8 de mayo de 2021. RUTA POR CIGUDOSA

 

 

Bajamos por una carretera estrecha que zigzaguea hasta llegara a los 735m de altura sobre el nivel del mar y aunque la vía es horrorosa y parece que vamos bajando al averno, las montañas y paisajes que van apareciendo frente a nosotros nos hacen pensar más bien que nos dirigimos a un edén. Las Sierras Atalaya vieja y de las Cabezas están frente a nuestra vista y separan estos territorios Sorianos de la vecina Rioja. La mañana es espléndida y seguimos agradeciendo que las borrascas aplacen su llegada hasta el Domingo; el campo está pletórico, recién nacido, con un verde perfecto y homogéneo que nos hace sentir con muy buen ánimo para emprender nuestra ruta de hoy.

Cigudosa es el pueblo que se encuentra a menos altura de nuestra provincia y tras atravesar calles muy estrechas y un pequeño puente medieval de piedra conformado por un gran ojo nos ponemos en ruta atravesando de nuevo puente y pueblo, pero ahora caminando. Observamos el poblado al salir por la carretera y vemos que sobre las casas y caserones de piedra destaca una espadaña alta y gruesa y a su lado una cúpula un poco más alta, ambas pertenecen a la Iglesia de S. Pedro; también llama la atención de forma notable una gran torre cuyo origen se cree que fue árabe y que aún conserva una ojiva y dos saeteras, originalmente era más alta y hoy es propiedad particular.

Bajamos a cogernos de la mano del Río Alhama, hoy a su vera la naturaleza está exultante, la hierba llega hasta nuestras rodillas y tras pasar por el cementerio del pueblo cogemos una senda muy estrecha que en muchos de sus tramos está hoy colapsada por tanta vegetación.

Todo nuestro camino va a ser por un cordal estrecho entre matas diversas predominando las pinchudas aliagas y otras plantas espinosas. El camino nos hace bajar y subir de forma suave hacia el río y en estas laderas por fin podemos saludar a la primavera porque nos topamos con ella de frente, pudiendo sentir todo su esplendor: Entre la espesura verde que cubre las laderas de las montañas han aparecido miles de flores y diversos tamaños y colores, incluso a las espinosas se les tolera hoy porque aportan también su nota de color al monte.

El camino va girando y en cada vuelta nos espera una sorpresa paisajística como una gran peña desde la que tenemos un fabuloso mirador natural viendo desde S. Felices sobre su ondulada montaña hasta la gran profundidad del barranco y a pesar de la gran distancia podemos oír el río y el croar de las ranas que desde este punto nos va a ir acompañando.

Las pendientes de las montañas están laminadas por bancales, aún podemos observar paredes robustas sosteniendo el terreno para conseguir un poco de superficie llana y poder cultivar en ella, restos de estos cultivos quizá son los almendros que nos encontramos un poco más hacia adelante.

Justo a los pies del pueblo de San Felices comenzamos un duro ascenso por un camino de trazado complicado y con giros de 180º, estamos en la senda de los 10 mandamientos que está escondida en un rincón entre barrancos y es atravesada por algún riachuelo que hace que esta zona esté especialmente fresca y floreciente,  pero no vamos a subir hasta San Felices, nos volvemos por el mismo camino cuando así lo decide nuestro sherpa, porque hoy nos aguarda alguna sorpresa más.

Volvemos raudos por el mismo estrecho sendero por el que encontramos tramos muy bien empedrados que nos hacen pensar en caminos romanos y antes de llegar a Cigudosa de nuevo, almorzamos junto al río.

Ahora la paseamos fijándonos en sus cuidadas casas y patios, también  tenemos la oportunidad de saludar a varios vecinos antes de encaminarnos desde el puente sobre el río Alhama hacia  el barranco Calderón al que nos incorporamos desde su desembocadura; caminamos  por un terreno de canto suelto  cuyo primer tramo es ancho y que se va a ir estrechando, pasamos por un antiguo molino con restos de un puente derruido y tenemos que sortear algún pequeño obstáculo en el cauce seco, lo que seguramente han sido cascadas de agua.

Aunque no entendemos de geología, nos llama la atención la gran variedad de cantos rodados que hay en el cauce seco, vemos piedras, guijarros y pedruscos de muchos tipos, colores y formas, en las rocas desgastadas por el paso de agua observamos vetas que las atraviesan de otro tipo de material y paredes construidas con lajas tanto horizontales como verticales.

El paseo por la barranquera se hace un poco duro porque el sol calienta bastante, pero al llegar a una estrecha garganta llega la ansiada sorpresa que hay que superar: A juicio de José Antonio, nuestro sherpa para esta ocasión, es lo más llamativo del áspero camino que hemos recorrido hasta aquí, y no es otra cosa que una pared casi vertical, con pequeños salientes a modo de

micropeldaños, que se ha formado por el estrechamiento de las moles rocosas que flanquean el citado barranco y que, a juzgar por su morfología, constituyen pequeñas calderas de concentración del agua que en su momento ha fluido por el cauce seco que hemos pateado. Y aquí viene el puntito aventurero de la ruta: hay que “escalar” esta pared y acceder al plano superior para continuar nuestra actividad senderista. Observamos otras calderas sucesivas en orden ascendente, de mayor dificultad para su tránsito por ellas, pero ya es un logro superar esta prueba.

No disponemos de material de escalada, aunque nuestro guía siempre va provisto de  una cuerda  utilizable en situaciones como ésta, que nos va a servir de ayuda impagable para completar la aventura. Solo unos pocos compañeros del grupo osamos utilizar este medio poco corriente en nuestra práctica habitual. Pero antes, el ágil e infatigable Ricardo y el entusiasta Chema, han accedido a lo alto de la caldera valiéndose de su destreza física. Clavamos las botas sobre los pequeños salientes de la roca, asimos  firmemente la cuerda con las manos, mientras Ricardo  la sujeta desde arriba con determinación, a la vez que  nos anima y orienta  para mejor acceder hasta su posición y sortear el novedoso obstáculo. ¡Objetivo conseguido!

No ha sido un inconveniente de alto riesgo, pero, sin duda, nos satisface sentir la adrenalina de vez en cuando al encarar pequeños riesgos que no solemos encontrar en la bonanza de otros caminos. Una vez arriba, nos congratulamos del esfuerzo realizado y continuamos rumbo a nuestro punto de partida por una estrecha senda a media ladera, que nos llevará directamente, unos centenares de metros más bajo, al citado cauce seco que ahora hacemos en sentido descendente.

Una cañita en Matalebreras es el punto y final de la ruta aventurera de hoy en la que el grupo se ha superado dando un pequeño paso en la escalada.

¡Aúpa Soria Paso a Paso!

 

Emi.

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