RIBAVELLOSA: OTRO PRODIGIO DE LOS CAMEROS

 

Soria, 5 Noviembre 2022

 

 

De nuevo nos adentramos en tierras riojanas. Compartimos con nuestra vecina región extensas zonas que abarcan buena parte del Parque Natural de la Sierra Cebollera, entre las que se encuentra la comarca de Los Cameros. Es la tercera visita que realizamos por estos prolíficos montes en menos de un mes y no deja de sorprendernos la belleza y el encanto que derrochan sus paisajes. Primero fue la visita a San Román de Cameros, localidad natal de Jesús que, con justificado entusiasmo y no menos pasión, ha diseñado esta ruta para que admiremos, entre otras cosas, la robustez de sus edificaciones, su amplitud  y  las  típicas solanas bajo la techumbre para madurar las frutas y frutos secos que ofrece esta tierra. Luego, fueron sus alrededores, su ladera arbolada hasta lugares como “la Tejera” o el mirador del cerro de Santa Bárbara y el vasto horizonte de quebradas y pequeñas elevaciones que ofrece al caminante este altiplano riojano, así como algunos caseríos ya abandonados, por citar algunos de los lugares de hermosa

perspectiva paisajística que pudimos disfrutar. La siguiente ruta  fue por Villoslada de Cameros, en el entorno próximo conocido como “El barranco de las rameras” (cuyo origen del nombre ya explicó magistralmente Emi en su crónica).  Este recorrido nos dio ocasión para admirar la belleza otoñal en forma de la gama cromática que ofrece el árbol colonizador de estos suelos inclinados: el haya, dueña y señora (al menos, por momentos) de los  empinados caminos que transitamos, con sus tonos ocres, anaranjados y marrones de las hojas que se desprenden y las que todavía permanecen en las ramas, que dan paso, según avanzamos, a los pinos o magníficos acebos  que pueblan estas latitudes, para encontrar algunos robles al final de nuestro camino.

 

Ambas rutas descritas presentan un elemento común: la belleza desnuda de sus recursos naturales, sin apenas intervención humana, salvo las  imprescindibles  para mejorar su conservación y protección.

 

La de hoy, sin embargo, añade a su belleza natural la mejora con que la intervención humana ha dotado a este espacio de Los Cameros para hacerlo doblemente atractivo y espectacular, si cabe,  en un loable intento por convertir la naturaleza, sin transformarla,  en un lugar   de disfrute, admiración  y recreo de quienes  se acercan a ella. Pero empecemos desde el principio.

 

A las 8,00 h, como de costumbre, estamos en el lugar de salida para dirigirnos a nuestro punto de origen de la ruta, que pensamos iniciar  a las 9,00, aunque después deberemos retrasarla. Y en el grupo hay una novedad: se incorpora (o mejor, se reincorpora) Elisabel, ausente durante una larga temporada de nuestras caminatas sabáticas por razones de todos conocidas, que es recibida con muestras de satisfacción y afecto por los allí reunidos. ¡Bienvenida de nuevo, Elisabel!

 

Y otra novedad: es la concurrencia más numerosa de miembros del grupo desde que empezamos la nueva temporada. Y eso lo agradecen y valoran nuestros sherpas.

Nos distribuimos en los coches disponibles al uso y emprendemos viaje, con los primeros rayos del sol,  por la N-111, hasta Almarza de Cameros,  (a 71 Km.) para dirigirnos desde allí, por una corta y estrecha carretera, hasta la finca de Ribavellosa, nuestro  punto de arranque  de hoy. Comparto coche con Esther y Alberto, que conduce

 

No hemos llegado al túnel de Piqueras cuando recibimos una llamada de Alicia

en el teléfono de Alberto. Nos comunica que la información que han consultado recientemente advierte que la puerta de la finca no se abre hasta las 10,00. Como vamos con bastante  antelación, nos sugiere dirigirnos al bar-restaurante “Venta de Piqueras”, a escasos kilómetros de donde nos encontramos, para tomar un café, y hacer tiempo, mientras tanto,  a que abran la pradera-paraje que visitaremos.

