Ruta otoñal por “El barranco las rameras”. Villoslada de Cameros 29/10/2022
Cuando ya habíamos caminado aproximadamente la mitad del camino, nuestro sherpa-guía nos comunica que el IBP de esta ruta es de 66 y todos nosotros pensamos que este índice, que mide la dificultad de las rutas, no puede ser inferior cuando andamos por la demarcación de Villoslada de Cameros.
Estos bosques de la cara norte de la sierra de Cebollera son uno de los mejores lugares para disfrutar de la otoñada y para sentir la grandeza de la naturaleza a nuestro alrededor y como en Soria paso a paso se está pendiente de este tipo de acontecimientos naturales, partimos de Soria con plena oscuridad para ver amanecer una cálida mañana según conducimos por la carretera que lleva a Logroño y llegar a los alrededores de Villoslada de Cameros por donde hoy vamos a mochilear y a hacer pierna.
Cuesta un poco localizar el punto exacto de inicio de la ruta, pero una vez que llegamos a él, nos encontramos en la puerta del Barranco” las rameras” desde donde nos lanzamos rápidamente a caminar con muchas ganas y con buen humor ya que la contemplación del camino que tenemos frente a nosotros hace que nuestro talante matutino algo perezoso se torne dinámico y enérgico.
Aunque en una primera idea, se piensa en el significado despectivo de la palabra “rameras”, realmente la denominación de este lugar tiene un significado muy bonito ya que esta palabra deriva de “ramo” porque a la entrada de este barranco las mujeres salían a recibir “con ramos” a sus esposos, pastores, cuando llegaban de” las Extremaduras” con su ganado trashumante.
Empezamos subiendo por una pista de forma continua pero llevadera, un arroyo baja a nuestra izquierda y sorprendentemente lleva algo de agua, incluso vemos alguna pequeña cascada que forma en su transitar entre rocas. Las hayas son las dueñas y señoras de este bosque, fuertes y robustas cubren las laderas tanto la de la derecha que sube la montaña como la que baja hacia el arroyo, a nuestra izquierda. Nos paramos de vez en cuando a fijarnos en detalles y rincones del camino o a mirar hacia arriba para admirar sus grandes copas o sus gruesos troncos, algunos yacen destruidos y partidos en el camino y hechos leña, junto a las viejas y enjutas hayas se encuentra una gran población de otras jóvenes y esbeltas . Bajo este techo frondoso desataca el verde del musgo y por supuesto los marrones y ocres de las hojas caídas. El contrapunto duro y granítico lo ponen los canchales que aparecen de tanto en tanto arrastrándose pesadamente por la pendiente montañera
El sol va apareciendo en el horizonte mientras subimos, llegando el momento de admirar la luz traspasando la bóveda de hojas y ramas que forma el arbolado, las laderas en este momento se iluminan, dando paso a unos colores más vivos. Descubrimos también el fruto del haya que es el hayuco que seguramente hoy llena las despensas invernales de los animalillos del bosque.
La pista se va naturalizando, se va difuminando en el bosque y a partir de este momento se decide ir monte a través. Dejamos la comodidad del camino llano para ponernos a prueba y pisar hojarasca que nos encanta, pero el camino trascurre ahora por la ladera de la montaña, por lo que es muy accidentado y no vemos donde colocamos los pies con el manto de hojas. Nuestra estabilidad en estos momentos depende de nuestros bastones que son nuestros mejores aliados. Las piernas pesan cuando llegamos a la pista de nuevo, pero ha merecido la pena el esfuerzo.
En pista solo estamos lo que nos cuesta cruzarla porque enseguida subimos unas escaleras que nos permiten salvar un talud entre pista y bosque para seguir subiendo por un monte que se empieza a ver algo diferente porque las hayas van cediendo el testigo a los pinos que hasta ahora solo se atrevían a aparecer tímidamente de vez en cuando. El camino está bien marcado por rayas naranjas y amarillas y el sendero es estrecho, pero perfectamente transitable. En esta zona empezamos a disfrutar de grandes acebos, unos llenos de frutos rojos, otros verdes totalmente, unos con hojas pinchudas, otros con hojas lisas, unos enormes e infranqueables en su base y muchos pequeños recién nacidos.
Un claro de este fantástico bosque es el paraje llamado la majada del Ofilo (1623m) donde hay restos de un antiguo chozo de pastores y desde donde tenemos unas vistas alucinantes sobre el collado de Sancho Viejo y los montes de peña Yerre y Lobos. Este lugar es el límite entre Lumbreras y Villoslada
Seguimos un rato más en ascenso montañero y cuando alcanzamos la cota más alta de la jornada nos paramos a almorzar, pero hoy el” restoran” está un poco ladeado y tenemos que encontrar un sitio estable donde sentarnos para no deslizarnos por la pendiente. Nos comemos el bocata casi con un poco de vértigo mirando hacia abajo entre los pinos y la bota hoy no corre tanto como otros días por el riesgo que supone el levantarnos e ir a por ella.
La pendiente boscosa es de nuevo nuestro camino, pasamos por zonas con grandes rodadas de maquinaria forestal que sospechamos habrá estado sacando madera y no sentimos la planicie en nuestros pies hasta llegar al alto del achicharre (1630m) que, aunque es una modesta elevación, es una cumbre que cuenta con tradición montañera porque desde aquí es sencillo alcanzar los dos miles del sector oriental de Cebollera. Tres caballos bretones con fortísimas patas nos miran de reojo mientras caminamos por la pradera desde la que contemplamos las cumbres norteñas de la comarca. Dejamos esta bella altiplanicie con pena para comenzar el descenso todavía acompañados por pinos hasta llegar a una intersección en la que dejamos a la izquierda el camino que baja hasta la ermita de la patrona de la sierra (La Virgen de los Lomos de Orio) para enfilar por el camino que nos lleva de nuevo hasta Villoslada de Cameros. El descenso es también suave por un sendero natural en el que de nuevo las hayas se adueñan del territorio y ya no podemos resistir la tentación y frente a la fuente de la Romanizosa nos metemos entre las hayas y nos damos una ducha de hojas, sin miedo a garrapatas u otros bichos.
Llegamos a la pista nuevamente para atravesarla otra vez y desde aquí la pendiente es más acentuada; la floresta va cambiando de nuevo, vemos las últimas hayas y algún roble va apareciendo, aunque nos siguen llamando la atención los acebos que están impresionantes. La última pendiente que hacemos es la del” chozón “y ya vemos las naves ganaderas a cuya vera hemos aparcado hoy.
Como curiosidad han aparecido en nuestro camino pequeñas esculturas de madera como una pequeña silla o el poste con rosquillas de piedra; todo en conjunto ha hecho que sea una mañana senderista otoñal espectacular recorriendo un rincón del parque natural de la serranía de Cebollera.
Acabamos ruta con una gran satisfacción como siempre y mientras abandonamos estos soberbios bosques pensamos que, así como dice un proverbio francés “El otoño es el silencio que viene antes del invierno” desde Soria paso a paso deseamos que estas montañas y praderas sean cubiertas por un grueso y duradero manto de nieve durante este invierno.
Emi