NOVIEMBRE POR EL ACEBAL DE GARAGÜETA.

 

Lo de Soria paso a paso con el Acebal de Garagüeta es puro vicio; cada mes de noviembre el cuerpo nos pide andar entre acebos por lo que volvemos una y otra vez al Parque Natural que tenemos tan cerca de Soria.

Hoy nuestro marcador en google maps para empezar la ruta, es un punto más allá de Almarza que cuesta encontrar a algunas despistadas que llegan un poco tarde. Todo el mundo espera pacientemente a que los participantes estén reunidos para emprender la ansiada marcha matutina. Antes de salir a nadie se nos escapa el fantástico paraje y merendero en el que hemos aparcado; hoy presagiamos otra ruta disfrutando nuevamente de la decadencia del tardío, mientras nuestros pasos crujen en la hojarasca y la marcha del cámara queda grabada en su video.

Un puentecillo de madera sobre el río Tera nos lleva al Molino del tío Manuel y muy cerca paramos para ver uno de los yacimientos de icnitas más antiguos de la provincia:  una franja de roca que es una reliquia natural un tanto especial porque el número de especies que aquí dejaron impresas sus huellas es muy alto; hoy las antidiluvianas  marcas  están rellenas de agua y podemos distinguir dedos cortos, largos, puntiagudos y redondeados que pertenecieron a dinosaurios herbívoros y carnívoros de diferentes especies y tamaños que convivieron aquí hace unos 140-150 millones de años.

Los robles son hoy también la especie arbórea dominante en esta dehesa “La Mata “de Gallinero que ocupa unas 900 Hectáreas y que da beneficio en forma de pasto y leña. Este lugar ofrece unas propicias circunstancias para el anidamiento de varias especies de pájaros por lo que está protegida en este sentido.

1km de fuerte pendiente a ritmo de 110 -140 pulsaciones por minuto nos lleva del Cretácico a la Celtiberia, porque llegamos al Castro de los Castillejos que fue abandonado en el siglo VII antes de Cristo, según el experto Blas Taracena. Al recorrerlo nos parece de gran superficie y es que ésta era de 8.500 m. cuadrados, distinguimos su forma ovalada y Taracena nos informa también de que las viviendas de esta fortaleza eran de madera, no de piedra y que estaba circundado por una gran muralla, un foso y una barrera de piedras hincadas que medía unos 5 m de ancho; todo esto unido a la panorámica que desde la montaña se tiene del valle, se llega a la conclusión de que este castro debía ser inexpugnable.

Saltamos entre sus piedras linderas para continuar nuestra marcha y subir a la peña del Afre. Seguimos avistando el precioso valle en el que distinguimos pueblos de la comarca como Gallinero, Almarza  y  el barrio de Lumbrerillas y vemos la niebla aferrada a las sierras que lo circundan ; en el camino entre los robles de repente aparece un gran acebo cónico que resalta por su colorido  y más adelante  entre la seca vegetación distinguimos  puntos rojos y verdes que pertenecen a pequeños acebos que luchan por crecer. Pasamos por una pequeña choza de pastores enclavada en la ladera y aquí también, encontramos a las vacas pastando. Frente a nosotros la Sierra de Montes Claros y si nos miramos frente a frente nos vemos el rocío en nuestras pestañas.

Un torno oxidado es la puerta de entrada a una de las masas de acebo más extensas de Europa, son 406 hectáreas de las que 180 están cubiertas por el Ilex equifolium, codiciado por la fauna porque en invierno es el único que ofrece algo que comer y muy deseado también por los humanos como adorno navideño. Hoy afortunadamente es una especie protegida que se explota de forma sostenible por los pueblos y que podemos adquirir para dar ambiente navideño a nuestros hogares.

En este lugar hay ejemplares de acebos que sobrepasan los 125 años y éstos tienen que ser algunos de los que hoy admiramos con forma piramidal, atiborrados de gordos cucos rojos y con una potente y gruesa franja de espinosas hojas apiñadas y superconcentradas en su base para que a ningún animal se le vaya a ocurrir acercarse y empezar a construir un sestil.

