AGUAVIVA DE LA VEGA: PAISAJES DE EVOCACION TURCA
Soria, 28 Septiembre 2024
Nos alejamos un poco de la capital para acercarnos hasta un pueblo enclavado entre la comarca de Almazán y Arcos de Jalón que, como otras tantas poblaciones de nuestra provincia, quedaría definida sin otra etiqueta que la de ser un territorio agrícola, típicamente cerealista, que llenan nuestra tierra. Pero en este caso, la producción agrícola, por muy importante que sea (no creemos muy diferente al resto de la zona) da paso a otra novedad paisajística, que sí la hace diferente del resto de los aledaños municipios con los que comparte un medio de economía común. Nos referimos a Aguaviva de la Vega. Me pregunta Sagrario cuál pude ser el origen del nombre del pueblo. Le prometo que me informaré sobre el asunto de su interés, pero mi maltrecha memoria no me hace recordar en ese momento que ya escribí una crónica sobre esta misma visita que hicimos en Noviembre de 2022, y en la misma aclaraba que su topónimo indica un lugar abundante de aguas en la vega, antítesis del paisaje circundante . Y un buen ejemplo de ello es la denominada “Fuente de los cinco caños”, que hoy hemos dejado de lado, pero sí la conocimos en la anterior visita de 2022.
Y no es la segunda vez que caminamos por este singular enclave. Si he citado Noviembre de 2022, aún tenemos en nuestro bagaje senderista otra escapada por estos entornos en Noviembre de 2019. En aquella ocasión fue nuestra compañera Ana Abajo quien se encargó de relatar las impresiones de aquel primer encuentro con este paisaje, acertadamente calificado como la Capadocia soriana. Así que no me extenderé mucho en describir lo que ha sido el paseo de hoy, ya suficientemente documentado en crónicas anteriores. Pero cada ruta, cada salida, cada escapada por nuestros siempre admirados, diversos y excelentes entornos provinciales tiene puntos de interés, aspectos relevantes y hechos diferenciales que hacen que cada paseo y encuentro con esta extensa y, a la vez, despoblada provincia, muestren un nuevo encanto.
Y si de encantos hablamos, lo primero que debemos reconocer es el maravilloso día que hoy nos ha salido para caminar. Son las 8 de la mañana. Estamos todos en el punto de costumbre para arrancar hacia nuestro destino senderista y ya vislumbramos los primeros rayos del sol, y un día diáfano, que nos va a acompañar toda la jornada.
Casi 70 Km. nos separan de nuestro ya conocido destino. La A-15 muestra un aspecto poco concurrido a esas horas, así que el viaje es tranquilo y con poca circulación.
Tomamos el desvío hacia Taroda que nos dirigirá hacia la Capadocia soriana. Y ante de las 9 ya estamos aparcando junto a la iglesia de Aguaviva. Por cierto, un pueblo con un desarrollo urbanístico poco convencional y muy anárquico a la hora de buscar la dirección que nos lleve al punto de aparcamiento acordado. Bueno, hemos llegado todos. Y tras el rito inicial de toda ruta, ponemos rumbo a los rincones singulares de esta comarca, conocidos como la “Cudrilla” o “Cuadrilla”, según los habitantes del lugar.
En el camino ascendente hacia estas pequeñas elevaciones, recordamos algunos el tiempo hostil que sufrimos en la citada visita de Nov. 2022. Un aire gélido nos obligó a pertrecharnos de atuendos más invernales de los usados hoy, afortunadamente. Hacemos la subida por otros caminos y pronto nos encontramos con las formaciones rocosas que dan singularidad y rememoran paisajes de otras latitudes, tal vez más turísticas y visitadas, pero a las que estas “chimeneas” rocosas de Aguaviva poco tienen que envidiar. Por encontrar alguna similitud: es frecuente ver a la entrada de algunos municipios de nuestra provincia (y otras) el título de “Tal localidad hermanada con…. de otro país”. Pues bien, si hubiera que hermanar también paisajes y no solo localidades, bien podría figurar a la entrada de este municipio el siguiente texto: “Aguaviva, hermanada con la Capadocia turca”.
Hemos llegado hasta las primeras elevaciones donde podemos admirar de cerca, una vez más, la belleza y singularidad de estas formaciones pétreas, mezcla de solución aleatoria entre la actividad del viento y la lluvia y la composición lítica de las piedras. No pretendo hacer una crónica con ribetes científicos de geología o litografía (vana pretensión y ridícula petulancia por mi parte si lo hiciera), pero sí manifestar mi admiración por las explicaciones que me proporciona José sobre la composición multiforme y de esta rocas y la estructura pétrea que ha permitido esta “fantasía” lítica: el material de caolín, magna y caliza. Mientras parte de estos materiales que componen las estilizadas rocas perduran con el tiempo, otros se han ido erosionando, hasta formar las figuras que hoy admiramos: geometría cónica, a modo de chimeneas familiares de nuestras antiguas viviendas rurales, morfologías de animales y semblantes mitológicos, que la imaginación individual puede asociar a estas composiciones rocosas. Y no faltan las identificables morfologías que asemejan las setas de nuestros pinares y lugares micológicos, tan queridos y deseados por sorianos y otros advenedizos a nuestra riqueza micológica.
Hemos entrado a la Capadocia soriana por su costado este. Ahora nos dirigimos a la parte opuesta, el lado oeste. La ruta es un sube y baja por pequeñas pero constantes elevaciones y depresiones del terreno, lo que se conoce como un rompe piernas. Y mientras subimos y bajamos, no perdemos de vista, al fondo, el pueblo que hoy nos acoge. Y en su parte más septentrional, el cerro de El Muedo ( ¿lo digo bien, Chema?) , una altiplanicie de escasa altura, pero considerable largura que, según me informa Chema, en su parte más elevada es cultivable y sus tierras aprovechadas para el arado cerealista.
