ABEJAR Y SUS MANANTIALES

 

 

                                                                        Soria, 26 Diciembre 2020

 

No nos alejamos mucho hoy de la capital. A poco más de 28 Km. nos acercamos hasta el turístico pueblo de Abejar, antesala de otros emblemáticos y admirados parajes sorianos, como el pantano de la Cuerda del Pozo o las inmediaciones de la sierra de Cabrejas y la proximidad al no menos impresionante bosque intensivo de sabinas y enebros que conforman el conocido sabinar de Calatañazor. Pero sin duda otros aspectos con menos renombre de este visitado municipio, que es también  puerta de entrada  a la majestuosa masa pinariega que se extiende al norte y suroeste de la sierra soriano-burgalesa (por algo se le conoce como “La Puerta de los Pinares”), son los manantiales diseminados en una pequeña franja de su término municipal, y que han sido objeto de nuestra visita en esta mañana invernal, inmersa en plenas celebraciones navideñas.

Nos hemos dado cita a las 9,00 h., en el interior del pueblo. Una hora prudente que no exige gran esfuerzo para abandonar las confortables sábanas de la cama. Y, merced a esta gentileza  horaria que han decidido nuestros sherpas, tenemos la pequeña recompensa a quienes hemos anticipado nuestra llegada de disponer de unos minutos para tomar un café en el bar de la gasolinera junto a la carretera, que a esa hora ya cuenta con una nutrida concurrencia de paisanos, amantes también de  despertar al día con un buen café caliente.

Entre componentes del grupo e invitados, sumamos veinticinco entusiastas de la zapatilla y el suelo de los caminos que recorremos, siempre con una indisimulada curiosidad por descubrir nuevas imágenes  y paisajes de nuestra extensa y sorprendente geografía soriana, deseo de todo caminante que vive el atractivo de los senderos transitados y el encanto de los rincones que aparecen en cada recodo.

Han pasado unos minutos de las 9,00 h. No ha faltado ninguno de los inscritos para la ocasión y en pocos minutos dejamos atrás el pueblo para adentrarnos por una pista forestal, en  sentido ascendente, que nos lleva durante un corto tramo por el camino antiguo que unía Abejar con la vecina Cabrejas del Pinar. Nos despide a las afueras del pueblo una rudimentaria cruz de madera, donde aparece la inscripción, en su brazo horizontal, “Cruz del Milagro”. Carezco de documentación para saber de qué milagro se trata, pero hago el propósito de solicitar información a los paisanos del pueblo para conocer el motivo de esta visible enseña.   La mañana se muestra soleada… pero engañosa: un viento frío (no superamos los -2º ) se deja sentir sobre nuestras caras medio tapadas por la obligada mascarilla que exigen las  circunstancias del momento, pero con la casi certeza de que transcurridas las tempranas horas mañaneras el sol tornará más agradable nuestra marcha .

Caminamos algo más de 2 Km. por la ya citada pista en ascenso, no muy exigente, que nos sirve de acicate inicial en un doble sentido: preparar nuestro organismo para mantener el esfuerzo exigido y combatir los rigores climáticos del momento.

A nuestra izquierda va quedando el talud que desnivela  el trayecto ascendente del propio terreno, salpicado de vegetación arbórea dominada, principalmente, por vetustos y portentosos robles que, “como fantasmas encorvados al pasar” delante de ellos (¿os suena la letra de esta canción de los años 70?), nos produce la sensación de que cientos de años arraigados en esta tierra contemplan nuestro paso. Nuestro sherpa, en su siempre acertado y elaborado audiovisual que prepara después de cada ruta, ha querido acompañar esta parte del recorrido con el conocido tema musical “Penny Lane”. Y aunque  la pista o la calle por la que transitamos, en su sentido económico, se pueda equiparar metafóricamente a la calle del penique, las vistas que observamos a medida que  vamos subiendo  podemos tasarlas en algo más que  libras esterlinas.

Hemos coronado la parte más exigente del trayecto. Ahora llaneamos cómodamente sobre una altitud que nos adentra por una más que espesa tierra de encinas, enebros, robledales y alguna que otra sabina.

Dejamos la pista y giramos  a mano derecha en un punto indeterminado del recorrido, para acercarnos hacia un fenómeno relativamente normal (según nos refiere  nuestro siempre bien informante Alberto), cual es la erosión que se produce en la naturaleza por la conjunción de distintas fuerzas naturales. En este caso, nos encontramos con una poderosa encina, que ha nacido y se ha desarrollado incrustada en una sólida roca y con el devenir de su crecimiento ha conseguido, como si de una cuña hendida en el hueco que la ha visto crecer se tratara, partir la roca sobre la que ha sustentado su crecimiento, hasta provocar el desprendimiento de enormes bloques de esa piedra en apariencia más fuerte que el propio troco de la encima.

Es el triunfo de la materia orgánica sobre la inorgánica. Por algo nos enseñaron en nuestra tierna infancia (desconozco si se trata de enseñanzas anticuadas o tienen todavía algún  vigor) que había tres clases de vida: animal, vegetal y mineral. Y,  aunque la naturaleza establece un armonioso equilibrio biológico entre los ciclos vitales de estos reinos, en este caso la aparente fortaleza del  menos evolucionado ha sucumbido al empuje de la vida vegetal, como si de un reto se tratara para salvaguardar la vida más compleja de la especie arbórea.

