Ruta Corduente – Hoces del Gallo- Santuario Virgen de la Hoz (Guadalajara)
29 de abril de 2023
Este sábado, iniciamos la jornada con la ilusión de un día de excursión, es lo que tienen las rutas en autobús. Los viajes así programados tienen ese plus y más en nuestro caso que solemos contratar un bus escolar por la dificultad, imposibilidad en ocasiones, que tiene un autocar grande en pasar y maniobrar por las estrechas vías y puentes que atravesamos para llegar al punto de inicio de las rutas, y de ello alguna anécdota tenemos.
A las siete y media de la mañana, después de dejar las mochilas en el maletero iniciamos el viaje, y las conversaciones; se nota que ya es de día y no estamos adormilados, muy diferente a cuando salimos antes de amanecer. Hora y media después llegamos a Corduente, inicio de nuestra ruta por la Comarca del Señorío de Molina de Aragón y Alto Tajo de la vecina Guadalajara.
Bien pertrechados salimos al camino, seguiremos una amplia pista forestal rodeada por un extenso bosque de pino negral o resinero, cuya explotación fue un importante recurso para la comarca de Molina en el pasado y que se está intentado recuperar. Su uso se conoce desde antiguo, así lo indican los productos resinosos que aparecieron en las urnas funerarias de los castros celtíberos de esta comarca.
La ruta no requiere mucho esfuerzo, pero es cuesta arriba y el día ha salido cálido y soleado, de forma que pronto comienzan a sobrar las chaquetas. Observamos que el otoño dejó un manto de hojas secas a la vera del camino indicando la presencia de robles, que efectivamente se ven algo más alejados.
La pista forestal va en sentido ascendente hasta llegar a la intersección donde nos desviamos hacia la izquierda, después se torna senda y seguimos camino entre vegetación de monte bajo, donde reinan la jara y las plantas aromáticas como el tomillo silvestre.
Nos llama la atención una recia edificación con huellas de un incendio. Nos acercamos y advertimos el emblema de los forestales y que los muros por dentro están intactos, excepto en una esquina, el humo ni siquiera ha enturbiado el bonito color rosado de la piedra, sólo se muestra afectada la zona del tejado con las vigas que lo sustentaban que cayeron carbonizadas al interior del refugio.
Continuamos nuestro itinerario entre pinar, robles y quejigos y entre el arbolado nos detenemos para almorzar. Concluido el tentempié, al que no le falta la bota que hoy ha llevado Yoli, emprendemos la marcha y en otro desvío volvemos a tomar el ramal de la izquierda que, en suave descenso, nos lleva a un roquedal que nuestro sherpa cruza; según vamos llegando todo son exclamaciones. El del Alto Tajo es un sistema de hoces fluviales de los más extensos y bien conservados de la península y estamos ante la grandiosidad de una de ellas.
Sobre el mirador natural divisamos un paisaje impresionante, formado por colosales roquedos de arenisca rojiza esculpidos por los elementos, contrastando con el verde de la espesa masa arbórea, y al fondo el río Gallo, otrora agente principal de este enorme desfiladero y que hoy apenas se percibe, inmerso en una frondosa vegetación de ribera.
Abriendo las rocas se distingue el serpenteante camino construido para facilitar el tránsito entre la base y la cima del cañón. La pendiente es muy pronunciada, así que las pasarelas y los tramos de escalones con el cordel de acero sujeto a estacas metálica son de gran ayuda; además de práctico, estéticamente, su diseño no interfiere demasiado en el entorno.
Durante el recorrido encontramos miradores para disfrutar de las panorámicas. También la pared rocosa nos va sorprendiendo, por ejemplo, con una interesante cueva – mirador, con pequeños paneles indicando la existencia de marcas de raíces en la roca que se manifiestan como finas líneas blancas, otro indica la marca de olas petrificadas.
Y poquito a poco llegamos al Santuario de la Virgen de la Hoz. Una vez más, se edificó un santuario en un enclave privilegiado, donde la fuerza de la naturaleza se despliega y parece propiciar las apariciones, donde el agua, las cuevas o los árboles parecen ser asiento de la más elevada energía.
Santuario de Santa María de Molina, es como aparece documentado por primera vez en 1168. Su arquitectura data del siglo XIII, aunque fue reconstruido en el siglo XVI.
