PELEGRINA: RECORDANDO A FÉLIX RODRIGUEZ DE LA FUENTE
Soria, 10 Diciembre 2022
Porque ese es uno de los motivos de nuestra escapada de hoy, además de conocer parajes llenos de encanto: recordar la obra de este inolvidable conservacionista, que sentó un antes y un después en el estudio, interés, tratamiento y repercusión de lo que hoy conocemos, genéricamente, con nombres como ecosistemas, medio ambiente, conservación de la naturaleza, su fauna, su flora, etc.
A las 7,30 h. estamos ya en el sitio convenido los casi 20 compañer@s del grupo que nos hemos dado cita para acercarnos hasta los dominios de la ruta programada y que, en este caso, y dada la distancia, lo hacemos en autobús. Y a las 7,33 nos ponemos en marcha.
Todavía bajo el manto de la noche, Iñaqui, nuestro conductor, enfila en dirección hacia la A-15 y en algo menos de una hora de viaje, tras dejar la vía que traemos, nos desviamos dirección Sigüenza para enseguida tomar otro ramal con señalización hacia Pelegrina.
Pero antes, parada para conocer un testimonio que rinde tributo al irrepetible personaje que resuena por estos escarpados lugares: se trata de un mirador, levantado por suscripción popular, que recuerda su obra y aportación al conocimiento de los hechos naturales que él supo captar, frente a los verticales muros de piedra que se reparten y alternan a lo largo del río Dulce. Desde aquí tenemos una perspectiva parcial del cañón en su vertiente noroeste, en forma de hoz, que antecede la belleza paisajística en su conjunto, mientras en otra dirección el cañón se forja con salpicados roquedos que parecen proteger y hacerlo más sólido, como si quisiera servir de escolta a un más que humilde río que se deja acunar por estos muros ciclópeos. Sobre la pared-monumento erigida al pie del mirador, con abertura central en forma de V invertida, una lápida recuerda el sitio desde donde el admirado estudioso de la vida animal filmaba sus series más emblemáticas. Como dato curioso (y meritorio), hay un panel informativo escrito en braille para que los invidentes puedan “visualizar” imaginariamente lo que tienen ante ellos. Fotos de rigor en este espacio de culto a la naturaleza y de nuevo al autobús hasta alcanzar el pequeño pueblo de Pelegrina, punto de salida que nos acerca hasta el agreste paisaje del que ya tenemos un adelanto.
Hemos aparcado en un amplio solar, junto al restaurante donde haremos el almuerzo. Un tímido velo gris cubre el cielo, aunque pronto se desvanecerá para dejarnos a la vista un resplandeciente sol, deseado acompañante de cualquier jornada. Nos hallamos en la parte baja del pueblo, y desde aquí tomamos la dirección de una de las sendas de la Hoz de Pelegrina que se indican en las fachadas de los edificios, y que en nuestro caso está señalizada como la “Ruta de Don Quijote”, integrada, a su vez, en otra de largo recorrido, el GR-10. Es una cómoda y ancha senda que nos adentra en las proximidades del cañón, sin perder de vista nunca el perfil del pueblo y, sobre todo, teniendo como referente y guía el Castillo que se erige en lo más alto del municipio, visible en cualquier rotación o variación que hagamos de nuestro camino.
Cruzamos un pequeño puente y sin alcanzar todavía mucha altura (en realidad, la cota más alta del cañón no es muy elevada en línea con la ubicación del pequeño pueblo), tenemos a la vista alguna curiosa y aislada formación rocosa, en forma de estilizada y desigual línea morfológica, que apenas alcanza 3 metros de altitud, donde resalta la parte inferior más estrecha que su corona superior. Por su parecido aparente, representa la antítesis de las estalagmitas que hemos conocido en ambientes cavernosos, formadas estas por surgencias desde el suelo que las sustenta en virtud de procesos físico-químicos detallados, mientras las rocas que ahora vemos son producto de la evanescencia soportada durante mucho tiempo, también debido a fenómenos físico-atmosféricos, que han obrado en sentido contrario para perfilar el tipo de figura que nos sorprende.
