ENCANTO FLUVIAL EN LA SERRANIA DE CUENCA
Soria, 27 Enero 2023
El título no es una hipérbole. Solo es el remedo esquemático de otro lugar, no muy lejano de esta tierra, conocido como la ciudad encantada de Cuenca, y que podíamos hermanar con el que hoy visitamos como paraje encantado de la serranía conquense.
Nuestro primer viaje de 2024 que traspasamos las fronteras sorianas lo hacemos por comarcas manchegas. Como siempre, nuestros sherpas han acertado con el lugar y el momento propicio para recorrerlo.
Pero vayamos desde el principio.
Nos toca madrugar (y bastante). Nuestro destino, que es lo mismo que decir nuestro comienzo de la ruta, está a 180 km. de nuestra familiar capital soriana. Son 3 horas de viaje en autobús hasta el, todavía, desconocido pueblo conquense de Tragacete.
Estamos citados a las 6 de la mañana en el lugar de costumbre 28 entusiastas compañeros/as del grupo, tope máximo por la disponibilidad de plazas del autobús, porque fueron algunos más los que mostraron su interés por hacer esta ruta y tuvieron que quedarse para otra ocasión. Pero donde hay patrón no manda marinero, así que, con puntualidad suiza, faltaba un minuto para la hora citada, cuando, una vez comprobada la presencia de todos los convocados, arrancaba el autobús hacia la carretera de Madrid, para el viaje que nos llevaría hasta la mencionada localidad manchega.
Y, claro…, a esas horas todavía uno siente el calor de las sábanas que hoy ha tenido que abandonar anticipadamente por su impenitente afición a conocer rutas, senderos, caminos…., pero sobre todo, se echa de menos el confortable descanso que da la almohada para perseverar en el sueño reparador que propicia una noche anticipatoria del descanso de fin de semana.
Los primeros kilómetros transcurren en un ambiente de serena quietud, que se podría traducir por un más que elocuente susurro de conversaciones a media voz, como si se quisiera espantar el sueño que acecha a los más conversadores, sin molestar, por otra parte, a quienes han optado desde el principio por entregarse en brazos de Morfeo. Pero pronto, todos se rinden a los caprichos del dios griego que, poco a poco, va envolviendo en su manto de silencio a los más osados empeñados en convertir el último tramo de la noche en una prolongación de sus cuitas diurnas.
Y en esta calma y silencio viajeros, vamos devorando kilómetros sin apenas enterarnos del tránsito por poblaciones como Alcolea del Pinar o, la ya más adentrada alcarreña, Molina de Aragón. Todavía es de noche cuando cruzamos estas localidades. Los ocupantes del bus duermen plácidamente (o eso parece desde el interior), mientras las sombras nocturnas se resisten a dar paso a los rayos solares que vivifican, templan, estimulan y proclaman la llegada de un nuevo día para disfrutar.
Hemos cruzado ya con el sol despuntando el último pueblo de tierras alcarreñas, Peralejos de las Truchas (curioso nombre), zona de contacto entre la serranía de Albarracín y la de Cuenca.
Y enseguida entramos en la comarca conquense, salpicada de jóvenes y florecientes masas forestales a uno y otro lado de la carretera que, por cierto, tiene prolongados tramos de curvas descendentes, indicativos del cambio de altitud de una a otra zona geográfica. No menos atractivo que sus estilizados pinares ofrecen las paredes rocosas que podemos observar desde nuestra posición, colonizadas igualmente por el pino silvestre, dueño y señor del terreno que contemplamos.
El sol ya se ha desperezado y empieza a brillar en lo más alto, mientras nuestro estado aún somnoliento nos anticipa que entramos en una tierra que ofrece sorpresas y atractivos naturales todavía por conocer.
.
Nos vamos acercando a nuestro punto de destino. Son algo más de las 9 de la mañana y el autobús, tras cruzar el pequeño municipio de Tragacete, nos deja en un lugar acondicionado para el aparcamiento de vehículos, desde donde iniciaremos nuestro periplo senderista por esta sierra manchega, para conocer el origen y surgencia de dos ríos que bañan esta comarca, si bien hay que decir que cada uno toma destinos distintos, hasta el punto de encontrarnos en el límite divisorio entre la vertiente atlántica y mediterránea ( según atinada observación que me hace Angel): por un lado, el Júcar, que entrega sus aguas al Mediterráneo, en las proximidades de Cullera, y, por otro, el Cuervo, afluente del Guadiela, que se unirá al Tajo, para fundir sus caudales en aguas del Atlántico, allende nuestras fronteras, en la vecina Portugal .