El rincón descubierto es espectacular y no nos cansamos de admirar la tenaz encina que ha conseguido “deshacerse” de la piedra que ocultaba su soberbio y altivo tronco, para seguir pujante su crecimiento en busca del sol que le da vida y deshacerse de la materia bruta que intentaba ocultarla.

Dejamos atrás este espectáculo natural y ahora nos enfrentamos a una pronunciada bajada, no exenta de riesgos, para continuar hacia el primero de los objetivos que forman parte de nuestra ruta: los manantiales.

El primero en visitar se conoce con el nombre de  Fuentervilla. El manantial queda oculto tras una gruesa piedra, de la cual sale un tubo flexible que conecta con un corto y estrecho canal, construido con material resistente, y, a su vez, este se prolonga con otra conducción  sobre la concavidad de un tronco vegetal elaborado artesanalmente para este fin. Estas intervenciones humanas tienen como finalidad darle utilidad al agua que fluye bajo la tierra, aunque no nos queda claro cuáles pueden ser los beneficiarios directos de las mismas: no parece que por aquí paste mucho ganado y, por otra parte, tampoco es un sitio cómodo para que el visitante tenga intención de probar el agua de este acuífero. Pero el agua siempre es un recurso necesario en cualquier ambiente, escenario o paraje.

Continuamos nuestro camino y en poco menos de quince minutos, escondido entre los enebros y encinas del monte, encontramos el conocido como La enebrada de los Caños (sin h intercalada). Es un manantial de aguas limpias y cristalinas, que forma una pequeña balsa en su propia surgencia, sin ninguna intervención humana, de aspecto absolutamente natural que invita a refrescarse en sus aguas. La fría temperatura de la mañana nos aconseja lo contrario. Así que nos limitamos a admirar la belleza de este lugar y su indudable valor ecológico.

 

Y enseguida llega el momento del asueto y descanso obligado. Lo hacemos en el paraje conocido como zona recreativa de Fuentervilla. Es una pequeña explanada en medio del bosque, donde se ha construido un sólido refugio para uso, principalmente, de cazadores, con equipamiento exterior de mesas de campo, que facilitan el descanso y las funciones gastronómicas. Ideal para nuestro esperado refrigerio. Y una vez más, nuestro técnico en montajes audiovisuales post ruta, ha querido ambientar este momento con otro acertado  tema musical de los Beatles (¡eternos Beatles!): el archiconocido All you need ist Love. Y, efectivamente, Angel, lo que necesitamos es amor…pero en este caso el amor por el deseado y merecido bocadillo que repone fuerzas y nos permite este rato de charla distendida entre el grupo y recuperar energías para el resto de la ruta. En las inmediaciones del lugar  aparece un visible anuncio que prohíbe usar las barbacoas. Y nada más contundente para dar cumplimiento a esta prohibición que destruir las barbacoas. Y así aparecen a la vista del visitante.

Ya hemos consumido las viandas  y probado el humeante café de algunos compañeros, especialistas en mantenerlo en óptimas condiciones para su consumo. Ponemos rumbo  hacia otro de los manantiales por un cómodo y llano camino, apto para la circulación de vehículos, y alguno vemos aparcado en las proximidades del mismo, seguramente de cazadores que andan por esa zona.

El siguiente manantial se conoce como El Aralejo. Forma una pequeña balsa en su nacimiento, que se prolonga en un pequeño arroyo, aunque no parece abundante ni excesivamente generoso, y pronto es absorbido por el lecho que corre, razón por la que su visita no se prolonga durante mucho tiempo.

Y por último vemos ya el indicador que nos encamina hacia el último de los manantiales, señalado como Fuente del Cordel. En este caso, no podemos apreciar su importancia  o estética, porque aparece seco el caño por el que vierte el agua subterránea que fluye  bajo la piedra que oculta su nacimiento. Antes de llegar al mismo hemos pisado la orilla de una parcela de cultivos de secano, que nos ha dejado su huella en forma de  una gruesa capa de pegajoso  barro bajo la suela de las botas. Ya tenemos trabajo al llegar a casa para dar lustre a nuestro calzado senderista.

Por el camino que nos conduce de regreso a Abejar, podemos observar los rigores de las temperaturas que han aparecido estas últimas madrugadas: charcos de agua en el camino convertidos en gruesas capas de hielo, que nos avisan de la más frecuente climatología invernal de estas tierras.

Hemos salido a un tramo de la carretera que comunica un punto de la N-234, desde Abejar, con otro de la N-122, hasta La Venta Nueva, por el conocido Mirador de los Muros, desde el que divisamos ya un plano aéreo de Abejar. El trayecto por carretera es corto y pronto abandonamos el asfalto para adentrarnos por un camino paralelo descendente que nos llevará hasta el  punto de partida. Y así, hemos llegado hasta las proximidades de Abejar y, en concreto, nos hallamos ya  ante la misma ermita “Virgen del Camino”, emplazada a 500 metros de la localidad, destino de la romería que se celebra todos los años el 15 de Agosto por los vecinos del pueblo. Tiene una sola planta y una única nave, construida en el siglo XV, aunque fue ampliada posteriormente y solo se conserva de esta época el camarín de la Virgen.

Y enseguida nos adentramos ya en el pueblo. Han sido algo más de 13 Km. recorridos y disfrutados por esta antesala de grandes masas boscosas de variados y ricos especímenes vegetales (encinas, sabinas, robles, enebros, pino albar, etc.).

Y la próxima ruta será también una ruta “de altura”, aunque vista desde la llanura. Tiempo habrá de explicar esta novedosa versión topográfica de nuestro recorrido.

 

Agnelo Yubero

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