ENCANTO Y BELLEZA EN EL CAÑON DEL RIO LOBOS

 

En cualquier guía turística de Soria hay dos rincones emblemáticos, entre los muchos que ofrece nuestra provincia que, a todo turista, recomiendan visitar: la Laguna Negra y el Cañón del rio Lobos.

De la primera hoy no toca hablar. Hemos hecho reiteradas subidas en ocasiones y años anteriores por esta ruta de la sierra del Urbión, de la que hemos dejado constancia en la web de nuestro grupo senderista.

Así que hoy es obligado comentar nuestra visita por el otro mencionado rincón mágico, espléndido, y siempre sorprendente Cañón del Río Lobos. Pero no va a ser un recorrido al uso de la información que dispensan las oficinas de turismo. Y ese es el encanto de conocer otros espacios más recónditos, pero no por ello menos admirados, de nuestro altivo y rocoso cañón que recibe el nombre del río que lo recorre y le da vida. No me resisto a facilitar algunos datos singulares de esta manifestación de la naturaleza pródiga en recursos que, no por conocidos, resulta más apasionante recordarlos para valorar el espectacular parque natural que compartimos sorianos y burgaleses.

La formación del propio Cañón es fruto de la doble acción erosiva, de desgaste. El resto del conjunto calizo que impregna el paisaje se ha erosionado formando un Karst que en superficie muestra alguna torca o depresión circular del terreno con bordes escarpados, abundantes cuevas, simas y sumideros, mientras que en profundidad es un ejemplo de funcionamiento de acuíferos y aguas subterráneas. Y son estos aspectos los que han suscitado el interés de nuestros guías para darnos conocer los arcanos escondidos a lo largo y ancho del parque. Esta vez no vamos a patear la ya clásica excursión turística que enlaza la ermita de San Bartolomé con el puente de los Siete Ojos, o viceversa, (9 Km.), por un marcado y bien preparado camino harto transitado. Y no es que esta ruta carezca de emoción e interés para admirar la indescriptible belleza del Cañón. Otras sorpresas esperan al visitante si nos desviamos por derroteros distintos al ya citado trayecto turístico, en busca de esos rincones a los que me he referido anteriormente.

Nuestra ruta empieza en el llamado Puente de los siete Ojos, así denominado por el número de arcos que permiten el tránsito de agua bajo sus vanos. A las 9,00 h. nos hemos citado en el aparcamiento de este conocido enclave para iniciar la jornada sabática, que se presenta con la amenaza de alguna lluvia a lo largo de la mañana, pero no merma el buen ánimo de quienes hemos decidido recorrer el itinerario previsto.

Apenas hemos echado a andar nos encontramos con la primera sorpresa: los ojos no tienen lágrimas. En su sentido metafórico es la traducción de que bajo los arcos del puente no fluye ni una sola gota de agua del río Lobos. ¿Extraño? No. Suele ocurrir que sus niveles de agua dependen casi exclusivamente de la nieve acumulada en las montañas o de los arroyos de temporada. Parece que este año estos fluidos de altura todavía no han acariciado el cauce pedregoso que acoge sus corrientes.

La falta de agua que presenta el río Lobos, se compensa con la corriente, más humilde y vivaz, que ofrece el río Arlanza. Acompañamos su recorrido durante un buen rato, por su margen derecha, mientas admiramos la espectacularidad de los farallones que se elevan a derecha e izquierda de nuestro camino, con sus típicas oquedades, cuevas y arcos naturales excavados en la misma roca, formando un armonioso equilibrio cromático que produce el gris calizo de los peñones, veteado de ocres y tonos más oscuros, con el verde del suelo alfombrado que discurre a lo largo y ancho del valle que muestra el cañón. Y sobre estas moles pétreas, la presencia inconfundible del omnipresente buitre leonado que desde su privilegiada atalaya en la inaccesible altura del macizo rocoso, quieto y hierático, observa nuestros pasos, como si entre el voraz carroñero y el ser humano hubiéramos firmado un acuerdo de no agresión mutua. En otros lugares vemos la manada planeando sobre nuestras cabezas, no sabemos en qué dirección, pero siempre con la sensación de encontrarnos en un entorno vigilado por estos alados que protegen su territorio. Al dominante buitre hay que añadir la relativa abundancia del águila real y perdicera, del alimoche, del búho real y una variada mezcla de rapaces relacionadas con el medio rocoso.

Seguimos disfrutando durante buen rato de los desafiantes riscos que flanquean nuestros pasos cuando elevamos la vista y la belleza acuática representada en los nenúfares que inundan los remansos de agua que va formando el Arlanza en las inmediaciones del suelo que acoge nuestras pisadas. Y por si este derroche de encantos naturales fuera poco, encontramos a nuestro paso dos frondosas y altiva sabinas, como botón de muestra de la pujante vida vegetal que acoge el rico suelo del cañón. No son las únicas, ni de su especie, ni de otras variedades arbóreas que iremos viendo a lo largo del camino.

