Cañón del Río Lobos
El sábado 18 de enero nos reunimos en el lugar de costumbre veinte senderistas, vamos a visitar uno de los lugares más bellos de la geografía española, el Cañón del Río Lobos declarado Parque Natural en 1985.
Ofrece un relieve kárstico formado por elevados riscos que sobrevuelan los buitres leonados y las águilas reales, con profundas simas y numerosas cuevas. El agua continúa dando forma a las calizas, dibujando meandros en el paisaje y creando una compleja red de acuíferos subterráneos, aguas que a veces afloran dando lugar a nuevos ríos como el Ucero, cuyo nacedero, aunque a cierta distancia, vamos a ver.
Desde el coche, bajando por la Cuesta de la Galiana, vamos admirando el majestuoso paisaje que después recorreremos, el castillo templario de Ucero, fuente de tensiones e interminables luchas para mantener su propiedad…, hasta que Ricardo nos hace notar los borbotones producidos por el nacimiento del río Ucero, brota entre las aguas del río Lobos que allí desemboca y desaparece como tal para pasar a acrecentar el caudal del nuevo río.
Es la segunda vez que el grupo va al Cañón del Río lobos, pero la ruta de hoy es diferente, se pueden hacer varias rutas senderistas y el tramo elegido tiene su punto de inicio en el aparcamiento más cercano a la ermita, para concluir en el puente de los Siete ojos y regresar por el mismo camino. Es un recorrido mayor que el que acostumbramos a realizar pero el terreno es llano y si no hay contratiempos se puede hacer. Mientras nos preparamos para salir aparece una guarda forestal que al conocer nuestro itinerario nos avisa de la posibilidad de que no podamos concluirlo puesto que el río va crecido, situación complicadas porque hay que cruzarlo en numerosas ocasiones.
Ha salido un día frío y plomizo, con alta probabilidad de lluvia a media mañana, así que nos preparamos para ello y salimos, hay dos caminos para llegar a la ermita, uno es la pista utilizada por la mayoría de los visitantes y otro, hacia la izquierda, que va siguiendo el río. Enseguida hay que cruzarlo pero por suerte existe un sencillo puente metálico.
Aproximadamente a un kilometro de distancia, por una pasarela de madera salimos ante la preciosa y tantas veces fotografiada explanada de la ermita de San Bartolomé, donde hay una importante romería cada 24 de Agosto en honor a la Virgen de la Salud.
Estamos en un lugar donde son muy habituales los visitantes pero hoy podemos contemplarlo a gusto. No transita nadie, apenas se escucha nada que rompa la magia de la más hermosa conjugación de la obra de la naturaleza y la obra hecha por la mano del hombre.
Si la naturaleza ha sido generosa con este enclave no lo ha sido menos la historia, algunas de las cuevas y oquedades que salpican las paredes del cañón se han encontrado pinturas rupestres de tipo esquemático y vestigios de habitación, así como en la cueva ubicada detrás de la ermita hay grabados de la Edad de Bronce.
En cuanto a la ermita, su origen se atribuye a la Orden del Temple, aparentemente primeros propietarios del Castillo de Ucero, su construcción se inició al final de la etapa románica, con lo cual también tiene elementos góticos, como el arco apuntado de su elegante portada de sencillas arquivoltas.
Sobre esta entrada hay dos cornisas con canecillos que remiten al mundo medieval, impregnado de simbolismos; también decoran las capillas de la Epístola y del Evangelio en cuyas fachadas destacan las joyas de la ermita, sendas celosías circulares de tracería mudéjar, con una estrella de cinco puntas invertida cuyos extremos toman la forma de corazones.
El ábside semicircular posee tres vanos de arco apuntado, un magnifico crismón y nuevamente canecillos.
También en su interior existen este tipo de elementos que son ornamentales para unos e iniciaticos para otros, con toda una historia por contar que ha dado lugar a una nutrida literatura que intenta desentrañar las incógnitas que presenta la ermita del Cañón Río Lobos.
Pero no nos detenemos con intención de hacerlo a la vuelta, puesto que aún nos queda toda la ruta por delante.
Seguimos el curso del río, se echan de menos sus característicos nenúfares , pasamos ante la boca de la cueva y por detrás de la ermita, estamos en la zona que tantos visitantes divisan a través de los orificios abiertos en la pared rocosa de la explanada.
A no demasiada distancia encontramos un panel que informa que nos hallamos en el Colmenar de los frailes y podemos ver en un resalte de la pared del cañón varios troncos huecos con una losa como tapa que se utilizaban como colmenas, dejando pequeñas entradas para las abejas. La escalera no debía estar lejos ya que para acceder a ellas hay una considerable altura.
Aún hoy existen algunas colmenas. Debe ser un paraíso para las abejas, además de las habituales plantas aromáticas de nuestras tierras como tomillo, espliego o romero, el cañón en primavera estalla de flores, tanto en el suelo como en los arbustos de espinos, aliaga, jara…
En cuanto a arbolado podemos disfrutar de pinos, sabinas, encinas, quejigos… y en las riberas sobre todo hay chopos, que entre sus ramas alargadas y desnudas nos permiten ver los altos farallones.
