MORÓN DE ALMAZÁN: ARTE Y CULTURA EN EL MEDIO RURAL
Soria, 12 Febrero 2022
Hoy es tema de conversación recurrente (sobre todo en el ámbito político, aunque no el único) la España vaciada, abandonada u olvidada que, a pesar de su visible marginación, se resiste a perder sus esencias y se afana por conservar el patrimonio heredado de su propia historia, cuando la tenacidad y el coraje de sus gentes han decidido mantener viva la tierra que les vio nacer y crecer. ¿He dicho España? Demasiado generalista. Descendamos de extensión geográfica y apliquemos estas categorías sociales a un ámbito más reducido, a una localidad más cercana a nosotros, a una pequeña población de nuestra provincia. No nos resultará difícil encontrar esta realidad en innumerables rincones de nuestra geografía soriana. Y hoy nos vamos a quedar en uno de ellos: Morón de Almazán. Puede servirnos de modelo para interpretar esta antagónica realidad que supone la despoblación, por un lado, y la resistencia, por otro, de sus gentes para mantener en pie su vida, sus recursos, su historia o su rico patrimonio artístico y cultural. Un estimulante ejemplo de cómo hay vida todavía en el medio rural, en medio de tantas carencias u olvidos que castigan este territorio.
Para empezar, hay que decir que hoy cambiamos de sherpa por un anfitrión de la ruta que, a su vez, hace también de guía en nuestro recorrido. Me refiero a nuestro compañero Chema Moreno, nativo y asentado en esta localidad (aunque no residente fijo), bien secundado por otro oriundo de Morón y compañero del grupo, Javi García, que nos mostrarán el pasado y presente de su pueblo.
En esta ocasión la concurrencia ha sido ligeramente más numerosa que en otras salidas. El tiempo acompaña y las heladas matutinas de sábados pasados, afortunadamente, hoy no se han dejado notar. Y aunque recordamos la belleza que produce el hielo en correntías de agua cuando visitamos hace dos sábados las cascadas de Duruelo y alguna en Covaleda, plasmada posteriormente en la magnífica crónica sabatina de Emi, la temperatura amable de esta jornada nos invita recorrer con calma este pedacito de la comarca de Almazán.
A las 9,00 h. hemos quedado en la visible explanada que ocupaba una antigua gasolinera a la salida del pueblo (de ella no queda ya rastro ni señal). No obstante, y tras encontrar otro amplio espacio antes del acordado, donde funcionó una báscula de pesaje para cargas de camiones o tractores, decidimos que es un buen sitio también para aparcar los coches, sin originar problemas a las naves allí instaladas ( y menos a la báscula, que carece de cualquier tipo de actividad).
Hemos llegado todos al punto de encuentro e iniciamos el recorrido por las inmediaciones de la localidad que hoy nos acoge.
Y la primera curiosidad que encontramos, todavía dentro del pueblo, es una vivienda con la imagen de un animal salvaje, en actitud desafiante, esculpida sobre el dintel de la puerta de entrada, que se apoya en dos ménsulas salientes del paramento vertical del vano de la puerta. Por encima de esta figura, se reproducen sendos adornos a lo largo del dintel, con decoración en forma de cenefa y reproduciendo algunos arquillos lobulados irregulares. No es el único motivo decorativo, ya que sobre una pequeña ventana situada por encima de la puerta señalada, aparece también la figura de otro animal en actitud de huida, de dimensiones más reducidas, y en su contorno, pero fuera de la piedra esculpida, nuevos adornos de cenefas asimétricas. Y no se acaba aquí el “zoológico” lítico de la citada vivienda: nuevamente encontramos sobre el dintel de una ventana más amplia, a la misma altura que la ya descrita, la figura de otro animal, en este caso, antropomórfica, que sostiene un arco apuntando hacia ninguna parte.
Vamos saliendo del pueblo para bordear las llanuras que rodean este municipio, con la salvedad del empinada loma que conduce hasta el mirador del castillo (o, sería mejor decir, lo que queda del castillo que fue). Y en el ambiente un inequívoco ambiente rural que inunda los sentidos. Ante nuestra mirada, los extensos campo de cultivos cerealistas, unos ya sembrados, aunque todavía oculto el fruto y en aparente hibernación por efecto de la persistente sequía, otros en barbecho que nos permiten transitar por ellos sin problemas y, sobre todo, sin dejarnos el barro en la suela de las botas; pero también vemos en otras parcelas el tapiz verde que alfombra la tierra y el despunte de la incipiente espiga, adelanto primaveral del color que irá tomando en meses sucesivos. También el olfato se nos llena de medio rural, con el inconfundible olor a ganado porcino que llega de varias direcciones donde se asientan las explotaciones ganaderas de este tipo con que cuenta Morón. Y no pasamos por alto las llamadas publicitarias de productos del campo, como la que aparece sobre la puerta de una nave agrícola, donde leemos textualmente “Vendo paja y forraje”. Buena señal de que todavía existe en la zona una no desdeñable cabaña ganadera.
