los siglos VI y IV a.C. se estableció un pequeño poblado castreño de 1,2 hectáreas.
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Este castro estuvo rodeado totalmente por una muralla y tenía forma ovalada y alargada. La elevación es de 1474 metros y nos encontramos en la frontera entre Gallinero y Arévalo. En la altura sentimos más el fuerte viento, pero aguantamos un buen rato sobre la pequeña cumbre divisando hacia el norte la sierra de Montes Claros, parcialmente cubierta por neblina y nubes, de las que desciende un arcoíris hasta tocar la llanura. Vamos girando 180 grados por la extensa base de la cumbre para contemplar el resto del cielo que por el sur está más abierto, el valle y los pueblos asentados en él. Descendemos del cerro con precaución debido a la presencia de nieve y hielo, mientras alguna rapaz nos sobrevuela.
Nos asomamos a la dehesa desde el mirador de la entrada del acebal y nos lanzamos a patear al camino que nos lleva a la fuente que marca el principio del bosque de pirámides verdes que en invierno muestran su fruto rojo y sirven de alimento y cobijo a una gran variedad de fauna.
En esta ocasión apenas los acebos lucen rojo, pero por ello no dejan de ser impresionantes con su gran su porte y desarrollo.
Dentro del parque hay ciertos lugares emblemáticos que visitamos en nuestro paseo como el exterior de la taina donde aun queda alguna figura del Belén de este año, el sestil con sus condiciones particulares de oscuridad y cobijo para el ganado o el chozo de pastores.
El paisaje está condicionado por la vocación ganadera de la zona que es compartida por Arevalo y Torrearévalo.
El canchal es el lugar más propicio para el almuerzo porque la lluvia sigue mojándolo todo y aunque las rocas tienen hielo también, nos vamos desperdigando por ellas a diferentes alturas para acomodarnos un poco y sacar de la mochila nuestros bocatas.
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Desde la entrada del acebal hemos estado oyendo tiros a lo lejos y un cartel en el camino que discurre sobre el canchal nos prohíbe avanzar por haber montería, por lo que volvemos por el mismo camino de nuevo entre los majestuosos acebos con un solillo que de vez en cuando aparece y nos alivia el ambiente invernal de hoy. Salimos del recinto con las botas embarradas y caminamos de nuevo hacia Arévalo.
El regreso es diferente porque lo hacemos por el sendero de la carrera de la Horca que está flanqueado por enormes robles y por donde saltamos un par de arroyos.
Un gran arcoíris aparece de nuevo, este haciendo su arco completo entre los nubarrones y la tierra cuando ya nos queda poco para llegar nuevamente a la localidad que alberga el centro de interpretación sobre este recurso protegido y al lado de este centro se encuentra el bar donde nos apropiamos de todas las mesas disponibles ya que somos 30 personas para tomar una cervecita, vino o aquarius. Adolfo nos enseña su casa y su acebo particular y una vez todo recogido en el bar volvemos a nuestros hogares con los objetivos cumplidos de pasos hechos hoy y calorías gastadas y apenas nos hemos enterado.
Emi