VALVANERA: RELIGIOSIDAD, HISTORIA, ARTE, NATURALEZA, Soria, 9 Noviembre, 2024

 

El título de este relato compendia la esencia de lo que ha sido nuestro paso por a esta comarca riojana. Tanto la visita al santuario, como la consiguiente ruta por el bosque circundante, resultan altamente atractivas y sugestivas a nuestra curiosidad y afición senderista. Esta, como otras rutas, tiene un principio. Y ahí vamos…

Más pronto que de costumbre, a las 7,30 h., nos hemos dado cita, en el lugar de siempre, el cupo máximo que  permiten las plazas  del autobús para  llevarnos a nuestro destino. Algunos compañeros que han hecho su registro  algo más tarde de lo que la ocasión requería, se han quedado a las puertas de su deseo: a poco de  abrirse el plazo de inscripción estaba ya todo cubierto. “Rien ne va plus”, como diría el crupier de un casino monegasco.  Todo completo. 35 plazas.

Y con la puntualidad  que nos caracteriza, partimos rumbo a la región riojana, al santuario de la Virgen de Valvanera, patrona de La Rioja. Acostumbrados a hacer otras jornadas con mayor rigor de madrugada cuando atravesamos los límites de nuestra provincia, en esta ocasión, la media hora  de adelanto a la  salida habitual, nos resulta casi un regalo para nuestro  descanso, además de  una notable tranquilidad  al no utilizar nuestros vehículos personales.

Todavía es de noche cuando partimos, pero  en poco tiempo el sol asoma ya por el horizonte, incluso antes de entrar en  la vecina rioja.

Nos dirigimos por la N-111 para, una vez atravesado el túnel de Piqueras, a pocos kilómetros tomamos una desviación hacia Villoslada de Cameros, que nos llevará por una carreta serpenteante, construida a media ladera sobre  la serranía del Urbión, atravesando la sugerente comarca de las Viniegras, con sus singulares municipios de Viniegras de Arriba y Viniegras de Abajo, entre otras localidades de esta oculta, desde nuestra provincia, vertiente   norteña del Urbión.

Las previsiones meteorológicas anuncian que tendremos un cielo nublado, pero con escaso riesgo de lluvia. Y no se equivocan. El tiempo será también un aliado más de nuestro tránsito   por tierras logroñesas.

Estamos ya despiertos de la modorra que supone una madrugada de trabajo ¿He dicho de trabajo?…  ¡Noooo!. Más bien de placer voluntario y actividad apasionada por caminar, conocer, compartir, disfrutar….  y vivir experiencias novedosas que nos acercan a la naturaleza, las personas , el arte , la religiosidad popular, la historia….o todo a la vez, como es el caso de esta jornada otoñal que nos lleva a tierras conocidas por su importancia vinícola, pero no menos sugerentes, en este caso, por otros peculiares rasgos que nos sumergen en una historia-leyenda religiosa, envuelta, a su vez,  en el encanto de una naturaleza que rodea este paisaje, formando un mestizaje que atrae y envuelve de magia el lugar visitado.

Algo menos de dos horas y cuarto ha tardado César, nuestro conductor, en llevarnos hasta Valvanera. Tenemos  concertada una visita al monasterio a las 10,00 de la mañana. Y con la puntualidad que siempre es santo y seña de nuestro presi, nos hemos plantado diez-quince minutos antes de lo previsto en las inmediaciones del enclave que venera a la patrona de La Rioja.

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La visita comienza a la hora prevista, dirigida por uno de los religiosos que habitan el santuario de la virgen advocada. Se trata de un joven fraile, perteneciente a la orden religiosa del Verbo Encarnado, (primera vez que oigo  hablar de esta Institución religiosa), quien nos da la  información de la historia y  desarrollo de cómo ha sido el devenir del monasterio y, sobre todo, la génesis de esta advocación mariana en sus orígenes, que se remonta al siglo VII. Vaya por delante que el nombre de Valvanera, nos explica, es el acrónimo de la expresión latina “ Vallis Venaria”, valle de las venas, metáfora de la abundancia de  manantiales, fuentes o cascadas, que fluyen como la sangre por las venas para irrigar este prolífico y arbolado bosque  del valle. No voy a reproducir aquí  la concisa, pero no menos ilustrada explicación, que nos proporciona nuestro  atento y amable informante, pero sí quisiera resaltar un par de detalles, de distinto signo, sobre la primera impresión de  esta novedosa ruta.

