UNA RUTA DE ALTURA POR EL EMBLEMATICO URBION

 

 

                                                           SORIA, 27 Mayo 2023

 

Hemos regresado de nuevo a  tierra de pinares. La ruta del sábado pasado fue por el término del turístico pueblo de Navaleno, donde, además de la belleza de su variado pinar, pudimos conocer la conservación, explotación y sostenibilidad de la masa arbórea que alberga esta comarca,  gracias a las detalladas observaciones que nos hizo nuestro guía,  José A. Lucas,  conocedor  por su profesión y trabajo de la vida   que  llena  esta riqueza forestal que los sorianos poseemos.

Y hoy, 27 Mayo, nos hemos dirigido hacia el nor-noreste donde hemos disfrutado de otra jornada llena de belleza paisajística y una naturaleza que desborda pujanza en sus enhiestos pinos silvestres, encanto  y sorpresa en la variada  morfología de su desarrollo  y un encaje sublime de flora, rocas, fuentes, lagunas… que  testimonian el privilegio de encontrarnos en una tierra afortunada, donde el tiempo parece  haberse detenido y la calma de sus cumbres, laderas y llanuras transmiten al visitante una inequívoca sensación de paz y la satisfacción de adentrarnos en un territorio que parece  obra de un duende  divino.

Sin embargo, toda obra bella lleva siempre tras de sí el esfuerzo de su consecución y, en este caso, el desafío que para nuestra actividad senderista comporta salvar un desnivel de 500 m., en poco más de 4 Km., hasta alcanzar nuestra cota  programada: la mismísima cima del Urbión, a 2.228 m. de altitud. Un reto asequible y accesible, que, algo más de veinte voluntariosos compañeros de “Soria, paso a paso”, asumimos con gusto y no menos disimulada ilusión.

Son las 7,30 h. y ya nos encontramos en el lugar de concentración habitual de la capital, para dirigirnos hacia nuestro punto de origen de la ruta. En este caso, en el término municipal de Covaleda, en el paraje conocido como llano de “Paúles altas”, a poco menos de 60 Km.de la metrópoli. Pero antes de llegar, hemos acordado reagruparnos a la salida de Covaleda, tras tomar la desviación de la carretera que conduce al territorio Urbión.  Así lo hacemos y, una vez nos encontramos en el punto convenido, reiniciamos la marcha por una carretera de montaña, primorosamente asfaltada en sus comienzos, aunque pronto la dejaremos para tomar una pista forestal de tierra blanca hasta alcanzar el raso del llano señalado.

Aparcamos los coches donde la pista acaba e iniciamos el ritual de todo comienzo de ruta: ajuste de mochilas, estiramiento de bastones, comprobación del  equipamiento adecuado para la ocasión y, en este caso, la sensación envolvente  de respirar ese aire puro que  transmite el ambiente pinariego. Son poco más de las 8,45. Parece que las previsiones meteorológicas nos serán favorables y con las energías todavía intactas, iniciamos la marcha por la  ladera, todavía `poco pronunciada, que nos  conduce hacia  la cumbre del Urbión.

El abigarrado y siempre atractivo pinar, testigo mudo de  nuestros pasos, se hace transparente a veces  con la presencia de claros en su territorio, que permiten la contemplación de la cadena montañosa  eslabonada en altitudes desiguales hacia el sur-suroeste de nuestra provincia, así como  la visualización de las poblaciones pinariegas  más cercanas a nuestra posición: Duruelo, Canicosa de la Sierra…muestran nítidamente su perfil. Covaleda, se nos esconde tras el parapeto de sus rocas y pinos que bordean el paisaje.

Según avanzamos parece que la niebla  quiere ser nuestra compañera (no deseada)  de viaje, y aunque persistente a ratos, no va  alterar nuestro propósito de disfrutar del encanto que emana de esta tierra. Ha llovido recientemente por estos pagos y el olor a hierba húmeda y suelo mojado, parecen poner un toque de perfume vegetal en el ambiente.

No hemos hecho todavía 1 Km. y encontramos una más que protegida fuente, conocida por su rótulo como “Fuente la Canal”. Se trata de un manantial que forma un humedal en su perímetro de surgencia, sin intervención alguna para direccionarla, y vallada con estética propia del pinar, con el objetivo, suponemos, de protegerla, tanto  del acceso de animales que pudieran desvirtuar su pureza, como del riesgo para el visitante que transita por estos caminos. Y como dato anecdótico, he de confesar que me sorprendió el nombre que mis paisanos le han dado a esta fuente, por cuanto bastante más alejado de donde nos encontramos existe también otra fuente con la misma  denominación, aunque en este caso sí está justificado el nombre, por cuanto el agua  apenas surge del manantial  se recoge  sobre el fino tronco acanalado de un pino, que da origen a su nombre, a la vez que permite su consumo con la máxima facilidad. Huelga decir que es un agua absolutamente potable, ya que no hay elemento alguno contaminante en sus proximidades que pudiera alterar  (por hoy) su pureza.

