DEL BUNKER A LOS TEJOS DEL VALLE DEL URBIÓN

 

 

EN BUSCA DE LOS TEJOS CENTENARIOS

 

Soria, 1 Junio, 2024

 

Nos toca una ruta de altura. Y no solo  por la altitud que alcanzaremos. También  de historia natural, de recorrido ambiental, de áspera orografía, de caminos empedrados, de blancos neveros que permanecen inmaculados casi a las puertas de verano, de paisajes donde la piedra se erige en protagonista compitiendo con la belleza que dan a estos lugares las numerosas lagunas de aguas cristalinas, de húmedas nubes que besan las onduladas laderas para evaporarse  entre las empinadas crestas montañosas con la fuerza del sol, de resilientes brotes herbáceos que ahondan sus raíces en un suelo duro y correoso  sobre  el que se asientan….

Traspasaremos  los límites de nuestra geografía provincial. Toca madrugar. Nos separan algo más de 60 Km hasta nuestro punto de inicio. Y, como es habitual, a las 7,00 de la mañana ya estamos todos los registrados en la ruta, distribuidos en los coches que nos trasladan hasta el término municipal de Duruelo de la Sierra. Nos dirigimos, antes de  entrar en el núcleo poblacional, por la carretera que conduce al conocido y multivisitado paraje de Castroviejo, pero solo hasta un punto, porque, una vez dejada la cómoda pista asfaltada, tomamos, a la derecha, una rudimentaria carretera sin asfaltar,  en  pésimo estado de conservación donde, por momentos, los coches, en lugar de rodar parecen bailar al son de los baches que van sorteando para permitir el avance por tan descarnada pista forestal.

No han sido muchos kilómetros de este incómodo tramo, pero sí los suficientes para desear que acabe pronto  y ponernos en marcha hacia  el objetivo perseguido.

Llegamos hasta el final de esta insufrible pista. No se puede continuar más, afortunadamente. Y una vez abandonamos los coches, comienza el ritual de cada ruta: comprobación de los pertrechos mochileros, estiramiento de bastones, un último retoque  al calzado…En fin, lo propio de cualquier preparativo que  nos permita andar cómodamente por un terreno que no será tan cómodo.

            Y he dicho terreno, porque utilizar la palabra “camino”, sería un eufemismo impropio del lugar que pisamos. Y es que vamos `por rutas sin ninguna señalización, salvo algunos reconocidos hitos que otros montañeros se han encargado de colocar sobre las salientes piedras para hacer un poco más segura la vereda, dirigiéndonos a través del inefable wikilock de José Antonio que nos va marcando la dirección a seguir para aproximarnos a nuestro objetivo.

Y lo hacemos, en este primer tramo, sobre la ladera que conduce hacia cotas más altas de lo que hoy es nuestro destino. Desconocemos  el tipo de suelo que pisamos porque entre la creciente vegetación rastrera, el complicado sistema empedrado que se oculta a nuestra vista y la continua ascensión sin descanso que hemos iniciado, nos vamos guiando por la solvencia telemétrica que marca el móvil de nuestro sherpa.

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Casi (o sin casi) en fila india seguimos las directrices que nos elevan hacia la cresta  del costado montañoso . Y a medida que vamos percibiendo  el sol que irradia sobre lo alto de nuestro camino, intuimos que estamos a la altura deseada para emprender el camino descendente que nos acerca a los deseados  (Almudena se refiere a ellos con otro calificativo menos reproductible) tejos centenarios.

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No es fácil la bajada, pero se compensa con el recuerdo de otro camino recorrido por estas ondulaciones montañosas no hace mucho tiempo: el Camperón en nuestro  horizonte más cercano, o, lo que es lo mismo, una pared rocosa que parece servir de soporte para dividir dos niveles montañosos; muy cerca, un poco más hacia el sur, dos emblemáticas piedras ancladas verticalmente sobre el suelo, conocidas como “las tablas de la Ley”  por su parecido con la imagen bíblica de Moisés mostrando los preceptos  religiosos del judaísmo, y en la parte más baja de este entorno montañoso, una de las lagunas del Urbión, solemne, cristalina, tranquila, remanso de paz y belleza montañera.

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Seguimos descendiendo. La ladera nos obliga a ir buscando el asentamiento más fácil de la pisada, el recodo firme que facilita un caminar seguro, mientras sentimos la caída de los arroyos serpenteantes que dan frescura y riqueza paisajística a esta vertiente riojana del Urbión. Porque hemos traspasado los lindes de nuestro terruño para adentrarnos en la comarca logroñesa de la Vinegras, la cara noroeste de esta serranía montañosa, mientras desde nuestra posición menos elevada contemplamos con absoluta nitidez la muela del Urbión y lo más alto de su pico.

Pero los tejos aún se nos resisten. Nos queda todavía trecho para rendir culto de admiración a esta especie arbórea, frondosa en su  morfología, exuberante en su presencia troncosa, venerada y totemizada por algunas culturas antiguas, como la celta, al que consideraban un árbol sagrado, símbolo espiritista de sus creencias religiosas.

Y siguiendo la ladera riojana nos vamos aproximando a estos bellos y escasos ejemplares que crecen por estas tierras. Pero el valle sobre el que se asientan no solamente muestran especies centenarias que dan colorido al lugar: también algún rebaño de vacas pasta plácidamente por estos privilegiados entornos.

