SIERRA DE SANTA ANA 22/02/2020
Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera…
En esta fecha, muy especialmente, comenzamos con unos versos de Don Antonio Machado, que vamos a ver reflejados en esta ruta que transcurrirá por Soria.
Nos reunimos en el aparcamiento del Soto Playa 14 senderistas, caminaremos por uno de los lugares más emblemáticos de nuestra ciudad, la Sierra de Peñalba, más conocida como Sierra de Santa Ana, donde no hace muchos años los sorianos subían la madrugada del 24 de junio para ver salir el sol como prolegómeno de las fiestas de San Juan.
Cruzamos por los sucesivos puentes que permiten que este paraje sea de los más visitados para disfrutar del Duero, a nosotros nos llevarán a San Polo y al paseo de San Saturio que discurre entre el Duero y la sierra que protagonizará nuestra ruta, que narraremos en esta crónica conociendo también su historia y leyendas, que a veces al sernos tan cercanas dejamos al margen.
Salimos junto a la carretera de Zaragoza, en su margen izquierda queda el Monte de las Ánimas, a cuyo pie se encuentra el templo y claustros de la Orden de los Caballeros Hospitalarios, en cuyas posesiones sucede la leyenda más conocida de Soria, fruto de la pluma de Gustavo Adolfo Bécquer.
En la orilla derecha de la carretera se levanta el Cerro de San Cristóbal donde concluiremos la ruta, pero antes hay que iniciarla y lo haremos por el lado del río.
Custodiados por dos espesas hileras de Tuya oriental atravesamos la entrada de arco apuntado de la antigua encomienda templaria de San Polo, paso obligado a la ermita octogonal de San Saturio que los monjes guerreros podían abrir o dejar cerrado para el resto del mundo. Pronto descubrimos otro paisaje, el paseo de álamos y chopos que bordeando el Duero conduce hacia la ermita del Patrón de Soria.
Esta ermita se levantó durante el siglo XVIII sobre otra anterior conocida como San Miguel de la Peña, ambas edificadas sobre una cueva situada sobre el río y en las faldas de la sierra de Santa Ana que San Saturio, un joven y rico noble godo, eligió para vivir como anacoreta.
Sobre el origen de este nombre que sólo resulta familiar a los sorianos, Ángel Almazán aporta algunos datos curiosos en un artículo que trata sobre un documento municipal del año 1542 que sacó a la luz el investigador José Ignacio Esteban Jauregui, es la primera referencia escrita sobre el actual Patrón de Soria y éste aparece como San Turio.
La información es mucho más amplia pero lo que puede resultar de interés para este relato es este dato y que el significado de Turio es curso de agua, al igual que los ríos Turia, Tera, Ter…
San Turio o santo del río.
Comenzamos el ascenso apenas comenzado el paseo que bordea el Duero, la senda que se suele tomar es la de la izquierda que lleva al punto geodésico (1.168m.) pero nosotros vamos a ir por la de la derecha que yo creo que aún es más escarpada, pero merece la pena. Vamos salvando con cuidado la pendiente, en fila india y mirando donde ponemos los pies por el firme tan pedregoso y ralo que pisamos.
El agua que pueda llegar hasta aquí es absorbida por la piedra caliza, de forma que la vegetación se adapta a estas circunstancias, siendo la encina el árbol que predomina y en el bajo monte las hierbas aromáticas, como el romero y el tomillo.
Continuamos ascendiendo hasta detenernos en uno de los puntos relevantes de esta ruta para disfrutar de un esplendido mirador sobre el Duero que discurre encajonado entre rocas y encinas con la ciudad detrás.
Es fantástica la vista sobre esta curva de ballesta machadiana, el río ancho, de aguas profundas que se adueña del paisaje de roquedo horadado con cuevas. Pienso en la cueva de Zampoña y su negra leyenda, aunque tapiada y cubierta por el agua, perdura en el tiempo un dicho:
El que en esta cueva entrare / ni vivo ni muerto sale. /
Juan Zampoña, que aquí entro, / ni vivo ni muerto salió.
Continuamos ruta, no sin antes tomar numerosas fotografías en tan magnífico marco.
Llega el momento de desviarnos del camino y detenernos en otro mirador, contemplamos el rio que serpentea, las paredes calizas con más oquedades…, visitamos alguna de estas pequeñas cuevas y ante una panorámica espectacular almorzamos.
Concluido el refrigerio salimos de nuevo al camino, hoy dirijo yo la ruta y tendría que seguir el itinerario marcado hacia al punto geodésico y de allí al cercano cerro de San Cristóbal, pero nuestro compañero Vicente buen conocedor de estos parajes propone seguir otro camino menos escarpado y poco más largo. Una nueva ruta, con otros paisajes por conocer… así que con el consenso de todos los compañeros nos desviamos de nuestro camino y tomamos el de la derecha, es una pista cómoda, ancha y sin cuestas.
Caminamos flanqueados por extensos encinares, los ejemplares de la orilla han sido recientemente podados y sus ramas quedan colocadas a un lado, a la espera a ser recogidas para su venta.
De la antigua presencia de encinas dan fe las carboneras que vamos encontrando bajo nuestros pies, en estos espacios circulares se quemaba la leña de encina para hacer carbón vegetal o cisco y aún podemos ver amplios círculos de tierra oscura con la hierba más crecida y de un tono más vivo, ya que la ceniza acumulada es un excelente abono.
