BERLANGA DE DUERO – ERMITA DE SAN BAUDELIO

El sábado 27 de enero salimos 17 miembros de Soria Paso a Paso hacia nuestra ruta semanal, una ruta senderista pero también una ruta hacia la historia, hacia el arte y la fantasía que de todo tienen la villa de Berlanga de Duero, declarada Conjunto Histórico-Monumental y la ermita mozárabe de San Baudelio.

En Berlanga, punto de inicio de la marcha, mientras algunos se van con los coches al punto de destino otros vamos disfrutando de la arquitectura tradicional hasta llegar a la plaza porticada, una preciosa muestra de la misma. Tomamos un café rápido en el bar La Plaza, el único abierto a esa hora temprana y enseguida nos unimos a nuestros compañeros junto a la gran chimenea de un antiguo hospital de peregrinos.

Nuestro camino comienza con una vista espectacular, a nuestra vera se alza imponente un castillo edificado en el siglo XV sobre una fortaleza musulmana, un magnifico lienzo de muralla del siglo XII y el palacio renacentista de los duques de Frías y marqueses de Berlanga, del que se dice que en sus buenos tiempos tenía uno de los mejores jardines de Europa, el palacio fue prácticamente destruido durante la guerra de la Independencia y en el momento actual solo queda su fachada y una torre.

Es una ruta sencilla y sin apenas desniveles, siguiendo en todo momento un camino que sólo se bifurca una vez hasta llegar a nuestro punto de destino, estamos inmersos en un paisaje invernal sin apenas arbolado, sólo al principio algunos chopos, es la tierra de labranza la que domina, sus surcos, los diferentes tonos de marrón que en algunas fincas ya comienza a verdear…

En cierto momento vemos a cierta distancia un edificio interesante y en ruinas, pues que está como tantas otras edificaciones singulares en la lista roja de Patrimonio, en cuya web nos informan: “A principios del siglo XVI los marqueses de Berlanga mandaron construir en este paraje la ermita de Santa María de Paredes Albas, nombre que también adoptó el convento franciscano que se adosó a ella entre 1633 y 1636, con varios terrenos contiguos donde se ubicaba la huerta y un estanque.”

El almuerzo lo realizamos en Casillas de Berlanga y nos detenemos en un centro de turismo rural,  con los bocadillos, los cafés de Luis y de Alicia, frutos secos… y la tortilla de Agnelo que triunfó una vez más, reponemos energía y nos disponemos también a dar buena cuenta del último trecho del camino.

Un tibio sol ha ido deshelando la tierra arcillosa, lo que ha ido también dificultando nuestros pasos gran parte del camino, pero llega un momento en que la suela de las botas triplica su tamaño y su peso es considerable, además de resbalar muchísimo, pero no hay ningún contratiempo y seguimos camino.

Al ir ascendiendo el paisaje ha ido cambiando, ya es pleno monte y el romero y su aroma nos envuelve, en la lejanía algunos compañeros ven un pequeño grupo de corzos que logran fotografiar.

Al doblar la última loma vemos una estructura cubica con tejado a cuatro aguas y otra más pequeña con dos vertientes, ya llegamos a San Baudelio, si no supiéramos lo que vamos a encontrar dentro pasaría casi desapercibida, una humilde ermita en medio del monte, en medio de un paisaje casi desértico, así lo debieron de ver quienes construyeron un oasis lleno de fantasía y color.

Datar la fecha de construcción de la ermita es complicado porque está en plena línea fronteriza y se sucedían los periodos en los que esta tierra pertenecía al bando cristiano o al musulmán y podrían haberla construido en cualquiera de los primeros. Se considera como lo más probable que fuera edificada por constructores mozárabes durante el siglo XI, sin embargo hay distintas teorías, como muy acertadamente nos expuso nuestro presi Luis, y datos para pensar que su origen es anterior y de tradición cenobita.

Está asentada sobre la roca, junto a ella mana una fuente de aguas claras y junto al ábside hay una pequeña necrópolis con tumbas antropomorfas escavadas en la roca.  Su entrada principal está orientada al norte y al oeste hay una entrada secundaria.

