ROJOS ROQUEDOS – 25/03/2023 – Liceras

 

Nos reunimos en Gaya Nuño media hora antes de lo acostumbrado, a las 7.30 de la mañana ya estamos allí porque la ruta nos lleva a casi 100 km de distancia. Por diversas circunstancias la distribución entre los coches resulta más complicada, pero al final todos nos podemos acoplar y salimos hacia el Suroeste de la provincia.

Aunque hayamos llegado por distintas carreteras todos descenderemos zigzagueando por las curvas de Noviales hasta tomar un desvío a la izquierda para entrar en el camino que es el punto de inicio de la ruta.

Apenas comenzado nuestro caminar cruzamos el Arroyo de Montejo echando pie al fragmento de una canalización que hay en medio de este riachuelo que vamos a ir encontrando a lo largo de nuestro recorrido.

Pronto nos sorprende un magnifico paisaje de un intenso rojo, dominado por grandes formaciones rocosas que sobrevuelan los buitres, no es el clásico cañón puesto que a un lado tenemos la colosal pared y al otro un amplio espacio abierto por donde iremos viendo pinos, robles, encinas o chopos de ribera.

Al abrigo de la pared roqueda vemos lo que parece una casita del mismo color rojizo con un huerto cercado lleno de maleza y espléndidos frutales en flor, que según veo en el mapa topográfico de wikilock es la tinada de Juan Salinas. Muy cerca hay otro refugio, pequeño y totalmente rupestre con una ventanita abierta en la roca y una estrecha galería de entrada lateral.

Naturaleza y fantasía se unen armoniosamente y transmitiendo esta idea el Ayuntamiento de Montejo de Tiermes ha dispuesto una sucesión de esculturas planas y metálicas recreando los gnomos de la mitología popular y los animales cuyo hábitat es este entorno de pequeñas arboledas o arboles diseminados, de monte bajo con zarzas aún secas y jara a punto de florecer, espliego y tomillo cuyo aroma nos acompañará durante casi todo este camino jalonado por nuevos y originales hitos.

En el primero un gnomito nos da la bienvenida al Sendero de los gnomos bajo un mural informativo que queda escoltado por un buitre vigilante y, adherida al suelo, otra escultura de alas extendidas para que se pueda comprobar la envergadura de esta rapaz tan abundante y que tan asiduamente vemos en nuestras rutas.

En lo alto del farallón se dibujan otros dos buitres, pero éstos de carne y hueso, están en época de cría y vemos a uno de ellos con las alas extendidas protegiendo la nidada, durante varios minutos permanece alerta en actitud de defensa ante esta manada de humanos que osan perturbar la paz del lugar.

Entre los “hitos” del tejón y del zorro, la naturaleza nos vuelve a mostrar que es una consumada artista sorprendiéndonos con un fantástico y perfecto Moai femenino, con la cabeza orgullosamente elevada hacia el sol primaveral que templa la roca.

Continúan jalonando el sendero con el correspondiente mural explicando sus características, alimentación, costumbres, etc.  y aparecen junto a las rocas o entre el arbolado, un corzo, un gnomo con una carretilla y un búho real, poco después comenzamos a subir por los roquedos y en el camino esperan perdices rojas y una gnoma, más arriba el gato montés, la liebre y, por último, el jabalí.

Subimos por antiguos caminos abiertos entre las rocas, en ocasiones con trazas de calzada romana, anunciando que estamos muy cerca del Yacimiento Arqueológico de Tiermes.

Uno de los yacimientos más extensos y completos de la romanización de Celtiberia, Termes fue una ciudad rupestre, labrada en los farallones de arenisca roja que conservan huellas de las construcciones romanas. Podemos verlas en el graderío semicircular, en el barrio Sur de edificios vecinales de varios pisos con restos de escaleras, hornacinas y alacenas horadadas en las paredes bermejas, en las termas y en el acueducto que les suministraba agua a través del ramal sur, por el ramal norte abastecía a la zona alta de los templos, foro, edificios públicos y casas señoriales como la misma Casa del acueducto, donde éste dejaba de ser subterráneo…

Pero continuemos con nuestra ruta por los peñascales vecinos, a cuyo abrigo nos acogemos para hacer un alto en el camino y almorzar, tras el breve descanso seguimos ascendiendo hasta que podemos divisar todo el contorno, con Torresuso al frente, a su izquierda Montejo de Tiermes destacando la iglesia y la atalaya árabe y más allá, aunque aún no está a la vista, Liceras.

Llaneamos por el Alto de Miralobo, sobre los farallones a cuya vera anduvimos, las vistas son esplendidas; a nuestra derecha la Sierra de Pela y un precioso valle que ya verdea, salpicado por los pequeños pueblos mencionados anteriormente y al lado opuesto otro hermoso valle con reciente reforestación de pinos y extensos labrantíos, protegido por la Sierra de La Pinilla de Segovia que, con Guadalajara y Soria, son las tres provincias que se pueden divisar desde la cumbre de Pico Grado que vemos en primer término y que tan parecido es a nuestro Pico Frentes.

Caminamos aproximadamente cinco km y llegamos a la bifurcación que nos permitirá, por la senda izquierda, ir a recoger los coches por barrancos y torrenteras o por la derecha caminar hasta Liceras, el pueblo natal de nuestra compañera Julia que queremos a visitar.

No se divide el grupo y todos tomamos el camino izquierdo, volvemos a bajar por caminos abiertos entre las rocas hasta llegar a la Cueva de Santiago.

La entrada de la cueva está oculta por la maleza y la pared rocosa ha sido aprovechada para hacer una majada o tinada, una de las tantas que hemos ido encontrando, queda solamente un pequeño murete y los huecos abiertos en la roca para construir quizá un doble techado. La roca rojiza con las marcas de construcción recuerda nuevamente a la vecina Tiermes y sus viviendas romanas.

          

            Para llegar hasta los coches bajamos por un barranco de cierta dificultad, es nuestro momento de aventura pasopasera, pues hay que abrirse camino entre las ramas llenas de espinas de los zarzales, salvar desniveles, sortear troncos y barrizales…

Rematado el atajo y el reto no tardamos en llegar a un lugar por el que ya pasamos, “el puente tubular” como ha llamado Maribel al canalón que volvemos a utilizar para cruzar el Arroyo de Montejo.

Concluida la ruta nos dirigimos a Liceras, Miguel y Julia son nuestros cicerones, como ya se mencionó es el pueblo de nuestra compañera. Vamos directos a la tienda-bar que hay en la plaza, frente a la iglesia.

Mientras se van apuntando las bebidas que vamos a pedir, Julia, como buena anfitriona, se ocupa de que nos preparen un generoso aperitivo y una larga mesa en la plaza, entre todos sacamos sillas suficientes para los veintitrés comensales y allí, al sol del mediodía, entre sorbo y bocado, pasamos un agradable rato de charla y descanso.

Finiquitado el tentempié visitamos el pueblo, especialmente la Atalaya Califal. Restaurada en 2012 se ha convertido de nuevo en un magnifico mirador que controla todo el contorno, se puede apreciar un pueblo bien cuidado, con casas restauradas y de nueva construcción, también se ha dotado a Liceras con un polideportivo, puesto que no falta gente joven y niños para utilizar sus instalaciones, al menos en verano, aunque también acuden a su pueblo los fines de semana, como hemos podido comprobar.

 

Tras la visita a Liceras regresamos a Soria a una hora poco habitual por lo tardía, pero ha resultado un día, una ruta y post ruta que realmente han merecido la pena.

 

Ana María Abajo

 

 

 

 

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