PASEANDO DE NUEVO ENTRE SABINAS

 

 

Soria, 14 Enero 2023

 

Fue a finales  de Noviembre 2022 cuando hicimos nuestra última incursión por el extenso y  agradable sabinar de la sierra de Cabrejas. Hoy hemos vuelto a pisar este terreno,  siempre acogedor, que esconde una recoleta belleza en las sabinas centenarias que muestran su esbelta silueta, en unos casos, o el meritorio aspecto añoso, en otros.

En esta ocasión, hemos elegido el pinariego pueblo de Cabrejas del Pinar para comenzar nuestra ruta. Son algo más de las 8,30 h. cuando  aparcamos en las inmediaciones de la céntrica fuente de los seis caños de esta localidad, que a estas horas de la mañana presenta un aspecto de sosegada quietud, aunque se transformará a lo largo del día en un animado y bullicioso municipio.

 

Hacemos la salida del núcleo urbano a través de una estrecha senda, encajonada entre pequeñas fincas  de la periferia. Como en otros  lugares visitados anteriormente, el camino lo riega un fino hilo de agua que, por momentos, se hace accesible su tránsito, bien por su escaso caudal o porque el hielo de madrugada lo ha convertido en un suelo helado de fácil transición entre sus márgenes, que  da paso a unas tierras de labranza  de corto recorrido hasta alcanzar un suelo más sólido.

Y aunque los primeros pasos los hacemos por terreno llano,  pronto nos enfrentamos a la primera, única y pronunciada cuesta que nos elevará hasta las llanuras del tranquilo encinar, por momentos salpicado de tímidos quejigos, escasos encinares  y algún pino negral, para hacer más vistosa y cromática nuestra observación del paisaje.

Y a fe que la pendiente inicial pone a prueba nuestras todavía intactas energías y nos obliga a parar en algún momento del trayecto, para tomar resuello y cargar de oxígeno los pulmones. Y uno de estos curiosos puntos de parada obligada es en la llamada fuente Matapollos. Una humilde fuente, con el nombre escrito sobre una tabla en su parte superior, que vierte un agua cristalina  a través de un pequeño caño acomodado a su salida y completada con una modesta y útil obra de consolidación del terreno para evitar su desparrame incontrolado. Y en su proximidad, un banco de madera  al más puro  estilo rústico, situado a plena solana, con una clara finalidad: disfrutar de un merecido descanso, con vistas a Cabrejas del Pinar y, a la vez, del agua fresca que ofrece este manantial.

Continuamos nuestro ascenso y enseguida alcanzamos la llanura de la masa boscosa, con claros en los altos del terreno que ofrecen magníficas vistas del perfil urbano de Cabrejas, su polígono industrial y la vecina Abejar. Y un detalle que no pasa inadvertido para Ángel: algunas parcelas situadas entre ambas localidades muestran un color blanquecino en el suelo, fruto de la conocida cencellada que se ha formado de madrugada.

El mayor desgaste del paseo de hoy ya lo hemos hecho, así que ahora, y durante el resto del trayecto, el esfuerzo más inmediato será admirar la variedad de los ejemplares de sabinas que pueblan este rincón de nuestro terruño.

Presenta la característica, además, de ser un bosque viviente, no solo por la vida que transmite su flora, sino por la cohabitación en la misma del ganado que lo dota de nutrientes para mantener viva su esencia y admirar cómo el suelo rocoso y calcáreo sobre el que han crecido sabinas centenarias presenta un verde intenso, que parece ponerle un tapiz alfombrado para comodidad del paseante que se adentra en sus interiores. Las muestras de la presencia de ganado ovino por estas latitudes son evidentes, y no solo por los restos biológicos que fertilizan el suelo, sino por la existencia de majadas para albergar el ganado. Nos encontramos, en primer lugar, con las conocidas como majadas de Matarredonda (así llamadas por el paraje donde  se ubican), con aspecto de  una más que aceptable conservación, aunque también parece evidente que desde hace algún tiempo se encuentran en desuso. Luego sabremos que,

efectivamente, el ganadero que regentaba esas instalaciones había vendido los rebaños, por lo que en la actualidad se hallan huérfanas del uso para el que fueron construidas. La despoblación humana tiene como efectos colaterales también estos: la falta de continuidad generacional para la explotación de cabañas ganaderas que tanto beneficio han aportado a sus habitantes y al propio entorno natural donde se han desarrollado. No serán las únicas que veremos, ya que unos metros más adelante nos encontramos con otras dos majadas que presentan características muy similares a las anteriores. En este caso, observamos algún pequeño cobertizo cerca de las mismas, que podría servir tanto para una atención especial al ganado, como refugio temporal del pastor que atendía la cabaña.

Llaneamos por el sabinar, mientras estas, testigos impasibles del paso del tiempo,  observan nuestro caminar  y la admiración que producen en estos inesperados caminantes, por sus caprichosas formas de  desarrollo o la presunta carga de años que parece proclamar su vetusto armazón arbóreo. Las que hay que, tras desarrollar un corto y grueso tronco, expanden su fornido ramaje a modo de candelabro que extiende sus brazos hacia el cielo en busca del sol que alimenta su  robustez, mientras la matriz troncal hunde sus raíces en lo más profundo de la tierra en busca del agua que obra el milagro de su supervivencia, en medio de un terreno hostil y agresivo  por el tipo de suelo donde crece, la dura y cambiante meteorología, la falta de agua superficial que alimente sus necesidades más vegetales, etc. Otras, con su porte y figura, nos hablan de un nacimiento más tardío. Su esbelta figura acampanada y estilizada y sus ramas y delicadas acículas, nos invitan a acariciarlas como testimonio de gratitud por disfrutar de su presencia.