Actualmente se continúa celebrando la fiesta de Ntra. Sra. de la Hoz y recordando la historia de la aparición de la Virgen y su devoción con la representación de un Auto sacramental. Así mismo, doce pueblos cercanos siguen celebrando las antiguas rogativas, algunos desde 1653.
El paso al santuario se efectúa a través de un portón, como bienvenida escuchamos el sonido del agua, procedente de una fuente de tres caños bien surtida por aguas del río Gallo, nos detenemos para beber y refrescarnos después de la intensa bajada. A nuestra derecha tenemos el templo, con espadaña de un solo vano; a la izquierda un edificio de interesante decoración y enfrente, bajo la casa del santero, un arco con idéntica función de paso.
Unos escalones dan acceso a la entrada de la ermita, un arco de medio punto, con arquivoltas abocinadas con dovelas sobre sencillos capiteles y columnas.
La ermita es sobria, de nave rectangular con bóvedas ojivales; en la cabecera el presbiterio con el altar mayor y retablo barroco de columnas salomónicas guardando la imagen de Nuestra Sra. De la Hoz, que asoma ante su camarín. Un arco apuntado apoyado en columnas y un enrejado separan presbiterio y nave. Al pie está la capilla de la Reconciliación con un antiguo confesonario y sobre ella, el coro.
Frente al arco de entrada se encuentra la Gruta de la Aparición donde, cuenta la leyenda, que la imagen de Nuestra Señora se le apareció a un pastor que buscaba una oveja perdida y allí, con el cielo por techo y al pie de unas peñas que se alzan imponentes y majestuosas, los devotos prenden sus velas.
Peñas a las que está adosado al templo, quedando alguna de sus paredes como recordatorio, destacando el rojo oscuro y textura irregular de la roca sobre el resto, de piedra sillar y sillarejo que juegan con los tonos rosados.
Salimos de este sencillo recinto conventual por el otro arco, sobre el que se apoya una balconada perteneciente a la casa del santero, y que va a dar a una amplia plaza y a las antiguas caballerizas, donde actualmente está la hospedería y restaurante, en este momento con el cartel de cerrado y a la búsqueda de hospederos.
Ya en el exterior, desde la plaza, observamos, un gran monolito y los formidables peñascos a los que está unido el santuario, modelados como el conjunto del cañón, con arenisca en la zonas altas y conglomerado en las inferiores, y el río al otro lado de la carretera. Es asombroso que estos espectaculares farallones estén formados por depósitos fluviales y que su posterior erosión fuese causada por las aguas del río Gallo, que hoy discurre por su desfiladero, tranquilo y con escaso caudal, pero aun propiciando una espesa vegetación.
El grupo se divide, puesto que se va a regresar con el autocar para comer en las cercanías del santuario, un grupito se queda disfrutando del entorno y otro más numeroso emprende el camino de regreso a Corduente.
Aproximadamente hora y media después volvemos a reunirnos en el autobús para dirigirnos a un merendero próximo. La comida discurre entre bocado y charla, sin interrupción a pesar de una lluvia que anticipaba la de la tarde.
Nuestro siguiente destino fue Molina de Aragón que no pudimos disfrutar como hubiéramos deseado porque la lluvia estuvo presente en la localidad alcarreña el mismo tiempo que nosotros, comenzando nada más bajar del autobús.
Molina dispone de un interesante patrimonio monumental formado, entre otros edificios históricos, por la Torre de Aragón, el Castillo Medieval y el Prao de los judíos, yacimiento con restos de ocupación desde la época califal hasta el siglo XVII; un pequeño asentamiento conocido como Morería, el Puente Románico, el Palacio del Virrey de Manila, el Palacio del Obispo, varias iglesias como la de Santa Clara o el Convento de San Francisco.
Todos pudimos ver el puente románico o puente viejo y el convento de San Francisco, con su Giraldillo. Después un grupo subió al castillo, los demás callejeamos, tomamos café… terminando casi todos, envueltos en los impermeables ruteros, en una pastelería comprando Patas de vaca, el dulce típico molinés, a base de bizcocho calado y crema en el centro y costados.
A las seis, subimos al autocar rumbo a Soria. A través de las ventanillas observamos que la lluvia también había concluido su visita a Molina de Aragón.
Ana María Abajo
Que bonito todo. Gracias por contárnoslo a los que no pudimos ir. Estoy segura de que te empapaste de energía positiva en ese santuario tan especial