CASTILLEJO DE SAN PEDRO, EL VALLEJO, SARNAGO.

 

Nos quedamos asombrados y hechizados recorriendo las calles de Castillejo de San Pedro y si además hablamos con una de las escasas almas que aquí habitan, la admiración hacia este lugar y sus gentes se une a nuestros sentimientos.

Encaramado  en un risco, este despoblado con vida ofrece al visitante una imagen aliñada porque  existe un orden dentro de la destrucción, ya que  unos cuantos vecinos se han empeñado en ello y se encargan de que, no solo haya un puñado de casas reconstruidas y habitadas en verano, si no de que las calles se conserven limpias de vegetación y adornadas con flores, de que las paredes de las casas hundidas estén afianzadas y reconstruidas  formando callejuelas y rincones acogedores con flores, pinturas, mensajes  y  jardineras de materiales reciclados  de tal forma que el conjunto es muy digno, aseado y relajante. Sus construcciones son a base de mampostería de menudas piezas casi sin argamasa que nos resultan muy peculiares.

Vamos subiendo por sus calles llegando primero  hasta la plaza donde antiguamente se encontraba el ayuntamiento y la escuela  y que hoy componen un  nuevo edificio que alberga el centro social y en la zona más alta del empinado y derruido pueblo descubrimos su parroquia dedicada a la Virgen del Rosario: Una pequeña iglesia de planta cuadrangular  con su  espadaña  en la que hay dos troneras de arcos y una portada sencilla compuesta por un arco de medio punto con dos estrechas arquivoltas; este  sencillo templo está hoy rodeado por un patio reconstruido con la misma piedra plana pero ahora usada como mosaico; huertos, parras, higueras, nogales y hasta la finca Falcon Crest subsiste en este desconcertante  lugar en el  que además hay unos miradores fabulosos  hacia un lado y otro de la montaña sobre profundos barrancos y un rincón para  pensar.

Gran comienzo de ruta el de esta estupenda mañana cálida y otoñal en la que nos dirigimos hacia la sierra de la Alcarama, en concreto hacia el collado de la Mesta. Tras un corto camino después de abandonar Castillejo de S. Pedro, comenzamos el ascenso por la sierra, pero antes, a sus pies nos paramos a observar el posible nacimiento de una torca que es un   gran agujero natural que se va abriendo en estos territorios calizos de forma espontánea. A media montaña encontramos una máquina hoy parada pero que probablemente esté socavando algún camino porque andamos entre pequeñas señales de plástico atadas en los matorrales. Subimos cómodamente y el cielo azul se va cubriendo de un manto blanco tenue y traslúcido, justo para quitarnos el calor, pero para conservar la claridad y entre estos colores y brumas distinguimos una figura grande e inconfundible que hoy parece una gran sombra que emerge sobre el resto de montañitas que le rodean, es el Moncayo.

Encontramos una estampa alucinante al llegar a lo alto de la montaña, junto a una solitaria carrasca desde la que contemplamos campos angostos y tristes después del esplendor veraniego sobre los que se alzan montañas pelonas medias y bajas en las que nos parece ver formas y dibujos, algunas laderas están cubiertas de arbolado y dominando el territorio la mastodóntica montaña.

Ya tenemos hambre, pero se decide avanzar un poco más antes de hacer el descanso, asique  seguimos caminando por el filo de la montaña disfrutando de la gran vista sobre la planicie; las jaras que hoy huelen especialmente bien, comienzan a aparecer y al poco nos encontramos con  pinos  formando un pequeño bosque entre el que hay un camino marcado con huellas de grandes ruedas, por el que  subimos, bajamos, volvemos a subir y a bajar para subir nuevamente y tras pasar el Collado de la Mesta y crestear, aparece un cruce de pistas con un refugio  y al fondo el helipuerto al que se puede acceder subiendo el cortafuegos.

En los alrededores del refugio nos acomodamos para tomar el almuerzo al que hoy añadimos moras, higos y uvas que hemos ido picando o recogiendo por los caminos y pueblos.

De nuevo en ruta por una pista forestal salpicada de piritas por la que vamos bajando entre un bosque mixto de pinos donde conviven los de aguja pequeña con los de aguja grande llenos de  piñas, pronto encontramos una corta de estos árboles junto a la máquina que desempeña los rudos trabajos forestales y aparecemos en un altozano desde el que abarcamos de nuevo los campos en toda su extensión con tonos amarillos y ocres y en el fondo del valle vemos Sarnago, que es palabra tanto llana como esdrújula. Paseamos por este pueblo con peor aspecto general que Castillejo de S. Pedro pero en el que también hay algún hogar reconstruido y saludamos a unos albañiles en plena faena al lado de los escasos restos de la Iglesia de S. Bartolomé.

