PEÑALCÁZAR

Hoy, sábado 16 de septiembre, vamos a Peñalcázar. Es una ruta muy especial en la que no importa tanto el camino senderista como el punto de destino, un lugar en el que hay detenerse un tiempo, inspeccionarlo, tocar sus piedras, acariciar la historia.
Pertenece al Ayuntamiento de la Quiñonería, punto de partida de nuestro itinerario. Después de producirse algunas bajas, el grupo queda compuesto por Almudena, Seve (a los que estoy encantada de conocer) Emi, Gema, y Ana. Es la segunda vez que Soria Paso a Paso programa esta ruta y Gema ha resultado ser una excelente guía.

Desde el inicio vamos contemplando la gran peña o muela donde está enclavado Peñalcazar y restos de su muralla y edificaciones. Adquieren nitidez conforme avanzamos por un camino de arenilla blanca, después llanearemos la muela hasta llegar al despoblado, el ascenso del trecho final es bastante cómodo y se puede disfrutar de la simbiosis de la obra de la naturaleza y del hombre, la peña y el lienzo de la muralla formando una unidad, un importante muro de piedra que hacía inexpugnable el lugar.
Una almena flanquea la entrada a un enclave codiciado desde tiempos remotos y ahora olvidado.
La primera casa que vemos nos llama la atención, parece tener ojos, cejas… y como boca una oquedad que parece parte de una antigua fuente dispuesta en el patio de la casa, pero a Peñalcazar nunca llegó el agua. Tenían que hacer un camino de media hora por la antigua calzada romana hasta llegar a una fuente, único paraje de verdor que se divisa desde nuestra atalaya.

Subir con los cantaros y cubos de agua no era tarea fácil y de hecho fue un importante motivo para el abandono del pueblo, el resto de los motivos los conocemos bien los sorianos, la provincia más despoblada y con mayor número de pueblos deshabitados de España. Su proceso es olvido, abandono, expolio y olvido de nuevo.
A pesar del saqueo sufrido, ha desaparecido hasta el más mínimo utensilio, Peñalcazar es hermoso, sus piedras siguen impregnadas de las pequeñas historias de los que allí moraron; de sus alegrías, de sus lagrimas, de de las risas y juegos de los niños, de noviazgos y riñas…, también de sus momentos de escasez y de los días felices de cosecha que concluirían con la fiesta de San Miguel, advocación de la iglesia parroquial del siglo XV.
A pesar de su desacralización su energía sigue siendo la de un lugar sagrado. Se accede a través de un vano en arco y del armazón de madera que suele dividir la entrada principal en otras tres, la puerta yace desplomada en una nave que la naturaleza está ganando. Se puede admirar un precioso arco apuntado, las bóvedas conservan sus nervaduras y restos de pintura, al igual que las paredes que se mantienen en pie, el piso del coro sorprendentemente también se mantiene, aunque no me atrevería a bailar sobre él. Ascendiendo por las estrechas escaleras de caracol se llega hasta un campanario con unas vistas impresionantes y despojado de sus campanas.

Ahora el silencio es dueño del lugar, dueño de la memoria de cada rincón de Peñalcazar.
Continuamos recorriendo el pueblo, sus casas derruidas, las piedras y tejas amontonadas y vigas de madera atravesadas en lo que fueron sus dependencias… A veces se descubre una alacena, un pesebre a ras de suelo o en el interior de una de estas casas, lamentablemente, restos de botellas y botes de cerveza, que al igual que las pintadas que hay en la iglesia y en las viviendas denotan una total falta de respeto al lugar que se está visitando.

Transcurridos unos minutos, preciosos y mágicos, dejamos atrás las casas de estrechos ventanucos, tan propios de estas frías tierras, y los vanos de sus puertas abiertos al viento.
Antes de emprender el regreso vamos hasta las ruinas de la ermita y ya nos acercamos hasta al borde de la muela, desde sus 100 m. de altura y una altitud de 1.249 m. se domina un extenso territorio, el mismo que dominaba el antiguo castro, la ciudad romana, la fortaleza codiciada por árabes y cristianos, plaza fuerte de batallas y conquistas.


Allí mismo, al resguardo de un roquedo, almorzamos sobre lo que podría parecer a sus más antiguos habitantes la cima de la tierra, contemplando el relieve del Sistema Iberico y la extensa planicie de la Tierra de Gómara.

Este suelo se ha ido formando con tantas capas de nuestra historia que me voy con la sensación de necesitar, ya no para ver, sino para sentir Peñalcazar más profundamente, de más tiempo, más soledad y aún más silencio.
Iniciamos el descenso campo a través, un hito en el camino es el viejo nevero, el proceso para conservar los alimentos consistía en extender repetidamente una capa de nieve, otra de paja y sobre ambas los alimentos.
Finaliza la pendiente cerca de la fuente, un rincón fresco y arbolado y que, ciertamente, está muy lejos del pueblo.


Pasamos muy cerca de un rebaño de ovejas, cuyos balidos y sonido de cencerros me había sorprendido escuchar de forma diáfana cuando contemplaba el paisaje desde lo alto de la muela.

Los girasoles que vamos viendo están ya secos y conforme nos acercamos a La Quiñonería los campos van verdeando y cubriéndose de nubes el cielo límpido que tuvimos en Peñalcazar.

En este municipio, punto final de la ruta, charlamos con uno de sus escasos habitantes de planes de desarrollo fallidos, de la problemática de estos pueblos pequeños y mal comunicados que tardarán muy poco en desaparecer.
Ha resultado ser una esplendida mañana casi otoñal, en la que nos ha acompañado la bonanza del clima y, por supuesto, de la excelente compañía.
Habría mucho que contar sobre la historia de esta fortaleza natural cuyo topónimo aparece en el Fuero de Soria del siglo XIII proveniente del termino árabe alcázar, tan sólo apuntar que fue asentamiento celtibero, romano, árabe, y, finalmente, cristiano al ser conquistada por Alfonso I el Batallador alrededor de 1120. Así mismo quedan vestigios de pobladores anteriores y datos del último, su nombre era Segundo Alcalde Portero y ostentaba los cargos de alcalde, juez de paz, alguacil y concejal, de 45 años de edad en las elecciones de 1976 y su único votante.
Actualmente Peñalcazar está en la lista roja de Patrimonio.
Ana María

9 Comments so far:

  1. Maravilloso relato. Complemento perfecto al video de Angel. Que vimos. Que sentimos y además datos históricos sobre este mágico lugar. Gracias Ana Maria.

  2. Qué maravilla de texto Anita…realmente es un lugar inspirador y se nota el cariño que has puesto al contarnos tu vivencia. Buen trabajo. Peñalcazar lo vale.
    Gracias y enhorabuena

  3. «Los montoncitos de piedras orientan al montañero en la niebla, muestran la preocupación de unos humanos por otros humanos desconocidos»
    ANDER IZAGIRRE
    Ana, felicitaciones,lo has descrito tan bonito, que si hubiera podido ir, no lo habría descubierto con tanta intesidad.
    alicia

  4. Muchísimas gracias a todos, ayer estuve de viaje y no había leído vuestros comentarios tan bonitos y llenos de cariño.

Haz clic aquí para cancelar la respuesta.

Por favor acceder para comentar.

Posted by: soriapasoapaso on