Es un cañón profundo y ancho en el que no dejamos de mirar y admirar las magnificas formas pétreas y grietas del relieve kárstico que la mente humana utiliza para crear ciclópeas caras, personajes o animales. Gigantescos lienzos de pintura abstracta que las buitreras y los óxidos han creado. He comentado en otras ocasiones que la naturaleza es la mejor artista y cada ruta lo demuestra.
El río comienza a serpentear y tenemos que vadearlo una y otra vez, lo cruzamos creo que en diez ocasiones, hay piedras dispuestas para este fin, pero aún así no es tarea fácil porque puede haber resbalones, piedras inestables o encharcadas, troncos tambaleantes… Por suerte no hemos sufrido ninguna caída.
Cuando nos disponemos a cruzarlo por novena vez, nos topamos con el problema que había anticipado la guarda forestal, las piedras pasaderas están totalmente cubiertas por el agua y no es posible pasar.
Mientras Ángel busca algún punto cercano para poder cruzar aprovechamos para almorzar, además es un estupendo lugar para ello, tenemos una roca formando una buena bancada y otras más pequeñas para sentarnos frente al río y con vistas a una pronunciada pendiente cubierta de hierba, sobre la que se abre la amplia boca de una cueva.
Inesperadamente, en la orilla a la que nos resulta imposible cruzar, aparece nuestro compañero Ricardo, nos comenta cómo ha logrado llegar y mientras nosotros damos buena cuenta de nuestros almuerzos vemos un punto azul en la entrada de la cueva.
No pudimos acompañarle y verla in situ pero grabó un estupendo video para que pudiéramos matar la curiosidad, está incluido en el video correspondiente a esta ruta. https://www.youtube.com/watch?v=A60S-hWrh3U&t=0s
En este cañón hay magnificas cuevas para practicar espeleología, que es otra de las actividades deportivas que aquí se pueden realizar.
Comienza a llover, deshacemos camino y vadeamos en sentido contrario el octavo cruce del río, nos dirigimos a un roquedo y por una estrecha sendilla llegamos a la orilla a la que antes no pudimos acceder.
Pasamos por lugares singulares como un escalinata de piedra, una grieta entre dos roquedos, un resalte protegido por una valla…
Poco a poco el cañón cambia de fisonomía y se vuelve bastante más amplio, descubriendo nuevos paisajes.
Aún en invierno nos regala con un hermoso contraste de formas y colores; los impresionantes cortados y cuevas, ríos de aguas transparentes reflejando choperas de ramas peladas, el verde del camino y de las laderas, de musgos y líquenes; roquedos escalonados pletóricos de pequeñas plantas como el ombligo de Venus… y del arbolado que hemos podido disfrutar.
Hay extensos bosques de sabinas y pino laricio, aunque quedan alejados de los riscos son una parte fundamental del Cañon del Río Lobos. No olvidemos que es un Parque Natural que abarca una superficie de más de 10.000 hectáreas y donde se trabaja para la máxima protección de su rico ecosistema.
Es el hábitat de una amplia diversidad de animales, entre los mamíferos está el corzo, jabalí, conejo, ardilla, liebre, zorro, garduña, comadreja… Aves rapaces tales como el águila real, águila pescadora, águila culebrera, halcón peregrino, azor, milano, alimoches, cernícalo… y una importante colonia de buitres leonados. Rapaces nocturnas: búho, mochuelo, lechuza. Aves de entornos fluviales: ánade real y martín pescador; entre los reptiles abundan las víboras y entre los anfibios las ranas, cuyo croar se ha echado de menos en la senda del río casi tanto como los nenúfares.
Quizá también se ha echado en falta el azul intenso de este cielo que hemos tan tenido grisáceo y encapotado, donde han dibujado su vuelo majestuoso los buitres leonados para ir a posarse sobre los más altos peñascos, solitarios o en hileras con una decena, una docena… montando guardia a trechos en el cañón iniciático por el que cabalgaron los caballeros templarios desde el castillo de Ucero.
Una cortina de lluvia va desdibujando el paisaje y dejando su reluciente patina. Cruzamos por decima vez el río por su paso de piedras y seguimos camino hasta el puente de los Siete ojos, pero el amplio cauce que llega hasta él está seco, sus aguas se filtraron y discurren por el subsuelo; en época de lluvias cuando el acuífero quede colmatado, emergerán con fuerza y llenaran el cauce hoy seco.
De acuerdo a nuestros planes iníciales deberíamos regresar, pero se ha decidido que concluyamos aquí la ruta. El trayecto nos ha ocupado más tiempo de la cuenta y sigue lloviendo, así que se han adelantado los compañeros que han traído su coche y han pedido un taxi para ir al aparcamiento de donde partimos. Los demás les esperamos cobijados bajo el techado del aparcamiento del puente de los Siete ojos.
Ana María Abajo 18/01/2020
Ruta realizada por C.D. Soria paso a paso.
Precioso relato Ana, que cantidad de descripciones más bonitas!!!
Leído y disfrutado como siempre. Gracias Ana, hay que repetirla para ver los nenúfares y escuchar las ranas.