Ahora la senda se hace más estrecha, pero en absoluto incómoda, y en un claro entre los montículos que forman estas elevaciones, tenemos una nítida panorámica de Pelegrina. En realidad, no nos hemos alejado demasiado del enclave urbano, ya que el recorrido es un trazado casi circular en torno al río Dulce que riega este municipio. Un poco más arriba de nuestro camino encontramos un corral en ruinas, la huella tantas veces contemplada en nuestra provincia, como una muestra silenciosa que ha marcado la despoblación también de estas tierras.
Seguimos subiendo un suave y cómodo ascenso hasta llegar a la parte más alta del cañón, mientras bordeamos los esbeltos y altivos escarpados que escoltan el apenas visible cauce del río Dulce. El suelo es pedregoso, hermanado con el paisaje bronco que conforman las vertiginosas paredes, donde posan plácidamente colonias de alados carroñeros, impávidos cuando estamos alejados de ellos, pero, apenas barruntan nuestra presencia, despliegan su poderío aéreo para remontar el vuelo y alejarse de nosotros. No por mucho tiempo. En otro peñasco volveremos a ver nuevos ejemplares de estos espectaculares buitres leonados, que han hecho del paisaje rocoso del cañón su particular hábitat privilegiado. En el horizonte que alcanzamos, podemos ver unas laderas donde escasea la vegetación arbórea, (algunos encinares, aliagares o espinares), pero encontramos un exuberante suelo alfombrado de verde intenso que propicia la vegetación herbácea surgida por estas alturas.
La elevación por la que caminamos presenta de vez en cuando algún mirador natural para descanso del caminante, mientras deleita su vista con el panorama que se abre ante sus ojos. Y uno de estos miradores se sitúa frente a la llamada cascada de Gollorio. Hemos tenido suerte y, aunque no es de las más espectaculares que hemos admirado, en esta ocasión lleva agua en vertiginosa caída por la pared de la roca hasta formar un cauce autóctono. Y desde aquí, con la vista puesta en la cola de caballo que forma el agua de la cascada al caer, asentamos las posaderas para hacer el alto obligado de toda ruta y aligerar las mochilas. El tiempo nos acompaña: sol radiante y confortable temperatura para el asueto gastronómico. No resulta difícil encontrar acomodo entre las piedras que salpican este suelo, así que pronto hemos encontrado el lugar adecuado para dar cuenta del bocadillo y demás viandas que complementan el menú del caminante. Sin olvidar la bota…Y en nuestro descanso no estamos solos: pequeños grupos de senderistas han cruzado por nuestra posición para descender hacia la parte más llana del camino, en tanto que otros hacen la ruta inversa y suben hasta el mirador procedentes de la dirección que enseguida tomaremos nosotros.
Cumplidas las obligaciones gastronómicas, nos dirigimos hacia la cota más baja del recorrido. Ahora la senda es tierra arcillosa, mezclada con cantos de piedra, que, dada la humedad producida por las recientes lluvias, obligan a dosificar las precauciones. Aunque la dificultad más evidente la tendríamos al llegar al fondo de la ladera y cruzar un pequeño cauce de agua, apoyándonos en unas no muy seguras y algo resbaladizas piedras que sirven de puente para tal fin. Alguno, que a los asistentes a la ruta no les resultará difícil identificar, probó la temperatura del agua al sumergir su bota en el interior del arroyo para mantener el equilibrio. Gajes del senderista, sin más consecuencias….
