Por el bosque de Almazán.

El telón de la función pasopasera de hoy 28 de enero se abre para mostrar los pinares y la ribera del río Duero cerca de Almazán. Se posterga la ruta por Sauquillo de Alcázar porque esta ventosa mañana invernal no es propicia para caminar por planicies y nuestro sherpa decide un cambio de rumbo a última hora.

El trayecto en coche es corto, conocido y cómodo por autovía hasta Almazán y en la salida hacia Cubo de la Solana, los coches quedan aparcados en la entrada del pinar en el que empezamos la ruta.

Hoy respiramos ambiente de pinos negrales, que curiosamente tienen otros muchos nombres como pinaster, rodeno, marítimo o rubial y se diferencian de los pinos silvestres que habitan las zonas altas de la provincia   porque sus acículas son mucho más largas, sus piñas mucho más grandes y sus troncos más retorcidos y con corteza gruesa de la que mana la resina, cuyo aprovechamiento hoy se está fomentando en esta comarca y sus alrededores.

El monte es llano y arenoso y todo su terreno está congelado y escarchado, es imposible romper el hielo de los grandes charcos que encontramos en el camino y como buen preámbulo de ruta vemos entre los árboles varios corcitos. Cuando llegamos a algún claro, normalmente con una intersección de caminos, sentimos el ligero calor del sol que ya aparece por el horizonte y sin preocuparnos lo más mínimo si giramos a izquierda o derecha en el cruce, seguimos a nuestro guía por un sendero ahora resguardado por encinas. Un poco más adelante volvemos a dar un giro para pasar a un bosque mixto de pinos y encinas cruzado por un gran pedregal que es una calle-cortafuegos y en este punto Gema empieza a tener hambre y pide el receso matutino, pero ya está pensado el paraje donde se va a almorzar y  hasta llegar allí nuestra compañera se debe resignar y sacar sus galletillas reponedoras.

Bajo el dominio del pinar se encuentran matas de rebollo que son vestigios de la vegetación autóctona de la zona, desplazada por el pino de repoblación, este lugar es adecuado también para la caza, vemos varios puestos de la actividad cinegética numerados en los troncos y una caseta de plástico que se adivina pueda ser un lugar de camuflaje para los monteros.

Salimos de una propiedad privada por una valla metálica roja y blanca y llegamos a una pradera de hierva alta donde hay varias construcciones hundidas, su hechura es de adobe y están llenas de grafitis, es “el caserío de la Requijada” y punto de reunión de hoy para tomar el bocadillo, la fruta, el café… y el vinito …. Nos acomodamos al sol y nos tenemos que despojar de la ropa de abrigo, al parecer se ha parado el aire y se ha quedado una mañana con un ambiente maravilloso.

Este lugar fue una finca de labor agrícola y ganadera que perteneció a la familia Almarza de Almazán, por lo que al reiniciar el camino lo hacemos por campos cultivables a un lado y el Duero al otro que a ratos lo oímos y lo sentimos próximo porque vemos altísimos carrizos y otras plantas y árboles de ribera y cuando lo vemos nos asombramos del caudal que baja.

Caminamos lentos, sin prisa, sabiendo que ya solo nos restan unos 4 km. y es pronto, las conversaciones animan la marcha también mientras salimos a un tramo más meseteño del Duero donde se expande mucho más y hay lagunillas desperdigadas en su proximidad; nos preguntamos si el río habrá cubierto toda la superficie o si son independientes de la gran corriente.

Dos grandes descendimientos de tierra rojiza y un colmenar forman también parte del paisaje que vemos antes de entrar de nuevo en una pinocha y hacer un alto extra en la ruta, en el que sale” la bota del pico frentes” de nuevo a refrescar y deleitar las bocas, se hace foto bonita de las del trípode y Angel nos hace reír cuando cuenta/ canta la historia de la despechada Enriqueta y Agnelo relata un Romeo y Julieta en verso y en italiano castizo que nos deja boquiabiertos.

De regreso a Soria sentimos un aire frío que nos destempla totalmente después de la cálida y reconfortante mañana que hemos pasado resguardados por la foresta, solo nos queda por hacer la última actividad imprescindible de nuestras mañanas senderistas que es tomarnos el vermut todos juntos.

Emi.

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