Por los barrancos de Purujosa. 11 de octubre de 2025
La ruta realizada hoy por los barrancos de Purujosa ha traído a la memoria de varios de nuestros compañeros bonitos recuerdos. En el pasado, una pareja del grupo solía recorrer muchos parajes juntos y aunque ambos tenían formas opuestas de enfrentarse a la aventura porque uno de ellos confía plenamente en Wikiloc para guiarse, mientras que el otro mostraba una total desconfianza hacia la tecnología, se supieron complementar y aprovechar sus distintas perspectivas para descubrir juntos nuevos lugares y, sobre todo, disfrutar al máximo de la experiencia senderista y de su amistad.
Volvemos a explorar aquella ruta marcada por nuestros dos compañeros y para ello volvemos a la conocida como «cara oculta del Moncayo», denominación que Agnelo utilizó en la ruta de Beratón para referirse a esta zona. Nuestra jornada comienza viendo ya los rojos otoñales desde los coches mientras nos dirigimos hacia la comarca aragonesa de Aranda, tomando una carretera estrecha y en condiciones precarias desde la localidad de Cuevas de Ágreda. Este trayecto nos acerca hasta Purujosa, un pueblo singularmente famoso por ser el más pequeño que cuenta con un semáforo y esto se debe a que el acceso al pueblo es de dirección única, regulado precisamente mediante dicho semáforo.
El pueblo se alza sobre un imponente alto, lo que otorga a sus calles empedradas una gran inclinación; la fisonomía del lugar esta cuidada con esmero, sus casas son de piedra y la mayoría de ellas están cerradas y protegidas hasta la llegada del próximo verano. A pesar de la ausencia temporal de sus habitantes, cada vivienda luce algún detalle distintivo: flores en originales maceteros, elementos escultóricos caseros o incluso los nombres de los propietarios grabados en las puertas, aportando personalidad y originalidad al lugar.
Desde el mirador situado en la parte más alta del pueblo, se puede contemplar la dureza y belleza de este territorio. El paisaje está conformado por extensas plataformas calizas, que dibujan un marcado relieve kárstico. Este entorno, modelado por la acción de los agentes naturales, alterna rocosas muelas con profundos y abruptos barrancos, creando un panorama agreste y de mucho contraste. Surge la oportunidad de conversar con un purjosano al que nadie se atreve a preguntar cuál es el significado de un ataúd de madera, rematado con un crucifijo, que aparece en medio del mirador
Nuestro objetivo principal en esta jornada son los barrancos y para alcanzarlos, emprendemos el descenso desde el encumbrado mirador del pueblo, lo que nos obliga a bajar por una pronunciada pendiente hasta llegar al Peirón de la Virgen de la Leche. Este pequeño santuario destaca por su singular iconografía de influencia italiana, representando a la Virgen amamantando al niño. Ha sido restaurado en los últimos años y se encuentra en un punto estratégico, donde confluyen varios barrancos y antiguos caminos locales.
Desde el Peirón, tomamos el sendero que recorre “el barranco de Cuartún” que nos conduce directamente hasta la cueva homónima, conocida por sus notables dimensiones: unos 12 metros de largo y 3 metros de alto y que tradicionalmente ha sido utilizada como refugio para el ganado, cumpliendo una función esencial en la vida rural de la zona.
A medida que avanzamos por el sendero, las moscas comienzan a molestarnos de forma considerable, lo que nos obliga a apurar el paso y continuar el recorrido sin apenas detenernos. Durante este tramo, el paisaje se abre ante nosotros y nos permite admirar dos grandes muelas rocosas situadas justo al frente: la de Beratón y la de Barrevinoso.
Siguiendo el itinerario que nos marca Gema, ascendemos nuevamente hacia la derecha, incorporándonos al sendero señalizado del GR. Este tramo nos conduce hasta el Collado del Sancho y desde este punto, iniciamos un nuevo descenso hacia los barrancos, ahora en dirección este, atravesando bosques de encinas y quejigos con caminos estrechos que se vuelven más irregulares en algunos momentos, obligándonos a bajar por terraplenes de vez en cuando pero todo ello lo hacemos con ambiente de alegría cantando el “cumpleaños feliz “a Julia. Cuando hay una pradera disponible, nos sentamos a almorzar y a disfrutar del sol, conscientes de que pronto llegará el invierno y debemos aprovechar estos últimos rayos. Los olfatos detectan diferentes aromas destacando el de la mejorana, según comenta nuestra experta Pilar.
Nos adentramos en el tramo más especial y divertido de la ruta, incorporándonos directamente a” La Hoya de Barrán “donde el sendero se va desdibujando por la vegetación que se hace densa y envolvente, creando una atmósfera de selva: chopos, saúcos, majuelos ,sabinas y toda clase de espinos y enredaderas que se retuercen sobre los grandes y viejos chopos con troncos anudados y envueltos por líquenes y setas de forma que caminamos haciendo una auténtica carrera de obstáculos, sorteando frondosidad y troncos caídos, ya sea saltando por encima o deslizándonos por debajo de ellos. El sendero acaba en un punto ciego donde nos encontramos con formaciones rocosas peculiares en lo alto de la gran pared, distinguiendo un nuevo “dedo” que evoca recuerdos de los paisajes de los Pirineos.
Durante el trayecto de regreso, el sendero nos lleva por el estrecho del barranco de Valcongosto donde el arroyo, procedente de la fuente del Col y futuro afluente del Isuela, se convierte en protagonista y obstáculo. Una y otra vez, nos vemos obligados a saltarlo o cruzarlo apoyándonos en las piedras, mientras el paisaje se va cerrando y las paredes del cañón se alzan cada vez más imponentes a nuestro alrededor.
Llega un momento en el que el espacio se reduce drásticamente; el territorio se estrecha hasta quedar apenas tres o cuatro metros de anchura, lo que nos obliga a caminar directamente por el mismo arroyo. Este tramo, a pesar del desafío que supone, se convierte en una experiencia divertida y excitante porque las risas y los comentarios del grupo resuenan por todo el cañón, surgen comparaciones con diferentes lugares de películas, pero se llama “estrecho de Gibraltar”.
Sin embargo, al final del cañón, ocurre algo inesperado: el agua desaparece repentinamente y no es que el arroyo se haya secado, sino que se infiltra en la tierra, dejando una sensación de nostalgia por haber terminado una parte tan entretenida del camino.
Una vez alcanzamos la carretera, emprendemos el camino de regreso a la entrada del pueblo de Purujosa. Desde esa perspectiva la observamos encaramada en lo alto, asentada sobre su pedestal natural para enseguida montar en nuestros coches e ir abandonando este lugar tan recóndito y poco accesible, que constituye parte del espacio protegido del Parque Natural del Moncayo y que Ángel y Julián descubrieron y compartieron con el grupo guiándolo por primera vez el 29 de septiembre de 2018.
Emi