 

Y el primer detalle es que los orígenes de esta advocación mariana se repite en multitud de episodios que se han producido en otros lugares  de nuestra geografía e, incluso, allende nuestras fronteras. Por lo general, en todos ellos se habla de la aparición de la Virgen, precedida de fenómenos paranormales, como una  luz resplandeciente, llamaradas, voces celestiales o lugares ocultos entre la vegetación… que cautivan y causan perplejidad en quienes han sido testigos de estos signos.  Y además, ocurren en ambientes o sociedades apegadas a una fuerte influencia  (cuando no dominancia) teocrática, lo que abona el terreno para generar una leyenda-historia que, con el devenir de los tiempos, se convierte en una creencia popular que facilita su implantación y devoción. Además, cada virgen aparecida ha conservado los rasgos primitivos de lo que la imaginación popular ha considerado   su fisonomía corpórea, reproducidos en las tallas o esculturas que cada una muestra.

En el caso de la Virgen de Valvanera se la representa con el niño sostenido sobre sus rodillas, a quien sujeta con la mano derecha,  mientras que con la izquierda ofrece una manzana, (convirtiéndose así en una nueva Eva). Pero lo curioso de esta talla, en madera de cerezo policromada,  es la imagen sedente del Niño, donde la posición de los pies parece girada de forma anormal anatómicamente, mientras su cabeza se proyecta en dirección contraria. También este rasgo  tiene una explicación con trasfondo religioso que explica nuestro amable cicerone, y que no reproduzco para no hacer más extensa esta crónica, pero que, indudablemente, hace más original esta talla de la Virgen con el Niño.

Salimos del Camerino situado en el centro elevado de la capilla del Monasterio,  donde hemos comenzado la visita, para dirigirnos al claustro del mismo. Aquí encontramos una serie de reproducciones de los  útiles e instrumentos que, según los Evangelios, se utilizaron en la muerte y pasión de Jesucristo: desde una (supuesta) reproducción de la polémica Sábana Santa de Turín (sudario original del cuerpo de Jesucristo), hasta simulaciones miméticas de los clavos, la corona de espinas, la esponja  o la lanza usada por el soldado romano en el Gólgota.

Y además, en distintos paneles informativos, se cuenta la historia de lo que fue hasta el siglo XX  la veneración a la Virgen de Valvanera, proclamada patrona de la Rioja, en el no muy lejano año 1954.

Dejamos la parte religiosa del Monasterio y nuestro anfitrión nos conduce ahora a otra menos dedicada al culto y sí a la captación de fondos para mantener el  cenobio y sus moradores: se trata de la bodega, donde los monjes elaboran un licor, conocido como licor de Valvanera. ¿Quién dijo que la espiritualidad está reñida con el placer? Bueno, por lo menos con algún placer humano, como es disfrutar de un buen licor para  alegrar la garganta y animar el espíritu. En esto no son muy distintos a otras órdenes religiosas, como los benedictinos, en cuyos conventos también se elabora el muy antiguo y conocido licor benedictino. En definitiva, lo que hacen estos religiosos es dar cumplimiento a la regla de San Benito, “ora et labora”. Y han encontrado su trabajo en los famosos licores que producen de forma artesanal, pero con excelentes resultados.

Nos muestra las diferentes diseños de botellas que han utilizado en distintas épocas para hacer más atractivo el producto al ojo y aumentar así el número de ventas. ¡Puro marketing monacal! Desde un altillo elevado a  poco más de un metro sobre el suelo, para soportar el serpentín donde se va elaborando el licor, nos va explicando paso a paso cómo se produce y qué ingredientes utilizan para poner en el mercado este producto alcohólico original y fuente de ingresos de su ya austera vida cenobítica. Degustamos el licor, 36º de alcohol, que nos ofrece el religioso y nos sabe a gloria bendita (nunca mejor dicho), en un gesto muy comercial para estimular la venta del producto.

Y el segundo aspecto al que me he referido al principio, es la figura del joven fraile que nos guía por esta visita conventual. A algunas de nuestras féminas les produce curiosidad (no sé si también  cierto morbo) la juventud del religioso y no se  resisten a preguntarle su edad: 32 años. No resulta fácil encontrar religiosos en los conventos de esta edad, por cuanto los pocos que van quedando podían formar entre todos una sociedad monacal-gerontológica. Además, les llama la atención el atuendo de nuestro personaje, que escudriñan milímetro a milímetro: desde el hábito blanco que le cubre del cuello a los pies, hasta otras prendas más ”laicas”, acordes con la temperatura meteorológica. Y  hay quien suelta algún comentario jocoso, por supuesto BIEN INTENCIONADO,  asegurando que “sin duda, puede ser un buen padre espiritual para el monasterio, pero podría ser también un excelente padre de familia fuera de él”. Aguda observación femenina que, insisto, hecha con la mejor de las intenciones…(supongo).