Hemos salido del pueblo, pero no nos alejamos mucho del núcleo urbano, mientras comentamos lo que ofrecen sus alrededores. Pasamos por una finca, sólidamente protegida la entrada por dos portones de hierro. “Esa es de Javi”, me comenta Chema. Javi viene con otro grupo a cierta distancia de nosotros, por lo que, en tono burlón, le propongo a Chema que podíamos entrar en ella hasta la llegada de su dueño y comprobara que ha sido tomada por okupas impensables…Vano intento. Las puertas están bien aseguradas y difícilmente accesibles. Cuando después le confieso a Javi nuestras aviesas intenciones, también en tono humorístico me responde que poco hubiéramos encontrado en su interior.
Entre pistas para vehículos agrícolas, parcelas cerealistas y caminos rurales, vamos caminando mientras el aire rural se nos hace ya familiar y mantenemos en todo momento el contacto visual con la espléndida torre de la Iglesia, de la que hablaremos más adelante. Atravesamos un paraje conocido como “La Jarea”, donde se amontonan cientos de alpacas de paja, difícilmente aprovechables ya, dado su estado de conservación, para alimentación animal. Y desde aquí nos dirigimos a un pequeño altozano, donde se encuentra la muy conocida y difundida en nuestro hábitat rural Cruz de los Campos. Tallada en piedra y de porte robusto, es objeto de veneración y peregrinación todos los años por San Isidro (en otros lugares celebran este evento el 3 de Mayo, festividad de la Santa Cruz), para invocar la bonanza y abundancia de cosechas de sus campos.
Seguimos nuestro trayecto, envueltos en el halo que dejan los campos, caminos y el suelo agrícola que vamos pisando por tierras de labrantía, mientras observamos el tajo hendido, y ahora vacío, que en su día se formó para asentar los raíles del tren, ya inexistentes, que constituían la línea Valladolid-Ariza, cerrada en 1985 por falta de rentabilidad. Y el tren será nuestro próximo objetivo de recuerdo nostálgico cuando llegamos al antiguo edificio de la estación que en su día reguló el paso de este medio de transporte de personas y mercancías (todavía conserva su pequeño campanillo que servía de aviso a los viajeros), hoy reconvertido en una coqueta casa rural de uso privado y familiar (me dice Javi), construcción de dos plantas más ático, lugar idóneo para disfrutar la paz y tranquilidad que proporciona el desapego por unos momentos de las grandes y pobladas urbes .
Y continuando con nuestro paso a paso por estas tierras, nos hemos plantado en las cercanías de la ermita de Ntra. Señora de los Santos (se encuentra cerrada), de origen templario, según me informa nuestro anfitrión. Llevamos ya más de dos horas de andadura, así que nuestro reloj gastronómico nos dice que es el momento para una merecida reposición de fuerzas. Y allí mismo, sobre el murete que sirve de apoyo a las vallas que protegen el acceso a la ermita, desembridamos las mochilas para que aflore el bocadillo, la bota, la pieza de fruta o el delicatesen celosamente guardado hasta entonces. Tiempo de descanso y de comentarios sobre el desarrollo de la jornada, mientras damos cuenta de las reconfortantes viandas.
Terminado el descanso obligado, enfilamos por otro de los muchos caminos que conducen a nuevos parajes cercanos. Subimos una más que moderada pendiente para avistar a cierta distancia lo que llaman las instalaciones de “El Portugués”. Se trata de un personaje, por lo visto de vocación “anacoreta rural”, que ha asentado su vivienda, naves propiedades, ganado, etc., en medio del campo y a una distancia prudencial del núcleo urbano.
Y en el descenso de esta ruta nos encontramos con el llamado cerro verde y el coto, terrenos dedicados a otros fines rurales.
