BERATÓN: LA CARA OCULTA DEL MONCAYO; Soria, 19 Octubre 2024
Tres cosas quisiera resaltar de entrada. La primera, que hoy hacemos una ruta de altura, en el sentido literal de la palabra: Beratón es el pueblo que con sus 1.391 metros de altitud constituye la torre soriana más alta que se eleva sobre el nivel del mar.
Segunda: se la conoce a esta población y sus alrededores como la “cara oculta del Moncayo,” por su proximidad a nuestro emblemático peñón montañoso, mitad soriano, mitad aragonés, que esconde en sus riscos y áreas montañosas, belleza pareja entre las formaciones pétreas que elevan su figura y la variada vegetación arbórea al abrigo de las paredes rocosas que ondulan este paisaje. A pocos kilómetros de este municipio, se encuentra Calcena, perteneciente a la provincia de Zaragoza y que da origen al nombre de la “Calcenada”, prueba deportiva consistente en hacer un recorrido pedestre de aproximadamente 104 Km, rodeando el Moncayo, con salida y regreso a esta pequeña localidad aragonesa. Alguno de nuestros compañeros, como es el caso de Javier Gómez, según me cuenta, la ha realizado por partida doble. ¡Bravo, Javier! Tú sí que eres un senderista consumado.
Y tercera, y más anecdótica: el protagonista, involuntario y muy a su pesar, de esta ruta, es este cronista con sus reiteraras y accidentadas caídas durante el trayecto de la ruta. Pero vayamos por partes.
A las 8,00 de la mañana, y en el sitio de costumbre, estamos ya concentrados los participantes de nuestra caminata sabática. Y la distribución en los coches para dirigirnos al punto de inicio resulta ya una práctica habitual, concertada en fechas anteriores, sin dificultad para acomodarnos en los vehículos que nos trasladan hasta el aparcamiento señalado en Beratón.
Nos han advertido que la climatología será favorable: no lloverá y disfrutaremos de un tiempo seco, aunque fresco. No se equivocan los pronósticos y, llegados al lugar, notamos el frío en nuestros rostros, pero nada inhabitual en esta época y a la altitud que nos encontramos. De ahí que a todos les resulte lo más normal echar mano de los pertrechos de abrigo otoñal: guantes, gorros, forros invernales…que nos permitan afrontar el inicio de la ruta con la indumentaria adecuada para encarar esta primer fase del ascenso hasta las alturas que nos esperan.
Salimos de la localidad que hoy nos acoge por un corto camino hormigonado, hasta adentrarnos a media ladera por una frondosa senda, y con vistas al valle oriental que vamos dejando a nuestra espalda.
Pronto encontramos un amplio cartel anunciador de las distintas rutas de senderismo que podemos elegir en esta vasta zona de la llamada cara oculta del Moncayo. En realidad, nos hallamos ante un gigantesco karts, sembrado de muelas, acantilados y torres de caliza, en los que la erosión ha abierto numerosas cuevas y oquedades que conforman verdaderas ciudades encantadas.
Seguimos una de estas rutas, la marcada por nuestro sherpa, atravesando un bosque de rebollos, que se introduce en el barranco y llega hasta su cabecera. Y desde nuestra posición de caminantes, admiramos uno de los atractivos enclavados de forma natural en los roquedos hilvanados que vamos contemplando a nuestro costado suroriental: se trata del llamado “Agujero del viento”, una especie de apertura natural, en forma de gigantesco arco, sobre una superficie pétrea, adosada a una hilera rocosa que abunda por esta tierra.
Este mismo cartel nos informa del nacimiento del río Isuela, no muy conocido ni por su longitud ni por su profundidad, que nace en los altos de Almudejos, (Beratón). Otro cartel, un poco más adelante, explica con detalle las características y propiedades acuíferas de este río.
Seguimos andando. Dejamos la abrigada senda que traíamos para adentrarnos en taludes ondulantes de tierras de aspecto ferroginoso, que transitamos por vericuetos de subidas y bajadas para salvar el barranco que nos conduce a las alturas de la sierra que hoy visitamos.
