A 16 km de Soria, por la N-111 con destino a Logroño, cogemos un desvío a nuestra izquierda que, tras recorrer 2 km, nos lleva a Espejo de Tera, objeto de nuestro punto de partida senderista.
Tras dejar los coches aparcados junto a un campo de fútbol y una pista de voleibol, cogemos nuestras mochilas y observamos, cual tentación que nos estuviera esperando, un balón en el centro del campo. Quizás por la equipación que llevamos, por falta de entrenamiento o ausencia de afición el caso es que a ninguno se nos ocurre plantear organizar un partidillo.
Nos encaminamos por una senda orientada hacia el oeste Ángel, Maribel, Rosi, Chus y su amiga Concha, Gema y su amigo Candi, Alberto que se incorporaba por primera vez a nuestras rutas y el que escribe.
Ascendemos de los 1.045 m. de altitud en la que se encuentra nuestra salida, dejando a nuestra izquierda la sierra Carcaña, de la que dice un dicho popular la más rica de España, debido a las leyendas que sobre ella se cuentan, hasta los 1.123 m (punto más alto de nuestra ruta de hoy), tras haber recorrido 2,3 km, entre majuelos, rebollos, robles, abedules … que, en algunos casos, sus hojas se han tornado de verdes a amarillos y que, acompañados de una fina niebla, dan una especial plasticidad al entorno.
La mañana es fría.
Conversamos sobre lo que significa para cada uno el deporte, sobre los nombres de hierbas y árboles que nos vigilan en nuestro andar, de las diferentes sierras que vemos en la lejanía, de nuestro próximo viaje a la selva de Irati… y, como siempre, nuestro compañero Ángel atento a seguir las sendas adecuadas para no desviarnos del camino. A nuestra espalda, al fondo, el cerro de San Juan con sus aerogeneradores en el horizonte como referentes geodésicos.
Iniciamos nuestro descenso hasta llegar al cauce del río Razón (1.158 m) que atravesamos por el puente que salva el curso del mismo y en el que Concha, en un descuido mientras nos dejamos fotografiar por los compañeros, se deja caer una pila de su máquina fotográfica al agua. Debido al pequeño caudal ha sido fácil recuperarla.
Llegados a Rebollar, nos han sorprendido las paredes y tejados fabricados con losas de piedra. Candi ha identificado por su estructura la fragua, que ha sido confirmada unos metros más adelante.
Ángel fue el primero en llegar a la plaza y se entretuvo en la espera jugueteando con un perrillo cariñoso.
La conversación mientras almorzábamos en la plaza, cara al sol de la mañana y frente a la pared norte de la iglesia, se ha dirigido precisamente sobre los espacios de tiempo (excesivo) que dedicamos en esta tarea y el conveniente control del mismo en beneficio de nuestra salud, rodeados de abedules, prunos, nogales y fresnos.
Dejando Rebollar, nos encontramos un peral con magníficos frutos.
En nuestro grupo no se pierde ocasión para rememorar anécdotas acaecidas en otros momentos. El peral da pie para ello: Las compañeras me preguntan ¿Luis, qué árbol es? A lo que respondo: ¡un membrillo! La carcajada es sonora. Os podéis imaginar quién metió la pata en la rememorada situación, que dejo en el secreto de los que allí estábamos.
La temperatura desciende sensiblemente y al fondo se aprecia que la niebla se espesa. Metidos en el monte vuelven a aparecer las especies arbóreas y arbustos propios de la zona; en la senda, amplia y compacta se aprecia la humedad de la reciente aunque escasa lluvia caída en días anteriores.
En un momento dado, abandonamos la senda para bajar a la orilla del río Razón.
El paisaje cambia rotundamente y caminamos por esos túneles naturales que forman las ramas de árboles frondosos. Las huellas no engañan, es la senda que los pescadores utilizan para practicar su actividad deportiva.
Las máquinas fotográficas no paran; el paisaje actúa cual caramelo a la puerta de un colegio. Las diferentes tonalidades de verdes, marrones, amarillos y sus respectivos reflejos en el agua del río quedan recogidos para disfrute de la memoria colectiva del grupo. En el recorrido nos encontramos una casa tal como si Tom Sawyer hubiese estado en ese paraje.
Espejo a la vista. Alberto nos explica cómo distinguir un abedul fijándonos cómo se desprende su fina “piel” cual tiras de papel de fumar.
Candi nos invita a acercarnos a ver la confluencia de los ríos Tera y Razón. Surgen dudas al encontrarnos ante la supuesta confluencia con uno de los cauces totalmente seco. Es el Tera (no confundirlo con el Tera de Valladolid). A los compañeros les confunde el hecho de que el río Razón pasa a llamarse Tera a partir de su confluencia a pesar de que las aguas las aporta el Razón.
Allí nos encontramos con Thomas, un joven danés, de cuya existencia nos había hablado Candi, que se dedica a la construcción de guitarras clásicas españolas. Lo asaltamos con preguntas del cómo y por qué de su afincamiento en esta tierra y sobre los materiales que utiliza en la construcción de las guitarras.
Termina nuestro recorrido visitando el pueblo del que reseñar la iglesia románica de San Bonifacio, s. XI, con espadaña exenta lateral en la que quedan 2 de las tres campanas que formarían el conjunto original , quedando en una de las que todavía persisten solo su media melena por lo significativamente atacada por la destructiva erosión. Y, para aquellos aficionados al jazz, mencionar que se celebra un atractivo festival de este género musical en verano.
A la salida del pueblo paramos en el puente medieval, que no romano como en algunos comentarios se dice, para poder grabar fotográficamente nuestra visita al paraje. Descendemos hasta el cauce seco del río. Mis compañeros, muy inteligentemente responden “hacia allí” a mi pregunta ¿en que sentido discurre el río? Se han fijado en la curvatura de los tallos de las plantas que hay en sus orillas, aspecto éste en el que yo no me había fijado. Les hago ver la diferente construcción que tiene el puente a ambos lados del mismo. En la parte por la que ataca el agua al puente tiene un tajamar (potente cuña que protege el pilar de la construcción) mientras que por su lado opuesto la construcción es totalmente lisa.
Y así termina nuestra visita senderista, para acabar la jornada con nuestro refresco en el lugar de costumbre.
Luis.