En concreto, en las proximidades encontramos unas paredes de piedra, en deficiente estado de conservación, que en su día constituyó el llamado “corral de bueyes”, donde recogían este ganado después de las faenas del campo. Al ser sustituidos por máquinas agrícolas, los jóvenes del pueblo intentaron reconvertir el lugar en un campo de fútbol, al que pusieron de nombre “El Pedrusco”, me informa Javi. Huelga decir el motivo del contundente y rocoso nombre que le dieron, cuando excavaron el suelo para adecuarlo a los fines previstos. No muy lejos de allí y en sentido descendente, contemplamos una extensa finca, donde pastan, apaciblemente, un numeroso rebaño de cabras (calculamos entre 200-250). Es más frecuente encontrarse con cabezas de lanar por esta y otras zonas rurales, pero este va desapareciendo y alguien ha decidido que un rebaño de cabras puede ser una opción para generar riqueza con un tipo de ganado que, como sabemos, exige poco gasto en alimentación y ofrece excelentes rendimientos. Y en esta vasta finca encuentran un excelente asentamiento que, a poco que lleguen las lluvias, tendrán pasto suficiente para aprovechar los beneficios que brinda la crianza de ganado caprino.
Nos acercamos al núcleo urbano y en las proximidades de sus calles, una atracción poco habitual en este ambiente rural: visita a un campo de golf. Se trata de un pequeño y coqueto campo de golf, de nueve hoyos, atravesado por el río Morón, que sirve de recurso hídrico para su conservación y mantenimiento en condiciones normales y en ausencia de sequías, en cuyo caso cuentan con un pozo subterráneo para abastecer las necesidades de conservación y mantenimiento. Nos recibe Milagros, la alcaldesa, que, con la espontaneidad y sincera hospitalidad que la gente de pueblo trata al forastero que llega a su localidad para conocerla, nos explica algunos pormenores del funcionamiento del campo: su titularidad (municipal), la gestión (un accionariado de personas físicas interesadas en este deporte), sus cuidados y, sobre todo, su empeño por mantener este preciado recurso de ocio, respetuoso con el medio ambiente, que solo aporta beneficios al pueblo. Al lado del campo están las piscinas municipales, complemento de ocio y recreo para dar un poco más de vida a este municipio.
Y tras el paso por los lugares de ocio que ofrece Moron, nos encaminamos a completar la última parte de la ruta andada, que no es otra que la subida al castillo. Advertí al principio que no vamos a encontrar un castillo, ni siquiera unas ruinas identificables con un castillo, sino un pequeño morro de piedras que sale de la tierra, como único residuo de lo que está acreditado fue un castillo. La subida es una empinada y nada preparada cuesta que asciende recta hacia la parte alta del mal llamado castillo. Afortunadamente, no hemos desgastado muchas energías a lo largo de la ruta que ha transitado por lugares llanos, porque nos hubieran hecho falta para afrontar esta incómoda y corta pendiente. Pero como toda dificultad tiene su recompensa. Hemos llegado al alto que pone fin a la empinada cuesta y aquí nos espera otra sorpresa: en la parte llana del alto encontramos una mesita de reducidas dimensiones, sólidamente anclada al suelo, sobre la que se ha fijado con cuidado un folio de parecidas dimensiones a la superficie de la mesita y una entrañable inscripción, a modo de cariñosa bienvenida:
“BIENVENIDOS A MORON.
SORIA PASO A PASO.
SOIS LOS MEJORES.
Mirador Castillo de Morón”
No nos resulta difícil reconocer al autor de esta iniciativa. Y, a la vez, el texto de la bienvenida nos despeja otra incógnita que teníamos desde el pasado mes de Diciembre, cuando subimos al Pico Frentes y encontramos por sorpresa en la misma gruta donde colocamos el belén, una caja de bombones anónima con un texto en su envoltura casi idéntico: “Soria , paso a paso. Sois los mejores”. Su autor y generoso donante es Chema Moreno. Felicitaciones y agradecimientos a nuestro compañero por estos gestos solidarios y entrañables. Y ya que estamos en el castillo, aprovecho la ocasión para trasladar el sentir y el deseo de los moroneses: en aras de una mejor explotación de estos recursos históricos y paisajísticos que ofrece el pueblo, se podría facilitar el ascenso al cerro mediante la colocación de unos peldaños acordes con el terreno, que hicieran más cómoda la subida ( en la actualidad no hay siquiera un camino que haga un poco más “amable” su recorrido), así como un mirador en lo alto de la loma, para admirar cómodamente el paisaje que se alcanza a la vista del observador, y que en días de claridad llega hasta divisar con nitidez las dos cumbres montañosas más emblemáticas de nuestra provincia: el Moncayo y el Urbión. Expresado queda el deseo de sus habitantes.
Descendemos hacia el centro de la localidad, donde encontraremos la joya de la corona de este bello y desconocido rincón soriano: el conjunto histórico-artístico de su Plaza Mayor, donde se enlazan en singular armonía la Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, con su grácil y esbelta torre, el Ayuntamiento, el palacio de los Hurtado de Mendoza, hoy convertido en el recurso turístico por excelencia del municipio: el Museo Provincial del Traje, además de un excelente rollo gótico, divisa inequívoca del poder civil que tuvo la villa.
