ANDALUZ: CAMPO, MONTE, HISTORIA

 

            Nuestro “paso a paso” senderista nos lleva hoy por tierras del sur de la provincia soriana. Algunas rutas anteriores han discurrido cerca de estos parajes, con inequívocas semejanzas del tono castellano que muestran sus paisajes, sus contrastes, sus cultivos, así como las resonancias de acontecimientos históricos, hitos culturales o restos arqueológicos, testimonios de un pasado tal vez más floreciente que el de estos tiempos, marcados por el abandono del medio y la despoblación más generalizada. ANDALUZ ha sido nuestro punto de arranque para esta ruta sabática.

A las 8,45 de la mañana hemos puesto pie en este municipio, y, en concreto, en lo que hace de frontón del pueblo, si bien es la pared sólida del costado de una casa que han pintado de verde, reconvertida en frontón, para no perder este recurso recreativo tan popular en nuestra tierra. El suelo presenta un excelente aspecto para la práctica del deporte propio de la instalación, si no fuera porque también es paso habitual de tractores, a juzgar por las huellas, indelebles, que observamos en el pavimento.

Como ya es habitual, no encontramos ningún alma en pie al inicio de la ruta, que nuestro sherpa ha trazado en dirección sur-este para girar hacia el norte a medida que avanzamos. Una cómoda pista de uso agrícola acoge nuestros primeros pasos sobre un trazado llano o ligeramente descendente en los primeros hectómetros del recorrido. Y, como una estampa que se repite en la geografía de esta tierra, a derecha e izquierda extensos campos de cultivo de secano, algunos ya sembrados, otros dejados en barbecho. Un pequeño remonte nos lleva hasta un mirador, donde observamos un tramo del curso del Duero, y su agua de aspecto achocolatado, por efecto del color del suelo arcilloso que canaliza su curso por estos pagos. Tranquilo y sereno atraviesa una vasta llanura de tierras de labranza, que en esta época todavía mantienen ese tono ocre y austero de una naturaleza que guarda su riqueza en el subsuelo de sus surcos, para mostrar sus frutos cuando empieza a despuntar la primavera.

Aprovechamos el momento y lugar para dejar impresas en nuestras cámaras fotográficas el paisaje de estas llanuras, que, hasta donde la vista alcanza, nos permite divisar las tierras de Gormaz, donde se vislumbra la silueta de su todavía hoy magnífico castillo.

Continuamos nuestro camino por la misma cómoda pista de uso agropecuario y enseguida encontramos (¡cómo no!) una evidencia de lo que se ha convertido en una constante de esta tierra: la despoblación. Una amplia construcción a modo de finca de campo, con vivienda incorporada, aparece totalmente derruida. Se mantienen en pie apenas algunas paredes exteriores y dos puertas de acceso, claramente diferenciadas para paso de animales y personas en la misma fachada que debió servir de entrada principal. En el exterior, sorprende la existencia de una larga mesa de piedra, bien conservada, con sus correspondientes bancos de piedra a lo largo de la misma y un pequeño mástil de hierro fijado en el centro de la mesa, a modo de adorno o con alguna finalidad que desconocemos. Un pozo de agua en las inmediaciones nos indica cómo se abastecían del imprescindible elemento para la vida, en cuyo interior permanece todavía un rústico cubo, atado a una herrumbrosa cadena, para la extracción del líquido elemento. Cerca de lugar, se nos muestra también lo que fue un hermoso ejemplar de olmo, hoy convertido en un esqueleto de naturaleza muerta.

La ruta sigue presentando un perfil amable y después de aproximadamente cinco kilómetros recorridos, se alternan las extensiones de cultivo y parameras con la presencia de encinas, robles y algunos pinos negrales, que junto al suelo herbáceo de espliego, brezo y tomillo, conforman otro paisaje de mayor riqueza ecológica y ambiental.

La mañana nos ofrece una temperatura agradable y tras adentrarnos en el monte bajo descrito, avistamos una hermosa y extensa encina, cuyas robustas y alargadas ramas simulan acogedores tentáculos que propician sombra y descanso para el caminante. Sitio ideal para la consabida reposición de fuerzas. Y allí aligeramos el peso de nuestras mochilas y lo trasladamos a nuestro exigente sistema digestivo, como es habitual y obligado en cualquier actividad senderista que se precie. Lonchas de lomo, generosos pinchos de tortilla, la bota que no para….todo es intercambio de viandas y un ambiente jovial y distendido en el merecido receso de nuestras andanzas sabáticas. Nuestra compañera María está empeñada en hacerse una foto encaramada sobre el tronco donde surgen las primeras ramas de la encina. Con un poco de esfuerzo y la ayuda de otro compañero consigue su propósito y, al fin, deja asomar su cara sonriente para la cámara que capta el momento de su conquista sobre la acogedora encina.

Dejamos atrás este destacado espécimen encinar y ahora llaneamos por una cómoda senda, flanqueados por pinos, robles y carrasca a ambos lados del camino. Por las orillas vemos que han hecho recientemente una entresaca de leña, dispuesta en pequeños montoncitos a lo largo del monte, preparada para su recogida y traslado a las cocinas o barbacoas donde aportarán la energía calorífica para los usos que le son propios.