Y en uno de estos accidentados pasos, este cronista tuvo la “ocasión” de dar con sus huesos sobre la suelo que pisaba, solo por intentar hacer un saltito más rápido que le permitiera pasar de una superficie a otra, calculando mal la fuerza del impulso para hacer asequible la rapidez en la transición pedestre. Afortunadamente, la caída sin consecuencias y solo dejando alguna marca de este malogrado paso sobre la rodillera de su pantalón, que resultó con algún que otro rasguño, felizmente comentado por nuestra compañera Chus Diez, siempre tan entusiasta y positiva, que me animó: “¡pero si eso es la moda ahora, llevar el pantalón roto a la altura de la rodilla!” Gracias Chus. Ahora sé que iré a la moda cuando salga de casa con el pantalón roto por la rodilla.
El camino sigue entre subidas y bajadas, hasta que alcanzamos una cuota nada desdeñable. Pero no era la máxima a alcanzar. Nos dirigimos a la Muela de Beratón, con el Balcón de Martín, como excelso mirador que nos permitía una maravillosa vista de esta cara oculta (ahora menos oculta) de esta mágica cumbre del Moncayo.
Continuamos nuestro camino entre sendas pedregosas, a ratos dulcificadas por la tierra arcillosa que se esconde entre estos escabrosos pasos y que hoy aparece seca para permitir un paso firme y seguro.
Y andando, andando… vamos a parar al llamado “balcón de Martín”.
El sitio es excitante por lo que supone de belleza y desafío. Belleza, porque deja entrever la impresionante estampa paisajística de la ladera suroccidental del Moncayo.
Y excitante, porque el agujero que se abre entre la superficie pétrea, en sentido descendente, aunque de escasa longitud, hay que recorrerlo con no pocas dificultades para disfrutar de las vistas que se obtienen al final de su recorrido. Merece la pena correr el pequeño riesgo de deslizarse por este agujero, aunque sea culeando para ir más seguros, y disfrutar de las vistas de esta ladera del Moncayo.
El camino no deja de ser un sube-baja entre suelos pedregosos, trufados de vegetación muy característica de las alturas, como son las floraciones herbáceas, conocidas popularmente como “cojines de suegra”, erizadas y puntiagudas, que se muestran como confortables cojines por sus formas redondeadas y almohadilladas…, si no fuera porque se desean para la suegra, no para el confort de uno mismo.
Y mientras caminamos, una formación rocosa nos llama la atención: se trata de la “cueva de los Pilares”.
Y es que, entre tanta formación rocosa, farallones y paredes verticales en hilera que parecen contener la tierra, hay una que asemeja la colocación de unas columnas exteriores, para dar espectacularidad y un toque de diseño particular a modo de pórtico de entrada a estas cuevas, que llenan el paisaje.
Va llegando la hora de reponer fuerzas. Pero el viento frío que corre por estos pagos nos obliga a seleccionar el rincón más adecuado para esquivarlo y abrir las mochilas. No resulta difícil, ya que tras ascender una pequeña de las variadas laderas que hoy pateamos, vamos a dar a un conjunto de cuevas que se abren en una de estas hieráticas paredes rocosas, y que, a juzgar por los residuos orgánicos que vemos en sus proximidades, han servido para dar cobijo y protección al ganado lanar que por estos pastos han campado. Y aquí, desenfundamos el papel albal que recubre los bocadillos, rienda suelta a la bota y merecida recompensa gastronómica.
Hecha la obligada y reconfortante pausa del caminante, nos ponemos en marcha para seguir cumbreando por esta ladera. Hemos llegado a la cota más alta del recorrido hoy previsto. A derecha e izquierda, impresionantes vistas rocosas, orografía ondulante, donde se alterna la piedra y el verde de los árboles que protegen la tierra entre subidas y bajadas del terreno.
Y desde la máxima altitud ganada a estas sierras, iniciamos el camino de descenso, buscando la senda que hemos traído cuando iniciamos la ruta. El terreno es una ladera que presenta numerosos vericuetos a modo de pequeños senderos por los que transitar, a gusto del caminante. El suelo es pedregoso, que se alterna con la presencia de no pocos arbustos espinosos, que obligan a esquivarlos reiteradamente. Y en uno de estos intentos por evitar un incómodo espino, este cronista de nuevo tuvo ocasión de probar la dureza del suelo (en este caso, menos dura por tratarse de un terreno arenoso y sin consecuencias lesivas), pero con la particularidad de haber caído sobre una ladera con pocos recursos para asirse a un punto donde adquirir seguridad. El asidero en este caso fue la mano providencial de José, que agarró con fuerza los tirantes de mi mochila para evitar que siguiera deslizándome ladera abajo. Y su ayuda resultó decisiva para incorporarme de nuevo a la ruta, aunque José tuvo algún problemilla en los dedos que pronto recibieron atención de nuestro siempre solícito enfermero Javi. Le pido disculpas por las molestias que le he podido originar, pero, en un gesto amable y caballeroso que le honra, me dice que no tengo nada de qué disculparme. Sencillamente, hizo lo que la situación requería en ese momento. Seguimos ruta tras este pequeño incidente sin más problemas, mientras voy recibiendo el afecto y comprensión de los compañeros, que se interesan por mi estado. Les contesto sin perder el ánimo positivo que reina en el grupo: “ciertamente, he tenido días mejores”. No faltan los comentarios en un tono jocoso, a veces, sobre mis accidentadas caídas.
