ACEBAL DE GARAGÜETA: UN PASEO POR EL BOSQUE VERDE

 

 

 

                                   Soria, 17/11/ 2018

 

A menudo comentamos entre nosotros la belleza paisajística que ofrece esta época otoñal, plasmada en los contrastes cromáticos que muestra la variedad arbórea de nuestros campos sorianos. Hemos paseado por hayedos, donde admiramos la gama cambiante del colorido de sus hojas, que van del ocre amarillento al llamativo naranja. Hemos recorrido valles, barrancos y quebradas salpicados de saúcos, fresnos, robles, quejigos, que mudan su hoja en otoño, presentando tonos claro-oscuros de singular belleza paisajística. Sin embargo, si hay un color esencialmente identificado con la flora arbórea y arbustiva es el verde, que llena de vida la vegetación y la riqueza floral de este vasto campo soriano o de cualquier espacio de nuestra geografía donde el bosque se hace presente. Y este es el tono dominante que prende en nuestra retina durante nuestro paseo sabático de esta agradable mañana de Noviembre: el bosque de acebos de Garagüeta.

A la hora habitual, 8,00 de la mañana, hemos quedado en el lugar de encuentro establecido para dirigirnos hacia el municipio de Gallinero, donde iniciaremos nuestra caminata. Así lo ha decidido nuestro sherpa, con el fin de hacer la ruta un poco más larga, aunque sin excesivas dificultades. Hoy la concurrencia es numerosa: hasta 22 participantes nos hemos dado cita para la ocasión. Damos la bienvenida a tres nuevos integrantes del grupo, Marivi, Chispi y Josete, que se estrenan en las rutas sabáticas del “paso a paso”.

Algo menos de media hora de desplazamiento y ya nos encontramos en una pequeña explanada de Gallinero, punto de partida de la ruta. Y junto a la pequeña plaza con fuente y pilón, observamos una curiosa pintura mural sobre el paramento vertical de una vivienda, que representa un agricultor subido sobre una carreta uncida por dos vacas, en ademan de descargar la paja que porta la carreta, ayudado de una horca que eleva por encima de la cabeza, en un intento por introducir la carga a través de una pequeña ventana abierta en la pared de la vivienda, donde asoma un haz de paja auténtica, con la finalidad inequívoca de producir un mayor y efectista impacto visual. Son los detalles pictóricos, artísticos y originales que observamos en muchos de los pueblos que tenemos la oportunidad de visitar en nuestras correrías senderistas.

Y tras la fotografía de rigor del grupo, nos ponemos en camino bajo una insinuante niebla que por momentos se hace más evidente según ascendemos por una pista de uso agropecuario, flanqueada por campos de labranza a un lado y otro, que dan paso a extensas praderas de uso ganadero, salpicadas de chaparras, carrascas y otros arbustos menores. Una pequeña banda de perdices se cruza en nuestro camino y en la lejanía podemos observar la silueta de una reducida familia de corzos. La senda es una subida hacia un altozano, en la que se va haciendo presente alguna extensión de monte robledal, como anticipo de lo que será el contraste con el otro bosque de acebos, pujante e intenso en su masa arbórea.

Llegados a lo alto del monte, tomamos la dirección noreste para acercarnos hasta la masa acebal, accediendo por uno de los tornos que dan paso a este “recinto-paraíso” que la naturaleza, y no en menor medida la intervención humana, han puesto sobre este rincón de la provincia.

Nos encontramos ante el mayor bosque de acebos existente en la península ibérica y en Europa meridional. Comprende 406 Hectáreas de bosque, de las cuales 180 son masa continua de acebos de forma laberíntica, formando bóvedas en las que se refugian tordos, corzos y zorzales.

