RECOGIDA BELEN PICO FRENTES, 2020

 

Había que cumplir el rito. Y se cumplió. Pasadas las Navidades, el pequeño Belén que nuestro grupo  deposita durante estas fechas al abrigo del Pico Frentes , y este año haciendo guardia a la placa que recuerda a nuestro inolvidable Julián, permanecía allí, inmune a los rigores del invierno y manteniendo el vínculo de la montaña con las  siempre inolvidables fiestas navideñas. Y hasta la estrella que colgaba  sobre las diminutas figuras, mantenía su oscilante verticalidad, pero firme en su difícil suspensión sobre el hilo  en la  roca donde prendía.

A nuestra hora habitual de salida, pusimos rumbo hacia la urbanización de Fuentetoba. En poco más de 15 minutos nos encontrábamos ya a los pies de la cascada que, en esta ocasión, presentaba un disminuido caudal de agua, si la comparamos con la fecha que hicimos la subida para la puesta del Belén.

Emprendemos la ruta y, teniendo en cuenta que la mañana no presentaba excesivas dificultades climatológicas, enfilamos  hacia  la cima del emblemático pico en dirección suroeste, dando un rodeo que nos llevará a descubrir nuevos parajes hasta llegar  al punto geodésico, testigo de la máxima altitud del Pico.

Dejamos atrás los últimos chalets de la urbanización y  tomamos  una rudimentaria pista ascendente, caracterizada precisamente por eso, por el perfil de continua subida, hasta alcanzar un altiplano, a modo de receso y alivio de la prolongada cuesta que hemos traído.

Durante un tramo del trayecto, la senda presenta una hilillo de agua, a veces convertida en hielo, cuyo origen nos desvela José A. un poco más adelante: se trata de un manantial de las llamadas Fuentes Romanas, que por períodos permanecen secas, y en otras ocasiones, como la que tenemos ocasión  de ver, emana agua.

Continuamos el camino flanqueados de una tupida vegetación arbórea, donde domina casi con carácter exclusivo la variedad de la carrasca (tal vez, según opinión de nuestro experto medioambiental, Alberto, algún castaño hemos dejado atrás, recién comenzamos el recorrido), hasta llegar al ya citado plano,  donde desaparecen por momentos las especies arbóreas y podemos disfrutar de un gratificante soleada mañana   invernal de Enero.

Continuamos en dirección noroeste, aunque no lo haremos en línea recta, sino en busca de recovecos y lugares curiosos que nos va mostrando José Antonio, buen conocedor de estas tierras por sus asiduos y variados paseos que rodean el emblemático Pico Frentes.

A nuestro paso, podemos observar todavía algunos restos de manchas negras sobre el suelo en forma circular, residuos del lugar donde se hacía el carbón vegetal, vulgarmente conocido como  cisco, durante la primera mitad del siglo pasado y que constituían el  elemento energético imprescindible, cuando no se disponía de otros recursos,  para dar calor a las casas. Suelen encontrarse en sitios llanos y rodeados de masa arbórea para que resultara más fácil el traslado y acumulación de la materia prima, la quema y posterior transformación en carbón vegetal.

Caminamos inmersos entre la masa forestal  de carrascas, mientras  contemplamos también algunas  ruinas  de lo que en su día fueron abrigadas majadas  para guardar el ganado.

Seguimos el itinerario que ha grabado José Antonio en su wikiloc, por lo que no transitamos por rutas marcadas o reconocidas hacia un destino concreto, sino más bien una orientación que busca conocer rincones  y lugares menos transitados  o parajes poco conocidos.

Y uno de estos lugares casi desconocidos e inexistente en los mapas de la zona, según nuestro sherpa, es La Cueva de los Cazadores.

