POR TIERRAS DE ARAGON: ATECA EN EL HORIZONTE 16/03/2019
En esta ocasión nuestros pasos se encaminan hacia la vecina y siempre bien querida tierra aragonesa. La distancia hasta el punto de partida nos exige un esfuerzo madrugador y a las 7,00 h., con exquisita puntualidad, nos hemos dado cita en el punto habitual de concentración veinticuatro amantes de las caminatas, a quienes se han unido algunos invitados de nuestros compañeros. Distribuidos de antemano en los coches que nos acercan a nuestro objetivo, emprendemos viaje por la N-234. Atrás vamos dejando los municipios sorianos de Ojuel, Almenar, Cardejón, para coronar el puerto de La Bigornia y adentrarnos en territorio aragonés. Una vez rebasado el municipio de Villarroya de la Sierra, nos dirigimos hacia Cervera de la Cañada para desviarnos hasta Villalengua , donde tomamos una carretera comarcal en no muy buen estado que nos lleva hasta Moros. Desde aquí ponemos rumbo al punto de partida por una carretera de tierra, surcada de frecuentes hendiduras que han originado las corrientes pluviales y cuyo estado de conservación no parece preocupar mucho a quienes velan por las infraestructuras de esta comarca, ya que es de uso exclusivamente agrícola y en absoluto una vía de comunicación entre municipios. Razón por la que nuestros rectores en el diseño de las rutas grupales desecharon la posibilidad de contratar un autobús: difícil la circulación por esta vía para un vehículo de estas características e imposible la maniobra para tomar la dirección de salida.
Por el trayecto hemos observado parcelas sembradas de viñedos de reciente implantación, campos de cultivo cerealista y hasta balsas de agua para regadío, donde fluyen con beatífica placidez manadas de patos que ponen la nota de color sobre estas remansadas aguas.
Hemos llegado hasta lo que se muestra como el canal de deyección del barranco. Coches polvorientos por el estado del firme sobre el que hemos rodado y una curiosidad que le traslado personalmente a nuestro sherpa:
“-Angel, ¿por casualidad este es un tramo en ciernes de la autovía del Mediterráneo que enlaza con el resto de Europa?”
“-No -me responde muy serio- , es parte de la autovía que conduce hasta Riad”.
Vale. Mi curiosidad ha quedado satisfecha y tras este intercambio de notas irónicas, con el humor que caracteriza siempre nuestras inquietudes culturales, ajustamos las mochilas y nos preparamos para explorar una parte de la comarca que vio crecer a nuestro sherpa, y que nos consta ha preparado con esmero, ilusión y adaptada a las condiciones físicas de los participantes.
Comenzamos nuestro itinerario por una estrecha senda, que va estirándose a medida que avanzamos en forma de toboganes de constantes, y no siempre cómodas, subidas y bajadas. Sorteamos con fortuna estos accidentados pasos orográficos y pronto tomamos una cómoda pista forestal que hace más amable el camino. Sin embargo, no haré una descripción de detalle de nuestro camino y me quedo con la estampa impresionista que ofrece la sierra de Armantes, testigo mudo de nuestro paso este soleado sábado de Marzo, y que resumiré en tres palabras: CAMPO, MONTE y PIEDRA.
Encontramos extensas parcelas de campo de cereal que, a estas fechas de Marzo, presentan un pujante color verde, presagio de una no menos fértil cosecha, aunque sabido es que los resultados de la producción agrícola cerealista están expuestos a factores climáticos que condicionan hasta el último momento el rendimiento que puedan ofrecer. Una novedad en estos éstos campos es la dotación de un sistema de regadío que se desplaza entre las parcelas, ausente en nuestra tierra soriana, que lo fían todo a la generosidad de las nubes para mandarles agua cuando el campo la necesita. Pregunto qué tipo de cereal tenemos ante nosotros. Me responde Mercedes con mucha seguridad: “es trigo”. La misma impresión me confirma después Angel: “sin duda…es trigo “. Son parcelas de irregular distribución y extensión, que tapizan el suelo de esta policromada tierra aragonesa, alternado su verde-esperanza con el tono crudo de los caminos que bordean sus contornos o el amarillo incipiente de algunas plantas herbáceas, expresión de la flor primaveral que anuncia el cambio de estación. Pero además del color, a poco que inclinemos la pituitaria hacia el suelo, podremos percibir el agradable, inconfundible y siempre relajante olor a romero, que parece interpelarnos para que mostremos nuestra admiración hacia esta aromática planta y sentir la belleza sensorial que encontramos en los suelos de nuestros campos.
Y si el campo muestra su esplendor en el color del suelo que acoge el cultivo, no es menos pródigo el pinar y su riqueza ecológica sobre la extensa geografía de la sierra. A medida que ascendemos hacia la conocida Cruz de Armantes, vamos disfrutando de esta joven masa forestal, a juzgar por el tamaño de sus ejemplares, pero de indudable valor para esta tierra. Quienes provenimos de ambientes pinariegos no podemos por menos de sentirnos reconfortados en ambientes pinariegos, caminando entre sus sombras o disfrutando de ese típico olor a pino, en este caso de la variedad negral, cuyas ramas parecen saludarnos mientras caminamos a su vera y bajo la alargada sombra que nos proporcionan.