En nuestro camino hemos llegado hasta un cortado, desde el que tenemos una preciosa panorámica de otro municipio de esta comarca: Muriel Viejo. Nítida postal que, además, parece iluminado con un más que tibio sol que nos acompaña durante toda la ruta. Y desde aquí enfilamos hacia el punto de máxima altura de nuestra ruta: el punto geodésico de La Lastra. Hemos alcanzado poco más de 1300 metros de altitud. La idea inicial de nuestros sherpas era hacer aquí el obligado descanso para dar cuenta del bocadillo, pero las condiciones del terreno, verde y húmedo, sin un claro acomodo para nuestras posaderas, nos aconsejan localizar otro sitio más acorde con las mínimas  exigencias de salubridad. Y llegados hasta aquí, es ya casi un ritual plasmar la fotografía grupal, que, con mejorada precisión cada día, realiza Ricardo. Y ahí lo tenemos, encaramado en la base que sustenta el poste geodésico, tomando la foto desde un cinematográfico plano en picado, que hace las delicias de los que posamos para su cámara.

Y desde este vértice geodésico emprendemos la vuelta a nuestro punto de origen. Pero todavía no hemos hecho la parada obligada para aligerar las mochilas. Mientras descendemos por un amplio camino, utilizado por ganaderos en su tiempo y, con frecuencia, por cazadores, hacemos un pequeño giro en sentido contrario a nuestra marcha, porque hemos  encontrado el lugar idóneo para quitar el papel albal que envuelve el bocadillo. Es un pequeño y reducido terreno de piedras salientes, que sirve de recurrente solución a  nuestros fines gastronómicos. Teníamos ganas y enseguida  cada uno encuentra la piedra que le sirve de mesa y soporte sedentario para dar cuenta de las viandas camperas. No falta la bota (en ninguna ruta ha faltado…todavía), ni los deliciosos caprichos de bombonería que reparte Enedina o el café humeante de Mercedes, entre otros delicatesen que ofrece el grupo.

Hemos  repuesto energías y tras volver unos metros sobre nuestros pasos, tomamos la dirección hacia la localidad de partida. Es una pista forestal, cómoda de transitar y de trazado más que agradable por tratarse de una dirección descendente. Por el camino observamos un largo abrevadero  que, en su tiempo, debió tener (desconocemos si todavía tiene) una importante utilidad para el ganado que por aquí pastaba.

Y un poco más abajo de nuestro recorrido, una acertada señalización  marca direcciones hacia rincones y lugares de interés para el caminante que se ha adentrado por estos pagos: Cabrejas del Pinar, La Peñota, Molino Ranero.

En el camino de regreso, pinos, sabinas, encinas y algún quejigo se mezclan en el todavía frondoso bosque que arropa nuestra presencia. Disfrutamos de una jornada climatológica no menos agradable, pese a las bajas temperaturas nocturnas, mientras a lo lejos divisamos las primeras viviendas de Cabrejas. Hacemos la entrada al municipio por su costado occidental, enfilando una amplia calle que nos acerca hasta la ermita de Santa Ana, donde encontramos en la puerta de entrada a la misma un curioso y original Belén, todavía sin retirar, hecho con troncos de enebro y al más puro estilo figurativo, que resalta por su sobriedad, a la vez que por su imaginativa creación con el uso de auténticos materiales autóctonos  del bosque que hemos recorrido.

Y terminamos la jornada senderista con el demandado y clásico refrigerio de fin de ruta, que en esta ocasión hacemos en el bar  gestionado por la Asociación de jubilados de Cabrejas del Pinar, donde, además de recibir una exquisita atención, disfrutamos de una excelente relación calidad-precio de las consumiciones que nos sirven.

Pero antes de emprender el regreso a Soria, un grupo de compañeros/as no se resisten a girar visita a la siempre  atractiva y refrescante cascada que presenta El Chorrón, espectacular paisaje en época de lluvias y deshielos, ya visitado en otros momentos, formando una torrentera de agua que se abre paso entre escaleras de rocas cubiertas de un musgo espeso y un verde esmeralda intenso. Y hay quienes  hemos optado por la más clásica y confortable decisión de  aproximarnos a la mesa del comedor, que, para este cronista le ha resultado hoy más cercana que en otras rutas.

Y esta tarde tendremos la preceptiva asamblea anual de socios. Pero este relato se reflejará en un acta protocolaria; no forma parte de los contenidos de nuestras crónicas andarinas.

Seguiremos haciendo camino y conociendo nuevas rutas ya programadas, nuevos paisajes, nuevos campos o masas arbóreas, nuevos rincones que admirar y disfrutar.

Agnelo Yubero

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

One Comment so far:

  1. Magnífico Agnelo, entiendo que comerías con tu hermano, según cuentas. Cabrejas y sus sabinares son muy vistosos con sus suelos mullidos y sus sabinas retorcidas, como tu muy bien nos has descrito .Gracias

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Posted by: soriapasoapaso on