Y hacia allí que enfilamos. Afortunadamente, y pese a la temprana hora de la mañana, el establecimiento está abierto y una amable camarera dispuesta a atender nuestra colectiva demanda de disfrutar un humeante café. El bar es un coqueto espacio de atención a personas de paso por esta ruta, que ofrece, además, otros productos de esta tierra próxima a Piqueras, como mermelada o miel autóctonas, a la vez que  una especie de pequeño museo fotográfico, con imágenes de los pueblos o comarcas que conforman esta zona de Los Cameros. Allí podemos ver perfiles fotográficos de municipios como Pinillos, Pradillo, Ortigosa, Almarza de Cameros, Torrecilla, El Rasillo, Villoslada, Lumbreras, etc. Adosada al restaurante se encuentra la ermita de Nuestra Señora  de la Luz, una construcción barroca del siglo XVII, y frente a la  misma, en las estribaciones de una corta y pronunciada ladera, un sencillo altar para celebrar el culto religioso  con motivo de una  de las mas importantes romerías populares  riojanas, organizada por la Hermandad de las Trece Villas , que tiene lugar  el domingo anterior a la festividad de San Juan, y que se lleva a cabo en el exterior de la ermita por razones de espacio, según me informa Alicia, dada la concurrencia masiva  de los pueblos anteriormente citados, con bailes populares y comida de hermandad para todos los asistentes a este evento. Supongo que comparte solemnidad y tradición con otra romería,  no menos  conocida, al santuario mariano de La Virgen de los Lomos de Orio, también en la comarca de Los Cameros y no muy lejos de aquí.

Abandonamos el lugar, reconfortados por el inesperado y agradecido café, y nos dirigimos hacia el objetivo que ocupará hoy nuestro tiempo de paseo. Afortunadamente, el tiempo de espera en el bar de Piqueras ha tenido su recompensa, y a las 10,00 en punto nos encontramos frente a  entrada de Ribavellosa, en el momento que abren la puerta para acceso de  visitantes. Aparcamos los coches en los estacionamientos dispuestos a tal fin, frente a uno de los edificios del complejo de edificaciones que sorprenden al visitante, enclavados en medio de un paisaje natural, que le dan, si cabe, un aspecto  idílico y nos hacen preguntar qué uso o finalidad tienen o han tenido estos módulos residenciales en dicho entorno. Y aunque solo sea sucintamente, no estará de más dar algunos datos de la historia de este enclave.

Ribavellosa fue, inicialmente, una aldea, ya desaparecida, con una actividad agrícola de sus tierras centrada principalmente en los cultivos de secano (trigo, cebada, centeno) y una crianza de ganado lanar, además de los animales necesarios para las labores agrícolas, y posiblemente también dispondría de ganado porcino asociado a los bosques belloteros. En 1931 se segregó del resto del monte de Ribavellosa  una parcela de 200 Has., siendo esta vendida  a una institución financiera vasca ( la Kutxa), que la adquiere con la intención de construir en estos parajes una “ciudad sanitaria” para enfermos de tuberculosis, enfermedad que en aquellos tiempos constituía un auténtico problema. Por diversas circunstancias, este proyecto no se realizó, convirtiéndose finalmente en una colonia infantil y Residencia de vacaciones. En 1945 la citada entidad decidió mejorar las condiciones de la Finca como colonia de veraneo, iniciándose una serie de actuaciones de mejora , tanto de las instalaciones hasta entonces utilizadas, como de los servicios e infraestructuras, que pusieran en valor el proyecto residencial para usos recreativos, toda vez que se rechazó la idea original de hacerlo para fines sanitarios. Se construyó el edificio más pintoresco, conocido actualmente como “La Colonia”, dotado de piscina, frontón, campos de fútbol, etc. En 1970 se levanta un nuevo edificio que comprende una capilla, un salón de actos, una sala de usos múltiples y otro edificio, al que llamaron “La Residencia”. La Kutxa mantuvo dicha actividad hasta 1994, quedando entonces desocupada, hasta que en el año 2000 la adquiere el Organismo Autónomo Parques Nacionales, actual gestor de esta finca, conservando la mayor parte de las instalaciones y habilitando una importante red de senderos para acceso público, así como una serie de actuaciones relacionadas con el uso público, educación medioambiental, investigación , etc. Hasta aquí la reseña histórica del espacio agreste donde nos encontramos y la razón de la existencia de esta mini ciudad, en medio de un paraje de resonancias casi bucólicas.