Pero si algo distingue a la comarca que recorremos es, sin duda, las formaciones pétreas que le dan una belleza especial, espectro de un paisaje lunar y lugar único para admirar lo que se nos antoja un extraño y caprichoso regalo de la naturaleza en forma de creaciones artísticas, a partir de la erosión secular sobre las masas rocosas.
Esta sierra, situada entre la vega de los ríos Manubles, Jalón y Ribota, está salpicada de numerosos barrancos y colinas, dominada por los yesos en sus zonas más bajas para dar paso al rojo de las arcillas en sus zonas más elevadas que, desprovistas de cualquier parapeto vegetal, son erosionadas y cinceladas insistentemente por los elementos, dando lugar a los denominados Castillos, formaciones geológicas que presiden esta sierra, formando un paisaje espectacular.
En la parte baja, como queda indicado, predominan las piedras de color más blanco (yesos), donde podemos admirar formaciones zoomórficas prestas a la interpretación e imaginación individual, pero indudablemente de una original y figurativa estética.
Ascendemos hacia la Cruz de Armantes, el pico más alto de esta sierra, con poco menos de 1.000 m. de altitud. Por el camino vamos contemplando las formaciones blancas y sus increíbles parecidos a cabezas o cuerpos de animales; en otros casos resulta admirable cómo las formas y volúmenes de las piedras, con una base en apariencia débil, se sustentan sobre otras rocas de gran tamaño, desafiando la ley de la gravedad por su difícil equilibrio estático para mantenerse fijas. Aparecen formas vegetales, como setas, árboles chaparros, etc. que conforman un paisaje sacado de una pintura surrealista. A nuestra derecha, y casi a la misma altitud que la Cruz, dejamos el pico que los oriundos llaman Mañomaño. Abandonamos la pista que hemos traído y enfilamos una estrecha vereda, en forma de moderada pendiente, que nos conducirá hasta la Cruz, nuestro destino transitorio. La ausencia de viento y la temperatura moderada que ofrece el sol de Marzo invitan a contemplar tanto el horizonte como el erosionado entramado de las partes bajas. A lo lejos, en dirección noreste, observamos con nitidez dos núcleos poblacionales. Ana, nuestra sherpa consorte, nos informa de estos municipios. “Aquel, el de la izquierda, es Aniñón y el de la derecha, Torralba de Ribota”. Y sobre este privilegiado balcón de la serranía, descargamos las mochilas, tomamos asiento al pie de la Cruz de hierro y reponemos fuerzas, que, en esta ocasión, se hace más urgente por el tiempo transcurrido desde que tomamos el último bocado o el reconfortante sorbo de café antes de salir de casa.
Y si la subida nos impresionó por las formaciones blancas que hemos admirado, ahora, en el descenso, vamos a acercarnos hasta las proximidades de las formaciones de piedra rojiza, los llamados Castillos, que bien podrían llamarse con toda propiedad Palacios, por representar colosales construcciones, que parecen diseñadas y ejecutadas por un imaginativo arquitecto, que ha preparado su proyecto procurando un armónico encaje en su solidez constructiva. No resulta difícil ver en muchas de ellas el pórtico de un castillo o un palacio, donde se distinguen con asombrosa precisión los perfiles de las columnas que sustentan ese edificio y las partes de estas: basamento, fuste y capitel parecen cincelados con el mimo del escultor que quiere hacer una obra perdurable en el tiempo. Algunos de estos Castillos tienen nombre propio que los identifica y distingue de los demás. No es para menos, si con eso estamos dando vida y entidad propias a estas caprichosas creaciones que nos ha legado la naturaleza. Otras formaciones, más estilizadas y alargadas, reciben nombres a tono con su parecido a emblemáticos objetos o personajes, como las conocidas “Lámparas de Aladino”.
Cada vuelta, cada recodo de la bajada nos va mostrando una sorpresa ante este tipo de figuras y estructuras de esmerado perfil arquitectónico. El color de la tierra, la forma, los espacios entre ellas, los volúmenes de cada una….resultan de una belleza única y original en este rincón del sistema ibérico zaragozano, al sur del macizo-padre que vigila estas latitudes: el Moncayo. El testimonio gráfico que nos ofrece nuestro irreductible Vicente con su cámara fotográfica, así como el montaje audiovisual preparado por Angel, dan fe de la espectacularidad y belleza contrastada de los paisajes hoy recorridos.
