Por tierras de Ágreda. Cañón del Val 6-mayo-2023

 

Nuestro rumbo en esta mañana del sábado 6 de mayo es hacia la comarca situada a los pies del gran Moncayo, además nos acompaña la primavera que por ahora nos está ofreciendo unas temperaturas bastante altas por lo que sospechamos que vamos a pasar calor.

Ágreda es un pueblo con un rico patrimonio que atrae a un turismo importante y hoy al recorrer sus calles bajando hacía la senda de las huertas, observamos que el pueblo está engalanado con banderines atravesando sus calles y preparado para ser el escenario de la representación de la boda real entre el Rey Jaime I de Aragón, el Conquistador, con Leonor de Castilla, hija del Rey Alfonso VIII, que tuvo lugar en el año 1221.

Los ordenados huertos aparecen ya en el interior del pueblo junto a  torreones como el del Tirador por cuya puerta aledaña pasamos, palacios como el de los Castejón que es el edificio más importante de la arquitectura civil de la localidad que data S.XVII y por cuya fachada no pasamos indiferentes; restos de la vieja  muralla árabe con su famoso arco que forma “la puerta califal” que posiblemente sea una de las enseñas de Ágreda  y a cuya vera nos detenemos un rato a revisar los cultivos y ver cómo va la cosecha: las lilas ya están ajadas pero las calas están esplendorosas, los almendros y nogales ya tienen frutos, lechugas, puerros, verduras varias y plantas de tomates distribuidos en alineados y perfectos surcos ya van despuntando pero todavía no se aprecian bien los famosos cardos que en otoño están enterrados en altas  montañas de tierra . El río Queiles que viene desde Vozmediano es el artífice de este vergel.

Seguimos por la senda paralela a las huertas árabes que sigue el curso del río y al estar flanqueada en su lado izquierdo por grandes árboles es muy umbría y fresca, circunstancia que agradecemos; La siguiente parada de observación es en un mirador sobre este fructífero territorio donde un panel explica como el paisaje ha cambiado por completo por la intervención humana, trocando bosques y arboles de ribera por terrenos de cultivo. Observamos el verdor de los campos recién germinados, se distingue la línea arbórea que re recorre el curso del Val y todo el territorio lo guarda el Moncayo.

Por el camino del corral de Ribota llegamos a la depuradora de aguas por la que pasamos lo más rápido que podemos para torcer a la izquierda y empezar a descender poco a poco en busca del sendero del cañón del Val. Una vez abajo encontramos una zona de antiguas huertas y campos de nogales; los desniveles son salvados con escaleras de madera y hay ayudas con pasamanos de madera y cuerda.

El río del Val está limpio y transparente y podemos disfrutar de todo el exuberante paisaje primaveral que ofrece el cañón. Este río nace en Ólvega y es afluente del Queiles y hay ocasiones en que tiene vertidos contaminantes. En nuestro caminar vamos a salvar el río en varias ocasiones por cómodas pasarelas de madera y tras pasar por un cuidado soto de ribera comenzamos a ver enormes y viejísimas olmas con grandes nudos, los chopos tienen un grosor muy significativo y los matorrales, ortigas, enredaderas y plantas trepadoras se distribuyen por rocas y troncos; fresnos y sauces son también vecinos que comparten el gusto por la proximidad del agua donde las plantas también flotan en la superficie. Nuestro sendero continúa descendiendo por un túnel verde natural hasta llegar a la más

pronunciada de las escalinatas que nos va a ubicar ya en el corazón del cañón del Val. A los pies de la escalera vemos una vieja mesa con su silla de madera, grisáceas y añosas y a unos pasos encontramos la primera cascada que discurre entre rocas y muchos pensamos que es ya el pozo de las truchas. Aunque estamos equivocados la disfrutamos como si lo fuera. Nos vamos animando a subir por un paso entre rocas frente a esta cascada, protegido por una cadena y allí arriba descubrimos a Ángel que ya está tomando su almuerzo, por lo que buscamos rápidamente un aposento en los alrededores de la cascada para unirnos a él. Este es siempre un gran momento de las rutas, el descanso reponedor, siempre en lugares espectaculares, hoy escuchamos el caer continuo del torrente entre tobas, sumergidos en un mundo frondoso y umbroso