 

Pero no hemos llegado hasta aquí solo para aprender la historia del lugar, sino para disfrutar principalmente de lo que nos ofrece y, como decía al principio, de la puesta en valor de la intervención humana, desde que fue adquirido por un organismo oficial que se ocupa de la conservación de espacios  naturales y fomentan el interés y la pasión por  la naturaleza.

 

Iniciamos la ruta por uno de los senderos que están señalados con distintos colores para orientar al caminante el hábitat que transita y  la riqueza ambiental de este espacio. Algunas compañeras, a juzgar por las fotos mostradas en el WhatsApp del grupo, han descrito metafóricamente el lugar como “bosque encantado” o “bosque de cuento”. Y algo de esto tiene el entorno. En concreto, el que iniciamos, recién asentadas las botas sobre el cómodo suelo de este circuito, es el conocido “sendero antiguo”, en color azul, que nos adentra en un pinar de pino silvestre, salpicado de encinas, quejigos, abetos, etc. El mayor de los valores naturales de la finca de Ribavellosa es su biodiversidad, concentrándose en su reducida superficie una muestra de numerosos ecosistemas diferentes, principalmente forestales, que se alternan de forma natural en función de las variables condiciones de humedad, luminosidad, exposición a los vientos, sustrato, etc. Las plantaciones de coníferas, principalmente el pino silvestre, y pino laricio, se iniciaron hacia el año 1950, si bien bajo estas repoblaciones hoy dominantes, comienzan a crecer y colonizar las especies autóctonas de la zona. Pero los pinos no han crecido solos. En algunos tramos podemos ver pequeñas masas de abeto rojo, en perfecta cohabitación con el pino silvestre, además de otros “vecinos” arbóreos o arbustos, como arces, avellanos, nogales…y, tal vez, un poco más alejada de nuestra

posición, me comenta Alberto, puede haber alguna secuoya. Y apenas hemos comenzado nuestra andadura, encontramos al borde del camino unas curiosas tallas de madera de un metro aproximado de alto, sobre un tronco de pino de escasa altura, que representan vistosos ejemplares de la variada fauna que habita este territorio. Así, tenemos a  la vista una simpática ardilla, en actitud recogida, que parece dar la bienvenida al visitante, frente a la talla más desafiante de una rapaz, de prominente pico y torva mirada.  Quiero entender que estos detalles no solo cumplen una función meramente decorativa, sino que son una representación simbólica de la doble riqueza que encierra el lugar: por un lado, la riqueza material que aporta un bosque de coníferas, donde el pino, con todos los aprovechamientos que ofrece, es el huésped vitalicio de estos montes, y por otro, la riqueza eco-ambiental de la numerosa fauna, tanto de pelo, como de pluma, que se da cita en este rincón de culto a la naturaleza.

No solamente el pino coloniza este territorio. En el recorrido encontramos un panel informativo que nos indican la existencia próxima de otros arbustos, como el enebro, que aparece, casi furtivamente, en los pinares. También es frecuente encontrarlo en los encinares y sabineras y más raramente entre los robles y hayas.

 

Y haciendo camino (en este caso, un cómodo camino), pasamos junto a un  panel visual, que nos facilita una vasta información sobre el paisaje que se extiende  en el horizonte y nos señala los nombres de las elevaciones que alcanzamos a divisar desde nuestra posición y otros lugares de interés. Me quedo con parte del texto de este indicador: “¿Qué es el paisaje? -comienza el texto del panel-  “Paisaje  no solo incluye el aspecto estético, también el emocional. Un paisaje no es “sólo lo que está”, sino también lo que deja grabado en nuestra cabeza….”  Y eso es lo que pretendemos en nuestras rutas eco-turístico-ambientales:  grabar en nuestra cabeza, en nuestra imaginación, en nuestro recuerdo… esas imágenes de parajes, lugares, rincones, llanuras y montañas , que tenemos ocasión de disfrutar y sentir como parte de nuestra experiencia personal, enfundada en el deseo de conocer y amar lo que la naturaleza pone a nuestro alcance.

