AMBAS CUERDAS: PAISAJE, HORIZONTES, AVENTURA….

 

                                                                                  Soria, 11 Mayo 2019

 

Es conocida la tendencia que los humanos tenemos a repetir acontecimientos, vivencias o momentos que han dejado un satisfactorio recuerdo en nuestra memoria. Ocurre en actividades que, motivadas por nuestras propias necesidades, o elegidas libremente, nos proporcionan conocimiento de nuestro entorno, calidad de vida, bienestar físico, emocional o social.

En nuestra práctica senderista hemos conocido parajes, lugares, rincones emblemáticos de nuestra geografía local, así como otros allende nuestra patria chica que nos han cautivado por su belleza, contrastes, colores, paisajes… Y como resultado de este encanto por los ambientes naturales, hemos decidido repetir algunas de estas rutas, mejorando o completando aspectos de la primera edición, pero conservando la esencia y el regusto de la experiencia anterior, que nos lleva a reeditar aquella recordada caminata.

La ruta de hoy, en la frontera natural entre Covaleda y Duruelo, pertenece a esa categoría de “rutas con especial encanto”, que merecen una segunda visita. Y es que este emblemático paraje lo recorrió nuestro grupo el pasado 18 de Octubre, y en la intención colectiva quedó el deseo de volver a pisar estos suelos. “Ruta para repetir y llegar al final de las dos cuerdas de rocas que se extienden hasta Duruelo” – escribía nuestra compañera Emi, en su brillante crónica que hizo de esta escapada- “Ruta para rehacer -continúa- porque hay muchos compañeros que no han podido venir y les hubiera gustado y los que la hemos disfrutado estaremos encantados de volver”.

Pues dicho y hecho, Emi. Nuestro sherpa, siempre atento y solícito a las demandas del respetable, programó el wikiloc siguiendo el deseo expresado por nuestra cronista y nos ha llevado de nuevo hasta Ambas Cuerdas, en las estribaciones del Urbión.

A las 7,30 h. estamos ya en el punto de concentración habitual para dirigirnos a Covaleda y desde ahí adentrarnos por la pista que conduce a las inmediaciones de la sierra de Urbión e iniciar la ruta. Hasta 22 compañeros nos hemos dado cita para esta ocasión.

Alteramos ligeramente el itinerario previamente trazado y llegados al paraje conocido como “Raso de la Cobertera” aparcamos los coches para tomar un PR, que nos marca 1,7 Km. hasta el raso de “Paules Altas”, punto inicialmente acordado para el comienzo de la ruta y final de la pista que hemos tomado a la salida de Covaleda. Nos permitimos esta licencia porque la distancia hasta nuestro objetivo no es excesivamente larga, aunque pronto comprobaremos que el ascenso es una moderada y continuada pendiente, no siempre por un terreno fácil, sino siguiendo un pequeño barranco que han formado las correntías de agua que descienden de forma natural por estos pagos.

Enseguida alcanzamos el raso de Paules Altas. De aquí a Ambas Cuerdas tampoco es un trayecto excesivamente largo, pero presenta similares características que el tramo anterior: pendiente moderada y continua, que discurre por terreno irregular de piedras, raíces de pinos y residuos leñosos, donde la orientación queda señalizada mediante el conocido recurso pinariego de hitos o pequeños montoncitos de piedra que marcan la dirección a seguir hasta el objetivo anunciado.

El ascenso va tocando a su fin y entre la espesura que forma el espeso y denso pinar, empezamos a ver los rayos del sol que nos anticipan la llegada a un altozano donde podremos admirar el extenso horizonte que se ofece a nuestra vista: estamos llegando al mítico paraje de “Ambas Cuerdas” o “Entaambascuerdas”, cuyo origen del nombre no está muy claro, aunque hay interpretaciones que lo atribuyen al hecho de encontrarse entre dos cuerdas montañosas: la de Urbión y la de la sierra de la Demanda, pero es solo eso, una interpretación sin mucho fundamento. Antes de llegar nuestro sherpa anticipa a los que visitan por primera vez este rincón lo que vamos a admirar: “¡esto es como una especie de Castroviejo…. pero a lo bestia!” – exclama.

Y tan a lo bestia.