No por desconocido resulta menos ilusionante la contemplación de este tipo de arbusto, que se presenta cual si una mano invisible le hubiera dotado de esa belleza simétrica en sus formas perfectamente armónicas y equilibradas de su especial fisonomía. Posee un extraordinario valor ecológico y se cree que su origen es natural, en cuyo desarrollo confluyen varios factores. De un lado, se orienta sobre superficies escasamente umbrías, poco favorables al avance del hayedo ( que requiere más humedad); por otra parte, se desarrolla en zonas de régimen de pastoreo más o menos intenso, que favorecen la expansión de especies espinosas como el acebo y dificulta el restablecimiento de otros árboles , como el rebollo o el roble albar; y, por último, la excesiva sombra generada al apretarse la masa no permite que crezca casi nada de la plantas existente de los alrededores. Se puede interpretar estos acebales como estados estancados de la sucesión hacia hayedos o robledales, debido a la deficiencia de sus condiciones climáticas y ecológicas y a los usos ganaderos ancestrales del territorio (y aquí estaría el factor humano interviniente en la aparición de este tipo de bosque).

Garagüeta era la dehesa boyal de los pueblos de Arévalo y Torrearévalo, en virtud de un pacto entre ambos municipios, tras la desaparición del primer pueblo propietario de estos pastos, Mortero, que se despobló de forma fulminante y dramática, según cuenta la leyenda, (Leyenda de Mortero, y que algún compañero ha colgado en nuestro grupo de whatsapp), por un envenenamiento masivo de sus habitantes tras un banquete colectivo. Actualmente, aún se pueden encontrar pastando vacas y caballos.

Nos adentramos en este singular y emblemático bosque, donde además del verde intenso y brillante que exhiben sus espinosas hojas, resalta la composición cuasi ornamental que ofrecen sus variadas formas de reproducción y desarrollo. El acebo, especie vegetal de porte arbustivo, presenta una forma ensanchada y circular en su base, muy densa y tupida en muchos de sus ejemplares, y bellamente simétrica en su redondez en torno al troco, como si un diseño inteligente hubiera guiado su desarrollo y conservación para mostrarse como una especie altamente decorativa. Y este es uno de los usos que se hace actualmente del acebo, mediante la tala controlada y autorizada de sus ramas que se inicia en estas fechas previas a la Navidad, para convertirla en vistosos centros ornamentales que decoran nuestros hogares. El acebo nace de cepas que suelen tener varios pies, tanto machos como hembras, distinguiéndose estas últimas por sus frutos de color rojo intenso.

Recorremos este singular parque natural admirando la belleza de sus ejemplares, algunos de los cuales muestran una considerable altura, no obstante su pertenencia a la familia de los arbustos.

Sin embargo, observamos con desagrado que el suelo está salpicado de numerosas carcasas de cartuchos que utilizan los cazadores cuando se producen monterías, reguladas y autorizadas, dentro del recinto. Personalmente, no tengo nada en contra de la actividad cinegética, debidamente ordenada y equilibrada, pero nos parece de mal gusto y de una escasa conciencia cívica y ecológica dejar los desechos de la munición utilizada esparcidos por el suelo, máxime cuando este material en absoluto es biodegradable.

Hemos andado en dirección ascendente durante un buen trecho para enfilar una especie de senda interior por la que transitan los visitantes de este singular parque. Y como en toda ruta, es tiempo para hacer un alto en el camino y consumir el tenteenpie que resarce nuestro esfuerzo. Momento para dar rienda suelta a nuestras impresiones y sensaciones, a la vez que aprovechamos este rato distendido y jovial para todo tipo de comentarios sobre nuestra actividad senderista. Y entre las variadas y deseadas viandas que surgen de las mochilas, no falta la tortilla y la bota compartidas, así como el embutido de la tierra o las delicias de chocolate y otras delicatesen que nuestras chicas nos ofrecen con su proverbial atención y generosidad. Sin olvidar el café que preparan José María o Alicia y el misterioso licor que nos ofrece Julián, que se niega a revelar su fórmula y composición.