Y a poco que vamos descendiendo ya vamos divisando dos colosales troncos recubiertos de un intenso verde que conforman las acículas de sus reamas, en forma cónica y desafiantes al paso del tiempo, la dura meteorología que han resistido y el silencio que les ha permitido crecer y desarrollarse, sin  que otros elementos que no sea el aura de la pura naturaleza montañosa que los ha visto nacer y hacerse longevos, casi a escondidas, en las estribaciones de nuestro también cuasi sagrado Urbión.

Hemos visto los tejos.  Intentamos calcular sus dimensiones por el número de personas que los circundamos con los brazos extendidos para hacer más manifiesta su vetusta redondez.

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Sus colosales dimensiones pregonan las características y el motivo de la veneración de este árbol. Fotos y más fotos de rigor junto a estos celebrados colosos arbóreos.

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Si hemos llegado hasta aquí es para recrearnos con  el reencuentro de especies poco comunes de nuestra geografía soriana y, por eso, queremos celebrarlo  con estos “abuelos” que nos reciben con la paz natural y el regocijo espiritual en el que ellos se han criado.

Pero a ellos les acompañan también otros encantos que las altivas montañas esconden a quienes no se acercan hasta ellas: no muy lejos de aquí, unas más que alegres y cantarinas cascadas, avisan que su presencia también son motivo de admiración al visitante: son las cascadas que forma el río Urbión a su paso por estas latitudes montañosas y que, pese a su nombre, no unirá sus aguas al Duero, sino que ofrecerá su caudal al Ebro, a su paso por la comunidad riojana.

Arboles, agua, verde montañoso, nieve, lagunas…

 

¿alguien da más para disfrutar tranquilamente de este privilegiado ambiente natural? Eso pensamos el resto del grupo y por eso decidimos que estamos en el lugar idóneo para descansar de nuestras subidas y bajadas,  admirar el paisaje, desprecintar las mochilas, sacar la bota, desenfundar el bocadillo y dar rienda suelta a la  ya merecida pausa gastronómica de toda ruta.

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La conversación, los comentarios del paisaje, la belleza de los tejos , la impronta alegre de las cascadas,

la rudeza del suelo que hemos pisado….es el menú social que compartimos en nuestra tertulias cuando el descanso de la ruta nos permite este intercambio de impresiones, tan necesario para nuestra satisfacción grupal, como el recorrido que hacemos por campos, valles, montañas..

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Y ahora toca bajar. El camino inverso al que hemos subido, o sea, bajadas, subidas y nuevamente bajadas. Pero ya lo conocemos y no nos pilla de sorpresa.

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Eso sí. Tenemos la suerte de pasar junto a una de las lagunas del Urbión, que aprovechamos para hacernos la foto de grupo.

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No podíamos escoger un escenario mejor para dejar la impronta de nuestro paso por estas “benditas tierras del Urbión”, como dice una antigua canción que se canta  (cantaba) en Covaleda, aunque en esta ocasión nuestra ruta la hemos compartido por tierras riojanas, además de los espacios visitados de los circos glaciares del Urbión que se conforman entre los términos de Duruelo de la Sierra y Covaleda.

Pero todavía no hemos terminado de sorprendernos. Bajando , hay una entrada que da acceso a unas espectaculares vistas de un valle conocido como el valle del Portilla (me lo ha chivado José Antonio, yo no me acordaba del nombre),

 

y que, en opinión de algunos compañeros del grupo, conocedores de otros valles montañosos de países europeos, como Suiza, no tienen nada que envidiarles .Y a fe que es verdad; las vistas son impresionantes: onduladas montañas eslabonadas, formando una geometría de medidas terráqueas casi perfectas, pastos verdes en las llanuras, hilos de agua que son arroyos que proporcionan humedad al ambiente…En fin, otra sinfonía de paisajes naturales que parecen imágenes pictóricas de una mente brillante.

El camino de bajada se va acortando, pero todavía tenemos que “sufrir” la aspereza del terreno, aunque a veces entramos por un tramo  más arenoso y amable que nos evita la incertidumbre de la pisada.

Y mientas nosotros bajamos, otros suben: un grupo de excursionistas procedentes de León , nos dicen, se han propuesto subir al Urbión, desde Duruelo. Pero antes han pasado por el pico Muñalba y desde allí enfilan hacia la muela del Urbión. Les deseamos que tengan un buen camino y disfruten del paisaje y la naturaleza que encontrarán.

Nosotros ya casi hemos llegado a nuestro punto final. Pasamos por el sólido y medio derruido refugio durolense conocido como ”El Búnker”  y a pocos metros nos esperan los coches que hemos aparcado esta mañana, donde se acaba la insufrible pista, que ahora debemos abajar en sentido contrario.

Y emprendemos el regreso. Algunos hacen la última parada  (entiéndase, la última cervecita) en la cafetería de la gasolinera de Abejar. Otros, “los irreductibles”, prefieren hacerlo con más calma y más tiempo de dedicación,  en la terraza del  Gaya Nuño. Y no faltan quienes optan por hacerlo en el confortable sofá de su casa. En cualquier caso, unos y otros disfrutamos  siempre del “after hour” de toda ruta, a la hora que sea, con quien  sea y donde sea. Y es que nos lo tenemos ganado y merecido.

Agnelo Yubero

 

One Comment so far:

  1. Tal y como dices una Ruta de altura!!
    Y …un Relato también a su misma altura,
    Muchas gracias Agnelo.

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Posted by: soriapasoapaso on