Y tras sortear serpenteantes senderos entre laderas, salimos al punto que nos marca el nacimiento del rio Isuela.
Estamos en la parte más amable del camino de regreso, flanqueado por la variada vegetación arbórea que le protege, mientras a nuestra izquierda quedan las formaciones rocosas que hemos contemplado de cerca y las impresiones causadas por estos parajes.
El programa de esta ruta es quedarse a comer en Beraton, con carácter voluntario, para conocer posteriormente, mediante un audiovisual, la cueva de los Murciélagos, ubicada en el cercano municipio de La Cueva de Agreda. Algunos, los menos, decidimos regresar a Soria, en tanto la mayor parte del grupo escoge la primera opción. Por lo que dejo abierta la crónica para quien quiera comentar y completar el final de la ruta, tras ver la proyección del citado audiovisual.
Tomo el testigo Agnelo; Terminada la ruta a las 14.30 nos dirigimos al Bar de Beratón, regentado por Mari, con la que habíamos concertado unas ensaladas, paella de pescado, postres caseros y café, nos advierte que está sola y que tengamos paciencia, lo cierto es que estaba todo preparado y nos atendió con mucha diligencia, aunque la tecnología y la cantidad de comensales no cuadraban (reservamos 23 y fuimos 25) eso que en el chat de la comida se apuntó gente que ni vino a la ruta y que en la ruta de 29 apuntados se fueron 5 y aun así quedaban 25 algo mágico.
No obstante, se puso una mesa más y nos atendió a los 25 sin que por ello la comida dejara de ser abundante y exquisita; Los tomates tomate rosa y cebollas de su huerto, una exquisitez, luego la paella abundante,
(no pudimos con toda ella) y que decir de los postres caseros, la tarta de chocolate (Que se la pidieron la mayoría de los primeros a los que se les preguntó, acabando las existencia a mitad de la cuadrilla, (lo que dio motivo a muchos chascarrillos y dejar catar un poquito a los más insistentes) , flan, tarta de queso, todo magnifico. El ambiente muy bueno y con muchas risas, no en vano llevamos muchas horas de caminos y conversación a lo largo de nuestros paseos.
Dada por terminada la comida sobre las 4,30 de la tarde, nos acercamos al museo de la Cueva de Agreda, donde nos esperaba la persona encargada de enseñarlo y pudimos ver:
La maqueta del parque natural del Moncayo que les regalo Aragón ya que ellos la habían puesto nueva, vimos la muela, Purujosa, La Cueva, El Moncayo, La Aldehuela, los hayedos …. Sitios por lo que con el club hemos caminado.
En otra sala nos enseña un audiovisual del Parque Natural, su flora, fauna, antiguos moradores, historia, etc…
Una vez terminado pasamos a la sala de los murciélagos, donde tras una explicación audiovisual pasamos a una sala negra donde sigue la explicación y vistas de los murciélagos que habitan la cueva y sus particularidades.
Terminada la sala de los murciélagos, pasamos al piso superior donde se pueden ver restos de avionetas que han chocado en la montaña y sus particularidades, así como una terraza desde donde se puede ver la cueva donde residen los murciélagos y da nombre al pueblo
Ya a las 6,30 cierra el museo y nos vamos para casa, dando por concluida la Jornada llenos de satisfacción por compartir estos espacios y momentos con nuestros amigos de los sábados.
Agnelo Yubero y José Antonio Martínez
Asombrosa ruta con paisajes muy originales. Menos mal que no ha habido consecuencias con tus caídas
Agnelo, como bien dices “un mal día”. CUIDATE.