Ruta por Monteagudo de las Vicarías.
15 de enero de 2022
En época invernal una buena opción para practicar senderismo es hacerlo por el sur de la provincia y para este gélido 15 de enero la propuesta es una ruta por un lejano territorio que raya con Aragón y en la que además de ejercitar nuestras piernas y nuestro corazón vamos también a activar nuestra mente, visitando el castillo de Monteagudo de las Vicarias.
El congelado ambiente de la mañana se va templando poco a poco según vamos camino de Morón de Almazán; un sol inmenso nos sorprende gratamente saliendo por el horizonte según vamos avanzando por la carretera y tras bajar el puertecillo de Alentisque, los grados que marca el termómetro mejoran considerablemente, aunque todavía seguimos en negativo cuando llegamos a Monteagudo de las Vicarías.
Desde el arrabal del pueblo comenzamos a caminar y enseguida nos topamos con la Ermita de nuestra Señora de Bienvenida sobre una pequeña loma a la que no podemos resistirnos a subir; al lado del templo están los restos de la antigua vía del tren y de las casetas que daban servicio al ferrocarril. Circundamos la zona para no perder detalle viendo un edificio de mampostería de planta rectangular, bastante austero con dos contrafuertes, dos pequeños vanos y espadaña con campanas en un lateral; por un ventanuco a los pies del edifico podemos ver el frente del altar con la imagen de la Virgen. El pueblo traslada esta imagen de su patrona en procesión desde este lugar a la iglesia en la víspera de la fiesta, la comitiva parte al anochecer hacia la ermita y la imagen es hombreada hasta llegar a la iglesia, subiéndola por la cuesta del arco, no sin esfuerzo. Simpáticas esculturas de hojalata adornan la pradera.
Seguimos caminando por un sendero duro y congelado entre sembrados durmientes cuando nuestros ojos distinguen la silueta del Moncayo nevado, su perfil desde esta perspectiva sureste es distinto, pero inconfundible. No tardamos en llegar a un asombroso y exclusivo lugar que es un pantano muy valioso para esta zona tanto por su historia como por su valor ecológico.
Su historia comienza en 1878 cuando aquí había una laguna endorreica y varios vecinos vieron la posibilidad de embalsar agua para después distribuirla, pero una vez preparado todo, vaso y canalizaciones, diversas circunstancias hicieron que todo se paralizara hasta la década de los 50 cuando se reactivó la idea y se empezó a captar agua del río Nágima (más caudaloso que las primeras fuentes consideradas ) y en la década de los 80 se amplía el vaso y se actualizan las canalizaciones para, ahora sí, dar un buen servicio de regadío a los campos de cultivo.
El valor ecológico del lugar lo vamos intuyendo según vamos siguiendo nuestra ruta al lado del gran acuífero, las aves tienen aquí un lugar estupendo de remanso y descanso para las que van de paso y también un amplio hábitat para las que gustan del agua para nidificar y criar. Vemos en la lejanía lo que imaginamos patos nadando, algunas aves levantan el vuelo y se nos representan como garzas o grullas y otras llegan volando en pequeñas bandadas y una vez posadas en el agua nadan rápidamente dejando estelas en la superficie que distinguimos desde la lejanía.
Pasamos por varios puestos para la observación y por unos carteles que nos indican que no salgamos del sendero para no molestar ni interferir en la vida de las aves.
Vamos circundando la laguna y ya empieza a sobrar alguna pieza de ropa, dejamos el sendero para andar campo a través entre hierba seca y congelada, entre arbustos escarchados y tierra dura roja. Nos asustamos ante el grito de Nati que nos hace observar una liebre escondida y agazapada a la que ha estado a punto de pisar; la podemos mirar un buen rato porque no menea ni un pelo de su cuerpo hasta que un pie la incita a salir veloz.
La imagen de la laguna ahora a nuestra derecha es como un espejo en cuyo fondo se distinguen también plantas acuáticas que es otro de los valores ecológicos que tiene este lugar y con estas vistas ante nuestros ojos llegamos al siguiente observatorio de aves en el que tomamos nuestro almuerzo frente al sol.
Al reanudar el caminar podemos ver las zonas desde las que se llena de agua la laguna y poco después tras cruzar la carretera de Gómara ya distinguimos en la lejanía la imagen del Castillo y la iglesia a los que nos dirigimos para hacer la visita cultural de la villa.
