Hayedo del Moncayo, verde otoño 21/10/2023
Después de unos meses de septiembre y octubre inusualmente calurosos, esta semana se asentó el otoño entre fuertes lluvias, que este sábado, nos han dado una tregua para cumplir con una de nuestras citas ineludibles en estas fechas, los hayedos; Volvemos al Hayedo del Moncayo.
Tenemos prevista la misma ruta de 2021, de 11,37 Km con una altitud mín. de 1.250 m y altitud máx. de 1.679 m. La primera parte será también la más dura puesto que ascenderemos un desnivel de 420 m. en los primeros 3 km. después ya será un suave descenso.
Las rutas que ya hemos realizado siempre nos ofrecen nuevas perspectivas y especialmente este año porque el otoño apenas se hace notar, de manera que el cromatismo del paisaje no será el acostumbrado.
Salimos de Soria a las 8 de la mañana, vamos por Agreda hasta Vozmediano con su castillo del S.XII recortándose en la ladera del Moncayo y enseguida dejamos atrás la provincia de Soria para entrar en la de Zaragoza. Estamos en el macizo del Moncayo, exento y máxima altitud del Sistema Ibérico consta de varias cumbres que superan los 2000 m. siendo las tres principales: el Moncayo de Castilla o Peña Negra, de 2118 m. el propio Moncayo, de 2316 m. y Lobera, de 2226 m. Otras secundarias son San Juan, de 2283 m. Morca, de 2273 m. y Peña Negrilla, de 2171 m.
Llegamos al punto de partida, al aparcamiento de la Fuente del Sacristán, aún vacío y rodeado por vegetación casi veraniega de hayas, pinos y helechos. Un agradable borboteo de agua nos acompaña mientras nos preparamos para la ruta en esta mañana fresquita y ventosa, así que bien abrigados los trece senderistas iniciamos la marcha, con Félix como sherpa.
Ascendemos por escalones de piedra, repechos y escarpadas sendas, con breves paradas ante el nevero del Prado de Santa Lucia y las ruinas de una ermita con el mismo nombre, atravesamos estrechas veredas abiertas entre morrenas glaciales, buena parte del camino es sobre lecho de piedras que dificultan nuestro caminar, pero también pisamos sobre alfombras de hojarasca de pino silvestre y, aunque escasas, de hojas húmedas y envejecidas a los pies de hayas pletóricas de verdor.
Vamos disfrutando tanto los paisajes roquedos, como de ese cercano arbolado a ambos lados del camino o del más amplio de los paisajes, salpicado por pequeños pueblos en cuyo fondo se recortan los Pirineos… y así paso a paso como reza el lema de nuestro grupo vamos salvando paisajes y distancias en esta subida intensa y bella.
Llegamos al Santuario, al abrigo del gran peñasco del Cucharón, pero no es el final de nuestro ascenso, seguimos caminando entre grises pedregales dirigiéndonos hasta el magnífico mirador natural donde, en la anterior visita, almorzamos encaramados en la roca.
Nos tomamos un tiempo para contemplar en toda su extensión la vista panorámica sobre el valle del Ebro que hemos ido admirando durante el camino, algunos compañeros suben a la roca para bajar poco después, hoy tendremos que protegernos del viento y almorzar en la zona inferior del roquedo
Concluido el refrigerio regresamos a la pradera donde se ubica el Santuario del Moncayo que debe su existencia a la aparición de la imagen de Ntra. Sra. del Moncayo. La primera documentación es del siglo XII, pero no así el sencillo conjunto arquitectónico que ha llegado hasta nosotros, compuesto por una iglesia y sendos edificios a sus lados, que hoy son hospedería y restaurante. Y precisamente este es el que visitamos para tomar un café calentito antes de continuar la ruta, que aún nos quedan bastantes kilómetros por delante.
Pero antes hay otra visita ineludible por cercana, la fuente y ermitilla de San Gaudosio que fue obispo de Tarazona, cuyo nombre lleva también una de las hoyas del Moncayo, las otras son las hoyas de San Miguel y Morca, tres circos glaciales formados por los hielos del cuaternario. Hoy la fuente está “ocupada” por un grupo de jóvenes que se retan a mantener las manos dentro del agua, reto al que nosotros, después de mucho pensarlo, no vamos a sumarnos y no será porque el agua vaya a estar he-la-di-ta, sino que ya va siendo hora de dar por terminada la visita y desandar el camino hasta llegar de nuevo a la pradera del Santuario y tomar el camino de descenso.
El pinar pronto va dar paso al extenso hayedo de Peña Roya que recorremos por una amplia y agradable senda donde no deja de sorprendernos el verde intenso y el vigor de las hojas, aunque ya sabíamos que este año no nos cobijarían las hojas ocres y doradas de sus hayas ni escucharíamos el susurro de sus hojas secas, cosas de este otoño que nos ha llegado tan tardío.
Sea cual sea el color que predomine la senda es preciosa, flanqueada por esas hermosas hayas de tronco gris, recto y liso, que se extienden dando lugar a frondosos bosques, cuyo ramaje en horizontal aprovecha al máximo la luz solar, impidiendo a su vez que llegue al sotobosque, razón por la cual, escasean otras plantas en sus inmediaciones, aunque no faltan brezos y helechos. Los hayedos necesitan mucha humedad y el del Moncayo, situado en su ladera norte, cumple dicha premisa, siendo uno de los más meridionales de Europa.
Otro de los atractivos de este hayedo es el musgo, que la lluvia de esta semana ha reverdecido y envuelve raíces, troncos y piedras, formando figuras de cuento, cuya originalidad y belleza hace que algunos nos vayamos deteniendo continuamente.
Hay más motivos para hacer estas breves paraditas como puede ser ver las setas, hongos o champiñones que vamos descubriendo, los hayucos, fruto de las hayas, ahora secos o leer los paneles informativos como uno que nos cuenta qué son las agallas, así se denominan las excrecencias que los arboles desarrollan por las infecciones provocadas por insectos, bacterias, virus etc. En el caso de las hayas es un insecto que utiliza la agalla como cobijo y alimento.
A lo largo de la ruta también hemos ido viendo numerosos y vistosos acebos, algunos sin su baya roja y otros con hojas sin pinchos, vamos a conocer las razones de estas aparentes peculiaridades que no son sino características de los acebos: Las brillantes hojas de un verde oscuro con el borde espinoso se dan en los ejemplares jóvenes y en las ramas más bajas en los adultos, siendo no espinosas y de color más claro las jóvenes de las ramas superiores de estos últimos. En cuanto a los característicos frutos rojos, sólo los acebos hembra pueden producir las bayas, siendo necesario que acebos hembras y machos estén cercanos, aunque hay otras causas para carecer de bayas como la temprana edad del acebo, escasa luz solar, la poda…
A altitudes más bajas ya vamos encontrando robles, señal de que está concluyendo esta bonita ruta circular, a buen paso, aún con estas breves pausas y conversación, llegamos a la Fuente del Sacristán, donde nos tomamos unos minutos más para ver y disfrutar del entorno antes de ir al aparcamiento, ahora repleto de coches, terminando nuestra ruta de nuevo con el borboteo del agua que discurre por allí.
Ana María Abajo.
Que alegría leerte Ana. Me ha encantado tu crónica. Gracias. Recuerdo ese mirador y cuando almorzamos en aquella gran roca con vistas alucinantes.