Giramos hacia la parte oeste para seguir admirando formaciones rocosas que se hilvanan unas junto a otras o se individualizan, dando origen a nuevas y estilizadas expresiones caprichosas, que la naturaleza ha querido imprimir a estas tierras.
El terreno no es excesivamente áspero por sus ondulaciones constantes. Pero a veces resulta incómodo por el firme que pisamos, y eso origina que algunos organismos, sin pretenderlo y de forma accidental, asienten sus posaderas sobre el suelo. Es algo previsible en cuestas descendentes, sobre todo cuando estos desniveles están cubiertos de cantos rodados.
Llega la hora del bocadillo. ¿Y dónde mejor hacerlo que junto a las piedras vértices y vigías de este entorno? Así que, al lado de estos monumentos rocosos “hermanados” en su peculiar estética, entre sol y sombra, abrimos las mochilas y damos cuenta de los deseados refuerzos gastronómicos. No son muchos los kilómetros recorridos, pero sí el sube y baja que reclama una atención recuperadora.
Tras el asueto reconfortante, seguimos serpenteando entre quebradas que nos acercan y separan de esta especie de ciudad mágica que forman las chimeneas de piedra, esculpidas a gusto de la naturaleza y dando color a un paisaje agreste, que se va modificando desde la posición que se mire.
No faltan por este camino quebradizo las típicas plantas propias de esta tierra: las muy familiares aliagas, otrora fuente de energía para hacer fuego en las viviendas; plantas aromáticas, como el tomillo salsero, que nos descubre Santiago, o algunos aislados tallos de lavanda, todavía resistentes en esta época neootoñal .
Vamos descendiendo, mientras ahora, a nuestra espalda, las chimeneas a las que hemos rendido culto con nuestra presencia y cercanía hasta las mismas entrañas de sus dominios, observan nuestro distanciamiento, a la espera de reencontrarnos con ellas en otra ocasión, para mostrarnos que siguen igual de “bien conservadas” con el paso de los años.
Nos acercamos hacia la carretera que da acceso al pueblo, pero tomamos un camino paralelo a la misma, donde tendremos ocasión de ir recogiendo pequeños fragmentos de materiales líticos, ahora ya más interesados por conocer su estructura y formación, después de los excelentes monumentos litográficos que hemos disfrutado no muy lejos de aquí.
Y desde Aguaviva, ponemos rumbo a Morón de Almazán, donde visitaremos el Museo del Traje, aprovechando la exposición que nos ofrece este magnífico escaparate dedicado a dar a conocer los más variados y vistosos trajes de distintos tiempos, culturas, gremios o regiones. En este caso, el título de la muestra que ofrece se titula “De propio”, expresión equivalente en nuestra tierra a decir que asistimos a un acto, una ceremonia o una fiesta con lo que resulta “propio” para la ocasión o el evento celebrado. La expresión es austera y escueta, pero nuestros antepasados (nuestros abuelos, sin ir más lejos) entendían muy bien lo que significaba ir vestido “de propio”. A falta de guía personal para un mejor conocimiento de lo expuesto, utilizamos la tecnología moderna de tomar el código QR que se indica en la recepción y trasladar a nuestros teléfonos móviles la explicación de cada uno de los apartados que ofrece la exposición. En otras palabras: el museo se ahorra un guía personal y el uso de autoguías para el conocimiento de lo visitado.
Y con el buen sabor de boca que nos dejan los vestidos “de propio” (chaquetas, calzones, jubones, pañuelos y pañoletas, faldas multicolores, capas, etc.), animamos con nuestra presencia la magnífica plaza de Morón de Almazán, compendio de arte, cultura e historia, que enamoró al mismísimo Chueca. Lugar idóneo para tomar la foto de familia, que nos hace amablemente la empleada del Museo. Y desde aquí, nos trasladamos hasta las viejas escuelas de Morón, convertidas en un amplio bar, donde reconfortamos nuestras gargantas con la deseada y apetecida cerveza post ruta. Lo hacemos en Morón, en lugar de esperar a llegar a Soria, en atención a nuestro compañero Chema Moreno, oriundo y vecino de esta localidad, en reconocimiento a las atenciones que él también ha tenido con el grupo en otras ocasiones.
Y con el buen sabor que nos deja la admiración de estas elevaciones pétreas, de morfología arracimada en unos casos, amurallada en otros, o, sencillamente, en hilera de imaginarias setas que se suceden en un áspero terreno, así como la belleza de la “moda” que exhibían nuestros antepasados expuesta en el museo del traje y la agradable tertulia en las escuelas de Morón, decimos bye bye a este acogedor pueblo, rumbo a la capital. La próxima cita con el campo (mejor dicho, con la montaña) nos llevará a otras cumbres de espectacular belleza y, sobre todo, a otra actividad inusual en nuestra práctica senderista: disfrutar de un balneario. Lo contaremos cuando llegue el momento.
Agnelo Yubero
Una crónica para poder mantener en el recuerdo una ruta estupenda!
Y muy diplomático has estado con eso de “algunos organismos y sus posaderas a tierra” !
Gracias Agnelo.
Tercera vez que no he podido disfrutar de estos paisajes, gracias que te tenemos a ti para contar la experiencia tan estupendamente. Me encanta la expresión de vestir “de propio”. El museo de Morón siempre es interesante y además habéis tenido de las explicaciones de Chema disfrutando de su tierra, genial.