Ya estamos a los pies de castillo, pero no sabemos cómo abordarlo, un río rodea al cerro y la vegetación, aunque congelada, es muy abundante; vamos de acá para allá buscando un puente que debe de haber en algún sitio, como no lo encontramos , se fabrica uno rápidamente y una vez pasado el río ascendemos la loma hasta la parte trasera del castillo donde lo primero que nos llama la atención es un viejo cementerio abandonado justo en la ladera bajo la torre del homenaje, con antiquísimas y abandonadas tumbas y cruces de hierro.
Ya en la plaza del pueblo admiramos el conjunto arquitectónico que componen iglesia y castillo/palacio.
La Iglesia es un edificio gótico del s. XV y dedicado a Ntra. Sra. De la Muela, no podemos ver su interior, pero en su exterior llama la atención la existencia de una galería de arcos ciegos encima de su fantástica portada arcada, que son reminiscencia del mudéjar Aragonés.
Visitamos el interior del castillo/palacio, también gótico del S.XV , (pero originario del S.XI) con planta pentagonal y con torres de diferente morfología, una con planta circular, otra cuadrangular y otra, la mayor, hexagonal que es la que simboliza el señorío de los Mendoza, señores de Monteagudo.
Comenzamos la visita por el patio interior donde podemos ver una reconstrucción en una esquina de la galería porticada renacentista decorada con yeserías que existió.
En los dos siguientes pisos vamos pasando por diferentes habitaciones donde hoy hay una motivadora exposición itinerante con gran variedad de obras de arte, pinturas, grabados y esculturas que versan sobre los grandes problemas a superar en nuestro querido mundo como por ejemplo el fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar para todos, educación de calidad, igualdad de género, agua limpia y saneamientos para todos, energía asequible y no contaminante, trabajo decente y crecimiento económico, industria innovadora, resolución de las desigualdades, ciudades y construcciones sostenibles, producción y consumo responsables, mejorar la vida submarina y la de los ecosistemas terrestres y si estos objetivos no son suficientes quedan otros como conseguir paz, justicia e instituciones sólidas y alianzas para lograr todos estas metas.
Todos estos objetivos son los que propone el proyecto ARMAZON para sensibilizar sobre la importancia del desarrollo sostenible para cuidar al planeta y a las personas. Los objetivos quizá es mejor no pensar en ellos por imposibles que parecen, pero las obras de arte que vemos nos encantan, motivan y divierten porque tratamos de adivinar qué es lo que simbolizan; además también se encuentra una sala llena de obras de arte con mensajes alentadores para superar la pandemia.
Reflexivos y fascinados por la exposición salimos de nuevo al sol de la Plaza Mayor para hacernos la foto y conocer a un vecino del pueblo con el que charlamos contándonos algún chisme de la localidad. La plaza es un asombroso mirador, como todo buen emplazamiento de castillo, desde aquí se ven otras torres lejanas y Pozuel de Ariza que es pueblo Aragonés cuyo acceso lo tiene por Castilla.
Merece la pena recorrer las calles de Monteagudo de las Vicarías que son estrechas y antiguas y curiosear la arquitectura de sus casas construidas unas en piedra, otras en adobe y algunas con ladrillo antiguo, varios estilos de diferentes épocas y ambientes mezclados en un conjunto muy bien mantenido y vistoso porque además seguimos encontrando divertidas esculturas de chapa en lugares estratégicos como una pareja paseando, animales, pájaros, insectos y el señor leyendo tumbado en el árbol que nos encanta a todos. En nuestro paseo también descubrimos” la casa de Leonor “que según el
comentario del simpático vecino ha sido comprada por la Comisaria de la exposición que acabamos de ver para construir un museo y además ha comprado otra casa para hacerse una vivienda. El Ayuntamiento lo encontramos fuera de la plaza principal, junto a la puerta de la villa que es la única que se conserva del antiguo recinto amurallado y es por la que abandonamos la parte alta e histórica del pueblo. Aún encontramos de nuevo a nuestro ya amigo que nos indica dónde se encuentra el bar y tiene la amabilidad de traernos unos folletos turísticos sobre el pueblo.
Un vermut marca el final de la mañana senderista y hoy también cultural. Volvemos a los coches sintiendo los aromas a diferentes comidas recién hechas que se escapan por las ventanas de las casas; vaya hambre que nos entra….
Emi