Al partir, llegan bastantes visitantes a ver la cascada y unos ciclistas preguntan que” de qué colegio somos”, nos tomamos el comentario como un piropo que contribuye a que sigamos nuestro camino más animadamente, porque ahora toca subir para salir de la garganta del Val y necesitamos la energía de colegiales. Pero antes de abandonar el cañón, tomamos un desvío para conocer “la peña del tío fresquito”: Un sendero ascendente y algo destartalado nos conduce a la base de la gran peña donde una escalera metálica nos aúpa a unos escalones de piedra labrados en la roca para subir a su cima. Unos cuantos valientes se encaraman a la cúspide del gran pedrusco donde hay un gran agujero y unas vistas alucinantes sobre el cañón y sobre la parte sur del Moncayo. La roca tiene también una oquedad que hace una cueva protegida con paredes de piedra, aquí viviría el tío fresquito, suponemos.

Volvemos por el mismo camino y disfrutamos nuevamente del ambiente fresco y tranquilo de este lugar y a medida que subimos las escalinatas y vamos apareciendo en la superficie terrestre empezamos a sentir el calor. Los chopos están explotando en semillas y lo observamos en directo; el campo está lleno de flores de todos los colores, nos encantan los campos de amapolas, las rosas silvestres ya han aparecido y la mayoría de espinosas también muestran su cara atractiva primaveral, tomillos y romeros dan la fragancia al ambiente. El calor va aumentando mientras caminamos sin vegetación por territorio abierto y de vez en cuando paramos a ver la silueta del macizo del Moncayo que desde aquí muestra cuatro alturas como son” el cerro Cagalobos”, “el cerro San Juan” “Peña Negrilla “y el de San Miguel que es el principal y más conocido por todos. Las faldas de las montañas moncayeras son de color verde claro probablemente porque sus hayas tienen su fronda recién estrenada.

De vuelta, desde la depuradora nos acercamos a Ágreda de nuevo por el camino de Pataroldán y al llegar de nuevo a la zona de las huertas, nos refrescamos en la fuente del barrio moro. Pasamos por el arco califal para llegar a otra de las puertas antiguas de la ciudad que es “la puerta del agua”, su forma es de arco de medio punto y está pegada al torreón de los Costoya. Cerca de este conjunto se encuentra” el torreón de la mota o fortaleza de la muela” que hoy está reconstruido y en él se celebran exposiciones. En esta zona existió una comunidad judía y aquí estaba su sinagoga que posteriormente fue retomada para la cristiandad. Seguimos visitando el pueblo, ahora nos fijamos en la parte cristiana, en sus iglesias como la de S. Miguel Arcángel. Vemos casonas solariegas en estrechas calles en las que nos vamos encontrando con los protagonistas e invitados de la boda: unos ataviados con ricos trajes de época medieval, otros de gente humilde, soldados a caballo, bufón y pordiosero entre otros. El ambiente medieval se refuerza con el mercadillo que lo encontramos al lado de la puerta de Felipe II. No pegamos nada los senderistas vestidos de azul con botas y mochilas en el medievo.

Ya solo nos queda visitar la Ágreda contemporánea que se encuentra en su plaza, en las terrazas de los bares que están abarrotadas con agredeños y agredeñas arreglados y disfrutando del sol, tomando vermut y aperitivos, conversando y riendo. Nosotros también disfrutamos de nuestro vermut, de un descanso en la terraza y de ver Ágreda tan bonita y animada.

Emi

 

 

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Posted by: soriapasoapaso on