Una fuente recuerda el año en el que el agua quedó instalada en el pueblo y un poco más hacia delante llegamos a un mirador con una antigua calera y con un banco para sentarse y contemplar salidas y puestas de sol.

Seguimos recorriendo el lugar buscando la plaza donde encontramos un centro etnográfico en el antiguo ayuntamiento pero nos quedamos con las ganas de verlo y nos conformamos con leer las alusiones literarias que hay  en diversos carteles como” La  lluvia amarilla” de Julio Llamazares o el periodista Abel Hernández con sus” Historias de la  Alcarama” .Añadimos estas lecturas a nuestra lista de “ pendientes” y seguimos la ruta  en sentido descendente por otra pista desde la que vemos pueblos en la lejanía.

Pero abandonamos el camino para adentrarnos en otro pinar y escondido en el corazón del valle encontramos un cartel rústico que nos dirige hacia “el Vallejo”. Un estrecho camino delimitado por espesa vegetación nos lleva a este villorrio fantasma en cuya entrada entre dos grandes pinos vemos una cuba a modo de mesa con dos rústicos asientos en una zona limpia de vegetación y ya dentro del despoblado, un banco estratégicamente colocado nos hace pensar de nuevo en lo curioso que resulta encontrar mobiliario colocado en el caos y el abandono del lugar y la respuesta es que hay una pareja de Tudela que viene por aquí a cuidar un poco del Vallejo.

Ya no se puede recorrer sus calles porque la vegetación es espesa envolviendo e invadiendo la destrucción, pero conseguimos subir por la que imaginamos una de ellas a la Iglesia cuya torre descolla entre la abundante flora. Podemos entrar a la nave central con paredes desconchadas que aún tienen restos de alguna pintura, cascotes por el suelo, maderas carcomidas todo ello iluminado por la luz del sol que penetra por los grandes agujeros del tejado.

Escaleras al coro en equilibrio por las que sube un equilibrista para asomarse por los apagados vanos de la vieja torre y conseguir una instantánea inimaginable de este pueblo cuyo patrón es S. Esteban y del que nos vamos con mucho respeto porque aquí quedó una parte importante de muchos corazones.

Emprendemos una larga y pronunciada bajada por pistas de nuevo, desde las que podemos apreciar las repobladas laderas con pinos en alineación. Estamos bastante cansados ya cuando divisamos Castillejo de S. Pedro mimetizado en su roquedo, pero nuestro fin de ruta es a unos 800m.  bajo este pueblo que nos ha cautivado, tenemos que llegar a una aldea llamada las Fuesas y que pertenece a Cerbón; esta diminuta aldea es otro despoblado más en el que nos saludan tres peques al llegar, una chimenea humea por el pueblo y en lo alto de la colina se distingue su iglesia con su cementerio. Nos alegra ver que también acude alguien por aquí de vez en cuando

La pradera con nogales en la que hemos aparcado esta mañana es un lugar precioso y da mucha pena ponernos en marcha, pero se ha hecho muy tarde por lo que nuestros coches suben raudos la tortuosa carretera hacia Fuentes de Magaña en busca de una cervecita fresca pero no hay suerte, como tampoco la hay en Magaña donde nos cierran el bar según llegamos, menos mal que nuestro amigo del bar de Almajano nos atiende y nos podemos tomar el vermut fin de ruta.

Algo de melancolía nos invade siempre que transitamos por este territorio de las tierras altas Sorianas, hoy despoblado, solitario y ruinoso  pero que fue  poblado desde hace  muchos siglos, los árabes fueron de los primeros que estuvieron habitando por aquí , de hecho Alcarama es una palabra árabe que significa dignidad y esto es lo que se intenta  aportar desde asociaciones como la de” amigos de Sarnago “que desde 1980 están luchando  para mantener visible estas tierras lejanas  y dotarlas de unos mínimos para que por lo menos no sean olvidadas, sería estupendo encontrar una fórmula para que estos pueblos pudieran resurgir, que no se pierda la esperanza por conseguirlo.

 

Soria, 16 octubre 2021

 

Emi