No estamos ante una cueva  de origen cárstico, al modo de otras magníficas cavernas visitadas en nuestras excursiones locales o nacionales. Más bien, es una oquedad formada al abrigo de unas paredes rocosas que se elevan sobre el suelo, producida por el hundimiento del terreno que las rodea y que conforman una excelente protección subterránea, tanto para la protección de animales, como para uso humano cuando se practican actividades que requieren un espacio para el descanso, la protección ante otros elementos o la reposición de fuerzas  para continuar con la actividad campestre  De hecho, el nombre lo dice todo: Cueva de los Cazadores. Y es que, efectivamente, tiempo atrás fue ampliamente utilizada por los cazadores para su práctica cinegética, aunque hoy se encuentra abandonada y la entrada cubierta de maleza, lo que indica el escaso uso que se hace de ella. No obstante, el acceso no es difícil (algunas compañeras lo pudieron comprobar) a través de una corta rampa descendente que conduce al interior y no ofrece ninguna dificultad la permanencia en la misma, si uno pretende revivir o imaginar las historias de caza que esas paredes habrán oído.

Dejamos las imaginarias historias de caza que por estos pagos se habrían difundido al calor de la hoguera en el interior de la cueva, y seguimos nuestro camino hacia el punto negro que señala el wikiloc de nuestro sherpa como objetivo de nuestro destino.

Seguimos flanqueados de carrasca a uno y otro lado del camino, pero a medida que ascendemos el suelo  ofrece  un firme menos “amable” y el camino se  presenta erizado de piedras  que nos hacen asegurar la pisada para hacer más seguros nuestros pasos. Poco menos de 500 m. y avistamos ya el punto geodésico que indica la máxima altura de esta vecina montaña soriana, de algo más de 1400 m. de altitud.

El último tramo del recorrido lo hacemos ya sobre la loma del Pico Frentes.  A medida que nos acercamos a la marca del punto geodésico  observamos que el suelo esta “tapizado” de excrementos de oveja, fiel indicador de que el pico no solo tiene una finalidad excursionista,  recreativa o paisajística, sino  también  una utilidad de aprovechamiento  ganadero, lo que me invita a pensar si la sostenibilidad medioambiental, tan comentada, propiciada  y deseada, se nutre también de estos recursos. Pero no es mi intención polemizar aquí sobre tal aspecto social. En nuestro caso, la llegada a la meta tiene otros objetivos.

Y allí estamos ya, abrazando la pequeña columna que marca la máxima altitud del entorno. Y a los pies de la misma podemos ver otro pequeño, pero hermoso Belén, de alguien  que también ha tenido las mismas intenciones que nosotros. Creemos que se trata de un grupo de Camaretas, con cuyos componentes coincidimos el mismo día que subimos a colocar nuestro Belén: cuando nosotros regresábamos, ellos subían. Muy cerca del punto geodésico, Angel nos enseña la piedra donde, inicialmente,  intentaron colocar la placa-homenaje. Todavía permanecen las cuatro hendiduras que el taladro no consiguió rematar para cumplir el propósito inicial.

No faltan las fotos de familia sobre el lugar y el tiempo necesario para admirar y comentar las vistas que se alcanzan desde este privilegiado puesto de observación: al Noreste podemos apreciar la laguna de Hinojosa…¡con agua! Algo poco habitual, según nuestros expertos conocedores de la hidrografía de la zona. Más al norte, los pueblos de Cidones y, un tanto escondido, los ribetes de Herreros. Hacia el Este, se elevan como un silencioso y clamoroso testimonio de abandono las torres de la Cúpula de la energía de lo que en su día se llamó la Ciudad del Medio Ambiente. Sobre un tono plano y plomizo, observamos la cubierta de la empresa dedicada al cultivo de rosas. Más hacia el sur, de color rojo, las cubiertas de los edificios del nuevo Centro penitenciario. Si giramos la vista hacia el oeste, podemos observar con absoluta nitidez el polígono industrial de Carbonera. En fin, desde esta privilegiada talaya se nos ofrecen vistas de un pedacito de nuestra tierra, capaz de producirnos una variedad de emociones: admirar, evocar, soñar, lamentar….o, simplemente, ver, contemplar, reconocer, disfrutar.