Hemos recorrido unos 7 Km. acompañando al río Arlanza por el cómodo sendero de la ya citada vía turística y ahora giramos hacia el noroeste, abandonando la dirección sur que traíamos; pero para ello debemos vadear el río y no hay pasarelas o puente sobre el que sortear este obstáculo. ¿Qué hacer? La solución estaba ya prevista por José Antonio, que, para salvar esta contrariedad, provee al grupo de calzas de plástico impermeables que facilitan el paso a la otra orilla. Ya íbamos advertidos de este recurso, que felizmente resolvió el problema, (irónicamente titulado “hora del baño” por nuestro técnico de imagen y sonido post-ruta), no sin cierta torpeza para algunos que hicimos uso del mismo, con el fin de mantener los pies secos el resto de la jornada.

Nos adentramos por una discreta y continuada pendiente en ascenso que conduce hacia esos rincones aludidos de cuevas, simas y otros aspectos orográficos del parque, menos conocidos pero no menos admirados cuando nos encontrarnos ante ellos. Ahora no son las rocas el paisaje dominante, sino la variedad arbórea que conforman los claro-oscuros del paisaje que se abre a nuestra vista: sabinas, enebros, pino negral, pino albar, encinas y otras especies menos frecuentes conforman la riqueza vegetal de estas pequeñas lomas.

El trazado de la ruta tiene un objetivo inicial: conocer la primera de las cuevas dispersas por este paraje y hacer allí la obligada parada para la necesaria reposición de fuerzas. Y haciendo camino hemos llegado hasta la cavidad conocida como “Covalagüa”. Se trata de una cueva de pequeñas dimensiones, a la que se accede por una cómoda pendiente y visitable su interior. Únicamente la entrada requiere un mínimo ejercicio de agilidad corporal para no golpearse la cabeza en un corto recorrido de 4 ó 5 metros, y, una vez sorteado este obstáculo, podemos incorporarnos plenamente y admirar la belleza de esta pequeña desconocida, donde se conjugan tres fenómenos que le otorgan singular armonía: luz, color y vida natural. La luz le entra desde una especie de chimenea abierta al exterior en su orientación norte y que hace de la misma un lugar más diáfano de lo que suelen ser estas cavidades subterráneas. El color lo pone una pequeña elevación del terreno en el interior de la misma, tapizada de un verde intenso, fruto de la humedad y el sol que penetra a través de la citada chimenea. Y la vida natural surge de este montículo alimentado por el sol y el agua que han propiciado la existencia de pequeños vivientes en el interior de la misma.

Mientras inspeccionamos la cueva, otros compañeros que han quedado fuera aligeran sus mochilas para consumir las deseadas viandas, a la vez que se disfruta del merecido descanso que todo caminante espera. Nadie escapa a este asueto obligado y unos y otros, hecha la visita a la vecina cueva, damos cuenta en pocos minutos del ansiado bocadillo. Ocasión que aprovecha Ana de la Hoz para distribuir entre los presentes una caja de bombones, a modo de celebración por el nacimiento de su primera nieta. Compartimos su ilusión y deseamos larga y feliz vida a su nueva descendiente.

Nos encaminamos por lo que podíamos denominar, si se me permite la licencia, “la ruta de las cuevas”. La siguiente es otra sima, de boca estrecha y señalada en el panel indicador como “Sima MA-11”, perfectamente cartografiada en el citado panel. No tiene más nombre. Solo estiramos la cabeza para ver el hoyo que forma su entrada, pero no tenemos más perspectiva por la cantidad de vegetales que se acumulan en el hueco que da acceso a la misma. Así que seguimos ruta en busca de la siguiente.

Y un poco más adelante nos encontramos con la conocida como “Cueva de los Candelones”. En este caso, la cueva presenta signos de actividad humana en su entorno: una cuerda de espeleología, primorosamente anudada a un arpón clavado sobre la pared de piedra exterior, y que se desliza por el resto de la pared, pasando por la anilla de otro arpón clavado con igual firmeza, nos indica que alguien ha descendido al interior para conocer y, seguramente, estudiar las entrañas de estas cavidades que suscitan el interés de los amantes de la espeleología y, en definitiva, el conocimiento del medio natural más profundo que se oculta a la vista del caminante. Rincones subterráneos que reciben a los más avezados o aventureros amantes de lo que hay bajo el suelo. No es nuestro caso. Así que seguimos en busca de otros horizontes, menos “oscuros”.

Pero todavía nos queda por conocer alguna oquedad más. En este caso, hemos llegado a la conocida con el solemne y pomposo nombre de “Sima de La Basílica”. Como en las anteriores, un panel explicativo situado en las inmediaciones informa de las características físicas y cartográficas de la misma. Sólo podemos observar la entrada. El resto, queda para la imaginación.

