Ruta por Dombellas y Santervás de la Sierra (3-11-18)

Nuestro paseo de este sábado recorre el valle que conforman los ríos Duero y Tera y visitamos Dombellas y Santervás de la Sierra, emplazados al sur de la Sierra Carcaña y ambos pedanías de Garray.

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El itinerario comienza al pié de la Iglesia de Dombellas dónde llegamos tempraneros.
La calle que parte desde el templo nos lleva a campo abierto en una mañana muy soleada con una ligera escarcha en los campos.
Huertos e invernaderos cercanos al pueblo dan paso a campos de labor en los que la cosecha ya ha sido recogida y solo quedan los restos secos y amarillentos.
En la lejanía la zona de labranza está circundada por montes bajos de encinas.

Nuestro camino se convierte de repente en un repecho y las carrascas que nos parecían lejanas ya están escoltando nuestro sendero . A mitad de este camino vemos la señal que marca la subida al mirador de las Cordachuelas pero no queremos llegar allí, nuestra ruta de hoy tiene otro objetivo visual.
Desde el collado al que llegamos ya distinguimos las casas y la torre de la iglesia del vecino pueblo y tras un descenso, que sienta muy bien después del esfuerzo de la subida, llegamos a Santervás de la Sierra


Callejeamos por el pueblo y comentamos que está limpio y cuidado, que sus casas de piedra, reconstruidas o nuevas, son admirables.
Hablamos también de sus pulcros jardines y de que han incorporado de forma acertada materiales antiguos en su arquitectura porque vemos pequeñas ruedas de molino en los dinteles de algunas ventanas o ruedas antiguas de carros pintadas y colocadas como puertas en los jardines. Casas y caserones todos de piedra.
En nuestro recorrido vemos también una fuente de piedra con su pilón, el lavadero y el “Prado de San Sebastián” que es un punto de encuentro para el ocio intergeneracional con juegos infantiles y parque para mayores, además de aula e invernaderos.


El contraste en este aliñado pueblo lo ponen sus desaliñados perros que se unen a nuestro paseo.
Salimos por un camino estrecho por el que tenemos que circular en fila porque estamos envueltos por un boscaje de encinas y quejigos y tras atravesar otra zona despejada, con campos de cereal recién segado nuevamente, comenzamos una suave subida entrando otra vez entre un encinar.
Un alto en el camino para ilustrarnos sobre “La Calera” un horno rudimentario en el que antiguamente se obtenía cal: La piedra caliza era calcinada en un lecho de ascuas, se cubría con tierra y se hacían respiraderos en su superficie para eliminar los gases. Para producir la combustión se utilizaban las abundantes aliagas.

Comenzamos un formidable ascenso en un territorio pedregoso donde abunda el tomillo y el brezo y por supuesto sentimos su fragancia.
Según remontamos la colina las encinas van aumentando en número y en tamaño, hasta llegar a la reina de la corpulencia de este género de árbol :


La gran encina que Julián nos muestra nos hace exclamar a todos de admiración. Ovación pasopasera para la asombrosa chaparra y para nuestro querido compañero por traernos hasta aquí.
Tomamos nuestro tentempié bajo sus ramas, aunque de vez en cuando dejamos su portentosa protección para recibir los rayos del sol en sus alrededores.
Abrazos al corpulento tronco para que nos trasmita su energía y su fuerza y tras una observación mas minuciosa de la gigantesca carrasca, midiendo profundidad de agujeros y largura de protuberancias, se llega a la conclusión de que se trata de una encina hermafrodita.(una de nuestras bromas)

Bajamos por el encinar de nuevo y tras atravesar la carretera seguimos por un camino sencillo; ahora el sol nos entibia el cuerpo y en la lejanía advertimos el perfil del Moncayo ya nevado “Monte Cano” con su mantón blanco.


Adivinamos el río en la parte baja de nuestro camino porque empiezan a aparecer los chopos que ya han perdido totalmente su semblante veraniego y casi el otoñal porque ya empiezan a quedarse desnudos. No solo el Moncayo, el resto de cumbres que distinguimos a nuestra derecha ya aparecen nevadas también
Pronto estamos sumergidos por chopos caducifolios y nuestras pisadas crujen en el suelo.
Nuestra siguiente parada es” El Molino “.De él queda alguna pared, una rueda en el mismo río y los vanos de sus puertas y ventanas, a través de los cuales se entra en un mundo húmedo y enmarañado de vegetación y maleza.


Volvemos siguiendo el curso del Duero que discurre amplio y dilatado por estar embalsado por el Azud de Buitrago. En sus aguas quedan restos semisumergidos de otro molino que vemos desde el camino.
Según avanzamos el arbolado va intercalando chopos, encinas y robles. La vegetación de la orilla del río forma grandes extensiones, juncos, carrizos y espadañas crecen fuertes en las orillas del Duero.
Este paseo junto al río ofrece áreas de descanso con bancos de madera para disfrutar del entorno y verdaderamente lo hacemos porque paramos y tomamos el sol ya despojados de nuestros cortavientos en cada asiento.


Aparecemos en Dombellas y saludamos al pastor que está dormitando al sol junto a su rebaño y a varios niños que están reunidos en los columpios. Nos dicen que en invierno el pueblo es muy aburrido.
Junto a la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, reconstruida en el siglo XVI sobre el edificio románico anterior, nos hacemos la foto de fin de ruta y pasamos al bar del pueblo que acaban de abrir para tomarnos nuestro refrigerio.
Cervecitas, vinos, mostos, un futbolín y un cumpleaños feliz para mi.!!!Gracias amigos@s.

Deseo y espero que sigamos celebrando y caminando juntos Soria paso a paso.

 

Emi

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Posted by: soriapasoapaso on