Continuamos nuestra ruta y ahora lo que admiramos son masas de quejigos, que han plantado  sus reales, y de qué forma, en esta extensión geográfica de Los Cameros. Los profanos en botánica solemos confundir los quejigos con los robles. Sin embargo, para eso tenemos  a nuestro maestro en conocimientos medioambientales, Alberto, que nos saca de dudas a la más mínima vacilación entre una especie y otra. De sus sabias explicaciones me quedo con una enseñanza (además de la distinción morfológica de sus ramas o sus hojas): los quejigales son bosques a medio camino entre los encinares y los robledales, más claros que la espesura que forma el roble, lo que favorece el desarrollo de estratos herbáceos.

 

Pero la flora de este privilegiado espacio no se agota. Nuestros pasos nos conducen ahora por las proximidades de un extenso hayedo o, lo que es lo mismo, una hermosa y sugerente explosión cromática de las hojas caducas de este arbusto, las que todavía permanecen en las ramas y las que ya se han desprendido y alfombran el suelo que pisamos, que solo en esta época, y por un corto período de tiempo, podemos admirar. Hemos entrado en el llamado “sendero del hayedo”, señalizado en color rojo en su poste de orientación. La densa cobertura de sus copas apenas deja pasar el sol al interior  por lo que son muy pocos los arbustos y herbáceas capaces de crecer en este ambiente ensombrecido.  Pero además, los bosques de hayedo, con su aspecto sombrío, su sintonía con la oscuridad y la ausencia de rayos solares en su territorio, su implantación en terrenos inclinados con proximidad a ríos, arroyos o cascadas, le otorgan un aspecto casi mágico. De hecho, los hayedos frescos y umbrosos son, por excelencia los bosques de cuentos de hada, poblados de seres fantásticos, despertando la fantasía y la imaginación. Exactamente, este es el retrato que tenemos ante nuestra mirada. Y en un tono más prosaico es de señalar que la formación de estos bosques de hayedo tiene su justificación por la orientación en la que se desarrollan, en la ladera noroeste de esta parcela,  expuesta a los vientos húmedos del Atlántico, a lo que hay que sumar el efecto umbría (menor insolación, mayor humedad y menor contraste térmico), condiciones idóneas para su propagación. En cualquier caso, volvemos a admirar la estampa típicamente otoñal que  nos brida este árbol, con su mezcla de variedad cromática, trasfondo de fantasía y condiciones físico-ambientales.

¿Y qué decir de la variedad faunística que campa en este territorio?  Me he referido a ella de paso al hablar de las tallas de madera que hemos encontrado al principio de nuestro paseo. Pero la variedad de aves y otros animales que han hecho de la finca de Ribavellosa su “residencia” es muy numerosa, a juzgar por los carteles explicativos que vamos encontrando en nuestro caminar. No hemos visto ejemplares para acreditar su existencia, pero lo que leemos en el texto de algún    panel  es que ellos sí nos ven a nosotros desde las alturas de los  alados o desde  las madrigueras de los más astutos y prevenidos: tejones, ardillas, corzos, jabalíes, ciervos…entre lo “inquilinos” de pelo , se ocultan por instinto de supervivencia a nuestra vista,  o pájaros como el azor, el carbonero, el pico picapinos o el herrerillo, entre otros, sobrevuelan nuestras cabezas, aunque no nos enteremos de su presencia.

 

Caminamos ahora por un robledal, donde   macizos ejemplares de este árbol, en unos casos, o vetustos y deteriorados no pocos, nos ofrecen otro de los aspectos de esta biodiversidad que encierra la finca, en función de la ladera donde nos encontremos. En este caso, hemos ido a caer hacia la ladera suroeste, donde el suelo es más profundo y fresco, a la vez que se ven afectados por un clima de tipo mediterráneo continental, frente a los vientos húmedos y menos soleados de la ladera noroccidental, donde se propaga el haya.

Pero las sorpresas no han terminado. En nuestro camino topamos con un tejo, árbol sagrado de las civilizaciones celta y druida. Este árbol, singular pos su longevidad,  no forma masas boscosas, sino que aparece aislado, en este caso, en medio del robledal que visitamos. Como dato anecdótico diremos que, además del respeto y veneración que le profesaron las civilizaciones citadas, por su resistencia algunos faraones mandaron construir sus sarcófagos con su madera, además de otros usos que se le han dado para la construcción de arcos o instrumentos de guerra

 