Un corto paseo por un sendero entre el verde brillante de los acebos nos lleva al otro lado del parque dónde se encuentra otra entrada desde Torrearévalo. Junto a la fuente descargamos nuestras mochilas y tomamos nuestro tentempié, descansamos y nos quedamos helados porque la temperatura la notamos bastante más fresca. Tenemos que reiniciar la marcha rápidamente para entrar en calor y que mejor para ésto que subir la montaña.  Tras pasar por otra taina o majada llegamos a un bosque de cuento, según opina nuestra compañera Esperanza, entramos en un sestil, en un resguardo boscoso con un microclima

especial donde no hace ni frío ni calor y donde el sol apenas puede entrar por algún recoveco, el suelo es infértil por la falta de luz y por los excrementos de los animales que aquí se refugian tanto en invierno como en verano y sestean, de hecho, son los mismos herbívoros los que van construyendo esta cuadra natural. El ganado ha contribuido al origen del acebal porque este paraje era usado por Arévalo y Torrearávalo como estibadero para sus vacas y ovejas. Podemos observar aquí los troncos de los acebos que crecen en forma de auténticos árboles, es una madera muy dura y compacta, apreciada en ebanistería

Seguimos por la senda marcada en el acebal, vemos a lo lejos que un gran grupo de personas recorre el camino previo a la entrada y que la niebla ha aumentado su espesura en la serranía de alrededor, seguimos a nuestro guía subiendo y bajando por los caminos marcados, parce que conoce donde se encuentran los acebos más grandes y lustrosos.

Pajarillos cruzan de unos acebos a otros, sabemos que los zorzales son las aves que más buscan estas plantas y por consiguiente contribuyen de forma efectiva a su expansión.

 

Saludamos a ciclistas en la cabaña del pastor más famosa y mejor conservada de la zona, donde ya hay un belén puesto y subimos y bajamos por estrechos senderos hacia la pedrera de grandes bloques silíceos y que en alguna otra ocasión nos han servido de aposento para el almuerzo. Desde la parte alta del parque se distingue el repliegue montañoso en el que se encuentra la gran masa verde oscura del acebal que destaca en las montañas peladas.

La ruta va llegando a su fin, salimos del recinto murado del acebal por la misma puerta giratoria y subimos nuevamente la pequeña sierra, el sol aparece entre nubes y neblinas y es fantástica la bajada por la montaña de los Castillejos envueltos por la calidez y la alegría que proporciona.

Desde la pelona colina distinguimos a nuestra derecha descarnados esqueletos de hayas y nos desviamos para entrar en un rincón de este hayedo y descubrir grandes ejemplares que comparten hábitat con robles de la misma envergadura, muchas de las hayas yacen abatidas y resquebrajadas, huecas y en proceso de descomposición para volver de nuevo a formar parte del sustrato de la tierra.

Dejamos el hayedo que nos empezaba a poner un poco tristes para aparecer de nuevo en la ladera de la colina y seguir caminando al lado del sol. Vemos fuertes caballos de labor pastando y nos vienen a la mente recuerdos de la vida antigua de los pueblos, antiguas formas de trabajar, de subsistir y resistir; Nos imaginamos al Tío Manuel charlando con amigos junto a un buen porrón de vino, sentados en la puerta del molino y quizá en ese horno anexo a la casa se están haciendo unas buenas tortas de chicharrones. Gente sencilla y trabajadora que acababa el día cansada pero no estresada.

De nuevo pisamos territorio cobrizo y crepitante, un año más misión cumplida con gran éxito, un año más nos hemos emboscado entre centenares de acebos centenarios para respirar y absorber su fuerza y su resistencia, un año más hemos recibido un buen chute de bienestar acebalario y arbóreo que nos va a ayudar a afrontar el nuevo año que pronto recibiremos. Feliz Navidad Pasopaseros.

 

Soria, 28 de noviembre de 2020

 

Emi

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