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Hemos terminado la visita al monasterio y cuanto rodea a este emblemático lugar riojano y nos disponemos a iniciar nuestra actividad habitual: la marcha por campos, montes y senderos que se extienden a lo largo y ancho de estas latitudes de la sierra de la Demanda. Pero todavía tenemos tiempo de tomar un café en las instalaciones anejas al propio convento, a modo de calentamiento previo, antes de estirar los bastones y ajustarnos la mochila. Son algo más de las 11 de la mañana y tras el reconfortante café, iniciamos nuestra ruta por el llamado “Sendero de Valvanera”.

El camino se inicia en la plazoleta que hay en el nuevo edificio de servicios del propio monasterio. Subiendo las escaleras junto a una fuente, enseguida encontramos un panel informativo que nos señala  la dirección a seguir para esta ruta, junto a distintos datos de interés sobre otros senderos de la zona. Vemos en el ascenso inicial de la ruta que este tramo coincide con otro perteneciente al GR-190, hasta un giro que este hace hacia la derecha, mientras nosotros continuamos en dirección recta, hasta alcanzar una pista forestal.

Sin ánimo de ser exhaustivo, quisiera resaltar dos o tres aspectos que impresionan al visitante al cruzar estas latitudes: por un lado, encontramos a nuestro paso, en las laderas del terreno, encinares montanos en condiciones de sequedad y escaso suelo, donde las raíces de las encinas se introducen entre las rocas.

Por otro lado, atravesamos varios barrancos, donde aparecen frondosos fresnos y arces, que forman junto a algunas hayas los denominados bosques de frondosas. Y un tercer aspecto que llama la atención es el hayedo del valle de Valvanera: un hermoso bosque de esbeltos árboles, donde la umbría tan acusada produce el efecto  de ausencia casi total de sotobosque, con algún acebo y herbáceas primaverales, a modo de excepción de la esbelta haya, que coloniza  este valle.

Nos acompaña en todo el recorrido la melodiosa cadencia del agua del río Revenga , que salta de piedra en piedra, fluyendo con soltura entre barrancos y penumbras de este frondoso valle.

El suelo que pisamos es una verde alfombra, salpicada del tapiz que forman las hojas caídas de las hayas, para dar vistosidad cromática al paisaje que atravesamos. Sorteamos algún árbol caído sobre la estrecha vereda  y siguiendo nuestra ruta entre hayas, robles o fresnos, nos topamos, en un ligero desvío hacia la derecha, con la llamada cueva de Nuño.

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Este es el nombre de un personaje ligado a la leyenda-tradición de Valvanera, ya que al parecer se trataba de un ladrón, asaltacaminos, natural de Montenegro de Cameros, que se arrepiente cuando ve orar a un labriego en el momento que se disponía a asaltarle. A partir de entonces, se traslada a una cueva del valle, llevando una vida de eremita como penitencia reparadora de  sus anteriores fechorías. Se llega a ella  tras una corta pendiente en bajada, de no muy amplias dimensiones,   poco profunda, por lo que el penitente que aquí habitó no se puede decir que gozara de amplias estancias para su confort personal. Algunos compañeros no resisten la tentación de meter la cabeza por la estrecha oquedad que permite el paso a su interior.

Abandonamos el estrecho camino que traemos, tras atravesar algunos puentes y pasarelas, para tomar de nuevo  la amplia pista forestal que nos sitúa en la parte más baja del valle. Por ella caminamos hasta la confluencia con la carretera comarcal que une este rincón con Anguiano y las vecinas poblaciones.

Por el camino, no dejamos de admirar singulares figuras arbóreas, bien sea por el revestimiento del musgo intenso que cubre su corteza o por la profusión  y distribución anárquica de su  ramaje, que parece ha llegado ya al fin de su desarrollo.

Y en la confluencia de la pista forestal con citada la carretera comarcal, acomodamos nuestras mochilas y buscamos el mejor sitio sobre las piedras salientes que forman la separación entre ambas pistas de rodaje para hacer de este rincón el improvisado refectorio a cielo abierto del senderista, donde dar rienda suelta al placer gastronómico por todos esperado. Es la hora de la comida de mochila, como dice nuestro presi cuando tenemos que comer fuera de la confortable mesa de un restaurante. Y con qué ganas y fruición damos cuenta del ansiado bocadillo. Son algo más de las 14,00 h. Y algunos apenas hemos probado bocado desde las 7 de la mañana. Así que nos aplicamos a provechar lo mejor posible la parte más hedónica que todo esfuerzo senderista demanda. Generoso, como siempre, el reparto de viandas entre el grupo, que ayuda a degustar un menú más variado del que han soportado nuestras mochilas individuales.

