ESPERANDO EL SALTO DEL NERVION

 

 

 

Soria, 16 Marzo 2024

 

No es la primera vez que visitamos estos pagos. Hicimos esta ruta hace ya algunos años. En aquella primera visita no pudimos admirar la cola de agua de este emblemático río, que se despeña por  la pared rocosa del Monte Santiago, hasta entregar sus aguas al Cantábrico, formando, en su tramo final, la no menos espectacular ría de Bilbao, orgullo de  bilbaínos y seña de identidad de esta ciudad euskalduna. Esta vez, albergábamos la secreta esperanza  de encontrarnos el salto en todo su esplendor: las recientes lluvias de los días previos a nuestra visita nos hacían presagiar que encontraríamos la caída de agua  desde la torre roqueda que le sirve de lanzadera y  podríamos disfrutar de un salto de más de 200 metros, hasta formar el cauce que, en sus inicios, riega el valle de Orduña. Pero ocurre que las sorpresas, a veces,  tienen otra cara que no habíamos valorado, o, lo que es lo mismo, vienen por otras circunstancias o situaciones que no entraban en nuestros planes.

Pero vayamos desde el principio.

 

Nuestros sherpas, una vez más, nos hacen madrugar: a las 6,00 de la mañana estamos convocados los 35 entusiastas de la mochila y el bastón para enfilar hacia la porte nororiental de Burgos, rayando con la provincia de Álava, e iniciar desde allí nuestra caminata sabática.  Y con la puntualidad que caracteriza al grupo, a la hora convocada nos encontramos todos en el sitio de costumbre, a la espera de ocupar nuestra plaza en el autobús que nos acercará hasta el inicio de la ruta.

Los primeros momentos del viaje transcurren en un ambiente de distendida  charla entre quienes compartimos plaza de viajeros. Será por poco tiempo. La ciudad todavía duerme y nosotros no seremos una excepción: enseguida el sopor y el sueño robado a la noche hace que el interior del autobús se suma en un más que comprensible silencio para  entregarnos, un rato más, en los brazos de Morfeo.

Llevo detrás a Ricardo. Y casi sin tiempo para acomodarme en el respaldo de mi plaza, me indica, en tono humorístico,  que vamos entrar en el túnel de Piqueras. Ya habíamos comprobado que nos dirigimos a nuestro punto de  inicio por la carretera de Logroño.

El sol va desperezándose y los primeros rayos iluminan los pináculos rocosos que flanquean   los pequeños pueblos  de la comarca riojana que atravesamos, destilando el brillo de color ocre que les da la tierra donde se asientan.

Al filo de las 7,30 nos hemos plantado en las urbanizaciones periféricas de  Logroño, que dejamos a nuestra izquierda, para enfilar por la AP 68, dirección Burgos-Vitoria-Bilbao.

Un cielo despejado   anuncia que el  buen tiempo va a ser nuestro aliado en esta jornada sabática, no sin antes superar algunos bancos de niebla que se ciernen sobre la autopista.

Todavía nos queda tiempo para contemplar extensas parcelas con cultivos vitícolas, algunas de ellas de reciente plantación, que, más pronto que tarde, engrosarán los celebrados caldos que esta tierra riojana produce.

El sol  luce ya en todo lo alto y el viaje va tocando a su fin. No hemos hecho ninguna parada en el camino, salvo las obligadas en los controles de peaje. Así que el final del trayecto lo celebramos con un más que merecido deseo de estirar las piernas, además de los bastones y el ajuste de los pertrechos que el senderista cuida con mimo.

Hemos parado junto a un caserío de construcciones dispersas, entre las que destaca un bien conservado lavadero público, como tantos otros que encontramos  también  por nuestra geografía provincial, testigos silenciosos de la  forma de vida de otras épocas.

Nos ponemos en marcha, en medio de un bosquecillo de robles y encinas,  que se alterna con áreas de pasto, hasta adentrarnos  en la ladera más boscosa, donde caminaremos en dirección ascendente  para acercarnos a la parte más alta del entorno que hoy visitamos, que no es otro que el monte Santiago, considerado Monumento Nacional por encerrar un gran interés paisajístico, geológico, geomorfológico y florístico.

Apenas hemos ganado unos metros de altura, nos hallamos ante una cerca de alambre de seguridad que circunda todo el perímetro que iremos recorriendo  y desde donde tenemos una excelente primera vista  del valle de Orduña, con esta población en medio del resto de los pequeños municipios y caseríos desperdigados a lo largo y ancho del citado valle. Completa este paisaje el final del cañón que forma el macizo roquedo, a los pies de Délika, lugar alternativo donde iniciamos  la anterior visita  a este paraje.

Nuestros sherpas han diseñado la ruta  comenzando  por la parte más oriental, para ir circundando  las alturas  en dirección noreste y completar un trayecto de  recorrido circular, que nos proporciona una visión panorámica de la belleza que desprende este lugar, enclavado en el corazón de Burgos y compartido, en parte, con territorio alavés.