Nos encontramos rodeados de formaciones rocosas, donde lo más fácil es perderse por la maraña de moles pétreas que constituyen una auténtica maravilla natural, sin la más mínima intervención humana. Sin duda este paraje no es tan visitado como su vecino Castroviejo, ya que no tiene la facilidad de acceso que este y la llegada al mismo ha de hacerse necesariamente a pie y no siempre por un terreno fácil, pero desborda a aquel en extensión y pluralidad de elementos rocosos que les confiere a ambos su belleza natural. ¡“Castroviejo a lo bestia”!, en acertada expresión de Angel. Lugar que rezuma magia y encanto entre sus piedras.

Estos resaltes rocosos son el resultado de la acción combinada del viento y el hielo durante el glaciarismo cuaternario (hace unos dos millones de años). Por una parte, el hielo actúa entre las grietas verticales separando lentamente los grandes bloques de formas geométricas y después el viento lima sus afilados ángulos, dándoles formas sugerentes de animales, rostros y objetos. Pueden observarse estas coincidencias en la magnífica antología de fotos, con título incluido, que se reproducen en la crónica de la anterior ruta de otoño.

El resultado de este modelado glaciar sobre las mayores culminaciones rocosas del terreno es un verdadero laberinto natural a través de gargantas, chimeneas estrechas, arcos naturales y monolitos de caprichosas formas.

Además, estos ambientes rocosos son el reducto de diversos árboles, como el tejo, acebo, roble albar, entre otros, y donde la naturaleza nos da una lección: que la vida se puede dar por duras que sean las condiciones ambientales. Estas pocas especies mencionadas crecen en algunas grietas y encajonamientos rocosos, alternándose con el omnipresente pino albar, como si quisiera echarle un pulso a la altitud y al cierzo, hasta el punto de crecer en las más angostas cavidades rocosas, donde ninguna otra especie arbórea es capaz de prosperar. Y así podemos admirar cómo se ha desarrollado un pino materialmente adherido a la pared de una roca, cual nodriza protectora en su desarrollo inicial, para buscar, ya crecido, el sol que le permite alargar su silueta, mientras extiende a ras de suelo sus extensas y frondosas raíces que dan consistencia y asiento a su recia anatomía.

Admirando el paisaje que tenemos ante nosotros, nos es menos espectacular el horizonte que abarca este privilegiado lugar de contemplación. Desde nuestra pinariega atalaya podemos divisar con nitidez a nuestra derecha, los pueblos de Duruelo y Regumiel. Y en esa misma dirección contemplamos la sierra de la Demanda. Si volvemos la vista en dirección noreste, podemos apreciar la cercana silueta del Urbión, a 1 hora de camino de donde nos encontramos, y un poco más abajo, la hondonada que acoge el nacimiento del Duero.

Pero además de la masa rocosa, extendida y desparramada a lo largo de esta cumbre, encontramos ejemplares de pinos centenarios (“muy centenarios”, en opinión de Alberto), que presentan curiosas y abigarradas formas de su ramaje , hasta el punto de sugerirnos también formas zoomórficas, como un trasunto natural que han formado las mismas fuerzas que han esculpido las piedras. Nos recuerdan los ejemplares que contemplamos en otro paseo por estos pinares, “Los abuelos del bosque”, en el paraje de Tejeros, así llamados por su longevidad.

Pudiera parecer que la masiva y continua presencia de ciclópeas rocas le confiere al paisaje un tono monocolor, propio de la piedra. Nada más lejos de la realidad. En la actualidad, los agentes atmosféricos que durante millones de años labraron la morfología de estos bloques rocosos, siguen actuando sobre ellos, pero de forma más limitada y la prueba está en la rica comunidad de líquenes que tintan el roquedo de un peculiar gris verdoso o amarillento.

Permanecemos un buen rato admirando y descubriendo rincones, pasadizos, oquedades que forman cuevas naturales, riscos que elevan su silueta por competir en altura…Las cámaras fotográficas echan humo, en un intento por captar los detalles de esta expansiva naturaleza pétrea, hasta la presencia de algún reptil sobre la soleada loma de alguna de las elevaciones admiradas.

Tras esta detenida y admirada contemplación inicial del lugar, nuestro sherpa nos sugiere recorrer la cara norte en su sentido descendente, mientras iniciamos lo que parece ser una estrecha senda que suponemos tendrá algún punto de enlace con el lado hasta ahora visitado. Caminamos en dirección noroeste, mientras dejamos a nuestra espalda las moles rocosas y admiramos otra perspectiva de este emblemático bloque peñascoso, pero no aparece ninguna señal u orientación que nos indique el camino de regreso hacia la parte más alta que hemos dejado.