La Iglesia, declarada BIC en 1983, está situada en la parte más alta de la plaza. Fue iniciada en el siglo XV y tiene un aspecto gótico que se rompe con la torre plateresca, de aire salmantino y trazos renacentistas. Esta grácil torre se construye bajo el mandato del Señor Hurtado de Mendoza y está realizada en excelente piedra de sillería de planta cuadrada y cuatro cuerpos de altura, rematada en una cornisa sobre la descansa una elegante crestería. En la fachada de poniente (cementerio viejo) es interesante el balcón semicircular y en el primer cuerpo un medallón con la efigie de su mecenas, el citado Señor Hurtado de Mendoza.
Todos los elementos citados (Iglesia, torre, palacio, rollo) conforman una hermosa arquitectura que se levanta sobre el conjunto monumental de la plaza, una de las más destacadas del arte renacentista castellano y bello ejemplo de armonía y ensamblaje de volúmenes arquitectónicos.
Nos queda por visitar el reclamo más cotizado de este espectacular conglomerado artístico: el Museo Provincial del Traje. No es este el lugar para describir lo que allí se expone. Basten un par de pinceladas para destacar el contenido original y cultural que el Museo desprende. Por un lado, se hacen presentes formas y atuendos de vestir que han hecho historia en nuestros pueblos y comarcas.”Al estilo del país”, era la expresión con la que se referían en el siglo XIX a la manera de vestir propia de un territorio, zona o región. Por otra parte, esta realidad histórico-social, se ve enriquecida con el aporte de dos destacados artistas de la época: los hermanos Bécquer. Gustavo Adolfo Bécquer, escritor y poeta, y Valeriano Bécquer, pintor, nos ilustran con maestría el modo de vestir de nuestros antepasados que no solo convivieron con las personas que vestían “al estilo del país”, sino que estaban preocupados por el estudio y la documentación de la indumentaria tradicional. Rogelio, nuestro guía-cicerone del museo, nos va desgranando con exquisita amabilidad y sentido didáctico, la aportación de los Bécquer desde sus respectivas atalayas artísticas, la poética y la pictórica. Gustavo Adolfo,
describiendo los gustos y las modas del momento por una determinada forma de vestir, cuando no las sensaciones o sentimientos poéticos que le inspiran esta realidad y su visión sobre la necesidad de estudiar y conservar el patrimonio artístico y cultural de España. Valeriano, trasladando a sus cuadros los retratos de tipos cercanos a nosotros, como la indumentaria usada en Villaciervos, Soria, Los Pinares, Fuentetoba, Almazan o Noviercas. Conocida es la vinculación con Soria y, en concreto, con Noviercas de Gustavo, lo que resultó fácil para su hermano reflejar con más profusión la vestimenta de los rincones citados de nuestra provincia. No me extenderé más sobre este asunto, pero sí quiero invitar a que lo conozcan quienes estén interesadas en esta peculiar y arraigada parcela cultural de cualquier tiempo o época: la evolución del vestido y sus implicaciones y sociales a otros niveles.
Hemos completado el recorrido y nos falta rematarlo con el ritual de cada ruta: la cervecita o el vinito en el pueblo de nuestros anfitriones antes de poner rumbo a la capital. Y lo hacemos en el bar que otrora fueron las escuelas del pueblo, pero hoy, a falta de niños, se llena de gente del lugar en esta agradable mañana sabática. Y nosotros lo hacemos en la terraza del bar, antaño patio de recreo de los escolares. Encontramos las mesas dispuestas a nuestra llegada y a poco de tomar asiento comienzan a asomar bandejas de variados aperitivos: tortillas de diversos sabores, choricillos, torreznillos…En fin, todo un halago para el paladar que, acompañados de la bebida preferente de cada uno, nos sirven de anticipo y hasta de sustituto del almuerzo a nuestro regreso. Cuando el presi nos advierte que vayamos preparando el coste de la consumición, uno de los anfitriones nos dice que ya está pagado, no se debe nada. ¡Gracias, Chema! ¡Gracias, Javi.! Nos habéis hecho pasar un día inolvidable en vuestro pueblo.
Morón de Almazán tiene futuro (o eso esperamos), pero sobre todo tiene en el presente unos recursos y unas gentes encantadoras.
Agnelo Yubero
Simplemente excepcional, Agnelo.
Gracias a tí por tus palabras. Gracias a todos, compañeros, por vuestra visita a nuestro pueblo.
Estupendo relato Agnelo!!! Muchísimas Gracias compañeros Chema y Javi por todo.
Se disfruta de nuevo la ruta con tus palabras Agnelo. Genial Morón de Almazán y mil gracias a Chema y Javi.