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Y cumplido el tiempo de la reparación gastronómica, ponemos rumbo, en esta última etapa, a nuestro punto de partida, donde nos espera el autobús. Lo hacemos por la misma senda forestal que hemos traído durante algo más de un kilómetro, hasta tomar un desvío a la derecha, que nos lleva directamente hasta la explanada de Valvanera. Son casi las 15,30. Luce un sol radiante a esta hora de la tarde y todavía tenemos tiempo de degustar un café o tomar una refrescante cerveza en la cafetería del monasterio. Aprovechamos la ocasión y dedicamos casi media hora a descansar de los poco más de 10 Km. recorridos, mientras apuramos el refrigerio elegido. Todavía nos queda una tercera parte de la ruta: la visita al cercano municipio de Anguiano. Algo menos de 17 Km. nos separan de esta localidad y allí nos dirigimos.

Anguiano es conocido, fundamentalmente,  por dos rasgos de distinto signo. De un lado, es famoso por la celebración de los danzadores de zancos, que se dice es la tradición folclórica más antigua de La Rioja. Hay una empinada calle con el nombre de Danzadores. A lo largo de la misma,  descienden algunos hombres jóvenes apoyados en unos zancos, desafiando las leyes físicas del movimiento, a la vez que van girando sobre sí mismos  en su vertiginosa carrera hasta el final de la misma, donde una multitud de personas allí congregadas les sirve de muro protector para frenar su carrera y preservar su integridad física.   Y otro dato propio de esta localidad es el excelente tipo de alubias que allí se cultivan, o caparrón rojo, como también se le conoce. La sensación que produce en boca es muy gata, suave y mantecosa. Nos hubiera gustado adquirir alguna muestra de esta preciada legumbre, pero llegamos en sábado por la tarde y el comercio estaba cerrado.

Visitamos el pueblo durante algo más de una hora, subiendo desde la parte más baja, donde nos deja el autobús,  hasta la Iglesia de San Andrés,  la parte más elevada y rindiendo visita posterior al barrio de Las Cuevas, desde el que se obtiene una excelente vista de la escarpadura o risco prominente que produce el río Najerilla a su paso por estas tierras.

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Este lugar tiene mucha historia, que no es el caso reproducirla aquí. Y un último apunte de la zona: según nos comenta Jesús Mª Lucas (como buen  riojano de origen y conocedor de estas tierras), este y otros enclaves poblaciones próximos fueron un punto importante en el desarrollo de la ganadería ovina y su consiguiente riqueza con la venta de la lana en la época de esplendor  que  desarrolló  la actividad económica de la Mesta hasta 1836. Cuando esta actividad fue desapareciendo, la Mesta fue perdiendo su vigor económico y estos pueblos vinieron a menos, debiendo adaptar su economía a otros sistemas de vida.

Son las 17,45, hora señalada para regresar a Soria. Y a esa hora todos hemos ocupado el  asiento en el autobús. Emprendemos el regreso a nuestra  familiar ciudad.  Durante el viaje no faltan las quejas por la puesta en funcionamiento de la calefacción. “¡Por aquí hace frío!”, gritan unos. “¡Pues por aquí nos freímos!”, se oyen otras voces. Interviene el presi: “difícil dar gusto a todos”. ¡Sabia reflexión…que es aplicable a muchas situaciones de conglomerados humanos en espacios reducidos!

En poco menos de dos horas estamos en las inmediaciones del Gaya Nuño, nuestro punto de referencia. No son todavía las 20,00 h. así que, teniendo en cuenta la hora temprana de llegada, un grupo de  irreductibles a la tertulia, acompañada de una cerveza o un estimulante vino, nos quedamos en el bar que nos ve llegar, el Centro Gaya Nuño, para disfrutar de otra manera la ruta que hoy hemos pateado. Hablamos, comentamos, nos reímos de las  anécdotas y situaciones que hemos sentido y vivido. En otras palabras, disfrutamos de estos momentos como una prolongación de la pasión que nos anima y nos une. “Solo se vive una vez”, nos recuerdan Toñi y Encarna en  una de sus populares canciones. Y ciertamente, vivimos con pasión nuestro hobby, compartimos caminos y emociones y nos unimos para saborear al máximo estos momentos que la vida nos brinda.

Nos han dado las 22,00 h. El bar quiere cerrar, aunque nosotros seguimos sonriendo y haciéndole un guiño a la vida: hoy nos ha regalado un día para disfrutar y recordar.

 

Agnelo Yubero        

 

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