“¿A dónde vamos?” -me pregunta Almudena que camina a mi lado.

“No lo sé -le contesto- pero si seguimos esta dirección llegamos a Duruelo”.

No era esa nuestra intención, por supuesto, sino encontrar una salida que nos permitiera regresar al punto de arranque. En vano los esfuerzos del sherpa intentan dar con algún portillo que facilite el regreso, y ni siquiera los avistamientos exploratorios que hace Ricardo encaramándose a lo alto de las rocas con la habilidad de un gamo (“mi marido no es de este mundo”- suspira resignada Mª Jesús, su consorte), consiguen que encontremos una ruta alternativa a nuestro afán por descubrir nuevos encantos de este paisaje. Así que optamos por la solución más lógica y natural: retroceder sobre nuestros pasos y volver por el mismo camino. Ha sido el puntito de aventura que hemos añadido a esta ruta.

Y como en todas rutas, no podía faltar el momento del bocadillo, la tortilla, la bota, que tan bien recreamos en nuestra actividad senderista. En este caso, no nos faltan piedras a ras de suelo que nos sirven de soporte y asiento para realizar con más comodidad nuestras funciones gastronómicas. El buen ambiente, el cambio de impresiones, el tono de camaradería que reina en el grupo se hace patente en este deseado alto en el camino. La mañana es soleada y la temperatura es sumamente agradable para andar, pero no hay que olvidar que estamos a casi 1.900 m. de altitud y cobijarnos a la sombra hace sentir esa imperceptible brisa fría de la montaña, por lo que escogemos el ambiente soleado y cálido para acompasar la temperatura ambiental y corporal.

Ya hemos hecho acopio de energías y disponemos todavía de unos minutos para seguir disfrutando del lugar, escudriñando rincones, cuevas, columnas, masas…que parecen no agotarse en su reducto tranquilo y milenario. Nuevas fotos de grupo, individuales, sobre las rocas, al lado de una pared con forma de animal….;no faltan motivos y ocasión para prender de nuestras retinas el recuerdo del “ paso a paso” por este singular rincón de la geografía pinariega soriana.

El camino del regreso se nos presenta más amable. Es un descenso continuo, aunque, como en el trazado de subida, el piso no es precisamente una cómoda alfombra exenta de riesgos. La irregularidad del terreno por lo abrupto del suelo, salpicado de ramas, raíces, erizadas e irregulares piedras dispersada a lo largo del recorrido, hace que la ayuda del bastón del senderista se convierta en una herramienta de reconocida ayuda para completar con éxito nuestra caminata.

El paraje visitado ha sido motivo de inspiración para personas vinculadas, de una u otra manera, con esta comarca de pinares, que se han traducido en expresiones poéticas alusivas a este entorno. En la crónica anterior, Emi reproducía los versos del poeta y escritor covaledense, Pedro Sanz Lallana, que evocaba la belleza del lugar. Yo tampoco puedo sustraerme a la tentación de trasladar las impresiones de otro personaje, Victor Algarabel Lallana, que, aunque no era covaledense, fue un enamorado de esta tierra, sus pinares, sus gentes, sus parajes, durante los años que ejerció como cura-párroco de Covaleda. Ahí va su contribución:

LA ROCA SALVAJE

El viejo cosmos late en tus entrañas,

¡Ay! Nadie escucha tu silencio asceta,

cara de monstruo aireas tan escueta

que en su perfiles, al besar, arañas.

 

En la noche ficción ¡cuántas patrañas

urdes en el alma niña y recoleta!

Regala hoy tu ternura a este poeta

que goza tu presencia y dí qué extrañas

vivencias cósmicas, alud de fuego

cuentas al mundo vegetal, tu amigo.

No tengas más secretos ya conmigo.

 

Díme por qué viniste tú a este juego

perenne de la vida y el paisaje

en el vasto pinar, ROCA SALVAJE.

 

 

AGNELO YUBERO

3 Comments so far:

  1. Precioso relato compañero Agnelo. Qué bonitas las rocas salvajes de Ambascuersas!! y sus laberintos.Una buena aventura de la que plasmas nuestros setimientos.Gracias.

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Posted by: soriapasoapaso on