Seguimos ahora por una suave pendiente que nos conduce a lo alto del bosque, que los nativos conocen como bosque de San Jerónimo. El pueblo de ANDALUZ, cuyo topónimo puede estar relacionado con la procedencia de sus repobladores mozárabes andaluces en virtud del fuero concedido por el conde castellano D. Gonzalo Núñez de Lara en 1089, está situado a 919 metros de altura sobre el nivel del mar. Nos acercamos ahora hasta una altitud que rebasa ligeramente los 1.000 metros, conocida como “Alto del Risco”, desde donde tenemos unas impresionantes vistas a este y oeste, que alcanzan, por un lado, hasta Zaragoza, Logroño, Burgos, y por otro hasta Segovia, Guadalajara y Ávila. Avanzamos un poco más y en ese lugar, desde donde se divisan estas tierras, a buen seguro hubo en tiempo un castro. Después quedó en ermita, la ermita de Santa Lucía, hasta donde hace unos años acudían en romería. Hoy día solo quedan las ruinas de una edificación rectangular, como testigo de un pasado histórico y lleno de vida en esta sureña zona soriana. El lugar ofrece un reconocido trayecto para la visita turística, acondicionado con una cómoda capa de arena perfilada por  hileras de piedras a uno y otro lado del recorrido para facilitar el tránsito a otros lugares de interés, como el mirador que se alza en la vertiente sur de este paraje, desde donde se puede contemplar con más detalle el enclave del pueblo, asentado sobre una llanura en la cuenca del Duero y ubicado en la salida de un portillo natural entre montañas y riscos, donde anidan buitres y otras especies rapaces , conocido como portillo de “La Hoz”, a unos 300 metros del río Duero, donde desemboca el río Andaluz que bordea el pueblo. Sin duda, Andaluz tuvo su importancia estratégica por su portillo, punto de paso de las razzias musulmanas de la Alta Edad media y camino de retirada del gran caudillo árabe Al Mansur (Almanzor) desde Calatañazor a Madinaceli.

Desde este mirador tenemos una perspectiva aérea de la carretera que comunica el municipio con la vecina Berlanga de Duero (a 7 Km.), otro de los enclaves llenos de historia y diversas culturas que allí se asentaron durante buena parte de la Edad Media. También podemos divisar el Puente Romano sobre el Duero, muy bien conservado y utilizado hasta no hace muchos años como único acceso al núcleo poblacional.

Desde este mirador descendemos camino del pueblo que lo tenemos a corta distancia, pero antes no podemos por menos que hacer una parada en otra construcción peculiar de Andaluz, conocida como “El Palomar del Risco”. Se trata de un refugio- albergue, de forma troncocónica y moderada altura, construido en el siglo XVIII, que hoy día está destinado para uso de senderistas, ciclo-turistas, escalada, agroturismo, etc. No podemos apreciar su acondicionamiento interior por encontrarse cerrado. Tendremos que buscar otra ocasión. Y a propósito de este albergue-cobijo, hay que señalar que por el término de Andaluz discurren diversas rutas senderistas: Sendero ibérico soriano (GR-86); ruta del Románico; Ruta del Cid; Cañada Real La Galiana, etc. Son cañadas, senderos y caminos por donde antiguamente se efectuaba la trashumancia de la cabaña ovina.

Descendemos ya hacia el pueblo por una moderada pendiente y, cómo no, visita obligada es la Iglesia románica de San Miguel Arcángel, fechada en 1114, y considerada como el primer ejemplar románico datado de toda la provincia. También se encuentra cerrada, pero se puede admirar su hermoso pórtico, donde, tras restaurar algunos canes que adornan la fachada de su bajo cubierta, se conservan todavía los originales de sus fustes y capitales de su galería porticada, formada por diez arcos divididos en dos grupos, ocho al sur y dos al oeste.

No es el único vestigio románico que conserva Andaluz, ya que a escasos metros se conservan las ruinas de lo que fue la ermita románica de Ntra. Sra.de la Calle, que conserva una austera pila bautismal en su interior y poco más que la planta circular que se ha conservado de su original construcción. El empeño y entusiasmo de sus vecinos, según nos explica uno de ellos que, amablemente se presta a facilitarnos la visita, es lo que ha permitido que todavía se conserve y mantenga en pie para conocimiento de la huella del románico por estas tierras.

Otro de los enclaves de interés de Andaluz que no tenemos ocasión de conocer es su dehesa. Y no la visitamos porque a juicio de nuestro sherpa el tránsito por la dehesa es incómodo y hasta cierto punto peligroso, dado que no hay sendas o caminos de fácil acceso y sí un desconocido y difuso fondo del rió que parece esconderse y hundirse por el subsuelo, creando una sensación de inseguridad. Según los datos que tomo de la pagina web del pueblo, elaborada por Enrique Álvarez, hijo del pueblo, amigo y compañero de trabajo que lo fue años atrás, se trata de una magnífica dehesa con ejemplares únicos de fresnos antiquísimos, así como álamos, robles, saucos, vergazas y espinos, entre otras especies. Es aquí, en el paraje conocido como “La Boquilla”, donde se produce la desembocadura del Andaluz en el Duero.

Y como postre final, un vecino del pueblo, de nombre Enrique y padre del anterior Enrique citado, nos enseña su nave, donde, además de guardar la maquinaria y otros aperos de uso agrícola, ha formado lo que bien podría ser un pequeño museo etnográfico de herramientas, útiles y objetos de uso en la vida rural: arados, yugos, medidas de sólidos, llaves de puertas antiguas, aperos de labranza, etc. Todo un muestrario de lo que han sido elementos de trabajo o utilidad para la economía y mantenimiento de nuestros pueblos y nuestros hombres del medio rural, que encontraron en la agricultura y ganadería la razón de su existencia y supervivencia.

Un espléndido sol de mediodía nos despide de Andaluz y nos traslada de nuevo hasta la ciudad, dejándonos en el recuerdo historias, conquistas, restos arqueológicos, vestigios culturales de otros tiempos que dieron vida y pujanza a estas tierras y sus moradores.

AGNELO

Esta ruta esta grabada en el usuario “soriapasoapaso” en wikiloc:

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/andaluz-ibp-39-hkg-32939325

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Posted by: soriapasoapaso on