CERRO DE SAN MARCOS. 21 DE MAYO DE 2016
Hoy, apenas nos alejamos de la ciudad y quedamos en la Fuente de la Teja, llegamos allí en tres coches, de Gema, Ana H. y Emi, el grupito estaba compuesto sólo por mujeres: Ana H. Rosi, Emi, Maribel, Gema, Ana M. y otra fémina, Tía Tula.
Nos reciben las cigüeñas, haciendo guardia desde sus altas atalayas y otras seguirán guardando el camino durante un trecho.
Según avanzamos vamos descubriendo la infinidad de plantas que oculta esta tierra, es sorprendente, al menos para mí, urbanita por definición. Pasamos junto a un sembrado, creo recordar que de esparceta, con sus largos tallos y flores violetas, algunas amapolas… en nuestro camino, matorrales y zarzas, algunos apenas florecidos y otros repletos de flores.
Todo tiene su tiempo en esta tierra de monte y roquedas y ahora estalla de vida, hay multitud de flores, pequeñas pero preciosas y de todos los colores: lino, aliagas, espino albar, lagrimas de la virgen, campánulas, té de pelo, llantén… son las pocas que recuerdo y sólo gracias a nuestra querida Maribel que es una autentica maestra en esto de las plantas e y pudo identificar un montón de ellas.
Decidimos subir a un cerro no muy grande pero de formas fantásticas, tuve algún contratiempo en el ascenso, pero gracias a los cuidados de mis compis pasó pronto y la verdad que mereció la pena. En la cima aire puro, roca y viejas encinas; alrededor, la inmensidad del paisaje que nos rodeaba; sobre nosotras bandadas de buitres planeando… ¡Woo! ¡Qué pasada!.
Como ya habíamos descansado y tomado nuestro almuerzo, subimos a otro cerro cercano hasta que nos pareció oportuno iniciar el descenso y, aunque no fue fácil, llegamos abajo sin incidentes. Quedó otro más alto con nuevas buitreras por alcanzar, pero será para la próxima.
En el camino de regreso se agradecía la ligera brisa aliviando del calor del mediodía y la continua fragancia a hierbas aromáticas que no cesó en todo el recorrido, ah y Tía Tula la oportunidad de perseguir algún ciervo.
Al llegar a la Fuente de la Teja unos sorbos de su agua limpia de manantial y el cansancio se desvanece, terminamos tomando la consabida cañita, mosto etc., en el bar del camping.
Y está es la crónica de una ruta un tanto atípica, en la que no nos importaba tanto llegar como disfrutar del momento y dejamos que el monte nos mostrara su propio camino, tampoco hemos hecho tantas fotos como en otras rutas y hay alguna que no verá la luz porque no la arregla ni photoshop.
Ha sido una jornada genial, pero no sé traer la primavera al papel, es el aquí y el ahora, hay que apreciarla con todos sentidos despiertos, disfrutarla como sabe hacerlo Tía Tula.
Ana María A.
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.