Son algo más de las 11,00 y nos dirigimos, unos metros por debajo de la cima, al lugar donde nuestro Belén permanece intacto e incólume a las adversidades de la climatología. Allí, rindiendo homenaje a la memoria de nuestro querido Julián, recogemos las figuras que mantienen viva la presencia de la Navidad en las alturas, a la vez que  hacemos  el obligado receso de la ruta, para la no menos obligada reposición de fuerzas y consumo de viandas. Un sol radiante nos hace más fácil y reconfortante el descanso. Antes, no han faltado las fotos de rigor junto a la placa-recordatorio de quienes no tuvieron la oportunidad de hacerlo el día de su instalación. Como siempre, el momento resulta distendido, jovial, de amena compartiendo conversación, café, bota de vino y cuantos ofrecimientos son habituales ya en el grupo.

Nuestro sherpa, Angel, nos advierte que a las 11,30 emprendemos el camino de regreso. No es que seamos muy rigurosos en el cumplimiento del horario, pero tampoco demoramos en exceso los tiempos marcados. En poco más de media hora hemos consumido el almuerzo. Nuevamente nos colgamos las mochilas y emprendemos el camino de regreso hacia Fuentetoba. Pero no lo hacemos por la línea más recta. José Antonio quiere que conozcamos otros dos pequeños secretos que guardan las estribaciones del Pico Frentes.

Y, efectivamente, siguiendo el descenso por la ruta sur-oeste, nos encontramos, en primer lugar, con una escultura de hierro, al abrigo de una defensa rocosa que la protege de las inclemencias climatológicas, de autor y fecha de desconocida, según nos comenta nuestro guía. Tampoco está claro el simbolismo de la misma: se trata de una estructura de hierro, de dos cuerpos diferenciados, alargados y longitudinales, aunque similares en su forma y composición, donde se representan formas redondeadas, con pequeños trazos horizontales sobre la estructura circular a modo de pequeños rayos de sol. El interior de una de estas   circunferencias está cubierta  por una materia blanca. Las interpretaciones son variadas, por lo que no es prudente hacer una versión que resulte más fiable sobre lo que quiso representar el artista.

Y un poco más delante de esta original escultura tropezamos con una rudimentaria construcción de uso ganadero, consistente en un privilegiado (por su ubicación) corral para guardar el ganado. El terreno está protegido por una extensa roca que se eleva sobre el suelo a unos cinco metros de altura,  y 60-70 m. de longitud, formando en su parte superior una curvatura,  a modo de sombrero protector del agua cuando no tiene una caída muy intensa. La superficie, entre la base de la piedra y el comienzo del talud que da origen a la pendiente que lo rodea, es un estrecho pasillo de apenas 1,50 m. de longitud. Al borde del mismo se ha colocado una pared de piedra, de apenas 50 cm de altura, para cerrar el pasillo en su forma longitudinal y  guardar el ganado en este espacio situado en pleno mediodía y con todo el sol de frente para hacer más agradable y tranquila la estancia del ganado que en él se cobijaba. La entrada al mismo se hace por el único sitio donde el camino se allana y el talud todavía no es pronunciado. Sitio ideal para los fines que se propusieron, hoy ya abandonado, suponemos que por falta de ganado.

Ya avistamos las viviendas de Fuentetoba y un plis-plas estamos en el pueblo. Antes de llegar a la MONJIA, ermita en lo alto del pueblo  venerada por los nativos, José A., que en otras ocasiones nos ha contado profusamente la historia de esta lugar sagrado, tiene interés por mostrarnos el nacimiento del río Golmayo, que, a su vez, da origen también al nacimiento de la famosa cascada de esta localidad. Algunos le acompañan al lugar  y otros optamos por acompañar a Mariví hasta su casa, pendiente de la llegada de Josete, y tomar una cerveza, antes de dirigirnos a Soria y adecentarnos para la posterior comida de celebración post navideña, que haremos el grupo en un conocido restaurante de la ciudad. A las 14,00 h. nos encontramos  de nuevo en el restaurante, donde “rematamos”

nuestra singular jornada senderista de hoy, todavía con resabios navideños y, cómo no, presente el recuerdo de Julián, quien  guarda el lugar de nuestra celebración navideña en las alturas para años futuros.

 

AGNELO

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Posted by: soriapasoapaso on