Por muchas veces que se haya visitado San Baudelio, siempre sorprende. Nada más entrar por la puerta de doble arco de herradura vemos una gran palmera de ocho ramas, es la columna cuyos nervios soportan la bóveda, y aprovechado el hueco entre ellos se abren unos vanos que dejan ver una pequeña cámara cubierta por una pequeña cúpula nerviada, espacio que en otros lugares llaman linterna de los muertos, aquí no se sabe para que se utilizaba, si para guardar objetos sagrados como las reliquias de su santo titular o para eremitas a lo Simón Estilita.​

Detrás de la palmera, la arquería de una minúscula mezquita con decorados rojos y azules rematados con flores de lis, sobre ella y adosado a la palmera un pequeño espacio ocupado por un oratorio o capilla que no está permitido visitar. Entre la puerta de entrada y las columnas se descubren dos de las pinturas más curiosas, un gran oso pardo y un elefante blanco con un castillo sobre su lomo, pintado por alguien a quien alguien había contado cómo era un elefante.  En el lienzo norte de la entrada, en la parte baja de la pared una formidable escena de la caza que busca dar una sensación de movimiento con ciervos, cazadores, liebres y perros en actitud de carrera.

Hay otras pinturas en la zona alta de las paredes, desde el muro sur hacia el muro norte aparecerían  Las tres Marías ante el sepulcro, Curación del ciego, Resurrección de Lázaro, Bodas de Caná, Tentación de Cristo, Entrada en Jerusalén, Santa Cena y Episodios de la Pasión. La mayoría de ellas apenas se intuyen, pero resultan notables cuando hay alguna como  la entrada Jerusalén con dos burritos o la última cena que deja apreciar personajes  y colorido.

El ábside es rectangular con un pequeño altar y una estrecha ventana en el centro, en su clave aparece el Espíritu Santo descendiendo, dato curioso porque siempre es representado hacia arriba,  a la izquierda tenemos a San Nicolás de Bari y a la derecha al Santo de Nimes, San Baudelio, con el báculo rematado con una flor de lis, dato, que como el de la paloma invertida, nos hace notar la amable guía de San Baudelio, así como los ibis pintados en el arco de su entrada.

Me llamó la atención el dato del ibis y buscando información sobre estas aves, que por cierto casi han desaparecido de Europa, son conocidas como ibis eremita y curiosamente aquí inclinan su cuello hacia abajo, hacia la profundidad de la tierra donde oraban los eremitas y allí vamos a ir.

Antes pasamos junto a la palmera, descubrimos un galgo rampante como guardián, y un precioso dromedario, así como la estrecha escalera que lleva a la capilla y al coro al que también se accede desde el exterior. Al fondo del muro, en el rincón más oscuro de la nave hay una pequeña entrada que lleva a la cueva.

Hace tiempo que quería entrar y hoy, por fin, es un hecho. El camino al principio resulta algo incomodo aunque es corto y pronto se llega a una pequeña sala y después a otra algo mayor pero también de pequeñas dimensiones, nos hemos detenido allí un ratito y nos hemos fotografiado.

Una historia muy distinta a la de los anacoretas, ellos al entrar en la gruta ¿realizarían ese mismo camino de fuera hacia dentro, en ellos mismos?  El silencio, la oscuridad, la soledad, el ayuno… son circunstancias ciertamente difíciles de sortear. No, sortear no, todo lo contrario tendrían que hacerlas parte de si mismos, para llegar al fondo de su alma, para comenzar a entrever a Dios.

Y llegaría el momento de regresar a la vida cotidiana, como un nuevo nacimiento, del tranquilo vientre pétreo pasarían por un angosto túnel para llegar a un lugar donde ya los sentidos comienzan a despertar.

Las dificultades aquí serían de otra índole. Un camino de dificultad y triunfo, tal y como simbolizan las escenas de caza.