Emprendemos la marcha y en el camino nos sorprende una moderada granizada de apenas 10-15 minutos. Nada serio y sin consecuencias. Enseguida aparecen las capas de plástico y los paraguas que solucionan esta contingencia ya prevista.

Hemos salido a una pista forestal y nos dirigimos hacia un altiplano, tras superar una corta subida, desde donde se nos ofrece un extenso y variado horizonte de contrastes. Se conoce este punto como “Mirador de la Lastrilla”. Un detallado panel explicativo nos informa de lo que tenemos ante nuestra vista. Y lo que vemos hacia el fondo más lejano, en dirección oeste, es lo que el panel denomina “la Paramera”, o Tierra de Pinares, donde se aprecia la inclinación de los estratos calizos y las alturas dominantes. Las sabinas y enebros colonizan la propia roca de forma increíble y dan paso a los pinares de pudio y silvestre o albar, cubriendo hasta la sierra de Urbión que se recorta en el horizonte. Y un poco más cerca bajo nuestra perspectiva encontramos La Dehesa. Es un paisaje de fondo de valle ganadero, con arbolado escaso y pastos ricos y frescos, a veces roturados por algunos cultivos agrícolas, que en esta época muestran su verdor y pujanza, anunciando la inminente irrupción del cereal espigado. Y más hacia el oeste podemos divisar con nitidez el caserío que conforma el municipio de Santa María de la Hoyas. Cerca de esta localidad, pero ya en la provincia de Burgos, Pinilla de los Barruecos, nace el río Lobos. Burgalés de nacimiento, pronto se hace soriano de adopción, en sus escasos 30 Km de recorrido, hasta verter sus aguas al Ucero, y éste a su vez, se hace deudor del río Duero.

Descendemos de nuevo para llegar a otro no menos sorprendente accidente orográfico que esconde el Cañón. Se trata del conocido como “Sumidero de El Chorrón”. Se denomina así porque en él se sume el arroyo del Chorrón, cuya surgencia no está muy lejos del lugar, y dependiendo su vertido de las lluvias abundantes de temporada. Una vez que alcanza este enclave, donde se forma una cueva poco profunda, el arroyo desaparece a la vista del observador y se filtra en el subsuelo, discurriendo a partir de ese momento como aguas subterráneas, sin que se conozca con exactitud su trayectoria y vertido final. Un lugar de resonancias mágicas y evocadoras de leyendas descritas en parajes de similares condiciones. Es la guinda que pone el broche de oro a lo que el Cañón nos ofrece cuando hurgamos en sus entrañas menos visibles, en otra dimensión de este pedazo de naturaleza. Una vez más, tenemos que aplaudir el acierto de nuestros sherpas, por darnos la ocasión de conocer lugares naturales, tan cercanos a nosotros y, a veces, tan distantes en nuestro conocimiento del medio.

Dejamos atrás esta especie de juego al escondite que nos plantea el Chorrón y emprendemos el camino hacia el punto de origen. Son algo más de 2 Km. lo que nos separa del aparcamiento de los vehículos a través de un cauce seco, cuyo lecho está erizado de piedras, unas en forma de losas, otras en tablilla o ancladas verticalmente, cuando no formando pequeños escalones a sortear, que hacen especialmente incómodo el paso, y no solo por el firme irregular que pisamos, sino que a ello se añade la humedad que satura todo el recorrido sobre el suelo pedregoso y obliga a extremar las precauciones que garanticen nuestra integridad física.

Felizmente no ha habido que lamentar ninguna incidencia que nos obligue a usar el botiquín de campaña. Y nuestras siempre solícitas enfermeras que nos acompañan, más satisfechas todavía por no darles trabajo.

La proximidad a nuestro punto de salida se advierte ya por la presencia de dos puentes cercanos, bajo los cuales transitamos hacia la planicie del aparcamiento. Me dice Alicia que hemos recorrido 17, 9 Km. Supongo que la distancia se ajusta lo calculado por nuestros organizadores Son casi las 15,00 horas. Hay quien acepta la invitación de nuestra compañera Loli, que se unió al grupo cuando ascendíamos al Mirador de La lastrilla, para tomar una cerveza en su localidad, San Leonardo, y otros que optamos por tomarla más cómodamente en el sillón de casa.

Unos y otros nos quedamos con el regusto de la cerveza que nos sirve de aperitivo para incrementar otro regusto menos fisiológico, pero más intenso: conocemos y sabemos un poco más de las maravillas que nos rodean. Y que tan cerca tenemos.

    Soria, 1 de mayo de 2021

Agnelo Yubero

 

2 Comments so far:

  1. Como siempre espectacular, me han encantado las entrañas del cañón.Gracias Agnelo. Pero fue una ruta larguita …..

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