Y el primer nacimiento en visitar será el serpenteante Júcar, con una trayectoria de 497 Km. Bajamos del autobús e iniciamos el ritual de cada ruta: acomodamos las mochilas, estiramos los bastones, un último ajuste a los cordones de las botas y en marcha hacia el primer objetivo. El camino se hace amable, ya que es una cómoda pista de suave, casi imperceptible, ascenso.
La primera sorpresa nos llega con el cartel anunciador de “Cascada del Molino de la Chorrera”. Hay que reconocer que los nombres que la cultura popular ha dado a estos parajes ofrecen un significado fielmente ajustado a lo que son los fenómenos observados. Porque, efectivamente, pronto nos encontramos con una desmelenada cascada, que vierte sus aguas hacia el cauce llano del terreno, cerca de la cual se conserva una construcción, en aparente buen estado, que, en sus tiempos, fue un molino para aprovechar la energía hídrica de este torrente de agua.
Seguimos un trazado fácilmente transitable, rodeado de variada vegetación silvestre, y aderezado de numerosos paneles informativos que explican el tipo de flora que vamos observando y ayudan al caminante a conocer mejor el lugar que pisa y la naturaleza que le rodea: Pudio (Rbannus alpinus) o Madreselva (Lonicera xylosteum), son sólo algunos de los arbustos que aparecen descritos y detallados en dichos soportes informativos.
Siguiendo el camino encontramos también alguna edificación personal, donde podemos observar en el jardín de dicha vivienda una piedra circular, típica de un molino que ha desempeñado su función de moler el grano bajo su peso.
Y un poste informativo en el trayecto nos indica que estamos llegando al “Albergue juvenil San Blas”. Lugar idílico para solaz y recreo de la población a quien está dedicado: gente joven con ganas de disfrutar de la naturaleza al aire libre y en un remanso de belleza ambiental. Como es lógico, en estas fechas el albergue permanece cerrado, a la espera de un tiempo vacacional que permita su disfrute a los usuarios habituales.
Y casi sin enterarnos, vemos ya las señalizaciones que nos anuncian la proximidad del nacimiento del primer magnífico cauce fluvial de esta tierra: entre la amalgama de tablas que indican direcciones, encontramos una que nos señala “nacimiento del Júcar, 0,2 Km.” Y un poco más abajo de esta señal, destacada en color rojo, tenemos otra más modesta, de color blanco, que dirige hacia el también próximo “Estrecho del infierno”. El primer apelativo tiene toda la razón de ser, porque, efectivamente, nos encontramos con un paso entre paredes rocosas, angosto y estrecho, regado por las aguas de escaso caudal procedentes del manantial que da nombre al
río, y que resulta ser un ejercicio de equilibrio su tránsito por encima del fluyente caudal, si no queremos dar con nuestro cuerpo en el agua o, lo que es más probable, remojar nuestras botas hasta el tobillo por efecto de la humedad de las piedras sobre las que apoyamos las pisadas. Pero el calificativo de infierno, no deja de ser un guiño a la imaginación de los ancestros pobladores de estos pagos. Sea como fuere, las aguas de este estrecho se consideran el nacimiento “oficial” del citado Júcar, si bien, geográficamente, su origen habría que situarlo un par de kilómetros más arriba de nuestra posición, donde el río, todavía bajo la capa del subsuelo, comienza a asomar su naciente fisonomía. Y además de belleza natural, este río aporta gran riqueza a las comarcas por las que fluye, en forma de agricultura de regadío, donde abundan las huertas que conforman una prolífica ribera, tanto en la vertiente manchega, como, más adelante, en la comarca valenciana. Ya lo describían así en el pasado siglo los técnicos que observaban y aprovechaban este recurso natural para desarrollar amplias zonas de regadío que ha llegado hasta nuestros días. Los funcionarios de formación agrícola relatan cómo en las proximidades de Valdeganga (al nordeste de Albacete y a orillas de nuestro río) “entre las ásperas y elevadas gargantas por donde corre el Júcar, se ven en su fondo dos fajas de huertas a todo lo largo de la corriente, cultivadas con esmero y cubiertas de frondosos y corpulentos nogales y cerezos….A ambos lados del río se extiende un encintado de huertas cultivadas admirablemente, las cuales están limitadas por dos cortaduras verticales de extraordinaria altura”. Solo es un apunte para remarcar la importancia que este río ha tenido y sigue teniendo a lo largo de su trayecto por la geografía oriental de nuestra tierra patria.
Los más osados por conocer el sugestivo estrecho del infierno vamos abandonando el lugar para encontrarnos con el resto de compañeros, que se han quedado confortablemente en la pradera que antecede al citado estrecho, mientras dan cuenta del deseado tentempié que todo senderista necesita para su confortable actividad. Hemos llegado a tiempo y sobre alguna piedra saliente que ofrece la pradera encontramos acomodo para satisfacer las necesidades gastronómicas que nuestros colegas ya han resuelto (o casi).