Descendemos por otro camino al que hemos traído y nos encontramos con un cortado rocoso, transitable con ciertas dificultades, que nos pone sobre cauce del barranco donde, en poco tiempo, encontraremos el “aparcamiento” de nuestros vehículos. Pero el sherpa aún tiene preparada otra sorpresa: a escasos metro de donde partimos en dirección a Ateca, encontramos un puente de piedra, totalmente natural, fruto de la erosión que las correntías de agua sobre el lecho del barranco transitado han ido originando para formar un singular puente, sin intervención humana que complete la obra de la naturaleza.
Tras esta última obra de arte natural, ponemos rumbo a la patria chica del sherpa. Poco más de 5 Km. nos separan de Ateca, pueblo cargado de historia, que recibe las aguas no de un río, sino de dos: el Manubles y el Jalón. Pero antes de la visita turística al municipio y en atención a la hora que llegamos, nos espera el merecido almuerzo tras el “esfuerzo” de nuestra actividad. Y aquí encontramos la primera reminiscencia histórica del pueblo: el restaurante se asienta sobre una estructura defensiva, conocida como “El Fuerte de Ateca”, situado en la parte más elevada del casco urbano, de considerables proporciones difíciles de cuantificar por cuanto gran parte de los lienzos forman parte de las propias viviendas. No se trata de un castillo medieval, sino de un fuerte de fusileros del siglo XIX , con restos de origen musulmán.
Antes de dar cuenta del menú, el confortable patio exterior del restaurante nos sirve para intercambiar impresiones sobre la ruta y retroalimentar las sensaciones vividas en esta soleada mañana del agonizante invierno por tierras de Armantes, mientras disfrutamos de una refrescante cerveza que nuestro organismo demandaba con carácter preferencial.
Trato agradable y atento por parte del personal que regenta este establecimiento, menú a gusto del consumidor y satisfacción gastronómica cumplida. Pero la jornada todavía no ha acabado. Estamos en el pueblo de Angel y Ana. Y si el Wikiloc es la herramienta que utiliza nuestro sherpa para conducirnos por esos mundos de Dios, en este caso la pasión, el cariño y las ganas de compartir con él lo que son sus raíces, son el wikiloc especial que ha preparado para acompañarnos por los rincones de su terruño. Comienza la ruta. Y lo primero que salta a la vista es una curiosa torre inclinada, que, sin llegar a la monumentalidad de la Torre de Pisa, no deja de sorprender este accidente arquitectónico, uno de los atractivos turísticos del pueblo. Se la conoce como la “Torre del Reloj”, construida en el siglo XVI, de estilo postmudéjar y asentada sobre el torreón de una antigua fortaleza. Consta de dos cuerpos, el segundo dividido, a su vez, en dos pisos; el primero alberga un gran reloj moderno de esfera blanca y numeración romana, recuperado para su uso habitual no hace muchos años. El segundo piso de este cuerpo aloja dos campanas.
-“¿Desde cuándo está inclinada la torre ¿” – le pregunto a Angel-
– “Desde que se hizo” -nos contesta un conocido de Angel, que en ese momento se cruza en nuestro camino-. Curiosidad satisfecha.
Otra joya de Ateca, de obligada visita: su iglesia parroquial, de Santa María. La parte exterior destaca por la torre de estilo mudéjar que, en realidad son dos torres unidas por una escalera. Datada posiblemente en el siglo XIII, aunque bien podría tratarse de una construcción del siglo XI, asentada sobre la mezquita preexistente. En el interior destacan un completísimo retablo barroco, un Cristo gótico y un órgano de finales del siglo XVIII.
Y otro espacio singular de Ateca es su plaza de toros. De planta octogonal, construida en 1860, es una de las más antiguas de España.
El recorrido turístico se completa con la visita a la bodega donde el matrimonio Campos-Bernal celebran sus fiestas y juergas con los amigos, guardan sus disfraces y aperos de carnaval y diseñan los menús que corresponden a cada festividad. Aunque, en honor a la verdad, la parte de bodega, donde se aloja la cuba de vino, está cubierta de telarañas y sin muestras de recuperación por parte de sus usuarios.
Un plácido paseo por el casco urbano nos muestra el lugar exacto donde el Jalón recibe las aguas del Manubles.
Cae la tarde sobre Ateca. Hemos compartido con nuestros anfitriones atecanos el encanto del paisaje, la proximidad a otras gentes, la pequeña dosis de cultura aprendida….Partimos hacia Soria. ¿Todos? ¡Noooo! Hay quien opta por acercarse hasta Calatayud. Solo dista a 14 Km. y las tiendas todavía permanecen abiertas en esta ciudad. Y alguna comprilla puede compensar el desplazamiento….
Gracias, Angel, gracias, Ana, por haber disfrutado con vosotros esta jornada en vuestra tierra.
AGNELO
Vaya ruta bonita y vaya pueblo mozárabe precioso. Asombrada por las fotos y el video y encantada de leer tu relato Agnelo, gracias por contárnoslo asi de bien.
Felicitaciones Agnelo …!!que crónica más chula!!!!!!
Agnelo, un relato genial!!! Gracias.