Seguimos nuestro ascenso y, por momentos, esta inamistosa cortina de vapor que acaricia las altitudes y desciende hasta nuestras cabezas, se hace más presente. Pero ya hemos visto que es inconsistente y, por momentos, fugaz. Así que continuamos afianzando nuestros pasos por la ladera que nos guía hacia paisajes, que, incluso con niebla, cobran el aspecto de misteriosa belleza.

Y pronto llegamos a uno de estos rincones del parque del Urbión, que parecen extraídos de una imagen onírica. Se trata del paraje conocido como “Ambas cuerdas”. Ya lo hemos disfrutado en rutas anteriores, pero su presencia  y el hecho de tenerlo de nuevo a nuestro alcance, parece recordarnos  que estamos ante la presencia de una fascinante urbe megalítica, que en su laberíntico trazado y en sus pétreos rascacielos  que elevan su figura, se desenvuelve la vida de invisibles gnomos que mantienen vivo este sublime berrocal, a modo de guardianes de las esencias que estas alturas proporcionan a los humanos: pinos, rocas, cimas, fuentes…, tesoros manifiestos que los gnomos no pueden ocultar, pero conforman una sinfonía de encantos naturales que la montaña  ha querido regalar a quienes amamos y disfrutamos de su espacio.

Atrás dejamos “Ambas cuerdas” y nos vamos acercando a nuestra meta: conquistar la cima del Urbión. Pero todavía nos queda un trecho. Ahora nos adentramos en un terreno que alcanza lo casi 2.000 metros, escarpado y erizado de piedras ancladas en el suelo y, por momentos, de una vegetación  herbácea (ya no crecen los pinos a esta altitud), que desafía al terreno, la altura y el clima, pero que, compite por generar vida en  las más que difíciles condiciones naturales. Estamos atravesando el paraje conocido como “El Rasón” y que, como su nombre indica, es un raso en la ladera  sur-occidental que da acceso a la cima de este parque natural. La niebla  se ha hecho más intensa y nos impide una visión nítida de la cumbre que será el punto deseado de nuestra ruta de hoy. No obstante, a nuestra izquierda, podemos divisar con claridad la senda que conduce hasta la falda del Urbión, que tiene su arranque en el vecino pueblo de Duruelo. Ya  la hemos transitado en otras  marchas, tanto ascendentes, como descendentes, que hemos hecho por estos parajes.

Y mientras caminamos entre niebla, conversaciones e innegables ganas de reponer pronto energías,  hemos llegado hasta el camino que enlaza con la subida que tiene su origen en el paraje de “El Muchachón”, en el término de Covaleda. Estamos ya muy cerca de la falda del Urbión, y, en concreto, en la antesala de la cima que los covaledenses llamamos el “Balcón de Pilatos” (no me preguntéis el motivo de esta apelación a semejante personaje bíblico). Allí hay instalada una cruz de hierro, esculpida por un herrero de Covaleda, de nombre Justo, que subimos a hombros algunos nativos del pueblo  hace ya algunos años desde “El Muchachón, así como un rudimentario altar de piedra, hecho para celebrar una misa de campaña, como recordatorio y actualización  de una romería que se celebraba en la segunda quincena de Agosto, allá por los años 30-40, entre los vecinos de Covaleda.

Y aquí, junto a la mole pétrea que conforma el arco natural  abierto entre dos paisajes, acomodadas las espaldas para disfrutar del deseado y merecido bocadillo que  restaure las energías gastadas, consumimos con fruición y deleite el tesoro de nuestras mochilas envuelto en papel albar, acompañado de la bota que riega las gargantas o los delicatesen, en forma de barritas de chocolate, que otros compañeros reparten para completar la dieta  del senderista esforzado.

Pero queda el último reto: ascender hasta la mismísima cumbre del Urbión. Desde donde nos encontramos, apenas nos separan 200 m. de distancia. La  subida  no es de máxima dificultad, pero requiere un mínimo de confianza  para salvar ciertas carencias o sensaciones negativas. Casi todos optamos por elevarnos a lo más alto de la cumbre, uno de los techos de la provincia de Soria, (solo superado en unos metros por el  no menos emblemático Moncayo). Y en pocos minutos, hemos conseguido nuestro propósito: pisar lo más alto del Urbión, nombre de raíz vascuence que significa “dos aguas buenas”, haciendo alusión a los dos ríos que nacen en su proximidad: el Urbión, en la vertiente norte riojana y el Duero, en la vertiente sur, término municipal de Duruelo de la Sierra. Alguien del grupo ha llevado una cinta de color azul, con el nombre del club, que dejamos primorosamente anudada sobre la cruz de hierro que remata la cima, como testimonio de nuestro paso por estos picos. Y como no podía ser de otra manera, no faltan las fotos en la máxima altitud con poses, gestos y expresiones  que reflejan el semblante de satisfacción de quien ha conseguido una meta deseada.  La niebla, felizmente, ha desistido de acompañarnos y su ausencia nos deja contemplar el imponente paisaje que de norte a sur y de este a oeste nos muestra generosamente esta privilegiada elevación del sistema ibérico. El magnetismo de la montaña nos atrapa y parece sujetarnos en el reducido y angosto espacio de la cima, hendido entre estrechas aberturas que conforman esta pétrea superficie. Pero hemos de continuar nuestro camino y disfrutar de otros ambientes rodeados de encanto, historia, poesía…