El Monte Santiago se ha comparado, metafóricamente, con un terrón de azúcar: se asienta sobre una mole caliza que se configuró en el Cretácico Superior. Este material es soluble (de ahí la comparación con el azúcar), por lo que las precipitaciones han modelado lentamente la roca, penetrando primero en las fisuras y ensanchándolas, creando lapiaces (surcos u oquedades  sobre una superficie pétrea irregular), dolinas  (depresiones  que se forman en el subsuelo cuando el agua erosiona la capa subyacente), simas y galerías por las que ese agua fluye.

Vamos rodeando de sur a norte el citado monte  y al otro lado de la valla protectora tenemos la vista multipanorámica del valle de Orduña. Pero si miramos más cerca, en las proximidades de nuestra posición, encontramos los farallones, a modo de vertiginosas paredes de piedra, que conforman este espectacular anillo  del entorno montañoso. Son verdaderos acantilados, de paredes verticales, profundamente agrietadas y horadadas por la karstificación, que van retrocediendo por desprendimiento y fragmentación a medida que pierden asiento.

Y en medio de este ciclópeo espectáculo de rocosas verticalidades, un precipicio vertiginoso e inesperado interrumpe de forma brusca las suaves formas del monte de Santiago: ante nosotros, un vértice de unos 300 metros de caída vertical, cierra el profundo cañón de Délika, donde se sitúa de forma convencional el nacimiento del río Nervión, uno de los cauces míticos del País vasco, cuya desembocadura en la ciudad de Bilbao brinda soporte a un importante puerto industrial. Y ese era  nuestro objetivo: admirar el incipiente  torrencial curso de este río,  que, como todo salto  de agua espectacular, es objeto de admiración por su estética, su bella bravura paisajística y su riqueza medioambiental. Y otra vez nos conformamos con imaginarnos esta escena: el salto estaba seco, no había agua y las paredes, testigos de su caída, apenas lucían unas tímidas manchas de humedad. Otra vez la naturaleza se muestra esquiva a nuestras pretensiones.

Sin embargo, el esperado y frustrado atractivo perseguido, el salto del Nervión, se vio compensado por la variedad y vistosidad del resto de los encantos paisajísticos que tuvimos ocasión, algunos, de recordar, y otros, de conocer: bellos paisajes con la piedra de protagonista, elevándose hacia el cielo y formando un gigantesco foso que parece dar protección al tranquilo valle que ha generado este fenómenos lítico, a modo de guardián de las  gentes que viven bajo su sombra .Y es que, a veces, las sorpresas vienen no solo por lo que uno espera encontrar, sino por lo que puede encontrar sin esperarlo.

Y, como en toda ruta, no podía faltar la obligatoria parada que nos permite satisfacer el instinto más básico: el consabido bocata que da energía y vitalidad a nuestras habituales caminatas. Y allá arriba, sobre una ladera que nos protege del relente que sopla de poniente, asentamos el cuerpo y las mochilas sobre las escasas piedras  que encontramos en el terreno, para compartir, de forma distendida  el necesario tentempié que todo caminante espera con fruición.

Seguimos rodeando el monte Santiago y a lo lejos podemos observar una muy nutrida concurrencia de gente que se coloca en el saliente de una roca, desde donde, suponemos, disfrutan de  una panorámica que abarca el espectáculo que ofrece el Monte de Santiago: es uno de los miradores construidos ad hoc: contemplar con calma y tranquilidad el intenso e inmenso paisaje que se ofrece al visitante. Alguien del grupo recuerda que tal afluencia de gente y el sitio estratégico donde se sitúan, tiene algún parecido con nuestro Jueves la Saca en Valonsadero, previo a la suelta de los toros. Y no puedo por menos de recordar un grito de espontaneidad que, en mis tiempos más jóvenes,   lanzábamos, de forma entusiasta, al escuchar frases de este tenor: “¡IMAGINACION AL PODER!”

Seguimos caminando para acercarnos hasta este irrenunciable mirador, puesto seguro para admirar, una vez más, desde la altura, las altivas paredes,  los desafiantes cortantes que hienden su porte desde los   vértices que exhiben hasta la tierra que los cimenta, y las ondulaciones circulares que envuelven la magia de la naturaleza que los ha moldeado.

Allí nos encaminamos. Pero antes, tenemos otro atractivo: una lobera. Y, como dato singular, la escultura de dos figuras humanas, cada una en una actitud que refleja la viva expresión de cómo hacían llegar a estos animales hasta una trampa donde caían sin escapatoria. Y no podía faltar la escultura de la figura del lobo.  Representaciones  que muestran cómo era la captura del animal menos deseado por los ganaderos de la zona, como existen también en otras zonas castellanas, que recuerdan  cómo  los lugareños tenían recursos, si no sobrados, sí suficientemente desarrollados para proteger su ganado de los depredadores más habituales.