Caminamos por un llano arbolado de vuelta hacia el pueblo, donde la profusión vegetal es más intensa y variada que las descarnadas laderas por las que hemos transitado. Estamos en el Parque Natural del Barranco del río Dulce. Y en el trayecto encontramos una caseta, que es todo un lugar de culto para el caminante, por cuanto en ella recogió y guardaba Félix Rodríguez de la Fuente el material filmográfico que produjo en este plató, que era el cañón del río Dulce, principalmente muchos de los capítulos de la celebérrima serie televisiva “El hombre y la tierra”. Y llegados a este punto, es de justicia trazar una breve semblanza de este singular e irrepetible
personaje, burgalés de nacimiento. Divulgador por excelencia, además de un humanista y activista, logró convencer a la audiencia de los años 70 que vieron sus programas de TV (aunque antes también había trabajado en la Radio) del deber de proteger y salvar las especies que se encuentran en peligro de extinción. De todos es conocido su amor y pasión por los lobos, animal maldito en aquella época en los ambientes rurales por el daño que originaba en las cabañas ganaderas, hasta el punto de que su imagen se asoció con la del lobo ibérico, que, con sus programas, ayudó a preservar de la extinción. Fue mucho más que un comunicador que convirtió su amor por la naturaleza en una forma de entender la vida. Se le puede considerar, posiblemente, el primer ecologista español en concienciar con su oratoria a cientos de miles de personas de lo que significa la protección de la naturaleza.
En este sentido, podemos considerarlo un adelantado a su tiempo, un visionario de lo que podía ocurrir cuando el hombre da la espalda a la naturaleza por otros espurios intereses. Por no alargar más esta pequeña imagen de su figura, podemos afirmar que la idea central de su pensamiento es que no se puede disociar el hombre de la naturaleza. Él lo dijo de una forma más poética:” El hombre es síntesis del Universo, el planeta es síntesis del Universo, entre el hombre y la tierra hay el abrazo profundo, el cordón umbilical irrompible que puede haber entre el niño y la madre, cuando el niño está en el claustro materno. Si el cordón se rompe, el niño muere y la propia madre está en peligro”. Sirva esta cita como testimonio de admiración a su figura de quienes amamos la naturaleza y disfrutamos de ella en nuestra práctica senderista, que busca conocer, respetar y conservar este patrimonio universal, del cual somos sus guardianes y propietarios, a la vez.
Ya estamos llegando a Pelegrina. El camino se nos ha hecho corto, algo más de 9 Km. de recorrido, pero la belleza de los lugares conocidos y la evocación de un apasionado ecologista nos permite expresar la satisfacción de otra ruta para el recuerdo.
Y ya en el municipio, antes de comer, todavía nos queda tiempo para visitar lo que el mismo nos ofrece. Pelegrina tiene su origen en el siglo XII. De trazado medieval, de calles estrechas, apenas conserva vestigios medievales en su actual dimensión urbanística. Tiene como atractivo indiscutible su castillo (o, más bien, lo que queda de él), también del siglo XII. Contrariamente a lo que otros castillos han significado como fortalezas defensivas, este, sin embargo, tiene un fin más bien recreativo, ya que fue construido por los obispos de Sigüenza como residencia veraniega, levantado sobre una colina roqueda, de forma piramidal, con vistas espectaculares a la Hoz del río Dulce. Hemos visto su silueta a lo largo del recorrido. Ahora, que nos encontramos más cerca, Esther, Alicia, Chema y este
cronista no podemos sustraernos a la tentación de acercarnos hasta el mismo y escudriñar su interior. Y la sensación de los cuatro ha sido unánime: decepción. Su estado de conservación es, francamente, ruinoso. Se mantienen en pie los muros laterales que protegieron su interior, así como alguna torre de vigilancia adosada a los paramentos verticales de la original construcción. El interior está desierto de cualquier elemento de interés. Incluso aparenta que haya sido objeto de expolio de algunas estructuras arquitectónicas que parecen arrancadas o deliberadamente sustraídas. Su emplazamiento, sin embargo, sigue siendo el faro que marca la dirección que se debe tomar para llegar a Pelegrina.