Después de un buen trecho encontramos una gran casa vallada. Y enseguida, cuando llevamos como 3 km. de pista nos sorprende la presencia de una buena arboleda de frutales, algunos ya en flor, creciendo en el interior de la extensa valla que rodea una granja porcina en la que contamos 14 naves.
La pista forestal continúa, posiblemente no estemos muy lejos de la cantera, que ha ido comiendo bocado a bocado nuestra sierra de Peñalba, donde podemos ver que si blanca es su piedra, blanca es también su herida.
En este punto nos desviamos hacia la izquierda por una pendiente bastante pronunciada y larga. Los grados Celsius que han ido en rápido ascenso desde que comenzamos la ruta al filo de los 0º hasta alcanzar unos inusuales 20º en febrero, empiezan a hacer mella en nuestro caminar. Llegamos casi todos sin aliento y en manga corta a la carretera que lleva a la cima de Santa Ana.
Donde ahora hay antenas y repetidores de radio y televisión, había una antigua ermita cuya imagen se conserva en la de San Saturio, sobre ella cuenta la tradición que la muchacha que rebuscando entre las enaguas de la imagen de Santa Ana encuentre no sé si una o tres alfileres, sin tardar tendrá novio.
Del origen de esta ermita existe una leyenda que Florentino Zamora Lucas recoge en su libro Leyendas de Soria que viene a contar lo siguiente:
Gonzalo de Vera, con otros jóvenes sorianos, marcha a luchar al lado de Juan II estando próxima su boda con Irene Salcedo, que desolada cada día ruega a Santa Ana que proteja a su prometido. Tres meses después, el día de Santiago, oye decir que Gonzalo ha muerto y ella entra en estado cataléptico. Sin embargo, Gonzalo llega a Soria al día siguiente, festividad de Santa Ana, cuando la llevan a enterrar la saca del féretro abrazándola y besándola y ella despierta. En agradecimiento por el “milagro” Salcedos y Veras, a petición de los ya recién casados, construyen en lo alto de la sierra de Peñalba una ermita dedicada a Santa Ana.
Continuando con la ruta, desde la carretera nos desviamos hacia la derecha para entrar directamente al cerro de San Cristóbal.
Pocos sorianos relacionan el mencionado patronímico con este cerro y no conozco datos sobre su origen, de no ser que se haya dado como protección en los viajes por el hecho de estar enclavado a la salida de la ciudad, pero no contaba con ningún templo. Sin embargo al pie de su ladera estaba el Hospital de San Lázaro, Orden militar que con la del Temple y la de San Juan del Hospital custodiaban la entrada de Soria.
Caminando por la cima de San Cristóbal volvemos a ver las pequeñas construcciones que tanto nos sorprendieron en su momento, y el túmulo de piedras, aunque la zona superior se ha cerrado con ladrillo, Nos reunimos ante un muro semicircular, abrigo siempre bienvenido para protegernos del helador viento mientras almorzábamos en las primeras rutas del grupo, pero hoy apenas nos detenemos para hacernos la foto de grupo.
Bajamos por una cuesta pronunciada y estrecha hasta llegar al pinarcillo que nos deja junto al puente de hierro, en el paseo de S. Saturio.
La ruta ha sido más larga y el tiempo se nos ha echado encima, pero mi idea era terminarla al pie de este Cerro de San Cristóbal, en las ruinas del mencionado Hospital e iglesia de San Lázaro que se pueden ver desde la carretera.
Se edificó en el siglo XI con la repoblación de Soria y su propósito era acoger a los caballeros que contrajeran la lepra. Después de ser lazareto, los Doce Linajes lo utilizaron como escuela de niños expósitos y fue abandonado en 1850.
Nicolás Rabal, en 1889 describe la iglesia con su ábside y nave ya sin bóveda y una cerca que servía como corral.
Comenta también la leyenda que como la anterior también recoge Florentino Zamora Lucas. Simplificando mucho, diremos que se contaba que en el interior de ermita había una losa que quién que la pisara el Domingo de Lázaro, anterior al de Ramos, se casaba ese año.
También recoge un artículo publicado en Recuerdo de Soria, fechado en 1997 en el que se recuerda con añoranza la divertida fiesta que de ello se derivó y “los felicísimos ratos que pasó cuando iba a pisar el ladrillo” cualquier soriano de cualquier edad y estado civil.
Ya no hay ladrillos que pisar, la vía férrea arrasó con lo poco que quedaba, y como se ha visto apenas quedan un par de muros de piedra.
Terminaremos la ruta pasando bajo el arco ojival de San Polo. Al volver la vista atrás vemos Santa Ana y pegadito a ella el cerro de San Cristóbal. Cruzamos los puentes sobre el Duero y llegamos a una concurrida terraza en el bar del Soto Playa, está lleno pero podemos juntar dos mesas y traer sillas de aquí y allá, bien nos merecemos un descanso, apagar la sed y un ratito de relax junto al río, bajo este esplendido y cálido sol de febrero.
Ana María Abajo 22/02/2020
Ruta realizada con el Club de Senderismo Soria paso a paso.
Precioso Ana y muy muy interesante. Cuánto sabes!!!.
Ana, superbonita tu cronica y los versos con los que la has comenzado, yo los tengo en partitura, que los canté en el Palacio de la Audiencia, con mi grupo,me los sé, porque lo tuve que ensayar bastante. Le puso música, Antonio Enciso Ojuel.
Felicitarte por tu trabajo..
¡Gracias chicas! Alicia, debío se precioso, lástima habérmelo perdido.
Precioso relato Ana, da gusto leerte, como manejas la historia.Gracias por contarnos estas cosas tan interesantes!!!