Y tras  visitar esta exposición  sobre la “captura y prisión lobezna”, nos dirigimos al mirador de Santiago. Y, efectivamente, la afluencia de gente nos hace pensar que  es un lugar de culto para visitantes, caminantes, naturistas… y todo aquel que se acerque hasta este saliente de aluminio y acero, asentado sobre el picacho de una de las paredes verticales del macizo rocoso. Y la vista panorámica no defrauda: en cualquier dirección que dirijamos la vista, podemos admirar la grandeza, belleza y espectacularidad de este monte, compendio de sustrato biológico, geológico, faunístico, floral, medioambiental y paisajístico. Tal vez me quede corto en esta sucinta descripción del monte de Santiago, pero podemos afirmar con seguridad hemos escogido un espectacular rincón para disfrutar de la afición  de todo caminante: ver, conocer, admirar…. lo que la naturaleza pone ante sus ojos.

Dejamos atrás el mirador de Santiago y afrontamos un tramo ascendente que, a decir verdad, se nos hace más exigente que las subidas ya consumadas, mientras el hayedo, colonizador por excelencia de estas laderas montañosas, nos ofrece el alivio sombreado de sus ramas frente al espléndido sol que luce con fuerza.  Por el camino nos vamos encontrando también otros andarines que se dirigen a los puntos de interés que hemos visitado. Parejas, familias con niños pequeños, gente solitaria y otros especímenes humanos se cruzan o adelantan en nuestro camino, mientras vamos consumiendo  kilómetros por llegar al siguiente punto de interés: otro mirador, situado en la parte más burgalesa del concurrido monte. Y no defrauda: tal vez más antiguo que el anterior, pero sólidamente construido, ofrece la posibilidad de otear de nuevo el anillo que forma este fortificado espacio pétreo. AI igual que el anterior, presenta una nutrida concurrencia de visitantes que se acercan hasta aquí para disfrutar del paisaje.  Posamos en el mismo para la foto de rigor y el recuerdo de nuestro paso por el lugar.

Dejamos atrás este mirador y  enfilamos por una cómoda pista de tierra, en dirección descendente, hacia el punto donde nos espera el autobús. Y en poco más de 1 Km. nos hemos plantado en un amplio aparcamiento, alejado de cualquier núcleo de población, muy concurrido de vehículos, y dotado con algunas (no muchas) mesas de campo para hacer un  pic nic . Y este será hoy nuestro ”restaurante” a cielo abierto. Así que, abrimos de nuevo las mochilas y, tras acomodarnos donde mejor podemos sobre las piedras salientes del suelo  o el tronco tendido de algún haya (las escasas mesas ya estaban ocupadas), vamos consumiendo la ración reservada para el almuerzo de hoy. Momento propicio para la charla distendida, el intercambio de viandas y opiniones sobre lo visto y disfrutado, descanso y satisfacción por una ruta más que recordar. Pero cerca de donde nos encontramos, tenemos otro atractivo natural: la Fuente Santiago, Se trata del único afloramiento de aguas permanentes que existe en el conjunto del Monte de Santiago. Leemos en los carteles informativos del lugar  que el origen de esta fuente se encuentra en el agua procedente de la lluvia y las abundantes nieblas que se infiltran en el terreno horadado  y repleto de cavidades subterráneas que proliferan por este monte. Y tras un breve recorrido en superficie, las aguas vuelven a desaparecer por un conducto subterráneo, casi vertical, que se comunica con un intrincado sistema de cavidades kársticas interconectadas entre sí. Después de un corto paseo por los alrededores de esta fuente,  visita obligada  al Centro de Interpretación que se encuentra al lado de este manantial. Y tan corto como el paseo por la fuente es la visita  al centro, porque el guarda  cierra a las 15,00 h., y apenas tenemos unos minutos para conocer la información que ofrece este espacio turístico.

Estamos citados a las 16,00 h. para el regreso a Soria. Y sin demora, a esa hora  ocupamos ya nuestra plaza en el autobús. Y como todo viaje de regreso, en el ambiente se palpa la euforia contenida por haber completado una magnífica jornada senderista, que nos ha dado la oportunidad de conocer magníficos rincones de nuestra  extensa geografía y  vivir sensaciones que solo un marco natural de intensa belleza proporcionan a nuestra retina.

En el trayecto de vuelta, hacemos una parada en una población riojana  de la N-111. Un café, un refresco, una cerveza…siempre son bien recibidos en el ánimo de quienes compartimos la afición común de andar y andar  los caminos…. Y aquí viene la anécdota del momento: Lali reparte unos deliciosos sobadillos que ha elaborado ella. El éxito es inmediato: enseguida otras compañeras le piden la receta para emular sus dotes de repostera.

Y antes de que el sol vaya declinando, nuestro autobús nos deja donde nos ha recogido esta mañana. Son algo menos de las 20,00 h.

Otra ruta, otra historia para recordar, otros recuerdos para grabar

 

Agnelo Yubero

 

 

 

 

 

 

 

2 Comments so far:

  1. Un placer leerte y disfrutar con la descripción de los paisajes espectaculares que recorrimos!
    Otro relato para guardar, Gracias Agnelo!

  2. Precioso compañero, una pena que no estuviera el salto, pero como muy bien nos cuentas el monte Santiago y sus miradores merecen la pena. Gran placer leerte-Gracias

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Posted by: soriapasoapaso on