Descendemos del castillo y vistamos la iglesia románica, de la misma época (siglo XII). Destaca entre sus elementos artísticos su portada abocinada, con arquivoltas semicirculares y columnas y capiteles de sencillo aspecto románico rural. De su interior hay que mencionar el retablo de la capilla mayor del siglo XVI, así como su magnífico artesonado mudéjar policromado (también del s. XVI).Y como elemento curioso, conserva un pendón que, en lugar de plasmar algún tipo de simbología religiosa, reproduce la bandera de España.
Y una curiosidad más: cuando bajamos del castillo, Ángel nos espera en una de las calles para mostrarnos otra originalidad pocas veces vista: se trata de un macetero de hormigón alargado sobre el suelo, en el exterior de una vivienda…que tiene forma de serpiente y reproduce fielmente la figura de este reptil, con su morfología ondulante y su cabeza triangular. Y surgen los comentarios jocosos: “¿se trata de una pitón, una boa, una anaconda…?”. Pero ahí queda esta ingeniosa idea, que merece nuestra felicitación al desconocido autor de la misma.
Y llega la hora de comer. Como en toda ruta con almuerzo extra domiciliario, tenemos ya reservada hora y mesa en el establecimiento escogido por nuestro sherpa. Son las 13,30 y hasta las 15,30 hemos dedicado este tiempo a dar rienda suelta a nuestras satisfacciones gastronómicas, acompañadas del no menos satisfactorio momento de disfrutar de la conversación, la anécdota, las sensaciones, valoraciones, etc. con los compañeros que compartimos mesa y mantel .
Pero la ruta no ha terminado. Y aún nos quedan dos nuevas sorpresas por disfrutar en nuestro recorrido.
Salimos de Pelegrina y a escasos kilómetros hacemos un alto en otro pueblecito alcarreño, Barbatona. No tanto para visitar el pueblo, que no ofrece mucho interés, sino el santuario de la Virgen de la Salud. La devoción a esta Virgen tiene un origen remoto, nacido en los tiempos medievales en que tantas imágenes se “aparecían”, cuando, en realidad, lo que ocurrió es que se encontraba alguna talla escondida anteriormente, por miedo a las invasiones árabes, entre algunas rocas o zarzas, como es el caso de esta virgen que, según la leyenda, se apareció a un pastor entre las ramas de un pino (algún parecido tiene con la Virgen del Pino, de Vinuesa, aunque sería aventurado establecer otro tipo de semejanzas). Al margen de las informaciones sobre el origen de esta ermita donde se venera la Virgen de la Salud, su historia, su valor artístico (destaca el gran retablo de corte barroco, ostentando en el centro la imagen de la Virgen sobre una plataforma giratoria), etc., este santuario mariano tiene el valor de la curiosidad etnográfica de sus exvotos. Durante muchos siglos, gentes de todo pelaje (sencillas, adineradas, sabias, etc.), acudían a la Virgen para sanar de sus enfermedades, difícilmente curables por la medicina tradicional. Al parecer, fueron numerosos los milagros efectuados por la Virgen. Comprobados muchos de ellos, dieron lugar a la plasmación en forma de cuadros pintados sobre tablas, en los que se hacía referencia escrita a la persona sujeta del milagro, su oficio, el tipo de enfermedad y la rapidez o totalidad de su curación. Llegaron a contabilizarse hasta miles los exvotos que colgaban de los muros y cientos de cuadros con escenas milagrosas y milagros cumplidos que los adornaban. Posteriormente, se fueron retirando unas y otras piezas hasta quedar hoy reducidas a un abultado conjunto de lápidas de mármol (contamos algo más de doscientas cincuenta), que no dejan de ser emotivas, pero bastante más aburridas que los antiguos exvotos. En la actualidad, se hacen dos romerías o peregrinaciones al santuario: los primeros domingos de mayo y septiembre, con gran afluencia de gentes de la comarca y hasta de zonas más alejadas que llegan de la provincia de Soria y tierras de Almazán, como así me lo confirma Chema, con vínculos muy estrechos con Morón de Almazán.