Repuestas las energías, reiniciamos la última etapa de nuestra visita a este ecológico enclave, para completar los variados e interesantes aspectos de otras realidades que esconde el paraje. Caminamos sobre un terreno pobre en otro tipo de riqueza floral, en contraste con la belleza del arbusto dominante, con no pocos canchales a lo largo de su recorrido, reminiscencia de épocas glaciares.

Uno de los elementos característicos de los bosques de acebos que sorprenden al visitante son los sestiles o formaciones de cuadras naturales en una especie de bajo suelo, donde se pueden apreciar tupidos y apretados troncos del arbusto que impide la entrada de los rayos solares y donde los animales han ido construyendo, a causa de su paso continuado, esta especie de cuadras naturales. Hemos podido admirar uno de estos enclaves naturales, donde la falta de sol y el abigarrado crecimiento de los troncos arbustivos parece introducirnos en una especie de bosque encantado. Dentro de ellas siempre hay una diferencia térmica de 4 ó 5 grados, con lo que son más frescos en verano y más cálidos en invierno.

Otro de los elementos vistosos en el parque, y como resultado de la actividad ganadera, son las construcciones que los pastores han construido a lo largo de los años. Destaca sobre todo la choza, una construcción circular, similar a las casas celtas, de planta circular, paredes de mampostería de piedra, tejado de ramas y doble dintel en la puerta. Esta choza, en excelente estado de conservación, fue utilizada como cobijo permanente del vaquero que guardaba el ganado en este paraje hasta el inicio de los años 70. Más adelante encontramos otra edificación más amplia y robusta, construida con piedra de mampostería para los mismos fines, pero con otras utilidades además de vivienda. Curioso en este edificio es un diminuto Belén instalado en el exterior de uno de los huecos de luz de la pared maestra de la edificación.

Además del acebo, podemos apreciar también en Garagüeta, aunque en menor medida, otras especies arbóreas o arbustivas, como saúcos, arces campestres, maguillos, majuelos, aligustres, endrinos, etc.

Y entre la variada fauna que vive en el acebal no faltan mamíferos, como el zorro, ciervo, corzo, jabalí, conejo, liebre… y aves como la perdiz roja, la paloma o el zorzal, motivo suficiente por el que se desarrollan las mencionadas monterías, con los resultados ecológicos menos deseables que hemos señalado.

Estamos llegando al fin de nuestra ruta. Abandonamos Garagüeta por la que se considera la entrada principal al parque, próxima al término municipal de Torrearévalo. Descendemos una corta pero pronunciada pendiente campo a través para salir a una pista forestal en dirección a Gallinero. El camino ahora se hace más amable, lo que motiva que un reducido grupo de los nuestros se lo tomen con envidiable humor y no menos entusiasmo musical para marchar cantando a modo de improvisada coral que ameniza el camino hasta nuestro punto de llegada. Queda constancia de esta nueva actividad grupal en algún video que otros compañeros se han encargado de recoger para nuestra pequeñas historia del grupo.

Hemos recorrido algo más de 14 Km. La llegada a Soria se complementa con el consabido ritual de compartir cerveza y picho en el punto de partida de nuestras rutas.

Acebal de Garagüeta: bosque verde, patrimonio natural de nuestra provincia, paisaje singular de la geografía soriana, muestra arbórea de especial belleza, aula de aprendizaje de la riqueza floral y faunística de este rincón castellano…Hemos disfrutado en tu compañía.

Agnelo

8 Comments so far:

  1. Qué ageadable volver a revivir unos meses mentos tan agradables . Gracias compañero .
    Y he dedecirte que al empezar a leer ya se reconoce tu característica prosa llena de adjetivos y vocablos maravillosos que tristemente no usamos apenas….eso me encanta

Haz clic aquí para cancelar la respuesta.

Por favor acceder para comentar.

Posted by: soriapasoapaso on