El camino de vuelta es el mismo que hemos hecho de subida. Pero siempre hay algún atractivo que nos llama la atención. En este caso, es una fuente de aguas transparentes, con el mismo nombre que el albergue anteriormente citado, “fuente de San Blas”. Parece que este santo goza de gran devoción y popularidad por estas tierras, hasta el punto de que en un cartel informativo próximo a este manantial leemos que se celebra una romería popular hasta este lugar el día de su festividad. En una de las laderas de la cercana pared rocosa, una pequeña hornacina escavada en la misma, conserva una talla del santo.
Llaneamos. Nos vamos acercando al punto donde nos ha dejado el autobús. Un camino agradable, que facilita la proximidad y las conversaciones espontáneas de lo que hemos visto, disfrutado, admirado….
Y en menos tiempo de lo previsto, nos hemos plantado en las proximidades del aparcamiento donde nos dejó el autobús.
Tomamos el autobús para dirigirnos al cercano pueblo de Tragacete, donde haremos la comida del mediodía. El servicio del restaurante es rápido y agradable, sin embargo existe una sensación de frío en la sala del comedor que ocupamos, sin duda debido a la humedad que se desprende de las paredes.
Terminada la comida y en dirección ya a Soria, aparcamos en una amplia zona para conocer la segunda sorpresa que nos depara este soleado día de Enero. Y a poco de bajar del bus, ante nuestra vista la espectacular imagen de los chorros de agua que derrama generosamente el río Cuervo, a pocos metros de su verdadero nacimiento. Si en la vida social hablamos de espectáculos que derrochan luz y sonido por efecto de las performances que se han montado para un evento, en este caso con más propiedad podemos decir que nos encontramos ante un verdadero espectáculo natural de luz, color y sonido.
La luz la ponen el blanco níveo de las vistosas ramas de los arbustos que flanquean las torrenciales caídas de agua; el color es el contraste de la variada vegetación arbustiva y arbórea, como son los tilos, avellanos, arces que acompañan al pino laricio y albar, típicos de la serranía conquense. Y el sonido, como no puede ser de otra manera, lo produce la caída del agua por cualquiera de las múltiples cornisas, escondidas entre la vegetación de esta colina piramidal, donde el agua se escurre por enormes estalactitas de roca calcárea, que parece haber encontrado el escenario idóneo para su representación natural. Sorprende este derroche de agua y sonido, y más cuando en invierno estas chorreras se hielan, formando un paisaje invernal de indudable belleza y originalidad. El bravío
espectáculo que ofrece el naciente río fue declarado monumento natural en 1999. Sin embargo, el verdadero y más discreto nacimiento se encuentra un poco más arriba de estas soberbias cascadas, donde se accede por cómodas pasarelas instaladas al efecto, hasta llegar a una pequeña cueva de origen kárstico. Aquí manan las primeras aguas de este arrogante hermano menor del Tajo. Un delicioso paseo por los alrededores, convenientemente señalados y acondicionados para disfrutar con pausa y deleite del cercano y frondoso pinar, completan nuestra estancia por el encantado paraje en torno al río Cuervo. Según las referencias turísticas cotejadas, este lugar es uno de los rincones más visitados de todos los tesoros que componen la serranía de Cuenca, debido a su belleza y espectacularidad.
El regreso al autobús lo hacemos por otro camino que sirve de mini-ruta para un tranquilo pase y ,a la vez, admirar de las aguas del río que discurren ya encauzadas sobre el lecho fluvial, por momentos rápidas y veloces, que dan vida y riqueza a esta serranía.
Estamos citados a las 17,15 para tomar de nuevo el autobús que nos traerá de vuelta. Y con la misma puntualidad que salimos de Soria, lo hacemos ahora para el regreso. Un minuto antes de la hora citada estamos ya rumbo a la capital. Nos esperan otras tres horas de viaje, la parte menos amable de este periplo, pero nos traemos la retina llena de bellas imágenes, sugerentes rincones y la satisfacción de haber completado una jornada que colma las aspiraciones de cualquier amante de los caminos, la naturaleza, y, sobre todo, esa estampa de belleza estética que ofrece el agua cuando muestra su esplendor y abundancia en el ambiente que ella misma recrea.
Agnelo Yubero
Muchas gracias por tu esfuerzo Agnelo.
Fue una salida espectacular y tú, has hecho un buen trabajo.
Gracias Agnelo, tú remato es poesía para mis recuerdos
Q preciosidad todo y q bien explicado,Muchas gracias.
Un relato precioso!
Tus palabras hacen revivir las imágenes, colores y sonidos espectaculares de la jornada vivida.
Muchas gracias Agnelo!!!
Pues hoy 3 de febrero habrá sido la romería. Magnífico relato Agnelo que describe una estupenda ruta. Mil gracias