Hacemos el descenso por la cara occidental con la finalidad de encontrarnos con otro enclave sublime, admirado y  presente en nuestro paisaje por doquier: una diminuta cuevecilla a ras de suelo, un pequeño charco formando un diminuto humedal  y un chorrito de agua que salta en el primer desnivel que encuentra…. ¡Estamos ante el nacimiento del río Duero! Pequeño, insignificante, casi

desapercibido, si no fuera por los carteles informativos que informan del nacimiento de un río que riega toda una región, le da riqueza, presta sus aguas para actividades recreativas, conforma impresionantes paisajes cuando discurre entre rocosos cañones que parecen protegerle y permite que, en los últimos tramos de su curso, surquen sus aguas embarcaciones para  admirar de cerca y sobre su propio lecho la belleza de su caudal. Y allí, esculpidos sobre una placa firmemente clavada en una de las piedras que rodean el lugar, podemos leer el lamento poético que Gerardo Diego dedicó a este río naciente porque nadie baja a acompañarle o a detenerse a oír el susurro de su bella cadencia natural. Pero lo que el poeta no imaginó cuando escribió los primeros versos de este “Romance del Duero” (1922), es que si no tiene quien le acompañe en su bajada, sí son muchas las  personas  que suben a admirar la belleza sencilla, austera, humilde de uno de los ríos que, en su discurrir natural, prolongará su permanencia en el tiempo a lo largo de 897 Km. de recorrido, hasta entregar sus aguas al Océano Atlántico. No podíamos perder la ocasión de admirar, una vez más, el origen, casi a escondidas, de este río, nuestro Duero, tan presente en nuestra tierra y en nuestras vidas. Y, cómo no: ¡qué mejor lugar que este emblemático rincón para la foto grupal! Y ahí tenemos a nuestro entusiasta Ricardo, cámara en ristre, para inmortalizar nuestra presencia  junto al nacimiento de un bebé –río,  al que acompañaremos en otros lugares de su curso.

Ya estamos  en el camino de vuelta. El sendero descendente se hace amable, mientras nos vamos adentrando en la masa forestal, una vez hemos dejado atrás las máximas alturas que nos han permitido disfrutar  del cercano y  más alejado horizonte desde estas cumbres.

Y pronto enfilamos por una marcada senda, nítidamente señalada en la corteza de los pinos con los colores de un PR, y secundada por la continua presencia de hitos que afianzan la exacta dirección de la ruta. Se conoce como la senda de “Los Llanos”. Es otro camino diferente al que hemos traído en la subida. Y como todo trayecto pinariego no está exento de agradables sorpresas paisajísticas o naturales. En este caso, nos encontramos, en un claro entre pinos, con una pequeña concentración de agua, de escasa profundidad, conocida como  “Laguna de la Culebra”. No tiene las dimensiones o belleza de otras lagunas hermanas situadas no muy lejos de aquí, como la Laguna Larga o Helada, pero lo humilde se  hace hermoso precisamente en su sencillez y en la mirada de  los pequeños encantos que la naturaleza ofrece a quien sabe disfrutar de los mismos. La laguna presenta las orillas cubiertas de piedras, que parecen desprendidas de un canchal no muy lejos del lugar.

No es el único rincón de interés de nuestro camino, ya que mientras avanzamos podemos observar con innegable sorpresa la presencia de algún ejemplar de pino albar, cuyas gruesas ramas se han desarrollado en una misma dirección, aparentando la corrección intencionada  de quien ha querido hacerlo diferente de sus  congéneres . Tal vez, la explicación más sencilla es que el viento, la orientación, las lluvias y las corrientes de aire dominantes han hecho que este ejemplar, en un espacio relativamente  aislado del resto,  presente una morfología diferenciada.

Apenas un par de km. y volveremos a encontrarnos en el lugar de partida. Sin sorpresas, hemos llegado al aparcamiento de los vehículos. Ahora ya solo toca elegir el lugar donde tomar la cerveza o el vinito post ruta. Y decidimos que, como en otras ocasiones que hemos andado por estas tierras,  sea en la gasolinera de Abejar. Y hacia allí enfilamos, con la sensación de haber cubierto otra jornada colmada de deseos cumplidos.

Y ahí, en la gasolinera de Abejar, hacemos nuestra última y ritual parada que celebra el fin de otra ruta intensa, gratificante y pletórica de satisfacciones compartidas.

 

Agnelo Yubero     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

One Comment so far:

  1. Viva Urbión y los montes de Covaleda que son una pasada de bonitos, una ruta que siempre nos llena de satisfacción y con la ventaja además de que nos cuente y nos describa la zona una persona que ama su tierra.Gracias.

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Posted by: soriapasoapaso on