Conocida la historia e importancia religiosa de este santuario, continuamos camino hacia otro cercano pueblo de Guadalajara, limítrofe con nuestra provincia: Alcolea del Pinar. Y aquí nos encontramos con un elemento constructivo que nos traslada al arte rupestre, si no fuera por la diferencia de tiempo entre el desarrollo de este tipo de arte (era prehistórica) y la época de reciente construcción (principios del siglo XX) de la vivienda que nos ocupa. Se trata de la famosa y muy conocida “Casa de Piedra”, construida por un vecino de la localidad, de raíces sorianas, sobre un peñasco monolítico .Lino Bueno era su nombre y, sin incurrir en el chiste fácil, se puede decir que su apellido hace honor a su obra…y en grado superlativo. Nos guía por la casa, para contarnos la historia y motivos de esta original obra, Isidro, casado con una nieta del constructor. Obtenemos así una información fidedigna de lo que fue este largo trabajo y los entresijos durante el tiempo de su construcción.
En 1907, Lino, empleado de obras públicas menores y pastor ocasional, acude al Ayuntamiento para solicitar la titularidad del peñasco, con la finalidad de construir dentro del mismo una vivienda para él y su familia, ya que sus ingresos no le permitían la adquisición de inmueble alguno y la renta de alquiler que pagaba por entonces (3 pesetas al mes) mermaban considerablemente su modesto patrimonio. Al cabo de 7 años había completado la primera estancia multifuncional dentro de la roca. En años sucesivos, siguió excavando otras dependencias en la planta baja: cocina, alacena, fregadero y chimenea. Y un poco más abajo encontramos la cuadra, con acceso directo desde el exterior por obvias razones de higiene doméstica. Continuó en un plano superior con la apertura de un amplio dormitorio, al que se accedía por un corto trayecto de escaleras. Y así, a golpe de pico y barrena (no utilizó otras herramientas y solo ocasionalmente empleó dinamita para abrir algún hueco, con resultados poco deseables), Lino invirtió 21 años en dar forma a esta ímproba construcción, que él nunca la consideró terminada, según nos revela Isidro. El caso es que la casa alcanzó notoriedad en su época y fue objeto de visita de reyes y mandatarios de primer rango: el rey Alfonso XIII, su esposa, Victoria Eugenia, el General Primo de Rivera, entre otros, visitaron la casa el 5 de Junio de 1928 y al año siguiente le fue concedida la Medalla al Mérito del Trabajo. También los reyes eméritos, D. Juan Carlos I y Dª Sofía, giraron visita a la casa el 20 Abril de 1978, que entonces ocupaban dos de sus hijas. De hecho, la casa estuvo habitada hasta 1990. Hay dos placas conmemorativas de las visitas reales en la fachada de la casa. Lino murió en 1935, a los 87 años (había empezado la obra con 55), dejando su legado inacabado, pero un tesoro que
testimonia la tenacidad, el esfuerzo y la capacidad humana para emprender acciones que, por difíciles que parezcan o sus resultados no se cataloguen entre las obras de arte, merecen la admiración y el reconocimiento, como es esta casa rupestre, considerada la mayor edificación cavada en roca viva por una única persona, reconocida como tal en los Record Guinness.
Anochece cuando dejamos Alcolea y ponemos rumbo a la capital. El día ha sido intenso en sensaciones, reconocimientos, admiración… Ahora nos queda reorganizar nuestros recuerdos y cargarlos en la mochila de los momentos disfrutados en otra inolvidable jornada senderista.
Agnelo Yubero
Que bien que tengas tu mochila de recuerdos para que luego lo puedas contar todo de esta forma sencilla y superinteresante. He disfrutado mucho leyendo sobre el camino y sobre los sitios especiales y curiosos que habéis visitado.Gracias.