Todo en esta ermita tiene distintos niveles. Así, las pinturas comenzarían en lo más alto, entre las ocho ramas de la palmera se narran los momentos iníciales de la venida de Jesús a la tierra que van desde la Anunciación a la Huida a Egipto aunque también están muy deteriorados y no se pueden apreciar. En  la capilla, están representados los Reyes Magos y San Miguel pisando al dragón, las pinturas altas con las ya enumeradas escenas de la vida pública de Jesús y las bajas de de temática mundana con su correspondiente carga simbólica y religiosa.

 

También la arquitectura de la ermita posee niveles perfectamente definidos, la cueva, la nave y cinco escalones por encima está el ábside, más elevados se hallan el coro y la capilla, oculta para quien esté en la nave de la ermita, inexistente para quien esté distraído con el juego de formas y colores del diseño arquitectónico y de las pinturas, y finalmente e igualmente difícil de ver y aparentemente inaccesible, está la cámara que hay sobre la palmera a la que sólo se podría tener acceso desde el exterior.

Se ha hablado mucho de las pinturas pero no se ha comentado que están ejecutadas al temple sobre un ligero enlucido de yeso, y se cree que trabajaron en ella al menos dos talleres, al primero corresponderían el insólito bestiario y las escenas de caza, siendo las religiosas posteriores y pertenecientes al periodo románico.

Esta ermitilla sigue siendo tan espectacular que permite recrearse con los restos de los murales originales, a pesar del expolio sufrido en su etapa más oscura, en la que este mundo de fantasía perdió la luminosidad y el color de sus pinturas.

Desde la desamortización del siglo XIX era propiedad de varios vecinos del contorno que la utilizaban como majada, pero en 1907 pasaron por allí unos jóvenes que reconocieron sus valor, Manuel Aníbal Álvarez y José Ramón Mélida, autores de la memoria descriptiva enviada a la Academia de Bellas Artes de San Fernando para proponer la designación de San Baudelio como Monumento Nacional y lo lograron en 1917.

En 1922, el tratante de arte italiano León Leví, obviando este hecho compró para un cliente. Mr. Dereppe, las pinturas del antiguo cenobio por 65.00 pesetas. Inmediatamente llego una cuadrilla de obreros italianos y traspasaron una fina capa de las pinturas a lienzos armados en bastidores, por eso aún quedan restos que pueden dar idea del esplendor que tuvieron.

Hubo una abierta oposición por parte la Comisión de Monumentos de Soria y el Gobierno Civil incluso intervino la Fiscalía del Supremo. En 1923 el Estado resolvió ejercer el derecho de retracto sobre la compraventa, pero el Tribunal Supremo en sentencia de 12 de febrero de 1925 estimó el recurso de los interesados en la operación declarando su potestad de vender libremente las pinturas murales de la ermita de San Baudelio.

Inmediatamente fueron enviadas las pinturas a EE.UU., repartiéndose entre los museos de Boston, Indianapolis, Cincinnati y The Cloisters de Nueva York. En 1957 seis de esos fragmentos se trajeron al Museo del Prado, donde se exponen actualmente. Se canjearon seis murales por el ábside románico de San Martín de Fuentidueña (Segovia)

 Y esta es la historia de la ermita soriana de San Baudelio, ahora toca regresar en los coches que los compañeros habían dejado aquí por la mañana, algunos volvemos directamente a Soria y otros se quedan visitando la gran Colegiata renacentista de Berlanga y la hermosa talla del siglo XII de Nuestra Señora del Mercado y, cómo no, viendo al lagarto (cocodrilo) que trajera Fray Tomás de su viaje a las Islas Galápagos y que lleva cientos de años en un muro de la colegiata.

 

 

 

 

 

Ana María A.

4 Comments so far:

  1. No he podido leerlo antes y quería hacerlo despacio y tranquila y como me esperaba, he disfrutado con tus descripción de la ruta y del pequeño templo y me encanta tu forma de sentir y de ver las cosas. Gracias.

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Posted by: soriapasoapaso on