Y antes de hacer la parada obligada para el  bocadillo y la bota, nos adentramos en una parcela que no está abierta al público, pero que no resulta difícil franquear. Así que, con prudencia y respeto por el lugar donde nos encontramos, hemos accedido hasta una zona conocida como El Castañar, por donde corre el denominado arroyo de Los Castaños. En algún expositor del parque he leído que se trata del mayor castañar de La Rioja. Algunos ejemplares maduros ya han soltado su fruto comestible, a falta de recolectores  no autorizados para su aprovechamiento (porque otros habitantes del bosque, como las ardillas, parece que sí han hecho bien su trabajo), como podemos apreciar en el suelo tapizado de la envoltura que recubre este producto, a la vez que   otros ejemplares recién plantados se encuentran protegidos por una valla que rodea su tronco. Tal vez esta  es la razón de la no accesibilidad al visitante. Y siendo la castaña el fruto más reconocido y apreciado de este árbol (sin olvidar el valor de su madera), sus hojas, además, enriquecen y fertilizan el suelo y, junto a la castaña, aporta un nutritivo alimento a la fauna.

No son muchos los  kilómetros recorridos hasta ahora, ni el tramo andado ha presentado gran esfuerzo, pero eso no obsta para que hagamos el descanso  ritual que invita a reponer las pocas o muchas energías  gastadas. Hemos vuelto por otro camino circular hasta las cercanías donde dejamos los coches y dentro del complejo del que hablamos al principio encontramos un cuidado parque de césped, dotado de cómodas mesas de madera y bancos adosados, lugar idóneo para aligerar nuestras mochilas de las deseadas viandas camperas. Y como en las plazas de toros hay tendidos de sol y sombra, aquí también podemos elegir (eso sí, sin suplemento adicional) mesa soleada o mesa a la sombra. Hacía tiempo que no  encontramos un entorno tan acogedor para disfrutar este entrañable momento de asueto senderista.

El lugar nos  invita a prolongar nuestra estancia en este acogedor ambiente, pero la voz del sherpa nos insta a proseguir nuestro camino, ya más corto que lo andado hasta ahora y de escasa exigencia andarina.

 

Y emprendemos la segunda etapa de la ruta, disfrutando del paisaje  además de  conocidas y siempre exuberantes especies arbóreas o arbustos, como en este caso los ejemplares de acebo que se cruzan a nuestra mirada. El acebo es un arbusto que “congenia” bien con otros miembros de su especie, y así lo podemos encontrar en bosques de hayas, robles, quejigos o pinos, bien de forma aislada o formando densos rodales. De este arbusto tenemos una magnífica masa para admirar en nuestra provincia, por lo que  disponemos, sin salir del  terruño, de la mejor escuela de estudio,  aprendizaje y deleite ambiental y ornamental con este producto.

 

Y otro arbusto que encontramos en nuestro paseo es el boj. Sus hojas, de color variante entre amarillento y verde intenso dan como resultado una flor muy pequeña, de color verdoso. Su madera se utiliza para la fabricación de utensilios de cocina, como cucharas de madera o útiles similares. Además, el arbusto se utiliza también para fines ornamentales en jardinería.

Acabamos nuestro periplo de hoy  con una visita al centro de visitantes, el único edifico abierto al público. Y en esta ocasión para admirar una exposición fotográfica, y los trabajos de equipamiento de servicios durante los años 20 en lugares tan emblemáticos como el Parque de Odesa y Monte Perdido, así como otras estampas de la vida y trabajos de las gentes del lugar en esa época. Espectaculares imágenes de entonces y de ahora, aderezadas con primeros planos de algún oso habitante de esas alturas o históricas fotos, con asistencia de la realeza española, para declarar de protección especial esos espacios montañosos.

No han sido muchos los kilómetros recorridos, pero sí muchas  las imágenes que hemos guardado en el trastero de nuestros recuerdos, admirando cómo, en un espacio de no muy extensa superficie, podemos encontrar tanta biodiversidad, tan bien conservada y  mejor dirigida al disfrute de los caminantes que se funden con el encanto que destila este rincón privilegiado de la naturaleza.

 

Amigos y compañeros sherpas: ¡no defraudáis!

 

 

Agnelo Yubero

 

 

 

 

One Comment so far:

  1. Disfrutado tu relato y la ruta junto a él y el video. Un lugar muy especial con gran variedad de arbolado, ruta sencilla y muy bella.

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Posted by: soriapasoapaso on